Literatura
La esperanza indócil de Manuel Rivas

Zona a defender, el nuevo libro del escritor y periodista coruñés Manuel Rivas, llega a las librerías como el lugar donde las palabras encuentran refugio, donde el futuro rechaza el miedo. En este ensayo se defiende la posibilidad, la república de iguales, la austeridad fértil y la abundancia creativa. El autor recibe a El Salto en su estudio de trabajo para hablar de poesía, de periodismo y de la maravilla de las aves, su otra vocación.

Manolo Rivas color
Manuel Rivas, en Coruña. Anna Serrano
26 dic 2020 06:00

“Cada vez somos menos los que lo hacemos, ¿eh? Cuesta ver gente leyendo un libro por la calle”. La mujer de la coleta, cabello moreno, baja, de sonrisa tras la mascarilla higiénica está conversando con Manuel Rivas al lado de la estatua de Juan Díaz Porlier, en el Campo da Leña coruñés. A su alrededor, los niños juegan en la plaza, se está yendo el sol. Rivas escucha a la señora y también sonríe, detrás de una mascarilla negra, como el abrigo que lleva puesto. Porta en las manos un maletín de cuero lleno, brillante, y una bolsa de tela donde aparece dibujada una estantería llena de libros. En esa bolsa, como en el maletín, también lleva libros, como si le siguieran el paso o le aparecieran con toda la naturalidad en las manos, en una extensión sentimental del cuerpo.

“Te reconocí leyendo una vez, en el Café Macondo, creo que tú también te habías fijado en lo que estaba leyendo”, le comenta la mujer. Llego a la escena cargado de los bienes de rigor para una entrevista en una época donde es imposible —e ilegal— encontrar en esta semana a finales de noviembre una cafetería abierta: dos vasos de té para llevar y bizcocho de chocolate. Desconozco si la señora y Rivas se conocen previamente, mas parece que llevaran conversando toda la vida.

Después de despedirse de la admiradora espontánea, el autor de Zona a defender (Alfaguara, 2020) me acompaña a un lugar donde, tirando de su espíritu, las palabras se elevan, donde se pueden escuchar las voces bajas. La situación en la que nos encontramos es distinta a la de hace un par de años, cuando Rivas publicó Contra todo esto (Alfaguara, 2018), aquel manifiesto rebelde del que este nuevo ensayo “es un libro siamés, no tan j’accuse como el anterior”, una construcción poética en la verdad del periodismo o poesía en el cuerpo del periodismo para ser, también, un manifesto del “decoro”, “esa palabra tan en desuso y tan importante”, recalca el escritor, en alusión a Valle-Inclán.

“Estoy de mudanza”, ríe y levanta levemente el maletín, el mismo que lo acompaña a presentaciones, coloquios y viajes. “Estoy preparando un estudio de trabajo”. ¿Dónde? “Aquí, en Monte Alto. Llega un punto donde no nos caben todos los libros en la casa”. ¿Tantos? “Tengo un hórreo lleno de libros”. Llegamos hasta un bajo de un edificio de los años 40, gris, donde tras levantar la verja se abre un espacio de trabajo en silencio, luz templada y madera, la de los estantes donde se va depositando una colección de libros propios y ajenos.

En el Monte Alto, donde pasó parte de su infancia, hay un estudio donde el autor puede trabajar escuchando el rumor de la tierra. Así podríamos entender Zona a defender, con un Rivas capaz de tomarle el pulso al planeta, escuchar el latido y el dial entre las interferencias. “Para mí, la mejor literatura —señala con la estantería de libros detrás— es aquella que está en la orilla, en la frontera”, sostiene. Rivas trabaja en esa frontera, la que dispara los matices y hace arquitectura de supervivencia con las palabras, la necesidad del periodismo, de la literatura, como “línea del horizonte” para no perder el equilibrio y caer en las tinieblas.

