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Medio ambiente
Las “belloteras” de Peraleda
Las dehesas de Extremadura cuentan historias de cortijos, Régulas y Azarías, pero la de Peraleda de San Román (Cáceres) no es de esas. Esta dehesa habla de cuando la bellota era riqueza, y de cuando era un salvavidas en la miseria.
En el siglo XI, el pelotón de cristianos del norte, con el apóstol Santiago Matamoros en cabeza (Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Mateo 5:9) fueron conquistando el valle del Tajo, y en Toledo se estableció la sede primada, con Bernardo de Cluny. Las tierras de las familias mozárabes van pasando a manos del Arzobispado de Toledo, y como dinero llama a dinero, este fue acumulando patrimonio, rentas, tributos... poder al fin y al cabo, hasta gobernar una provincia como siete u ocho de las actuales.
La Iglesia hizo esa modernidad del win-win, trampas incluidas. Tú te quedas aquí, te dejo roturar un pedazo de raña, y me pagas unos tributillos de nada. Y yo me quedo con lo más valioso: la bellota
El pueblo de Peraleda de San Román nace en el S.XVI, con la repoblación de los territorios conquistados en una meseta más vacía que esta “España vaciada” que no se nos cae de la boca pero parece tener poco remedio. En aquel momento el incentivo fueron las tierras, esos suelos pedregosos, pobres, que hasta entonces tenían un uso ganadero.
Pero la Iglesia hizo esa modernidad del win-win, trampas incluidas. Tú te quedas aquí, te dejo roturar un pedazo de raña, y me pagas unos tributillos de nada. Y yo me quedo con lo más valioso: la bellota. Una de las rutas de trashumancia de la Mesta pasaba por allí, la Cañada Real Leonesa Oriental, y las encinas que daban alimento a esos rebaños en invierno eran un gran patrimonio, una renta que el Arzobispado no iba a dejar escapar.
Así que la propiedad quedó dividida en suelo y vuelo, lo terrenal y lo celestial (a la altura justa para varear). Y todos contentos, más que nada porque el descontento con los designios del Señor habría sido soberbia, pecado capital. Hasta que en el S.XIX llega la desamortización de Mendizábal a vender las “manos muertas”, los bienes que habían llegado a manos de la Iglesia por la gracia de Dios y en sus manos debían morir.
La desamortización hizo más ricos a los ya ricos (la aristocracia terrateniente y la burguesía) y saneó algo la Hacienda pública, pero no resolvió la miseria de los campesinos sin tierra
En general no se molestaron mucho en subdividir estos bienes, así que la desamortización hizo más ricos a los ya ricos (la aristocracia terrateniente y la burguesía) y saneó algo la Hacienda pública, pero no resolvió la miseria de los campesinos sin tierra.
En el caso de Peraleda, el Estado incautó las encinas, que se convirtieron en bienes nacionales y fueron subastadas por lotes de miles de árboles. La Iglesia hacía mucho que se había olvidado de las bellotas, y aunque en teoría seguían teniendo la propiedad, en la práctica esas encinas y sus frutos eran del pueblo. Así que se organizaron para hacerse con ellas.
Ninguno de ellos por su cuenta podía comprar un lote completo —solo al alcance de patrimonios de los que nadie en la localidad disponía— pero sí simular que lo hacía y luego repartir las encinas con el resto, de modo que adquirieron los lotes en común con distintas aportaciones económicas. Cada familia de Peraleda se convirtió, así, en propietaria de unas cuantas encinas, que fueron pasando de manos y su número dividiéndose herencia tras herencia, sin ser nunca del mismo dueño que el suelo que tenían debajo. Sólo había una condición: un mes al año, noviembre, cesaba el uso del terreno y el pastoreo y cada familia podía recoger la bellota de sus árboles.
Ninguno de ellos por su cuenta podía comprar un lote completo —solo al alcance de patrimonios de los que nadie en la localidad disponía— pero sí simular que lo hacía y luego repartir las encinas con el resto, de modo que adquirieron los lotes en común
Eso ha llevado a una dehesa de tremendas esculturas naturales, con iniciales marcadas en los troncos a base de hacha, y un conocimiento preciso de los árboles que dan más bellotas, los que las dan dulces, los que las dan más gordas… Un mes no era mucho tiempo, quizá no se pudiera recoger toda, había que elegir.
De la recogida de estos frutos dependía el cerdo de la familia, y del cerdo dependía el sustento del año. Y en épocas de escasez, la propia bellota era la que servía de alimento. Pan de bellota: ahora nueva moda gourmet ( ay los “superalimentos”) y entonces señal de que no había trigo.
Ya no se cultiva la raña, sólo pasan las ovejas de vez en cuando, y la bellota queda para ellas y los jabalíes. Ellos también seleccionan, y bajo algunas encinas aún a finales de enero queda una alfombra de frutos (pequeños y amargos) mientras que bajo otras no quedan ni los cascabillos.
Los que pisamos monte sabemos leer algunos paisajes, pero la historia de este es imposible adivinarla. He tenido la suerte de coincidir en el trabajo con un descendiente de Peraleda que ha querido saber de esta dehesa todo lo que le han podido contar los viejos, en vez de despreciar ese conocimiento o mirarlo con condescendencia.
Y me la ha presentado.
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Cómo esta historia deber haber más en Extremadura. Te invito a que indagues en la dehesa Boyal de Hinojal ( Cáceres).
Ultimamente me va sorprendiendo tu saber, querido y viejo amigo calvo.