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La escuela extremeña en tiempos de confinamiento
Seguir educando en tiempos de pandemia. Primera parte
Una aproximación, apoyada en las voces de docentes de la educación pública extremeña, a la realidad de unos centros escolares vacíos que se han tenido que adaptar a la enseñanza a distancia. De fondo, la reflexión latente en torno a modelos pedagógicos, al papel global de la escuela, a la implicación de ésta en una sociedad compleja, desigual y convulsa en su confinamiento. Dada la cantidad de testimonios y experiencias recabadas y la envergadura y densidad de la cuestión, hemos preferido hacer su presentación en dos entregas consecutivas.
Nada ha quedado al margen de la pandemia. Todos los espacios públicos y privados, todos los ámbitos de socialización, expresión y dimensión colectivos se han visto afectados por el COVID-19, por el estado de alarma decretado por el Gobierno y por el subsiguiente confinamiento. Como no podía ser de otro modo, la enseñanza y la comunidad educativa al completo se encuentran, en este instante, inmersas en un período de apresurada adaptación, de perplejidad y debate abierto en torno a las consecuencias de un fenómeno que, abriendo una brecha física entre profesorado y alumno, entre institución y sociedad, ha descubierto también la existencia de otras brechas y la pertinencia de múltiples debates, algunos de ellos sin cerrar y no pocos sin acometer. Desde El Salto Extremadura hemos pulsado diferentes voces de la comunidad educativa de nuestra región, esperando arrojar, de forma lo más coral posible y sustituyendo el debate compartido que presencialmente nos hubiera gustado disponer, algo de luz sobre algunos temas que la pandemia ha puesto sobre nuestros pupitres, los de todas, los de todos. Intencionadamente nos hemos centrado en el ámbito de la enseñanza no universitaria, por entender que los perfiles de la naturaleza del aprendizaje, de profesorado, de alumnado e incluso institucionales y pedagógicos tienen una especificidad que les hace requerir una mirada particularizada.
Y es que la crisis sanitaria ha puesto en efervescencia a la Escuela como territorio material de expresión de poderosas líneas de tensión y de fuerza, de importantes condicionantes tecnológicos a la vez que sociales y económicos. El coronavirus ha golpeado la educación para agitarla y sacar a la superficie cuestiones que van desde las propiamente pedagógicas a otras que apelan a la propia estructura social del país de donde sale el alumnado que llena (¿llenaba?) las aulas. Todo lo que acontezca en éstas penetra en millones de hogares, trascendiendo de la institución para convertir su problemática derivada en personal, familiar, doméstica. El confinamiento, en palabras de Julia Rípodas (profesora en el I.E.S. San Fernando), “ ha puesto al descubierto importantes necesidades de cambio que el sistema educativo pedía a gritos desde hace tiempo”. Podría añadirse, tras escuchar las opiniones consultadas en torno al tema, que no es solo el sistema educativo el interpelado desde unas aulas vaciadas por la epidemia.
La crisis, la respuesta institucional y el impacto inicial
Tras el Consejo de Ministros del 12 de marzo, en el que se aprobaba el estado de alarma, la consigna, en las propias palabras de Pedro Sánchez, era la de cierre de todos los centros. Transferidas las competencias educativas a las CCAA, la decisión última sobre una suspensión de las clases, prácticamente anunciada, dependía de las diferentes consejerías del sector en cada comunidad autónoma.
El coronavirus ha golpeado la educación para agitarla y sacar a la superficie cuestiones que van desde las propiamente pedagógicas a otras que apelan a la propia estructura social del país
Así, el Consejo de Gobierno de la Junta de Extremadura del 13 de marzo decidió suspender las actividades lectivas durante quince días a partir del día 16. El hecho de que la decisión se hiciera pública apenas seis horas después de que el propio José María Vergeles (consejero de Sanidad y Servicios Sociales de la Junta de Extremadura) insistiera, en sentido contrario, que no se contemplaba la adopción de una medida de esas características, dio pie a no pocas críticas. Testimonia Maribel López, del C.P. Arias Montano, cómo “la solución se hizo esperar y llegó, no solo tarde, sino tambaleante, con una primera normativa que obligaba a los docentes a continuar asistiendo a los centros educativos, aunque el alumnado se quedara en sus casas. En un brevísimo espacio de tiempo, nuestras autoridades, obligadas por las medidas que traían consigo el Estado de Alarma Sanitaria, tuvieron que retractarse y decretar el cierre absoluto de colegios, institutos, centros de adultos, escuelas de idiomas, conservatorios...”
