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Memoria histórica
El farero fusilado de Torre del Mar y el almirante ministro Salvador Moreno
La historia del protector y del ejecutor de la población civil en la masacre de La Desbandá.
Hace semanas supimos del almirante Salvador Moreno, que tenía una calle en Pontevedra donde vivió M. Rajoy, sin que nuestro presidente del Gobierno supiera por qué se le cambió el nombre a esa calle en aplicación de la Ley de Memoria Histórica, que acaba de cumplir diez años ante el total menosprecio del Ejecutivo vigente.
El almirante Moreno fue un militar que se rebeló contra la República y cañoneó desde el buque de guerra Almirante Cervera la ciudad de Gijón durante la Guerra Civil. También intervino en la masacre de la aviación italiana y los cruceros franquistas contra la población civil cuando esta huía de Málaga a Almería, hace ochenta años, ante la entrada en la primera ciudad de las tropas golpistas.
Las más de 120.000 personas que integraron esa desesperada caravana humana que en febrero de 1937 huía de Málaga fue un episodio conocido como La Desbandá, que encontró a su paso por la localidad de Torre del Mar un aliado digno de recordar: el farero que apagó la luz las noches del 6 y 7 de febrero, evitando con ello la muerte de cientos de personas. Leímos este episodio hace poco en un medio de información y me parece oportuno contraponerlo al del almirante Moreno, ministro repetidor de Franco durante la primera y más cruel etapa de la dictadura, en atención sin duda a sus méritos de guerra.
En esa localidad de Vélez-Málaga, donde se concentraron las personas que escapaban desde Málaga y los que venían del interior de la comarca de la Axarquía, no se produjeron bombardeos ni ametrallamientos por parte de la aviación italiana y la marina golpista. Anselmo Antonio Vilar, el farero de Torre del Mar, natural de Lugo e hijo del que fuese a su vez primer farero de la población, mantuvo apagado el faro durante dos días, dificultando con ello que los aviones y los barcos pudiesen ubicarse y localizar a la población que huía.
"Vilar salvó a muchas personas de las ametralladoras y las bombas, pero su decisión le costó la vida, ya que pocos días después de la entrada de las tropas nacionales fue fusilado", según ha explicado Jesús Hurtado, vecino de Vélez-Málaga e investigador de este suceso. Hurtado, que ha publicado varios escritos sobre este hecho, ha presentado una iniciativa impulsada por el grupo municipal de IU para homenajear y distinguir al farero y que su acción no quede olvidada.
Hurtado asegura que Vilar fue un héroe, que al incumplir la principal obligación de su cometido y dejar sin referencia a los aviones salvó a las miles de personas que se ocultaban en la zona en la que se encontraba el antiguo faro de Torre del Mar, actualmente encajonado entre unos edificios en la avenida Toré Toré. Ante la falta de referencia, los barcos utilizaron el faro de Torrox, que sí funcionó en los días en los que se produjo La Desbandá y se ubicaron frente a este punto del litoral, que recibió el grueso de los bombardeos, según los partes de guerra estudiados por Hurtado.
El portavoz de IU, Miguel Ángel Sánchez, ha explicado que Vilar tuvo el arrojo de apagar la luz del faro de Torre del Mar y de "dar luz a la población" que se refugiaba en este punto de la costa, "mientras escapaba de la barbarie". La intención de IU es que el homenaje vaya más allá del municipio en el que Vilar desempeñó su labor y acabó sus días y, en este sentido, Sánchez ha precisado que su homólogo en el Concello de Lugo ha conseguido el consenso de la corporación municipal para reconocer al farero en la ciudad gallega."Queremos conseguir el máximo consenso, como ya ha pasado en Lugo, y que este gesto supremo de humanidad quede en los anales de la historia".
Habría sido un acierto que el Ayuntamiento de Pontevedra, al cambiar el nombre de la calle Salvador Moreno, hubieria elegido para sustituirlo el de ese otro gallego lucense llamado Anselmo Antonio Vilar, ejemplo de humanísimo celo en la protección de una población civil aterrorizada por la metralla y la muerte, según testimonian documentos varios. Gamel Woolsey, esposa del hispanista Gerald Brenan, describió de este modo el horror de aquellas jornadas en su libro El otro reino de la muerte: "Un siniestro rumor que nos hizo olvidar a todos la quema de casas se propagó por el pueblo: ¡El tercio, que viene el tercio! Por el tono de las voces que oímos en la calle, era como si hubieran dicho: 'Se ha abierto el infierno, Lucifer y su legión están sobre nosotros. Esta legión, digna de Lucifer, era lo que esperaban y la expectativa corría como una ola fría de horror sobre el campo. Nadie se acostó, todos estaban fuera en la carretera, viendo la llamarada roja de Málaga e intentando escuchar a lo lejos los pasos del enemigo que acercaba".
El número de víctimas mortales se calcula entre 3.000 y 5.000, aunque también se dan cifras mayores. El diario The Manchester Guardian publicó entonces: "La evacuación de Málaga comenzó cuando la población supo de las dificultades de los frentes, pero nadie creyó que el éxodo voluntario iba a asumir el carácter de un cataclismo humano desconocido en la historia de Europa. Pronto se convirtió en una sangrienta realidad. El camino se tornó un infierno bombardeado por los barcos fascistas españoles y los aviones alemanes e italianos. (...) Pronto el camino quedó cubierto de muerte”.
He aquí una página de bochorno más para un país que, durante cuatro decenios de democracia bajo la restauración borbónica, ha mantenido una calle a uno de los mandos ejecutores de aquellos brutales ataques contra la población civil, sin que que el jefe de Gobierno sepa por qué se le cambió el nombre, mientras el farero Anselmo Antonio Vilar permenecía en el olvido: cuarenta años de olvido, tras otros cuarenta de condena a la infamia.
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Bueno, si llamas rojerío a quien evitó las muertes de mujeres, ancianos y niños tal como se puede comprobar en los documentos históricos que avalan esa huida, pues rojos seremos y a mucha honra frente a auténticos criminales de guerra que se murieron plácidamente en la cama con calles y honores.
Apestáis a rojerío... no es historia de lo que habláis, sino puro panfleto.
El farero que guió está olvidado y el callejero que nos guía tiene nombre de barbarie...
Gracias a ti, amigo Hurtado, y a cuantos como tú hacen posible recuperar los nombres que la memoria democrática de este país merece resaltar.
La historia de la guerra civil está plagada de heroes anónimos, hasta hoy, silenciados y olvidados. Revalorizar a estas personas es un acto de justicia.
La democracia está en deuda con todos aquellos que como ese farareo tuvieron un comportamiento humanitario con los vencidos y parece que no cuentan.
No se debe d olvidar q dio su vida por la d los demas "un héroe