Honduras
Pescadores garífunas denuncian amenazas del reality show Supervivientes de Telecinco

La Naval —el ejército marítimo hondureño— custodia las playas de una isla que finge no tener vida. Los pescadores se ven obligados a navegar más lejos o jugarse la vida si llega un vendaval.
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César Joani Fernández, de la comunidad Santa Fe, frente a la puerta donde un cartel que recuerda el reglamento de la OIT.

“He recibido muchas amenazas a lo largo de estos años. La última, hace menos de un mes. Cuando un encargado del reality Supervivientes llegó en lancha para expresarse con palabras obesas donde hacemos actividades de pesca. Mi hermano, que es más insubordinado que yo, le contestó y, en pocos minutos, vino otra lancha con 15 policías”, explica César Castillo. En una de las islas del archipiélago Cayos Cochinos de Honduras se graban dos realities que aparentan una vida salvaje en una isla desierta. Edén se queja del proceso de grabación del programa español producido por Telecinco, el otro reality es italiano. 

Honduras
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Miembro de la Cooperativa Agraria Brisa del Aguán, María Alemán vive bajo un constante estado de persecución: sicarios quieren asesinarla para amedrentar al campesinado para que abandonen las tierras y se las quede la familia Facussé.

Castillo necesita pescar sardina de noche en la costa de los cayos para salir luego a mar abierto a coger peces más grandes con la sardina que usa como cebo. Vive de la pesca, como sus ancestros, y es garífuna, uno de los pueblos originarios de esta costa que administra las tierras de forma comunal. Cuatro de las trece islas les pertenecen. Al menos, teóricamente.

El pescador vive en “playa firme”, en la comunidad de Nueva Armenia, ubicada en la costa hondureña y a 9,5 millas náuticas de las sardinas. También necesita poder entrar en los cayos cuando “viene el mal tiempo” y necesita refugio. Todos los días sale a pescar a la una o las dos de la madrugada. En el caribe, amanece a las cinco. 

“Uno no siempre pesca acompañado, así que para que la canoa no aparezca sola en alta mar, das media vuelta cuando recibes amenazas o te enseñan el arma”

Castillo utiliza técnicas de pesca ancestrales en este archipiélago que es área marina protegida. Supuestamente, la Fundación Cayos Cochinos la preserva. En la práctica, “la explota y militariza”, resume Mabel Robledo, vecina garífuna de uno de los cayos. Se desconoce cuánto paga Telecinco a la Fundación. Cuando el show arranca las grabaciones, que entre españolas e italianas ocupan la mayor parte del año, “prohiben utilizar el mar”. La Naval —como llaman al ejército marítimo— custodia las playas de una isla que finge no tener vida. Los pescadores se ven obligados a navegar más lejos o jugarse la vida si llega un vendaval.

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Madelín Ramírez junto con una compañera de su comunidad y René Martínez, más conocido como Clinton, de la organización Ofraneh.

La Red Nacional de Defensoras de los Derechos Humanos en Honduras presentó ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos una demanda contra la ocupación ilegal de territorios garífunas, contra la Fundación Cayos Cochinos. A principios de 2024, la Comisión elevó la demanda a la Corte y advirtió de que se han desarrollado “una serie de incidentes en contra de la población garífuna”, como la explotación comercial por parte de la Fundación y la persecución del pueblo originario.

“Uno no siempre pesca acompañado, así que para que la canoa no aparezca sola en alta mar, das media vuelta cuando recibes amenazas o te enseñan el arma”, explica César Castillo sobre cómo se da la persecución. La costa hondureña es preciosa, y algo salvaje. El Golfo de México no protege esta parte del mar Caribe. Hay quien quiere explotarla turísticamente y le molestan los garífunas. Un pueblo que trabaja para vivir y vive para su comunidad.

Los garífunas es un pueblo originario y oprimido, con 32 encausados

La ley de Propiedad del convenio nº169 de 1989 de la OIT sobre pueblos indígenas y tribales reconoce que “ninguna autoridad podrá expedir o registrar título a favor de terceros en tierras comunales”, como las garífunas. A lo largo de la historia, diversas generaciones de empresarios, han intentado arrinconar a este pueblo empujándoles hacia las montañas, donde no hay peces ni tierras cultivables, sino selva tropical. Actualmente, la presión de intereses económicos que recibe este pueblo, entre ellos de los realities shows, no solo se encuentra en las islas, sino en todas sus tierras, que son de costa. 

