Incendios
Fuego y macrogranjas: qué tienen que ver los incendios con la producción de carne barata
En una finca del Valle de Ocón, en La Rioja, la familia Gil, cuarta generación de ganaderos, elabora carnes, embutidos y jamones a partir de cerdos criados en libertad. En su página web, esta familia explica cómo los animales son “los guardianes del encinar”, ayudando en la prevención de incendios. Por un lado, “controlan la vegetación”, ya que la alimentación de hierbas, frutos y restos vegetales reduce una biomasa que, de otro modo, se acumularía y serviría de combustible ante la aparición de alguna llama. Y por el otro, al desplazarse abren caminos que sirven de cortafuegos naturales, explica Delia Gil, responsable del negocio, cuando ya se puede hablar de desastre con unos incendios que son los peores en dos décadas. “La prevención en materia de incendios forestales es clave y la ganadería extensiva se convierte en una aliada fundamental”, apunta la ganadera.
Los cerdos de esta familia son la excepción de un modelo agroalimentario que, desde hace años, produce casi toda su carne —la mayoría destinada a la exportación— en grandes naves o establos con una alimentación a base de pienso. Según la organización WWF, el 95% de la carne que se consume en España proviene de explotaciones intensivas. Solo un 5% es de origen extensivo.
El porcino es el de mayor producción industrial, con casi cuatro mil macrogranjas en toda España, pero el trasvase de la producción extensiva a intensiva ocurre también con la carne vacuna, ovina y caprina
De las cuatro especies ganaderas para consumo humano, el porcino es la de mayor producción industrial, con casi cuatro mil macrogranjas en toda España, el 16% del total europeo, según una reciente investigación liderada por la agencia AGtivist. Pero el trasvase de la producción extensiva —caracterizada por el uso de grandes extensiones de terreno para el pastoreo— a intensiva ocurre también con la carne vacuna, ovina y caprina. La imposibilidad de competir en precios y costes aparece como una de las principales razones.
El año pasado, los organizadores del Foro de Diálogo de la Ganadería Extensiva, que contó con la colaboración del Ministerio de Agricultura, entregaron cifras alarmantes de un sector “al borde de la desaparición”: 1.550 ganaderos en régimen extensivo cierran sus explotaciones cada año. Desde 2006, España ha perdido 21.946 explotaciones de vaca nodriza y 6.132 de ovino de carne.
Los territorios se han vaciado de rumiantes. También de personas. De los datos cruzados por Ecologistas en Acción se desprende que el 74% de los municipios con alta carga de ganadería intensiva pierde más población o gana menos que localidades con características similares pero sin macrogranjas en sus territorios. “Un territorio despoblado es un territorio que arde”, advierte WWF en su informe Pastoreo contra incendios. Jesús Garzón, presidente de la Asociación Trashumancia y Naturaleza, subraya que “la presencia de ganaderos en el monte permite conservar infraestructuras vitales para la prevención y extinción de incendios como caminos, puntos de agua o casetas, además de facilitar labores de vigilancia del monte”.
Para la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA), ovejas, cabras y vacas son “animales bomberos” por su “crucial papel” en la reducción del material combustible en áreas propensas a incendios
Los pastores y sus rebaños, explica Joaquín Gargallo, responsable del sector vacuno de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), son actores imprescindibles en la prevención de los incendios forestales. “Los rebaños se comen todo lo que podría arder, reduciendo la carga de combustible en el medioambiente, y no lo están haciendo”, resume. “No solo eso: gracias al trasiego por el monte rompen la continuidad vertical, generando una interrupción del combustible forestal entre la hierba y las primeras ramas de los árboles, evitando esos incendios de copas que tanto preocupan a los medios de extinción”, agrega.
Según Garzón, los animales controlan el crecimiento de la vegetación herbácea y arbustiva durante los meses de alto riesgo (junio a octubre) y además “compartimentan el paisaje” y generando “discontinuidades en el combustible”, lo que contribuye a dificultar la propagación de las llamas en caso de incendio.
Para la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA), ovejas, cabras y vacas son “animales bomberos” por su “crucial papel” en la reducción del material combustible en áreas propensas a incendios. Este dato: un ganado caprino es capaz de reducir un matorral con 25 toneladas de materia seca por hectárea a cinco toneladas. “La restauración ecológica y el pastoreo no solo son soluciones viables para mitigar los incendios forestales, sino que son clave para un modelo económico que valore tanto el medio ambiente como las comunidades rurales”, explican desde Fundación Global Nature.
El Consejo de Colegios de Veterinarios de Castilla y León, una de las regiones más afectadas por el fuego reclama que se facilite que vacuno, ovino, caprino y équidos aprovechen la vegetación como alimento para reducir la biomasa que alimenta los fuegos
Mismo reclamo hace el Consejo de Colegios de Veterinarios de Castilla y León, una de las regiones más afectadas por el fuego. “Hay que facilitar que vacuno, ovino, caprino y equidos aprovechen la vegetación como alimento, al tratarse de una medida eficaz para reducir la biomasa que alimenta los fuegos”, piden sus autoridades. Para este grupo de veterinarios, el “abandono progresivo” de la actividad pecuaria, agraria y forestal, arrastrado desde hace décadas, está íntimamente relacionado con la proliferación de incendios.
“Desde hace varias décadas en la zona más afectada por los incendios, el triángulo conformado Zamora, León y Ourense, han desaparecido los usos tradicionales, ha desaparecido la ganadería, han desaparecido los mosaicos propios también de pequeños usos, como las huertas. Entonces, el paisaje se ha vuelto muy homogéneo con más plantaciones forestales. Todo eso acentúa el problema”, sintetiza Francisco Martín Azcárate, profesor titular del departamento de Ecología de la Universidad Autónoma de Madrid.