“Aún nos faltan muchos libros por traer”. A la izquierda del espacio se disponen tres sillas y un brasero tradicional, una fila de estanterías y, al fondo, un lugar de cocina, un aseo y una sala de revelado tradicional a mano derecha. “Aún no la usé, es para mi hija, hace fotografía”. Al fondo a la izquierda, dos espacios de trabajo, también de madera, recubiertos por libros de Rivas y outros autores. Libros señalados y marcados, con post-its y avisos de navegante. El coruñés recoge en Los libros arden mal (Alfaguara, 2006) otro lugar de trabajo, la sala de lectura de Casares Quiroga, su biblioteca de baldas infinitas y mesas donde los sueños eran posibles.

Presidiendo los últimos espacios de los estantes del escritor, carpetas con el nombre de “Poesías”, “Archivos” y una extensa colección musical, la misma que brota constantemente en las páginas de la obra: Chet Baker, Puccini; todo tipo de clásicos. Zona a defender se construye en un enorme fondo literario y musical, en la maestría de un autor que es maestro de obra, conoce la tierra con la que trabaja, ensambla y ubica los materiales, la salida del sol y los lugares de frío, calor, luz y sombra.

Rivas provoca en este ensayo poético-periodístico la ruptura de la pared, el despertar de la conciencia y la indocilidad de la crítica, lo que nace, todo, de manos del oficio de contar, del periodismo. El “Estado de Apocalipsis Permanente” del que ya escribió en A cuerpo abierto (Alfaguara, 2008) es en nuestros días un “Estado Vigilante del Capitalismo Acelerado” con el apocalipsis realizable de la emergencia climática y pandémica. Pero Rivas no es apocalíptico sino propositivo, habitante de las brechas y de los lugares de resistencia, y diseña esta conversación sobre literatura, vida y política en una esquina del estudio, rodeados de recuerdos, libros, alguna figura de Sargadelos, letras del Nunca Máis y una foto familiar.

Los discursos políticos y mediáticos son casi siempre previsibles, están fosilizados, las palabras están sometidas a taxidermia, palabras cazadas, no vienen a acompañarte

Tras comprobar yo varias veces la grabadora de mi teléfono móvil, confiesa que la primera vez que hizo una entrevista en su facultad, en Madrid, “me dejaron un magnetofón, llegue a casa… era un personaje genial, un antropólogo que hizo muchos estudios sobre Galicia. Anduvo mucho por los Ancares. Fue muy amable, estuvimos tres horas hablando, cuando llegué a la residencia donde vivía… No se había grabado absolutamente nada, lo llamé otra vez porque quedé volado, habíamos hablado mucho tiempo, lo llamé y me dijo “sin problema, venga hoy mismo”. Tuve mucha suerte, era un catedrático muy amable.

Rivas se acomoda en una silla junto a un flexo.

Zona a defender puede llegar a lo íntimo y tiene la capacidad de hacer daño, de revolvernos de vergüenza y estupefacción ante la realidad. Si en Contra todo esto resonaba la palabra vergüenza, aquí hablas del “decoro”.
Son dos palabras poco habituales en los discursos, hoy hablar de decoro suena así como vintage, algo anacrónico, del XIX, propio de la prosodia demodé. De repente, es el milagro que tienen las palabras, palabras antes en desuso, ocultas, alcanzan un nuevo significado, vuelven a tener un brillo especial. Los discursos políticos y mediáticos son casi siempre previsibles, están fosilizados, las palabras están sometidas a taxidermia, palabras cazadas, no vienen a acompañarte. Lo extraordinario de escribir es cuando percibes, en un momento determinado, que las palabras vienen a decir, que te consideran un espacio, un buen lugar donde estar físicamente. Uno deja de ser un lugar hostil para el lenguaje.

Los discursos de adoctrinamiento, que vemos que dominan el panorama, los discursos de Guerra Fría, de arenga, impositivos… Son los que van encaminados siempre al grito final de un “¡Viva España!” o similar. Parece que muchos discursos van enfocados a esa especie de estallido dominante. Este libro no es un libro programado a voluntad; de vez en cuando te comentan las editoras, “por qué no publicas esto?”. No me gusta el hecho de publicar una selección que consiste en recoger artículos previos y volcarlos en un libro. Hice una selección de, incluso, no aquellos que pudieran tener más “clicks” o provocadores, no… Lo que hay, para mí, es algo nuevo, ya que están revisados. Esto nació no de la voluntad de hacer un libro sino de la necesidad. Estoy realizando una novela, estoy escribiendo poemas… Los poemas tienen para mí esa condición de cerillas, de fósforos porque fosforecen las palabras, los poemas me ayudan a aprender y poner en marcha la narrativa. Son como fresas salvajes. Cuando de verdad me siento bien escribiendo es cuando me doy cuenta del andar del vagabundo.

