11 feb 2025 11:30

El viento y las tierras eran como el agua:
de todos y por eso de nadie como la hoguera.
Entonces llegó un dios que dijo:
“Esto es del Señor”
Y el Señor decretó que debíamos trabajar
para él porque así lo dice en su libro sacro
aquel dios llegado de lejos.

Así también consta en los libros de bancos,
empresas mineras o esclavistas, en las bolsas
de valores donde cotizan madereras, petroleras,
y bebidas refrescantes. También se muestran
en estadios donde vendemos y compramos
deportistas a quien ahoga el alegre tambor
en las exuberantes entrañas de nuestra cuna.

Ni el dios ajeno, ni la opresora metrópolis,
ni la compañía pirata, pagaron nada y por eso
seguimos la huella de lo tragado por las fauces:
uranio, oro, diamantes, gas, algodón, mangos,
coltan y petróleo, pero yo no paso, ni mis hermanas,
salvo si son vendidas para yacer con cualquiera,
ni pasan mis primos, salvo si patean bien un balón.

El rojo sol africano amenaza con su alborada
y toma nombres prometedores de futuro merecido
como el guineano Cabral, el burkinés Sankara,
Lumumba y Mandela que, juntos, emprenden
a diario la limpieza del continente y barren
la escoria extranjera y la traición local, empuñando
Le Balai Citoyen para limpiar y volar con la magia.

Ramón Haniotis

Cargando valoraciones...
Comentar
Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra en tu cuenta.

Relacionadas

Cargando relacionadas...
Cargando portadilla...
Comentarios

Para comentar en este artículo tienes que estar registrado. Si ya tienes una cuenta, inicia sesión. Si todavía no la tienes, puedes crear una aquí en dos minutos sin coste ni números de cuenta.

Si eres socio/a puedes comentar sin moderación previa y valorar comentarios. El resto de comentarios son moderados y aprobados por la Redacción de El Salto. Para comentar sin moderación, ¡suscríbete!

Cargando comentarios...