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Maternidad
¿Por qué no podemos politizar lo que sucede en los cuerpos de las madres?
Algo que roza lo ininteligible —por llamarlo de una manera suave— que no llegamos a comprender las personas que nos transformamos en madres, a través de toda una afectación física desencadenada por el embarazo, parto, postparto, lactancia y puerperio, o dicho de otra manera, a través de unos bioprocesos que nos atraviesan y nos parten en mil trozos, es cómo todo esto no se puede nombrar, teorizar, politizar y dotar de todo un andamiaje público.
Porque lo que tenemos hoy, delante, es una masacre sobre los cuerpos de las madres, que al no estar siendo escuchada, se sigue reproduciendo, ya que lo que no se nombra, no existe en lo político, pero en lo interno —en nuestros cuerpos— sigue funcionando como cualquier hecho traumático. La cosa es que los cuerpos que asumen lo reproductivo como proceso encarnado, entran en un silencio como niebla espesa, donde se asume que todo lo que nos pasa (como parte del macho-lío-patriarcal), todo lo que empieza a suceder en nuestros cuerpos no tiene posibilidad de convertirse en una urgencia social por atender, aun sabiendo que según el INE, actualmente, hay en el Estado Español cerca de 7.000.000 de niñas y niños menores de 15 años, y que aplicando el índice de fecundidad (número de hijos por mujer) establecido en 1,19, estamos hablando de 5.882.352 millones de madres que se van a ver atravesadas por esos bioprocesos (aunque también haya madres que no los atraviesen).
Si incluimos a nuestras compañeras de América el número sube que da miedo, y así va subiendo si vamos incorporando países, entonces: ¿por qué la bioafectación que sucede en nuestros cuerpos una vez se asume la gestación, la preparación a la gestación en situaciones donde interviene la tecnología reproductiva —y aquí hay otro melón por abrir, sobre cómo afecta a esos cuerpos la violencia económica e institucional/médica implícita en estos procesos—, una vez que te atraviesa el parto, una vez que entras en el puerperio (que está observado desde la psiquiatría feminista desde hace un siglo por las que le plantaron cara a Freud y a su falo-abducción de todo) no se puede politizar dentro de los propios feminismos? ¿Qué pasa con convertirte en un cuerpo que alimenta a otro humano?
Las respuestas que se repite cual mantra para desactivar las demandas que parten de todo lo que se acumula en nuestros cuerpos siempre son las mismas: “esto es demasiado esencialista” o “esto fue un debate cerrado en los noventa porque parte desde ejes biologicistas”
Normalizamos que la industria ganadera reciba de Bruselas ayudas millonarias para los productores de leche, ayudas para la alimentación en sus granjas, pero que nuestros cuerpos pasen a ser una herramienta pública de alimentación humana durante la lactancia, donde aportamos mucho refuerzo inmunológico (entre muchas más cosas) a las futuras fuerzas de trabajo, es un tema tabú. Ni se permite abrir este debate sobre la idoneidad de si tenemos legitimidad para solicitar ayudas para la alimentación humana. Las vacas sí, las madres lactantes, no.
Las respuestas que se repite cual mantra para desactivar las demandas que parten de todo lo que se acumula en nuestros cuerpos siempre son las mismas: “esto es demasiado esencialista” (como insulto máximo dentro de los feminismos equivalente a decirte que eres una falo-burguesa postfraquista-neoconservadora que vota a Vox disfrutonamente) o “esto fue un debate cerrado en los noventa porque parte desde ejes biologicistas”. Cuando lo que queremos es poner en el centro de la urgencia política que tenemos un cuerpo atravesado por procesos desde que asumimos el trabajo reproductivo y que esto va a seguir sucediendo a pesar de las resonancias antinatalistas que a veces se han dado tanto en el feminismo de la igualdad como en la tradición lesbo-feminista.
También recibimos como descalificación, aquello de que somos unas maternalistas burguesas frustradas con el adoctrinamiento neoliberal que hemos recibido desde niñas, y la decepción ante unos curros de mierda. Ya que según estas corrientes —anti maternales— estamos huérfanas, ante la desarticulación del amor romántico, y somos unas madres que abrazamos a nuestras criaturas como única manera de volcar nuestra capacidad de amar (reduccionismo galopante dado que amamos más allá de las crianzas, amamos más allá de lo consanguíneo, amamos nuestros deseos no domesticados, amamos muchos paisajes y a muchos posibles presentes/futuros).
Aun escuchando todo esto —cual turra repetitiva— sabemos que el nudo viene porque había que salir de la cárcel doméstica negando las maternidades, había que dejar de ser los úteros expropiados del Estado-Nación, había que olvidar cómo nuestras abuelas vivieron el trabajo reproductivo como esclavas sexuales y psico-afectivas, desde la pobreza, abandono de todo tipo, enfermedad y patologización. Pero ahora, las estrategias tienen que ser otras, y pasan porque no nos tiemble el pulso al exigir politizar lo que les pasa a nuestros cuerpos como madres, como han hecho en esta propuesta PETRA MATERNIDADES FEMINISTAS .