Fue anunciada, en principio, la suspensión de las clases presenciales hasta el 31 de marzo, tres días antes de las vacaciones de Semana Santa, dejando el Vicepresidente Segundo de la Junta y Consejero de Sanidad abierta la puerta a una prórroga que, en principio se estimaba hasta el 14 de abril pero que, finalmente, se ha extendido hasta el presente y aparenta ser definitiva hasta la conclusión del curso en junio, por más que se deje la puerta abierta, desde la Conferencia Sectorial de Educación (donde se reunieron Ministerio y representación de las CCAA) a la posibilidad de un retorno que dependería de la evolución de la crisis sanitaria. Alrededor de 195.000 alumnos y alumnas de cero a 18 años se quedaron en sus casas, así como los aproximadamente 20.000 estudiantes de la Universidad de Extremadura; cancelándose tanto las actividades extraescolares como la educación de adultos.
A partir de ahí, arrancó una carrera contra reloj en todos los centros para adaptarse a la nueva situación que, inevitablemente, pasaba por mantener la labor docente a distancia, haciendo uso de todas las herramientas telemáticas posibles, readaptando prácticas y contenidos y dando por supuestos los conocimientos técnicos y habilidades tecnológicas necesarios entre profesorado y alumnado (y/o sus familias). Desde la Consejería de Educación y Empleo (en Extremadura ambas competencias comparten cartera), se sucedieron a continuación una serie de píldoras formativas on line y, fundamentalmente, a través de la Plataforma Rayuela (Plataforma Integral Educativa de la Consejería diseñada para la gestión académica y administrativa de los centros educativos, tanto desde los propios centros como desde la Consejería), instrucciones relativas a la teleformación o a los criterios educativos o evaluativos dirigidas a cada centro que, en muchos aspectos, y desde diferentes sectores, han sido calificadas de excesivamente ambiguas y han recorrido, en su consideración, desde la comprensión y reconocimiento del innegable trabajo desarrollado a diferentes niveles de crítica.
Han sido y son los centros, sus direcciones, trabajadores y trabajadoras quienes, con ingenio y multiplicidad de iniciativas para acometer una completa dispersión de realidades culturales, geográficas, económicas y sociales, están manteniendo la escuela
“Poco precisas fueron las instrucciones que en un principio se decretaron para continuar la actividad lectiva y mantener el contacto entre alumnado, familias y centros. Sin saber muy bien a qué santo encomendarse, y con un plazo exiguo, había que entregar adaptaciones de la programación que permitieran dicha continuación. Cada docente hizo lo que buenamente pudo en esos pocos días, pero las prisas no son buenas consejeras”, señala Maribel López. En opinión de Francisco Molina, del IES Eugenio Frutos: “en relación con la respuesta de las Administraciones, yo no quisiera verme en su papel. Siempre he temido que dado que todas las Administraciones han reaccionado tarde (como todo el mundo), eso no se compensara con 'sobreactuar' (como los árbitros malos que 'compensan'). Espero que no se atrevan a barbaridades 'inciertas' con muchedumbres...”. Tomás Rodríguez, desde la Federación de Enseñanza de CCOO, remarca por su parte que “el papel central que debe jugar la administración educativa es marcar el paso, coordinar, facilitar. Ninguna de las instrucciones publicadas hasta la fecha va en esa dirección, al contrario, ha sembrado más dudas que certezas en los propios docentes y, por extensión, en muchas familias”. También desde el ámbito sindical, el sindicato PIDE, manifiesta que “las instrucciones para la organización y funcionamiento de los centros en el tercer trimestre se nos facilitó el día antes de la mesa informativa donde se nos presentó la instrucción. Una instrucción casi cerrada, donde no se admitió casi ninguna aportación de las organizaciones sindicales. Lo normal hubiese sido tener dicha instrucción una semana antes y permitir que tuviéramos la oportunidad de mejorar la instrucción para que los docentes pudieran llevar su labor de forma más adecuada”.