El de Charlot.
Justo. Uno cuando camina a veces anda por la línea del horizonte y hace así [mueve levemente los brazos de un lado para el otro], haces funanbulismo, estás viendo lo visible y lo invisible entre la vida y la muerte, la luz y la oscuridad. Mientras no consigo esa posición me cuesta mucho escribir. Me costó mucho escribir en la pandemia. Este no es un libro de la pandemia, a pesar de que la pandemia esté en la atmósfera.

Planea la pandemia pero es un libro de gesto camusiano, en el sentido de que la palabra es verídica y honesta, lo que le otorga atemporalidad, pero nombras a un Rafael Hernando, a un Xi Jinping… Es decir, citas que serán identificables de manera histórica dentro de cien o doscientos años. Tocas un camino, como tú dirías, forma parte de esa línea del horizonte que permea todos los tiempos y lugares.
El círculo del que nace esto es de una inquietud anterior y posterior a todo esto. La pandemia, para mí, es un círculo que estamos viviendo con intensidad, ya que implica supervivencia, sanidad: es una peste. Pero esa peste es un círculo de pestes mayores que engloban esa enfermedad. En una era que defino como Era Mayday. El mayday es una alerta de socorro por algo que está en juego. En el mar no se puede hacer de manera banal una llamada mayday, esa llamada en el mar significa que hay vidas en juego. Hay otro tipo de llamadas que indican un tipo de accidente, pero la mayday es la llamada de verdad.

Estamos en una Era Mayday que es la de una emergencia climática, una guerra contra la naturaleza que está provocando a nivel planetario un desastre en el hogar, en el hogar que es nuestro planeta. Las ZAD (Zone À Deféndre) nacieron en Francia y se fueron multiplicando desde su lugar de origen, Limoge, encontraron espacios, crean medios de comunicación, bibliotecas… Pero hoy todo el planeta es una Zona a Defender. Esta es una peste que está inmersa en la aceleración, también la peste se acelera, nunca se vio tan claro el efecto mariposa.

Le dedicas un capítulo a ese concepto de mariposa (“La mariposa de Tonino Guerra”, página 136). En la salida de un campo de concentración, un futuro guionista de películas, hecho prisionero en la Segunda Guerra Mundial por estar en la resistencia antifascista, había recogido en un poema el éxtasis del día de la la liberación (“Contento, lo que se dice contento,/ estuve muchas veces en mi vida/ pero más que ninguna cuando/ me liberaron en Alemania/ que quedé mirando a una mariposa/ sin ganas de comerla”).
Tonino Guerra era un hombre extraordinario. Este es un libro de pensamiento poético. A mí me gusta esa expresión. Hay gente que tiene esa concepción de la literatura en huertas separadas, como si un pensamiento poético fuera un pensamiento iluso. Lo poético es lo que, para mí, se mide en profundidad, también en horizonte. Dentro de este cemento al que sometemos las palabras, esta aceleración, les arrancamos el alma. La poesía es, en su etimología, una palabra con dos alas. Un encuentro maravilloso de acción y de verdad.

La mercancía más valiosa del mundo es la mentira, la que más plusvalía genera. Cuando se habla de industrias habría que establecer la mentira como la primera del mundo

¿En la poesía puede haber también esa honestidad?
Por lo menos está la disposición, la búsqueda de la honestidad en un tiempo en el que la fabricación de mentiras funciona a niveles industriales. La mercancía más valiosa del mundo es la mentira, la que más plusvalía genera. Cuando se habla de industrias habría que establecer la mentira como la primera del mundo.