¿Por qué le cuesta tanto, al feminismo institucional y a los feminismos académicos reconocer lo que nos atraviesa cuando todas sabemos que nos pasa un tractor por encima una vez asumes el trabajo reproductivo en este contexto hiperindividualista? ¿Por qué no podemos deshacer estas resistencias cuando hasta la propia observación clínica está viendo cómo nuestros cuerpos enferman, psíquica y físicamente, dadas las condiciones en las que asumimos las maternidades actuales donde no se nombra lo que nos está pasando? ¿Cuantas madres necesitamos con trastornos mentales durante el puerperio para que esto sea un problema de urgencia social? ¿Por qué no lo es si afecta a millones de mujeres madres?
A las que no les da miedo entrar ahí, ni les achanta la descalificación de esencialistas, es a nuestras compañeras chilenas, ya que el próximo 10, 11 y 12 de mayo abrirán una reflexión online (gratuita, aquí información) donde se discutirá sobre las siguientes preguntas “¿Cómo comenzamos a desmontar la jaula patriarcal que niega la politización de los bioprocesos o procesos encarnados que atraviesan a los cuerpos maternos?” y “¿Qué les temen los feminismos a los cuerpos maternos? Cuidados, emancipación y perspectivas anticoloniales”.
¿Por qué le cuesta tanto, al feminismo institucional y a los feminismos académicos reconocer lo que nos atraviesa cuando todas sabemos que nos pasa un tractor por encima una vez asumes el trabajo reproductivo en este contexto hiperindividualista?
Tampoco a las compañeras de PETRA MATERNIDADES FEMINISTAS que el próximo 18 de mayo a las 11.30, frente al Congreso de los Diputados, llevarán a cabo la acción “MI CUERPO: MI PERMISO”, a partir de una concentración y exposición de diferentes lonas con imágenes de procesos de embarazo, parto y postparto para reclamar la creación de unos permisos específicos y universales de “Preparto y Puerperal” como permisos independientes al Permiso por Nacimiento y Cuidado del menor. Poniendo sobre el tablero político la politización de lo que sucede en nuestros cuerpos durante el embarazo, parto, posparto, puerperio, exterogestación y la lactancia materna —porque son bioafectaciones que nos aterrizan en nuestros cuerpos y nos sacan de esa ficción postestructuralista donde se universaliza que somos meras construcciones culturales.
No compañeras, tenemos un cuerpo, como vehículo tangible finito con el que transitamos por éste planeta. Todas sabemos como se medicaliza a lo loco —con una normalización de los psicofármacos que pone los pelos de punta— cuando el puerperio activa un proceso psíquico de extrema vulnerabilidad sin proporcionarles las herramientas psicológica adecuadas para afrontarlo. Sabemos que la lactancia agota los cuerpos, es un curro en sí mismo, y que lo de no dormir atendiendo a las criaturas de 0 a 3 años es una tortura, y que el cansancio sosteniendo en el tiempo es una arma de disciplina social que viene de la esclavitud.
Además el problema no son las criaturas, sino que todo esto sucede en unas malas condiciones, no porque las maternidades sean un problema social a extirpar, y que la solución que buscamos sean úteros artificiales, sino que la urgencia pasa por pensar en cómo vivir las gestaciones, partos, postpartos y lactancias nombradas y politizadas (con programas, políticas y dineros). Luchar porque nuestras fuerzas reproductivas se puedan integrar como fuerzas emancipadoras —como hablábamos en este seminario compañeras de México, Chile, Canadá y España— y sacar a lo reproductivo de ejes fachas, para poder darle otros significados a algo tan fascinante como tener cuerpos que son puertas de entrada de otros seres a este planeta, y que lo podamos vivir como una actividad humana digna, llena de posibilidades emancipatorias.
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Muy interesante. Otra cosa que nos/les falta dialogar a las maternidades politizadas es el hecho de tener discriminación positiva en los trabajos hacia las madres, y que sea política pública. Porque muchas veces (no siempre, hay alguno que otro entorno consciente) chocamos con escenarios laborales patriarcales y poco empáticos que no consideran que tenemos necesidades especiales con nuestros hijes (los tiempos de actividades escolares casi nunca coinciden con los horarios del trabajo, surgiendo necesidades básicas a resolver diariamente, eso sin contar con que el chiqui se enferme). Es bio-desgastante, pasa por el cuerpo, la mente y las emociones de las madres trabajadoras, no solo en el tiempo de puerperio y lactancia. Y como dice este artículo, la solución no es no tener hijes sino darle la cara al tema.
Las mujeres son, dentro del patriarcado, máquinas de producción y mantenimiento de mano de obra barata.