En cualquier caso, parece fuera de discusión que han sido y son los centros, sus direcciones, trabajadores y trabajadoras quienes, con ingenio y multiplicidad de iniciativas para acometer una completa dispersión de realidades culturales, geográficas, económicas y sociales, están manteniendo la escuela, compartiendo la voluntad y el esfuerzo del alumnado y, en gran parte, de sus familias.
Más allá del ámbito autonómico, desde el Ministerio de Educación y Formación profesional han sido habilitados unos materiales educativos on line en su página web y la programación “Aprendemos en casa” (en Clan TV y La 2 de TVE) cubriendo la franja matinal. Fuera de todo eso encontraremos direcciones, claustros, maestras y profesores, profesoras y maestros, acometiendo el milagro de continuar el curso en mitad de una crisis sin precedentes, a golpe de ratón, teclado, internet y mucho tiempo.
“Los chats de los docentes echaban humo respecto a qué tipo de tareas enviar al alumnado, qué cantidad y cómo iban a ser evaluadas
Todo se conmovió y a todo hubo que responder, como nos cuenta Maribel López: “los chats de los docentes echaban humo respecto a qué tipo de tareas enviar al alumnado, qué cantidad y cómo iban a ser evaluadas. [...] Algunos docentes pretendían continuar como si nada estuviera pasando y mantener la dinámica del seguimiento riguroso del libro y del temario; otros, vieron la posibilidad que se abría de implementar o afianzar nuevas metodologías y enviar a sus alumnos trabajos de investigación y profundización de los contenidos ya impartidos de forma presencial”.
Víctor Bermúdez, profesor de Filosofía y miembro del Consejo Escolar de Extremadura, señala, también, las carencias de la Administración en un tono globalmente crítico con el intento de teleformación y poniendo la mirada, fundamentalmente, en retomar en condiciones los meses venideros aprendiendo de experiencias y errores: “la 'continuidad telemática' de las clases hubiera podido ser un parche efectivo si el gobierno hubiese arbitrado, desde la primera semana, la estructura administrativa y técnica necesaria para implantarla de modo organizado. Como no lo hizo, todo ha sido un caos en el que, como es habitual, han pagado los más débiles (alumnos que no pueden salir ni a tomar el aire, pero sí tienen que hacer montañas de deberes o inverosímiles exámenes, familias que tienen que improvisar un “aula” en casa, docentes atendiendo las 24 horas…). ¿Solución? Hay que 'relajarse' (sí, los alumnos también, pese al consejo del Consejo Escolar) y 'acompañar' y mantener a los alumnos motivados (sin torturarlos) hasta que podamos retornar a los Centros y la enseñanza presencial (que es lo que hay que preparar y dotar adecuadamente para poder volver con garantías de seguridad)”.
Una “transición digital” abrupta
“¿Puede sustituirse todo un sistema educativo por otro sistema digital a distancia y en cuestión de semanas?”, se pregunta Julia Rípodas, y con ella, cualquier observador atento de la evolución de los acontecimientos. Una respuesta generosa y que se detuviera en la superficie podría ser que sí, que es posible, habida cuenta de lo que, en apariencia, está sucediendo: profesoras y maestros mantienen con su alumnado un canal de comunicación mediante Internet, en el cual trasladan y evalúan trabajos, resuelven consultas y sostienen el hilo conductor imprescindible. Los niños y niñas, los adolescentes, están conectados con la escuela, envían y reciben información, vuelan las fichas rellenas, los trabajos, las tareas, los correos y las correcciones...
Tras consultar las opiniones de docentes afectados, no parece que en absoluto nos encontremos frente a un fenómeno de enseñanza a distancia verdaderamente operativo
Pero nada es tan simple y, tras consultar las opiniones de docentes afectados, no parece que en absoluto nos encontremos frente a un fenómeno de enseñanza a distancia verdaderamente operativo. Ni plataformas previas consolidadas, ni adecuación tecnológica, ni adaptación programática, temática o curricular. Es cierto que se habría logrado transmitir contenidos, apuntando, como señala Maribel López, que “no podemos quedarnos en el concepto de que educar es transmitir contenidos. Es por ello que a estas alturas del confinamiento, lo único en que más o menos, todos coincidimos, es que el conjunto 'profesor-alumno-aula' jamás podrá ser sustituido por este sistema telemático. Falta el necesario feed-back inmediato que se produce en el aula, falta el ambiente académico, faltan las miradas o los gestos de nuestros alumnos… Falta todo aquello que amamos los docentes”.
