¿Qué podemos hacer para que los hombres se unan al feminismo? (III)

Tercer y último artículo sobre la pregunta qué podemos hacer para que los hombres se unan al feminismo.
montaje hobre tres
4 mar 2021 14:00

Éste es el tercer y último artículo sobre la pregunta qué podemos hacer para que los hombres se unan al feminismo, tras Feminismos, feministas, comunicación y referentes y Ausencia de discursos, desatención, interseccionalidad y políticas públicas.

En esta tercera parte aportaré más respuestas a la pregunta “qué podemos hacer para que los hombres se unan al feminismo”, alejándome nuevamente de la explicación breve —en ocasiones cierta— que afirma que los hombres no se unen al feminismo porque son simplemente machistas o porque no quieren renunciar a sus privilegios.

Aquí, expondré cinco nuevos puntos que he podido identificar tras conversar con un gran número de hombres con posturas ideológicas y procedencias muy diversas. Además, propondré varias estrategias y medidas que podemos utilizar y que deberíamos tener en cuenta si queremos que los hombres se interesen por el feminismo, participen en él y/o lo apoyen.

Al igual que en los dos primeros artículos, quiero recordar que para entender bien todo lo que voy a comentar es necesario que nos situemos en la piel y los ojos de los hombres —especialmente de los más novatos en feminismo—. Eso nos ayudará a comprender realmente por qué la gran mayoría de estos no están comprometidos con este movimiento y sus valores.

La masculinidad, una máscara

Jaula de la masculinidad, máscara de la masculinidad, losa de la masculinidad… ¿Cuánto de cierto hay en ello? Esta cuestión resulta sumamente polémica dentro del feminismo, pues conlleva reconocer que los hombres también sufren o pueden sufrir con el sistema vigente, lo cual hace que también sean víctimas de él y que se tambalee la muy asentada figura del monstruoso hombre opresor y privilegiado.

Que los hombres puedan ser también víctimas implicaría una revisión de una parte importante del discurso feminista, redefiniría los sujetos del feminismo, modificaría algunas de las políticas públicas actuales, supondría la inversión de mayores recursos económicos en los hombres…

La masculinidad obliga a los varones a ponerse una máscara y reprimir o suprimir emociones, sensaciones, pensamientos y valores. Hacer creer a las demás personas que los hombres no lloramos, no sufrimos, no fracasamos, no sentimos frustración, dolor, rabia… es parte de nuestro papel en este sistema.

Ser el más valiente, el más fuerte, el más poderoso, el más competitivo, el más temerario, el más mujeriego, el más hetero, el más macho, el más violento, el más autosuficiente, el más desapegado, el que nunca llora, el que menos sentimientos y empatía tiene, el que siempre ha de tener la razón, el que nunca puede quedar mal, el que no puede ser menos que los demás, el que es el mejor en todo… es un camino de frustración, inseguridad, sufrimiento y desprecio hacia nosotros mismos y hacia las demás personas y seres vivos.

Si consigues cumplir con todas estas normas serás el macho alfa y el claro ejemplo de hombre a seguir e imitar —lo cual también te puede convertir en el blanco de otras formas de bullying , pero a medida te alejas de todo esto se intensifican algunos problemas y violencias: mofas, insultos, discriminación, abusos, acoso, golpes… Los motivos por los que puedes ser víctima de toda esta violencia o por la que directamente puedes ser excluido de tu grupo de amigos son innumerables y van desde algo tan simple como que no te guste jugar al fútbol, llevar gafas o disfrutar estudiando a otras como ser homosexual, ser amanerado o estar gordo.

Algunas de estas discriminaciones y violencias desaparecen con la edad, pero otras no. En cualquier caso, todo esto afecta de un modo inimaginable a los niños y adolescentes. Son etapas de la vida muy importantes en la educación y en la forma que tenemos de comprender el mundo consciente e inconscientemente.

Si no abordamos estos problemas, es inevitable que los hombres sigamos reproduciendo comportamientos tóxicos que harán daño a otros hombres, a las mujeres y a nosotros mismos. “Con la igualdad ganamos todos” no puede ser solo un lema que aparezca en las mamparas de las paradas del autobús.

Asumir las contradicciones

El movimiento feminista está plagado de hombres y mujeres que no predican con el ejemplo: el mundo no funciona correctamente y es muy difícil ser 100% coherentes, pero eso no significa que, como individuos, no debamos de asumir nuestras responsabilidades. Los hombres han de dejar de buscar escusas para cumplir con sus deberes y para transitar por el camino a la igualdad; si no nos autorevisamos y somos coherentes con lo que decimos, lo único que estaremos haciendo será lanzar un discurso vacío.

Del mismo modo, tenemos que revisar qué tipo de personas son criticadas despiadadamente y qué otras son endiosadas. No es raro ver cómo se critica el machismo de figuras públicas como Pablo Casado, Santiago Abascal, Donald Trump o Diego Armando Maradona, pero luego se alaba y santifica a otras como Rafael Correa, Hugo Chávez, Ernesto “el Che” Guevara o Karl Marx. Rechazar el machismo de unos, pero aceptar el de otros, deja patente que a veces lo que se está criticando no es el machismo o la misoginia, sino otros ideales políticos que poco o nada tienen que ver con el feminismo.

La doble vara de medir es una incansable forma de desacreditarse a uno/a mismo/a y a los/as demás.

