Llamar como las flores al colibrí
y convocar en medio del silencio
todas las preguntas y dudas
responder a todas las demandas
despejar alguna incertidumbre
sumar todo sobrevivir el viaje
y entender que aún quedan muchas
interrogantes por descubrir
junto a nuevas perplejidades.
Eso proponían las casas de estudio
para elevar el espíritu de cada uno
que al sumar multiplica y resuena
en el fuego el aire la tierra el agua
las plantas los animales y nosotros
sobre esta única Tierra girando
felices en la inmensidad sideral
de la mente sin rumbo ni destino.
Aquellas escuelas plantaron bellas ideas
que germinaron ideales alados alegres
y algo locos pero también pueden parir
engendros tan homicidas como suicidas
redundantemente idiotas de egoísmo
como niño consentido que todo quiere
para comprar hoy desde bancos e industrias
sociedades anónimas y bolsas de valores
todo la enseñanza a su exclusivo servicio.
Ya ni el oro vale su propio peso y el capital
es un abstracto ogro cibernético que exige
un absoluto control desde el jardín de infantes
hasta la más pura especialización y que nadie
corrija el rumbo y solo sea engranaje nuevo
cuando al viejo lo tiren a la casa de ancianos.
Ramón Haniotis.
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