En parecido sentido se expresa Francisco Molina , conocedor directo de la problemática y requerimientos de la enseñanza a distancia por compatibilizar su trabajo en un instituto con la docencia en la UNED: “la UNED tenía medios para la enseñanza a distancia porque ES una universidad a distancia; cosa distinta será cómo nos apañemos para la evaluación y calificación y en ello se está”. Desde un centro de secundaria de Badajoz, una profesora lo resume claramente: “el modelo de formación a distancia no es un simple modelo de formación on line (que pueda resultar complementario a una formación presencial) sino que es una concepción diferente de la educación y para llevarlo a cabo no solo es necesario proporcionar formación y herramientas tecnológicas al profesorado sino, ahora más que nunca, una bajada de ratios”.
Con una intención más de fondo, ahonda Chema Alvarez, del I.E.S. María Josefa Baraínca, en la reflexión: “la enseñanza a distancia no asegura el aprendizaje real, sino simplemente la comunicación entre el profesorado y alumnado (cuando la hay, claro). En el momento en el que el alumno o alumna sale de su aula, cambian los espacios y los tiempos. Se ha sobredimensionado la importancia de este extraño período de confinamiento, dando demasiada importancia a los resultados de la evaluación, que habremos de pasar en casa, recluidos, […] se está dando demasiada importancia a las TIC como herramienta de trabajo esencial, relegando otras herramientas, como puede ser el juego libre en casa, la lectura sin obligaciones, el desarrollo de momentos emocionales en la familia”. Y en parecidos términos se expresa Raúl Gijón, Director del CEIP Antonio Machado: “si algo está demostrando esta terrible crisis sanitaria en el mundo de la Educación es que la enseñanza es contacto, es mirada, es gesto, es emoción y es compañía. Siempre nos hemos preguntado si las tecnologías podían sustituir al profesorado y nos entraban dudas sobre nuestro papel docente futuro. Ahora sabemos que no podrá ser así, al menos si queremos que la Educación recupere el papel de liderazgo social y como espacio de pensamiento colectivo que ha perdido en los últimos años”. “La función equitativa de la escuela pública se diluye si las niñas y niños se quedan en casa”, concluye Julia Rípodas.
El balance compartido es que, si bien “se han salvado los muebles”, como mucho se podría estar hablando de un momento forzadamente experimental y embrionario de una teleformación
Cabe destacar, también, que la realidad de los centros escolares vacíos también se ha visto en la obligación de acometer, de manera definitiva y prioritaria, cuestiones con trascendencia más allá del ámbito académico. María Isabel Rodríguez, Directora del C.P. Manuel Pacheco, resalta que “la realidad de la enseñanza 'a distancia' que estamos implementando, los docentes del centro la hemos centrado en recabar las diferentes formas con las que podemos contactar con las familias, priorizando en la gestión garantizar que las becas de comedor permitan que nuestro alumnado, desde aula de dos años de primer ciclo de Educación Infantil hasta sexto de Primaria, puedan contar con esta ayuda en un momento en que las clases presenciales no se están realizando. Nos ha costado mucho llegar a ellas, los docentes han tenido que estar disponibles durante varias semanas para contactar con las familias desde teléfonos privados. También hemos querido priorizar en la práctica docente enviando tareas y apoyando al alumnado, se ha utilizado la creatividad al máximo (Rayuela, Blog del colegio, WhatsApp, Instagram...)”.