Este problema de la construcción de referentes históricos/as inmaculados/as no es solo un problema que afecta a las figuras masculinas, también incide sobre las femeninas. Por más que se quiera endiosar a mujeres feministas del pasado, éstas no dejarán de ser producto de su tiempo, igual que nosotros y nosotras los seremos del nuestro. No todos los valores y comportamientos que hace 100 años eran correctos para el feminismo lo son hoy día, del mismo modo que los actuales podrán no serlo en 50 años.

El feminismo es un lugar incómodo para los hombres, ya que nos obliga a revisar todo lo que hemos aprendido y nuestra forma de actuar en el presente y en el pasado. Sin embargo, es muy diferente esa sensación de incomodidad sana que te obliga a reflexionar y a cambiar, que la presunción de machismo que en algunos espacios nos asignan y que únicamente genera hostilidad.

Cuando un hombre se suma al feminismo, se suele encontrar con dos problemas: se va a convertir en el hazmerreír de muchos hombres y mujeres  y no va a ser aceptado por algunos sectores feministas.

Así, no es raro que si dices que eres un hombre feminista muchos varones te digan que lo haces “para ligar”, que eres “maricón”, que eres un “calzonazos” o que “te han lavado el cerebro”. Tampoco es raro que provoques las carcajadas de muchas mujeres que consideran que eres otro fantoche más que va de aliado pero que solamente es otro machista más. Por otra parte, hay mujeres que consideran que eres un invasor que busca apropiarse de la lucha feminista y sin haber cruzado una palabra ya te enfrentas a la presunción de culpabilidad de machismo. 

Tanto la ridiculización de los hombres feministas como la presunción de machistas son dos situaciones que viven aquellos varones que pretenden unirse al feminismo o que ya se han unido, y son claros alicientes para no participar de este cambio social. Por ello, creo que es importante valorizar el papel del hombre feminista o del hombre que lucha por la igualdad, en lugar de satirizarlo y discriminarlo.

Esto puede que a mucha gente le parezca un chiste y a otra tal vez le sorprenda, pero los grupos de hombres por la igualdad no nos reunimos para hablar fútbol, de tías, no somos un grupo de hombres gais —hay diversidad como en cualquier lugar— y no estamos organizando un complot maquiavélico para quitarle el feminismo a las mujeres. Esto son solo algunos de los comentarios más habituales que me he encontrado cuando me preguntan que qué hacen los grupos de hombres por la igualdad.

Cada grupo de hombres establece sus propias dinámicas y no todos son iguales, aunque gracias al trabajo de investigación de Jorge Cascales sabemos que sus actividades se suelen agrupar en las siguientes categorías: reflexión personal, talleres —mayormente sobre masculinidades—, charlas y ponencias —mayormente sobre masculinidades—, organización de jornadas y congresos, participación en investigaciones y estudios, proyectos de intervención con hombres y/u otros tipos de proyectos, campañas (mayormente de sensibilización sobre masculinidades igualitarias), actividades diversas y acciones, concentraciones y/o manifestaciones.

Es importante que acabemos con estas leyendas urbanas que satirizan a los grupos de hombres y falsean el trabajo que realizamos. Hace poco encontré un claro ejemplo en el seminario sobre masculinidades organizado por el Ministerio de Igualdad. Uno de sus ponentes afirmó que los grupos de hombres son espacios donde los tíos van a achucharse, besarse y “no sentir el peso de la calvicie”, para a continuación decir que los varones “seguimos mirándonos el ombligo” y que “es lo que hacemos los hombres en los talleres [de masculinidades]”. Esta intervención me preocupó bastante por la imagen falaz que se estaba dando de los grupos de hombres, pero me preocupó aún más cuando el resto de ponentes no negó tal afirmación. Es más, Octavio Salazar un referente de las nuevas masculinidades en este país, asentía y se reía. No conozco las experiencias de estas personas con los grupos de hombres, pero claramente estaban difamando. ¿Por qué lo harían? Personalmente creo que es por motivos ideológicos e intereses personales, ya que es irónico que sus intervenciones se produjeron en calidad de especialistas en masculinidades y, no solo se mofaron de los grupos de hombres, sino que no propusieron ninguna política pública útil dirigida a varones, afirmaron que las políticas de masculinidades solo servían para aumentar el “ego” y el “narcisismo”, y se burlaron de aquellos hombres que se han sentido mal o han tenido problemas a causa de cumplir con sus roles de género.

Lo cierto es que los grupos de hombres están siendo un importante instrumento de cambio social. Es más, cada vez se está extendiendo más la creación de este tipo de grupos por parte de trabajadores y trabajadoras sociales y en centros de salud públicos con resultados muy satisfactorios: han ayudado a disipar numerosos problemas de salud en hombres directamente relacionados con factores psicológicos, sociales y culturales, han mejorado las relaciones de pareja de sus participantes y, en general, han generado relaciones sociales menos violentas.

Igualmente, no hemos de olvidar el papel pionero del Foro de Hombres por la Igualdad de Sevilla (FHX=) o Asociación de Hombres por la Igualdad de Género (AHIGE) en la organización de hombres en favor del feminismo, en la elaboración de proyectos y propuestas políticas y en la creación de discursos feministas.

Sobre este blog
Demoler, verbo transitivo: deshacer, derribar, arruinar... Y eso intentamos: deshacer las viejas masculinidades y poner en duda las nuevas, derribar a los hombres de siempre y arruinar los planes del patriarcado desde la reflexión sobre quiénes somos y cómo renunciamos a nuestros privilegios.
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