¿No tanto la información, entonces? Paradójicamente se habla de la era de la información pero hablamos de algo que ya no es información, sino su reverso.
La llamada sociedad de la información… se le coló la mentira como hacen las monedas falsas con las verdaderas. Aquí, todos esos ideales que hubo de establecer redes sociales en las que cada individuo podía ser un generador de información y, de repente, ya “no hacían falta los periodistas”. Vimos que esos mecanismos de supuesta información eran, en realidad, mecanismos de producción industrial de la mentira por un lado y, por otro, son mecanismos de extracción de información personal. No de la información sobre corrupción, lo que sucede y nos afecta, no, sino de convertir a cada persona en una especie de recurso económico, el rastreo de cada persona se convierte en una mercancía.

Todas las redes sociales son, en realidad, redes de extracción. Obviamente son sociales, hay fisuras, intermitencias, herramientas que podemos emplear… Pero estas grandes plataformas tecnológicas emplean la mentira industrial y la información sustraída de dónde entras, qué haces, qué deseos tienes. Hoy hay algoritmos capaces de predecir lo que vas a hacer con exactitud, igual que se extraían los minerales hoy se hace con la información. Aun por encima, nosotros pagamos por una tecnología de la que somos los principales suministradores.

Con la inteligencia artificial que mencionas, se introduce la mercadotecnia en el corazón del oficio periodístico, también en los planes de estudio de las facultades de comunicación. Vemos que desaparecen de sus aulas la Sociología, la Historia del Arte, la Literatura, incluso la Teoría de la Comunicación. Desaparecen en favor del marketing y de la comunicación empresarial. ¿Le espera al periodismo un futuro de mero “mediador de mentiras”?
Viví eso cuando comenzó, con la creación de la facultad de Ciencias de la Información en Madrid. Estaba ya esa pulsión. Guardo los mejores recuerdos de las asignaturas de Historia y Literatura, ya de aquella un poco marginadas. Todo aquello que era tecnología de la información era lo más enseñado. Tuve una experiencia que refleja bastante eso. Mi primer trabajo universitario no fue esa entrevista de la que te hablé antes, fue un reportaje. Quien era profesor de aquella, Federico Ysart, el moderno, trabajaba para Cambio 16 y pienso que era un buen periodista. Ya tenía la consigna clarísima de que todo había que decirlo en 500 palabras.

Un precursor de Twitter.
Era telegráfico, que puede estar bien como ejercicio. La poesía también tiene que condensar. Pero claro, lo que significaba era que lo otro, el hacer un trabajo en profundidad, preguntar… desaparecía. Porque tú en 500 palabras puedes dar las 5 W y poner una declaración oficial, pero no puedes realmente responder al por qué. La pregunta esencial, la que precisa tiempo, escucha, reflexión. Para un despacho breve, un flash, esa brevedad era correcta. Pero para él, el periodismo ya tenía que ser eso. En esa época ya aparecieron las infografías, algo decisivo, de repente el objetivo final era hacer una gran infografía. El lenguaje quedaba como algo meramente instrumental y el relato ya no formaba parte del periodismo. Lo que llamamos “la historia” es, para mí, el corazón de nuestro oficio. Yo había escrito una cosa, un trabajo, no me lo calificó mal, no sé si con un notable… Pero tiró el trabajo encima de la mesa y me dijo “esto no es periodismo, esto es literatura”, como si fuera algo malo. Lo que le pareció un dogma acertado para mí fue algo que me hizo alegrar y decir “hostia, hago literatura”. Casi me quedo con la idea de Pío Baroja que decía que el mejor periodismo es una rama de la literatura [risas].

Habría que hacer un esfuerzo mucho más grande dentro del propio periodismo para defender el oficio frente a la mentira. Aquello que decía Kapuscinski de que “los cínicos no sirven para este oficio” se da la vuelta cuando vemos que los cínicos dominan este oficio

¿Dónde queda en tu visión, hoy, el periodismo?
Su estado en España es de pena. Hay un periodismo que no es periodismo, ya que funciona como fábrica de mentiras. Las técnicas de la mentira no forman parte de lo que debe ser el periodismo. Pienso que habría que hacer un esfuerzo mucho más grande dentro del propio periodismo para defender el oficio frente a la mentira. Aquello que decía Kapuscinski de que “los cínicos no sirven para este oficio” se da la vuelta cuando vemos que los cínicos dominan este oficio. Suárez Picallo decía en el semanario republicano Ser, un órgano de reflexión del que se habla poco, y era extraordinario, que no podía haber democracia sin medios democráticos.

