Opinión
El imperio siempre vuelve a casa

En su discurso de 1967 de oposición a la Guerra de Vietnam, Martin Luther King Jr. afirmó que “las bombas en Vietnam explotan aquí y destruyen las esperanzas y posibilidades de una América decente”.
Cartel en la Embajada de USA en Teherán
Álvaro Minguito Cartel en la embajada de EE.UU. en Teherán, rebautizada como el 'Museo de la Arrogancia'
18 nov 2025 05:46

Para entender la verdadera naturaleza del Imperio romano hemos de abandonar uno de los malentendidos más generales y extendidos, según el cual Roma administraba sus provincias con un espíritu de amplitud de miras, consultando el interés general y adoptando los principios amplios y beneficiosos del gobierno por el bien de sus sujetos. Jamás se ha gobernado a ningún país de este modo, ya lo hiciese Roma o cualquier otro imperio; la dominación nunca ha sido ventajosa para las razas sometidas excepto por accidente; la raza dominante ha intentado invariablemente asegurarse el mayor provecho con la menor cantidad posible de riesgo y de problemas.

Guglielmo Ferrero, La grandeza y declive de Roma (1907)

La violencia es en buena medida algo inherente a lo que somos como especie. Se remonta a nuestros ancestros homínidos, como Jane Goodall reveló de nuestros primos, los chimpancés. Sin embargo, que la violencia es algo posible y recurrente no la convierte en inevitable o necesaria. Somos los animales más sociales. La inmensa mayoría de la gente nunca ha infligido violencia en otro, y desde luego no una violencia letal. Si lo hubiesen hecho no hubiésemos logrado llegar hasta aquí. Una cosa es segura, si creamos instituciones de violencia o fundamos nuestras instituciones sociales en la violencia, hacemos que la violencia sea a un mismo tiempo inevitable y necesaria.

A lo largo de la historia, cada civilización ha observado la violencia entre sus miembros como algo terminantemente prohibido, inaceptable como un método de que una persona imponga su voluntad sobre otros. Eso no significa que fuese inexistente, pero es la excepción y no la norma. Sin embargo, cuando partimos del tótem y los imperios, la violencia ha sido y sigue siendo no sólo algo aceptado, sino un método respetado para el objetivo de que un pueblo afirme su voluntad organizada sobre otro, o mejor dicho, sobre “el otro”.

En los Estados Unidos, la violencia ha sido instrumental en la creación del país y sigue siéndolo en varios aspectos de sus instituciones y de su administración. Desde el comienzo, las poblaciones indígenas de América fueron desplazadas de sus tierras sobre todo mediante la violencia. La esclavitud fue una institución violenta, mientras que una sociedad como la presente, estratificada económicamente, requiere de algo más que una dosis de violencia. Después de la Segunda Guerra Mundial, cuando las tropas estadounidenses se apostaron frente a Europa oriental y Japón, EEUU adoptó los viejos y probados métodos imperiales. Con el establecimiento de un Estado nacional securitario que no responde ante nadie y un presupuesto permanente para la guerra, los asuntos imperiales estadounidenses se han vuelto tan sórdidos como los de otros que los precedieron.

En las últimas dos décadas, en las que EEUU ha dinamitado Oriente Medio, algunos aspectos de esta incompetencia imperial se han vuelto visibles para todos, pero más que para nadie para los soldados estadounidenses que han sido enviados a atravesar océanos y grandes distancias terrestres para llevar a cabo este negocio criminal. Cincuenta años atrás EEUU puso fin al reclutamiento. Su ejército descansa ahora en voluntarios mal remunerados, muchos de ellos de lugares donde la economía ha dejado de funcionar bien o nunca lo ha hecho. A lo largo de la historia los ejércitos han estado formados por grupos de personas desfavorecidas, con vidas que la mayoría daba por sentadas. El ejército les ofrecía una escapatoria.

