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Memoria histórica
La fosa común del más popular cantor de boleros de la dictadura franquista
Jorge Sepúlveda, sargento republicano en la Guerra Civil, quiso ser enterrado así en Palma de Mallorca (1983) en recuerdo a sus compañeros fusilados
Era de todo punto imposible pensar entonces que las canciones con las que las madres amenizaban las tareas del hogar desde los años cuarenta del pasado siglo y hasta bien entrados los sesenta, pertenecieran a una cantante que al final de sus días en 1983 dejó escrito como última voluntad que su enterramiento fuera en una fosa común. A Jorge Sepúlveda, por los éxitos cosechados a la largo de su carrera bajo la dictadura franquista, más bien le habría correspondido simpatizar con el viejo régimen bajo el que había brillado, sin que cupiera imaginar que a su fallecimiento optara por el tipo de inhumación que los vencedores de la Guerra de España aplicaron a los vencidos, cuyos restos mortales permanecen en su mayoría enterrados como alimañas allí donde fueron asesinados por sus verdugos hace más de ochenta años, para vergüenza de la democracia borbónica.
Nacido en la Plaza de los Escolapios de Valencia en 1917, a Luis Sancho Monleón -según figuraba en su carné de identidad- le empezó a interesar la música a partir de su asistencia a la Sociedad Coral El Micalet, próxima a su casa, en donde recibió las primeras lecciones de canto. Fue sargento del ejército republicano durante la contienda incivil, de lo que hay constancia en un documento del Centro Documental de la Memoria Histórica, fechado el 19 de marzo de 1938, en el que se consigna tal graduación y la propuesta para ingresar como sargento en la Escuela Popular de Guerra del Ejército Rojo (SM, car. 1684, fol.51). Luis Sancho Monleón fue internado en el campo de concentración de Albatera al término de la Guerra de España, del que salió en 1941 para probar suerte en Zaragoza como cantante de tangos y rancheras, después de haberse iniciado en algunos locales de su ciudad natal.
De la capital aragonesa pasó en Madrid, acompañado de Raúl Lucas, para debutar como dúo Lucas/Sancho en la sala Casablanca. Ya como vocalista y cantante de boleros y pasodobles, logró una inmediata popularidad a través de sus actuaciones en directo y mediante la grabación de sus discos, difundidos por Radio Madrid. Los primeros datan de 1944, con canciones como Adiós o Quiero llevarme tu amor. Participa ese año con la orquesta de Adolfo Arco en la inauguración de las instalaciones de Radio Nacional de España, en donde se dispara su popularidad con la emisión de varias canciones diarias durante más de un año. Como consecuencia de la guerra, Jorge Sepúlveda (nombre artístico a partir de sus actuaciones como vocalista) empleaba la mano derecha para gesticular y la mano izquierda para sujetar el micrófono, disimulando así los tres dedos lesionados que le había dejado una herida en los frentes de guerra en donde había combatido en defensa de la segunda República.
La voz de Jorge Sepúlveda era nasal, aterciopelada, dulce y melodiosa, algo sin duda muy de agradecer en la oscura y amarga posguerra, y que con seguridad agradecían las atribuladas y más modestas familias de aquella sombría época. Entre sus boleros y pasodobles figuran títulos tan populares como Quiero llevarme tu amor, Mirando al mar, Dos cruces, Mi casita de papel, Cántame un pasodoble español, María Dolores, Campanitas de la aldea, Qué bonita es Barcelona, Monísima, etc. Hubo canciones como Pecado que fueron mutiladas por la censura franquista al afirmar algo totalmente improcedente en aquella España nacional-católica como que el amor es más fuerte que el miedo a la muerte y el temor de Dios.
