Incendios
Feijóo intenta capitalizar los destrozos de los incendios, pero se choca con sus 13 años de gestión forestal
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No hay que hacer demasiada memoria para recordar aquella imagen. Un no tan joven Alberto Núñez Feijóo vestido con una camisa de ejecutivo y calzando unos náuticos sin calcetines está subido a una pequeña loma quemada, llena de ceniza, en un monte de Ourense muy cerca de unas viviendas. Tan cerca que la manguera que sostiene es doméstica, de las de regar el jardín o la huerta. Simula estar apagando con ella un fuego imaginario, pero escenifica la imagen que su equipo de comunicación buscaba: un líder literalmente remangado, un aspirante a presidente al que no se le caen los anillos si tiene que arrimar el hombro y apagar un par de brasas rebeldes que intentan remontar.
Era 2006, hace ahora casi veinte años. Galicia sufría la peor ola de incendios de su historia registrada, un aciago récord solo en disputa por la crisis ambiental que estos días asola sus montes. Usando un manual de (pre) campaña que hoy se etiquetaría de trumpista, Feijóo echó la culpa de los incendios y de las cuatro víctimas que se produjeron al Gobierno bipartito formado por PSdeG-PSOE y BNG: “Con nosotros no moría gente en los incendios, y con ellos, cuatro personas”, se atrevió a sostener en un mitin acompañado de otro aspirante, pero este a presidente del Gobierno: Mariano Rajoy. En la oposición todo era más sencillo y las mentiras mucho menos sofisticadas: “Ardió tanto en agosto de este año (2006) como en los 16 agostos del PP”, dijo sobre aquel atril en Carballo (A Coruña).
“Ardió tanto en agosto de este año (2006) como en los 16 agostos del PP”, decía Núñez Feijóo cuando lideraba la oposición gallega
Luego llegaron sus años dulces. Trece, para ser exactos, al frente de la Xunta de Galicia. La responsabilidad de los gobiernos frente a los incendios forestales se desvaneció. Ese espacio lo ocupó el “terrorismo incendiario”. Los fuegos que desde entonces asolaron los montes —solo en territorios gobernados por el Partido Popular— siempre fueron responsabilidad de una suerte de villanos pirómanos, aunque los datos incluso de sus administraciones lo desmientan categóricamente, o de factores ajenos al control humano: también de los cambios climáticos que por otro lado niegan. Pero sobre todo, la culpa fundamental siempre la tuvo la “actividad criminal incendiaria” que “busca crear el caos”.
Y es que en el 2017, último ‘gran año’ de incendios en Galicia, las cabezas del Partido Popular que hoy ocupan los mejores despachos de Génova 13 tenían que inventarse un enemigo. No podían atizarle al Gobierno español de Mariano Rajoy. Mucho menos a su ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido Álvarez, que ya tenía bastante con coger el maletín de Jorge Fernández Díaz. Se afanaron, entonces, en la construcción del concepto terrorismo incendiario. ¿Qué podría salir mal? Nadie podría defenderse porque no se señalaba a nadie. Si acaso algún cabeza de turco detenido por una negligencia o un muy remoto pirómano con intereses espurios.
Tampoco se revelaba nada de esas supuestas bandas, solo que “actuaban con nocturnidad”. Pero poco importaba mientras hubiera dinero y prensa interesada en llevárselo crudo. La hipérbole llegó hasta el punto de pagar una campaña de publicidad institucional en prensa con 77.000 de dinero público. A todo color y en medios de todo el Estado. Hasta El País de Antonio Caño prefirió coger el dinero a ejercer el contrapeso del relato.
Con una prensa mayormente domesticada en casa y derechizada en Madrid no había de qué preocuparse. Al hombre que la foto con uno de los grandes narcotraficantes de la historia de España no le había hecho “perder ni un voto” tampoco le afectaría una instantánea agarrando una manguera como si estuviese en el puerto deportivo de Sanxenxo o la invención de esos seres imaginarios llamados “terroristas incendiarios”. De hecho, así fue. Su primera derrota electoral llegaría en sus primeras generales contra Sánchez.
Hoy los territorios que más arden están gobernados por el Partido Popular a excepción de Castilla-La Mancha, aunque Emiliano García Page reme a menudo en esa dirección
Y de aquellos polvos estos lodos. Hoy los territorios que más arden están gobernados por el Partido Popular a excepción de Castilla-La Mancha, aunque Emiliano García Page reme a menudo en esa dirección. ¿La diferencia? Feijóo, además de no tener ninguna responsabilidad pública, puede sacudir al PSOE en la Moncloa. Y eso ha hecho. A pesar de que la gestión forestal de Galicia y de Castilla y León —que merece un análisis técnico y profundo— la ha manejado el PP a su antojo durante décadas, el Gobierno de PSOE y Sumar “ha llegado tarde”.
Las sentencias de estas semanas han ido por la vía de la confrontación total. En especial la escenificación en la zona cero de los incendios de Ourense, Chandrexa de Queixa, arropado por su eterno segundo Alfonso Rueda: “Sánchez ha reconocido hoy 5 errores propios: falta de previsión, de planificación, de anticipación, de inversión y de reacción” e incluso ha llegado a decir que “se ríen de los que están trabajando”. Sin embargo, los tres protagonistas de esta pequeña historia Feijóo, Rajoy y Rueda estaban en sus mandos cuando los incendios comenzaron a descontrolarse el 10 de agosto: disfrutando de la cogida de un toro a Morante en la plaza de toros de Pontevedra.
Corridas al margen, no se sabe si por costumbre o si por equilibrio electoral, Feijóo volvió a mentar la semana pasada a los terroristas incendiarios. A pesar de que a veces parezca que no, él, como el monte, también tiene memoria.
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