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Un pescador ajeno a la comunidad garífuna, en sus tierras, preparando la barca.

René Martínez, más conocido como Clinton, ya que su madre consideró al nacer que era tan blanco como el expresidente estadounidense, pertenece a la organización Ofraneh, que agrupa a las comunidades negras de Honduras, las cuales reciben “tres tipos de racismo: por ser pobres, negros y LGTBI”. En menos de un mes, recuerda, asesinaron a tres miembros, uno de ellos violado por militares (Alexis). “Muchos compañeros son trans y su aspiración es migrar a Guatemala y Estados Unidos”, explica.

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La garífuna es una comunidad negra en la que históricamente no existía la violencia machista y en la que las mujeres tomaban decisiones en igualdad de condiciones. Han recuperado tierras a los usurpadores y formado 46 comunidades, algunas compuestas solo por mujeres, como Madelín Ramírez en la Colonia Satullé. “Nuestros ancestros no se dejan ver, pero están con nosotros en las buenas y en las malas”, indica cerca donde van a preparar la cena. Construyeron un espacio cerrado para honrarles, cultivan la tierra, realizan sus rituales y duermen en hamacas al aire libre. Comer lo que da la tierra y la mar es decisivo para esta comunidad, que asocia la enfermedad a la vida alejada de la naturaleza y los procesos industriales.

La soberanía alimentaria es su objetivo, resume César Joani Fernández, de la comunidad Santa Fe, recuperada a una empresa canadiense “que tiene acaparados el 90% de las tierras” de su comunidad. Fernández lleva siete años judicializado y pesa sobre él una orden de captura. Resume que, “aquí, la lucha es ardua”. “Quieren que salgamos para hacer lo que quieran con el país”, concluye. Cerca de Sante Fe se levanta una construcción hotelera conocida como la ciudad modelo de los canadienses. Explican que la levantó Randy Jorgensen, a quien en Canadá llaman el rey del porno. En la Bahía de Trujillo compró tierras comunales garífunas durante la narcodictadura del expresidente Juan Orlando Hernández, condenado a 45 años de prisión. El rey del porno está acusado por compatriotas suyos de estafa.

Han recuperado tierras a los usurpadores y formado 46 comunidades garífunas, algunas compuestas solo por mujeres

En la comunidad de San Antonio viven 62 mujeres, hombres y criaturas desde hace tres años, reciben amenazas constantemente. “Sabemos que nos ampara la ley como dueños” de las tierras comunales y afirman que “las recuperamos por necesidad”. “Somos mujeres luchadoras, hay madres solteras, recuperamos lo que nos corresponde, no nos acobardamos”, resumen a pie de playa mientras ofrecen un granizado con las frutas que recolectan. No quieren ser fotografiadas ni aparecer con nombre y apellido, tras presentarse en este viaje al que la ONG Alboan ha invitado a periodistas vascas feministas para conocer Honduras. La casualidad quiso que viajáramos en el avión Madrid-San Pedro Sula que transportó a los participantes de la edición Supervivientes All Stars, la noche del 16 de junio. 

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En un horno comunal, varias mujeres preparando pan. Gessamí Forner

Entre los garífunas hay un dicho que dice “cuando uno se casa, casa quiere”. En la zona de la Atlántida, los alquileres que les cobraban por cabañas destartaladas en la selva eran desproporcionados y el empresario al que antaño se le prestó la tierra para pasto de ganado se hizo con más y más terreno. Lo están recuperando, “uniendo nuestras voces para salvaguardar lo que creíamos perdido”, a pesar de que “la insistencia de él pretende cansar al pueblo, pero el pueblo no se puede cansar”. Se refieren a Angelino Ugaldes, que pagó 7.000 lempiras en 1992 para escriturar tierras comunales.  

Las comunidades garífunas datan oficialmente de 1797, 24 años antes que la República de Honduras, aunque su origen es incierto y los fugados de barcos esclavistas de bandera británica se asentaron antes en el Caribe. Se asentaron en las costas de Honduras, Nicaragua, Guatemala y Belice. Solo en el sector de Trujillo hay 32 personas judializadas por participar en los procesos de recuperación de tierras. El hambre y la pobreza les ha cargado de energía para luchar, y la alimentan colectivamente. 

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