Se trata sin duda alguna del vocalista español más popular y admirado de su tiempo, sobre todo durante los años cuarenta y cincuenta, década en la que cantó también fuera de España, en Lisboa, La Habana y Nueva York. Sus últimas actuaciones en público datan de 1965, cuando asomaba ya la decadencia del género. En ese año el cantante valenciano se retiró a vivir en su casa de Palma de Mallorca, donde plantó un naranjo, con una intervención en 1972 en el programa de TVE "Mundo camp" y otras episódicas hasta poco antes de su fallecimiento en la capital mallorquina.
Acerca de esa decisión final de ser enterrado en una fosa común en el cementerio de Palma, se cuenta que a Sepúlveda le ocurrió lo que al humorista Gila: que le condenaron a morir fusilado pero que se libró de la muerte cayendo entre los cuerpos inertes de sus compañeros, algo que narró con más detalle su amigo el también muy popular cantante José Guardiola. Al parecer, a Luis Sancho Monleón, el sargento republicano, lo habían llevado al cementerio de Valencia para ser ejecutado junto a otros camaradas. Por alguna razón que no se explica, las balas no le llegaron a alcanzar, quedando aturdido entre las víctimas, sin que los ejecutores les dieran a los fusilados el correspondiente tiro de gracia posterior al fusilamiento, al parecer porque se hacía de noche y no enterraron ese mismo día a los ejecutados
Según cuenta Mariano Asenjo en un artículo titulado Balas y bolero, publicado en la revista Mundo Obrero (marzo, 1918), Luis Sancho Monleón se integró a la muerte del dictador en la Asociación de Militares Republicanos, desde la que se dedicó a prestar ayuda a las viudas de los militares que combatieron al fascismo. No hubo funeral a su muerte. Un grupo de amigos trasladó a hombros el ataúd entre una gran concurrencia de admiradores. No faltó spara la ocasión la bandera republicana. Sus restos fueron depositados en la fosa común nº 7 del cementerio de Palma de Mallorca. Ahí siguen, como los de miles de compañeros suyos repartidos por toda la geografía española, todavía pendientes de que llegue para ellos la hora de su reparación y digno enterramiento.
El hecho de que el bolero, una danza del siglo XVIII en compás ternario de ¾, tuviera su edad dorada coincidiendo con los años cuarenta y cincuenta de la dictadura franquista, hizo que se le considerara un tipo de música favorable a la alienación romántica. De ser así, Sepúlveda contribuyó a ello, posiblemente de modo involuntario, pues esa última determinación de perder su nombre en una fosa común, después de una afamada vida profesional, viene a sugerir que la ejecución de la que se libró en su juventud y el recuerdo de sus compañeros republicanos asesinados quedaron grabados para siempre en su memoria.
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No conocía la historia de Jorge Sepúlveda.
Como valenciana y de izquierdas me siento orgullosa de él.
Creo que se merece una estatua que lo recuerde en su ciudad Natal.
Gran hombre,en su vida particular y artística y un ejemplo de fidelidad a sus ideas,que aprendan muchos de los políticos que tenemos
Siempre es un placer que se recuerde a tan importante artista. Para todos los interesados, os comunico que con motivo de su centenario de nacimiento en 2017, se publicó la biografía que escribí de Sepúlveda y que podéis encontrar en: http://www.carlos-arevalo.com/p/tienda.html?m=1
Gracias, Manuel. Quienes escribimos estas historias buscamos en nuestros lectores su razón y también su emoción. Un cordial saludo.
Mi padre era un cantante aficionado, un gran admirador de Jorge Sepúlveda. Su canción "Mirando al mar" le acompañó toda su vida. Creo que desconocía la historia de Jorge Sepúlveda y sus últimas voluntades. Mi padre, como hijo de soldado republicano desaparecido en la Guerra Civil, se hubiera emocionado con ella, como me he emocionado yo. Gracias.
Afortunadamente no ganó la guerra el Frente Popular, en cuyo caso no hubiera habido cunetas suficientes para enterrar a media España y parte de la otra.
Claro, "suerte", que ya las "llenaron" los golpistas fascistas.
Recuerdo a mi madre cantando esas canciones. Ha sido una grata sorpresa para mi este articulazo.