Vas construyendo lugares de manera arquitectónica, uno de los hechos recurrentes en tu obra son los espacios, la no agresión, el respeto mutuo a todos los seres, como por ejemplo en este libro pero también en tu novela En salvaje compañía (Alfaguara, 2007). El respeto a otros espacios en los que convivimos. Creas una arquitectura con un manojo enorme de referencias literarias, de ensayo y ornitología. De hecho, aquí confiesas que, de no ser escritor, serías ornitólogo.
Eso tiene su ironía vital, desde luego es un mundo fascinante. En el mundo de hoy el espacio de lo salvaje está más achicado. Fíjate, hay más tigres en cautiverio en Estados Unidos que tigres libres en el resto del mundo. Las aves son increíbles. Siguen teniendo esa condición que tenían para el mundo celta, conectaban el aquí con el allende. Una condición de migrantes, por eso aparecen en una de las joyas más hermosas que conservamos en Galicia, una diadema de joyería celta llamada “diadema de Elviña” del tesoro del castro de Elviña, hoy en el Castillo de San Antón. Es una cosa tan sutil…  Todo el arte en las formas que ves que cuenta, las formas cuentan una historia. El cierre de esa diadema es un patito, un ánade, las aves como comunicantes entre el más allá y la realidad. Hay una idea poética ahí detrás.

Mi relación con la ornitología parte de esa fascinación. Puede haber aves que sean domesticadas, pero es prácticamente imposible. La observación de esa libertad, de ese conocimiento de los caminos migratorios, como hacen las golondrinas, que cada vez hay menos. O los cisnes, que vienen del África subsahariana, que recorren 12.000 kilómetros y duermen en el aire, se sostienen en el aire y duermen en varios períodos, así evitan su depredación. Son arquitectas. ¿Qué construcción más maravillosa hay que un nido de golondrina o carrizo?

¿Es más vecino de Oleiros un hombre que planta un chalet que un jabalí cuya familia lleva cientos de años en la misma zona?

Esa “otra gente” que reivindicas como ciudadanas, también, de este mundo.
Sí, y precisamos un cambio de mirada en el mundo alrededor de esto. Debemos considerar habitantes a estas especies. En Galicia no solo hay dos millones quinientos mil habitantes, hay muchos más. Muchos que fueron extinguidos. Galicia era un sitio de salmones  y ciervos, casi exterminados. ¿Es más vecino de Oleiros un hombre que planta un chalet que un jabalí cuya familia lleva cientos de años en la misma zona?

Si están esos animales en territorio colonizado por los humanos fue porque se les arrebató esa tierra.
Claro. ¿Cómo se puede concebir una ciudad sin corredores para los animales? Debiera haber una revolución política fundamental, una zoópolis, una representación de la naturaleza en la voluntad política. Podríamos decirlo a la manera de los trascendentalistas, ojalá pudieran votar los árboles y los animales, que se escucharan las voces de la naturaleza. Todo lo que se hizo en Galicia con los embalses, una guerra, una barbaridad. Aquí ni se hicieron accesos para que los salmones no interrumpieran su recorrido. Hoy están montando ascensores para llevar a esos salmones… esos salmones echan crías y crías que mueren por el estrago de las aguas.

Tenemos una peste industrial en la ría de Pontevedra, con ENCE, en una ría de las que vivían miles de personas, un lugar que era un paraíso. En términos económicos es una ruina. Si valoramos lo que se perdió y lo que podría dar de sí fue una pérdida terrible. El capitalismo impaciente funciona gracias a la suma “velocidad + avaricia”, de la forman parte las puertas giratorias. Vemos que en el consejo de administración de ENCE está presente la que había sido ministra de Medio Ambiente, Isabel Tocino, la primera ministra de Medio Ambiente de España dentro de la industria más contaminante que tenemos en España. Y dos exconsejeros de Medio Ambiente de la Xunta son consejeros de administración de ENCE. Se están enriqueciendo con esta empresa contaminante aquellos que debían proteger el medio ambiente.