Durante 75 años los asuntos imperiales del imperio estadounidense han permanecido completamente sin fiscalizar. La “presidencia imperial”, en palabras del asesor de J.F. Kennedy, Arthur Schlesinger, envía generosamente a tropas por todo el globo terrestre sin ningún tipo de obstáculo por parte del Congreso o el pueblo estadounidense. Una economía dependiente del gasto militar creció provocando grandes desigualdades y devino en unos cuantos aspectos, criminal. La parte superior de la pirámide de la sociedad estadounidense empequeñeció y se enriqueció en extremo mientras la base aumentó y se tornó más desesperada. No sin ironía el carácter criminal de la cumbre fue filtrándose hacia abajo y en los rangos del ejército. The New York Times ha publicado un artículo importante, "They Celebrated Vigilante Justice on the Battlefield. Then They Brought It Home;  (celebraron el vigilantismo en el campo de batalla, ahora lo traen al país).

Por desgracia, como acostumbra a hacer ese diario, el artículo culpa al presidente actual, pero es algo que ha estado cocinándose durante décadas, aunque, en efecto, como en muchas otras cosas, Trump lo ha empeorado, siendo el ejemplo más atroz el envío de tropas a varias ciudades estadounidenses y la vasta ampliación de la policía federal mediante el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas inglesas).


Como sostiene TheNew York Times, “la idea de un poder limitado tiene sus raíces en los 20 años de conflicto librados en Afganistán y otros países. Comprender esta historia secreta de la guerra más larga de EEUU significa algo más que un ajuste de cuentas con el pasado. Casos como los asesinatos cometidos por Golsteyn y Nerkh revelan las conexiones entre un brutal conflicto de ultramar y el radical corrimiento de tierras político y cultural doméstico, por le cual se venera al vigilante. Así, los disparos realizados en una aldea afgana tienen su eco en nuestro presente.”

En su discurso de 1967 de oposición a la Guerra de Vietnam, Martin Luther King Jr. afirmó que “las bombas en Vietnam explotan aquí y destruyen las esperanzas y posibilidades de una América decente”. Y no hay duda de que explotaron: desde entonces hay una militarización creciente de la sociedad estadounidense. La idea de una ciudadanía ilustrada y participativa se perdió y fue reemplazada por los “patriotas sólo los días soleados” de Thomas Paine, las juras a la bandera, las manos en los corazones y los bombarderos de mil millones de dólares sobrevolando abarrotados estadios deportivos.

El vandalismo social infligido a los miembros del ejército que realizan las tareas del imperio jamás se cura. Regresan dañados, heridas que son llagas abiertas en el cuerpo político. Históricamente este tipo de poblaciones ayudaban a desestabilizar regímenes establecidos. En las repúblicas, como muestra a las claras el ejemplo de Roma, el paso del ejército a la política es letal.

La república romana administró su política interna durante cuatro siglos sin violencia. Sulla, quien llegó al poder en el momento álgido de la república, cuando atesoraba más riquezas y mayor era su extensión imperial, fue el primero en hacer marchar sus tropas sobre Roma para resolver una disputa política interna. Ése fue el comienzo del fin, el republicanismo y la democracia desaparecerían durante los siguientes 1.500 años. Con la fundación de los EEUU nació el republicanismo moderno. Sus ideas, valores y procesos se extendieron por todo el planeta mucho antes de que lo hiciesen sus ejércitos. Ahora la misma enfermedad que destruyó la república de Roma amenaza a la existencia de la democracia en Estados Unidos.

Nec vitia nostra nec remedia pati possumus.” - Livio (No podemos sufrir ni nuestros vicios ni nuestros remedios.)

Sobre el autor
Joe Costello: su último libro es The Politics of Ape and Machine: Power as Organization (N/A Books). Este artículo ha sido traducido con permiso expreso de su autor por Àngel Ferrero para El Salto.
Estados Unidos
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