El balance compartido es que, si bien “se han salvado los muebles”, como mucho se podría estar hablando de un momento forzadamente experimental y embrionario de una teleformación, y que ésta, en los términos en los que se está dando, en absoluto puede constituirse en el modelo a seguir. Escuchando a Tomás Rodríguez: “hay que reconocer que el profesorado está realizando en estas circunstancias un esfuerzo extraordinario. Tras una larga etapa de recortes en las plantillas y en sus condiciones laborales y profesionales, el profesorado ha asumido el reto del cambio a la actividad lectiva no presencial con enorme celeridad y profesionalidad, sorteando las dificultades que plantea el nuevo escenario con imaginación, esfuerzo y generosidad. Y en ese empeño el profesorado ha contado con el compromiso imprescindible del alumnado y de las familias”.
Se ha mantenido, pues, con unas dosis de voluntarismo y esfuerzo ingentes, al alumnado “al otro lado de la pantalla” con el envío y la recepción de trabajo, se ha mantenido un hilo de formación y consulta, se ha experimentado mucho y, dependiendo de las edades, con el concurso imprescindible de las familias. “La competencia digital que se precisaba para cumplir satisfactoriamente con el plan de trabajo, tanto del alumnado, como de las familias y de muchos docentes, suponía un hándicap a esta educación “on line”, que se ha tenido que levantar de la noche a la mañana”, recuerda Maribel López.
Se ha superado poco a poco, en palabras de Ramón Besonías, Coordinador TIC en el I.E.S. San José, “un inicio donde se sentía impotencia respecto al medio, para pasar a una progresiva serenidad en la adaptación”. Pero no habría existido, en puridad, una verdadera educación a distancia sino una “transmisión de contenidos en la distancia”. Las dudas en clave pedagógica que se desprenden de este análisis resultan evidentes. Junto a ellas ha irrumpido un factor clave: la brecha digital, la misma que ha destapado algunas otras fracturas sociales de no menor importancia.
Claro en su valoración, que resumiría bastantes de las opiniones encontradas en este aspecto, resulta Víctor Bermúdez, profesor de filosofía y miembro del Consejo Escolar de Extremadura: “la educación a distancia on line no es, hoy por hoy, una opción ni viable ni, tampoco a más largo plazo, deseable; ni con estado de alarma ni sin él, y me refiero, especialmente, al entorno de la educación primaria y secundaria. No es ahora viable porque implicaría un cambio profundo de hábitos (en cientos de miles de docentes, alumnado y familias) y salvar una profunda brecha digital (que es tecnológica, pero también geográfica, social...) en unas pocas semanas, y esto es imposible por más que se declare y se pretenda simular que ocurre. Y es indeseable por la tremenda desigualdad que supone (en el aula todos los chicos tienen los mismos recursos, en sus casas particulares no), porque deja a la escuela en manos de grandes corporaciones tecnológicas (y eso pese a la inversión en software libre), y porque el grado de socialización que proporciona la educación presencial es insustituible”.
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Lo primero: soy profesor.
Es verdad que -no sé en qué grado- hemos podido “salvar los muebles”. Pero lo que estamos haciendo docentes y alumnos es muy distante y pobre de un verdadero sistema de aprendizaje.
Aquí, el primer impulso ha sido la legítima (pero no expresada) aspiración de los trabajadores a mantener su trabajo y sus ingresos. Misión cumplida. Esto es lo que propulsa la tormenta de tareas y contactos telemáticos entre docentes y alumnos/as.
Yo no estoy enseñando “bien”, aunque lo intento; es una especie de pantomima o caricatura de lo que debiera ser.
Pero he cobrado mi sueldo íntegro, con lo cual me veo imposibilitado para argumentar en contra de que nuestra labor es todo un “éxito”.
Y como docente, me felicito por ello.
Muy bien, pero deben de haber alternativas para aquellos niños y jóvenes, q sufren es fracaso escolar, por una educación formativa convencional. Hay nenes q son mas de practicas q de estar horas memorizando textos interminables, densos y nada motivadores, o tratando de comprender fórmulas, problemas y ecuaciones, q no a todos se les dan de maravilla. Optar por este otro tipo de educación, seria mejor para evitar el fracaso o abandono escolar q España tiene.
El artículo da en la diana de la naturaleza esencial del proceso enseñanza.aprenduzaje, relación profesor.alumno.. gracias
Muy buen artículo. Indispensables estos espacios de reflexión. Gracias.