Uno de los mensajes que transpiran de tu libro es el habla en horizontal, no de arriba a abajo sino entre iguales, una crítica al estilo de vida vertical y de ataque a la naturaleza.
Sí, critico esa concepción de eterna competición de los unos con los otros. Las plantas son los seres más colaborativos. Cuanta más biodiversidad hay, más plantas hay, lo contrario sería bioperversidad. Si haces monocultivo no hay colaboración, van desapareciendo todas las especies. En un roble encuentras todo tipo de seres, de coleópteros, de hongos… Si pudiéramos ver todo eso, entrar ahí, sería fascinante.

Por eso nos fascinan tanto las historias de las fragas, de los bosques, lo que era marcado como lugar de miedo pero en realidad era lugar de protección, era realmente el lugar donde la gente se protegía, en el bosque, donde estaba Robin Hood, donde se escondían los maquis. Por eso se privatizaron tantos lugares, había que acabar con el bosque porque era un lugar alternativo, lugar comunal, de emboscada, “estar emboscado” como estar libre. La naturaleza habla en horizontal.

La librería es el contrapunto a la casa de apuestas

Este exterminio de lugares salvajes va de la mano, según cuentas en el libro, del exterminio de los lugares de contraste de ideas, de las bibliotecas. En una biblioteca encuentras gente de toda condición. En Zona a defender cuentas cómo en los lugares donde algo no marcha bien se van las bibliotecas y librerías para dejar paso a las casas de apuestas.
La librería es el contrapunto a la casa de apuestas. En la naturaleza, en el fondo submarino, esa psicogeografía tan maravillosa de la que hablan los marineros, hay lo que se llaman “marcas del miedo”. Son lugares esquilmados, lugares en los que se echó dinamita, donde los peces ya no van. El contrapunto es el almeiro, donde están los prados de algas, donde se producen los encuentros para la cría, son lugares eróticos. Hay auténticos senderos que llevan hasta ellos. Incluso los centollos llevan a la centolla encima al lugar del almeiro para la cría. Las librerías son los nuevos almeiros, las casas de apuestas son las marcas del miedo y de la avaricia. De la excitación destructiva opuesta a la excitación creativa.

Una excitación destructiva que permea en el discurso.
La vemos por todas partes, en los mensajes políticos sobre todo. Este libro surge como necesidad, como una excitación creativa. Hablo de lo que creo que hay que defender, zonas a defender que a algunos teóricos les pueden parecer “chistosas” o “anecdóticas”. Cuando hablo de espacios a defender hablo también de mercados autónomos, de pequeño comercio.

El discurso que se adelanta al futuro parece querer dar miedo. Tú tratas la manipulación de las palabras. Tratas el caso de las palabras “libertad” y “modernidad”.
Hay un manifiesto modernista, el de Marinetti en 1909, que es tremendamente reaccionario. Estaba expresado ya en el futurismo. El futurismo como vanguardia pero, en realidad, un pensamiento lamentable y peligroso. El futurismo era el culto a la velocidad, al deporte, a los aeroplanos… Pero también a la velocidad de la conquista. El futurismo era militarista, hacía alabanza de las máquinas de guerra. Era despectivo con las mujeres, muy machista. Ahí estaban ya los componentes de lo que hoy es la actual “modernidad reaccionaria”.

Toda esta extrema derecha, movimientos de dominación y pensamiento bruto que emplean las claves de la tecnología, son los que más la usan, la tecnología es para ellos un arma. Es la dialéctica del enemigo y la del “todo vale”, lo primero que hacen es definir al enemigo. Un tipo como Steve Bannon y la gente que representa ese prototipo de canalla y fascista insiste en esa definición de quién es el enemigo. En esa universidad europea que fundó en Italia en varios encuentros estuvieron Abascal y Le Pen. En uno de estos encuentros soltó aquello de que “hay que ampliar la definición de enemigo”. Incluyen entre los enemigos ya no solo a los inmigrantes, sino también al ecofeminismo y… los ciclistas [risas].