En su informe, WWF retrata otro déficit asociado a la pérdida de animales en los montes: la destrucción de la red de caminos por los que tradicionalmente se desplazan los rebaños en la “trashumancia”, modalidad de pastoreo que consiste en el desplazamiento estacional de ganado por rutas migratorias.
A principios del siglo pasado, había en España 120.000 kilómetros de vías pecuarias: corredores y caminos que unían lugares tradicionales de pastoreo para llevar el ganado a los mejores pastos. El 40% de esta superficie se ha perdido. “Los caminos que quedan se encuentran degradados por falta de cuidado y escasez de descansaderos y abrevaderos”, denuncia esta ONG.
Está comprobado que la reintroducción de herbívoros domésticos y salvajes, una de las estrategias de la renaturalización de los territorios, ayuda a la prevención de grandes incendios. Una reciente investigación en 19 países confirma su eficacia. “Aunque no lo hemos analizado en este estudio, en España también hay iniciativas que están introduciendo animales de pasto, como caballos, para prevenir incendios forestales y fomentar la biodiversidad. Estos herbívoros recuperan la función que tradicionalmente se hacía con la ganadería extensiva. También sirve potenciar herbívoros domésticos que tengan la misma función que los salvajes, de manera que sea positivo para el ecosistema, pero también para la sociedad, provisión de quesos, carne, etc”, explica Miriam Selwyn, máster en Biodiversidad y Biología de la Conservación en la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla) y autora principal del estudio.
El largo hilo de impactos de cómo producimos los alimentos
David González Sánchez es licenciado en Ciencias Químicas, máster en Ciencias Agroambientales, máster en Energías Renovables y especialista en la regeneración de suelos. Es uno de los responsables de Sustraiak Habitat Design, una pequeña cooperativa registrada en Vitoria-Gasteiz que ayuda a implementar proyectos sostenibles en espacios rurales a través de una asesoría ecológica y técnica.
Este experto viene desde hace años alertando de lo insostenible de una cadena agroalimentaria muy dependiente de los combustibles fósiles, con alimentos que recorren miles de kilómetros antes de llegar a nuestras mesas. “No somos conscientes de la vulnerabilidad alimentaria a la que nos enfrentamos”, repite.
A su juicio, la oleada de incendios forestales que sufre España, con territorios abandonados, sin ganado ni ganaderos, no hace más que evidenciar el “largo hilo” de impactos locales y globales que deja a su paso este modelo de producción. Los piensos que España importa para alimentar a sus 34 millones de cerdos provienen, en su mayoría, de la deforestación de bosques en Latinoamérica, entre ellos la Amazonía, un pulmón verde que, por la sequía y la degradación, también está cada vez más expuestos a grandes incendios forestales.
Los piensos que España importa para alimentar a sus 34 millones de cerdos provienen, en su mayoría, de la deforestación de bosques en Latinoamérica
En los territorios propios, confinar a los animales dentro de estas grandes naves provoca una ruptura en “la función ecosistémica”. Al igual que otros expertos, González pide políticas para incentivar la ganadería extensiva, pero aclara que “no vale cualquier cosa”, en referencia a la práctica de “echar a los animales al monte y volver dentro de seis meses”. “Tiene que estar vinculada con los criterios relacionados al pastoreo tradicional”, apunta.
Está comprobado, asegura, que cuando la ganadería vuelve a los campos, de forma planificada y con criterios de producción adecuados, “los resultados son muy espectaculares”. El desafío, sin embargo, “está plagado de dificultades”. Señala que en el norte de la península ibérica o en las cordilleras sí hay margen para introducir un ganado caprino y porcino en extensivo. Pero en la mayor parte del territorio español se necesitan ovejas.
En este punto, los patrones de consumo, con una carne de oveja “muy denostada”, con una sostenida reducción de ventas, no ayuda. “Tal vez tengamos que reeducar nuevamente nuestro gusto y apostar otra vez por comer cordero, por comer oveja”, reflexiona González. Los migrantes musulmanes y latinos, más apegados a esta dieta, pueden “abrir una ventana de oportunidad para reflotar la comercialización”.
Los incentivos económicos por parte de las administraciones públicas son “indispensables” para el crecimiento de la ganadería extensiva. “Pero tienen que venir acompañadas de medidas mucho más amplias si queremos apuntalar el relevo generacional e incorporar gente nueva dentro del sector. Lamentablemente, las trabas administrativas son enormes, lo que desincentiva a quien quiere iniciar una actividad relacionada con la ganadería en el medio rural. El otro día un ganadero me comentaba que llevaba seis años esperando a que le den un permiso para construir un pabellón. Es una locura”, se queja.
La tarea es tan titánica que se requiere una “apuesta de país”, con un trabajo interministerial para, por ejemplo, garantizar viviendas a precios accesibles en cientos de localidades. También habrá que saber lidiar con “los grandes lobbies de la industria cárnica”, que como en otros países, “jugará sucio” para mantener el estatus. “Pero todavía hay mucho margen de maniobra antes de que los grupos concentrados se sientan amenazados. Estamos lejísimos todavía de unos números que puedan hacerles daño. Lo cierto es que hay mucho en juego como para que como Estado no haga una apuesta seria por esta transformación”, subraya.
No obstante, sin una ciudadanía informada que salga a la calle a “meter presión”, el panorama difícilmente se modificará. “Aquí aparece otro enorme problema, que vivimos en una era marcada por la desinformación. Si en lugar de apuntar al abandono rural, a la forma de producir carne y al cambio climático, triunfan las narrativas conspiranoicas de incendios generados para montar renovables, difícilmente las políticas irán dirigidas a donde tienen que ir”, concluye.
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