Igual es porque fueron objeto de resistencia. Oriana Fallaci pasaba de niña correos de los partisanos italianos en bicicleta, en la raia gallega es donde la bicicleta llevaba grandes historias.
La idea del ciclista como alguien casi vagabundo, alguien que en realidad se mueve libremente. Juegan con la mercancía del odio y del miedo. Eso funciona cuando creas un enemigo. No todos los que apoyan a esta gente son ricos, hay gente humilde que entra en esa excitación destructiva, que les resulta excitante tener un enemigo, una relación en base a tener a alguien a quién doblegar. Una dialéctica de división de “los de casa” contra “los otros”. Dentro de “los de casa”, por supuesto, no todos los del país, a algunos les pegarían un tiro, es decir “los nuestros” contra “los otros”. Les hacen creer a la gente que forman parte de esos “nosotros” y que alguien nuevo se metió en la fila a robarles el trabajo, o lo que sea, “¿qué hace ese metiéndose en la fila?”. Fue lo que le transmitió Trump a la clase obrera americana: “Os están echando de la fila, nosotros somos los primeros de la fila”.

Volviendo a la obsesión con las bicicletas, son gente que, en coincidencia, son de extrema derecha pero viven también de los combustibles fósiles.
Trump fue financiado por las grandes compañías petroleras americanas. Mucha pasta de dios. ¿Por qué Vox tiene tantas donaciones privadas? Es interesante en esto ver el pararelismo con el nazismo, cuando al comienzo eran unos excéntricos, matones, con frustrados como Hitler a la cabeza y luego, como cuenta Eric Vuillard en El orden del día, se rodearon de gente con dinero que los veían como futuros gobernantes. En poquísimo tiempo la gente que los despreciaba vio que el tipo, Hitler, podía mandar y defendía sus intereses, por lo que le quitaron de encima cualquier tipo de control. Antes no le daban la mano, luego se convirtieron en colaboradores encantados y pasaron por caja.

Una de las preguntas que te haces en Zona a defender es qué pasa con los hombres. Vemos cómo el lenguaje asociado al mundo masculino en ciertas áreas de la política es reivindicado como un lenguaje bravucón, bruto, soez, agresivo. ¿Dónde están los hombres?
La clave de la distorsión del hombre, el machismo. Cuando se da el tránisto a una mentalidad machista entra el concepto de la “virilidad”. Un concepto asociado a quienes se erigían en guerreros. Cuando esa cultura guerrera se establece como casta, lo que los define frente a los otros y les hace considerarse superiores es esa “virilidad”, ese “tener más huevos”. Una asociación de valor con la idea supremacista del dominio. Yo pienso, al contrario, que hay que ser más valiente para colaborar y no competir que para competir. Realmente los competentes no compiten, ¿si tú haces bien una cosa para qué te vas a preocupar de lo que hace el otro?

Hay políticos bravucones recogidos en este libro.
Sí, como Rafael Hernando. Incluso cuando los menciono procuro darles cierta atemporalidad, prototipos de personajes, en su caso uno que se quedó en un lugar remoto del Senado. Se podía llamar Rafael Hernando o tener otro nombre. Gente que no tiene el contrapunto de los escrúpulos, esa piedrecita que lo cambia todo.

El escrúpulo equilibra, es un componente moral muy importante, esa piedrecita que molesta en el pie, es fundamental ese resorte que te impide dormir con la conciencia tranquila y hace que le des dos vueltas a lo que vas a decir

El escrúpulo es, como el decoro, otra palabra que bate sus alas por todo el libro. Es un producto escaso, por lo que dices.
El escrúpulo te da la cautela de medirte a ti mismo y, sobre todo, de no aplastar al contrario. El escrúpulo equilibra, es un componente moral muy importante, esa piedrecita que molesta en el pie, es fundamental ese resorte que te impide dormir con la conciencia tranquila y hace que le des dos vueltas a lo que vas a decir o no todo sea como parece. Ese problema de falta de escrúpulos podría llevarnos a toda una teoría sobre esta modernidad reaccionaria.

Haces un análisis muy interesante alrededor del pensamiento conservador, hablas de cuatro tipos de derecha: la conservadora, la liberal, la extrema derecha y la española.
El actual conservadurismo es el que menos conserva. Rompe la relación entre generaciones y fractura a la sociedad. Una de las frases más famosas de Thatcher fue aquella de “la sociedad no existe”. Solo conciben al individuo y al Estado. Por eso es importante trabajar el lenguaje. La gente que se define a sí misma como conservadores o liberales son gente que no preserva, destruye, lo mismo con la cuestión de los valores morales, ya que tanto hablan de los valores tradicionales. El proceso del neoconservadurismo y neoliberalismo, que van en la misma vía, son los dos raíles de la máquina de hierro. El neoliberalismo atiende a la parte económica pero el neoconservadurismo envuelve eso en un lenguaje, en una ideología y en una manera de ver las cosas.

Bannon o Abascal no son algo excéntrico, es el pensamiento bruto de la derecha. Lo que no quiere decir Aznar lo dice Abascal

¿Ese tren que, dices, descarrila?
Ese es el tren que, pienso, va a descarrilar, como decía en su día Walter Benjamin. Cuando se produce esta megapandemia, este shock, la maquinaria estaba a pleno rendimiento, llevaba y lleva al planeta a un rumbo suicida. Mas no era algo excéntrico. Bannon o Abascal no son algo excéntrico, es el pensamiento bruto de la derecha. Lo que no quiere decir Aznar lo dice Abascal. Tú lees las cosas de gente que conocía a Bolsonaro… Un tipo tan bruto, rodeado de gente cualificada, un ignorante que se hizo con el poder. Dar por supuesto que la inteligencia gobierna los procesos históricos es muy errado.

La única arma que toleras, mencionas en la obra, es el humor. Hablas de nuestra época y de nuestras instituciones como lugares donde no hay humor, donde desapareció la ironía.
El humor significa diálogo y escucha. No eres capaz de percibir el humor si no estás escuchando. Cuando ríes de algo demuestras inteligencia. Una de las cosas realmente tristes de la pobreza mental dominante en el campo político y periodístico es que, si te fijas, es imposible, por mucho esfuerzo que hagas, localizar algún intento de ironía, de respuesta cómica, los resortes del humor como los juegos de palabras. Todo viciado… tiros a dar, un lenguaje bélico.

Por eso cuando sale alguien con humor piensas “a ver cuánto tiempo aguanta” y deja a los demás boquiabiertos e indignados. Tipos como Enric Juliana trabajan ese humor, un humor sutil e inteligente. Por el contrario, tenemos figuras como Jiménez Losantos, que lleva el ser “facha” a un tipo de oficio. Ese tipo de bravuconería, la contraria al humor, es la que también parasita el oficio del periodismo. Son tábanos talibanes. No son personajes anecdóticos ni raros, aparecen en la foto con directores de programas y periódicos, son unos más del club.

Hablamos de Trump, que perdió, pero ¿sigues preguntándote cómo ganó Feijóo en las pasadas elecciones en Galicia?
Trump se convirtió en viral por las cosas que dice, consiguió el click del impulso; Feijóo se hace viral por sus silencios, por las cosas que no dice. Y cuando habla, solo dice aquello que resulta simpático al establishment mediático. Es lo que en el fútbol llaman “andar a la bicoca”. Evitar la lucha y esperar a que te sirvan el balón. El bicocas nunca se moja y siempre cae de pie. El conformista viral.

Rivas saca los rotuladores y bolígrafos con los que acostumbra a firmar los libros, dibuja en este un faro erguido rodeado de olas del océano, fuera ya es de noche. En el fondo traza, con gesto de pintor, de mirada de aquel Spencer Tracy que en el cine nos recordaba la importancia de la moral de la libertad, como hace a través de toda su obra el coruñés, una larga línea del horizonte, la misma que cruzan las aves libres.

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Lo que está claro es que para mí pensar en mi futuro laboral tiene que ir acompañado de pensar qué puedo hacer para que el mundo sea un poco diferente.
#78709
2/1/2021 16:35

Ni por asomo aparece que Rivas escribe en gallego. Su obra en castellano es traducida. Siempre ocultándonos. Siempre, como si el gallego fuese necesario esconderlo.

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#78464
29/12/2020 21:03

Magnifica y "bella" entrevista.

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