Hip hop
Encuentro con ‘Madame Rap’

La periodista y activista Éloïse Bouton es la persona que está detrás de ‘Madame rap’, un medio cuyo objetivo es dar visibilidad a las voces femeninas de la cultura del hip hop.

Madame rap
Éloïse Bouton, editora de la revista 'Madame rap'.
Traducción: Eduardo Pérez
23 may 2018 06:50

Primer medio francés dedicado a las mujeres en el hip hop, Madame Rap vio la luz en 2015. Un espacio “entre educación popular y lucha por la igualdad” fundado por la periodista independiente y activista feminista Éloïse Bouton. En él encontramos nombres conocidos y otros que no lo son, pacientemente encontrados en todo el mundo.

El rap, jura aquella que también organiza conciertos, conferencias y debates, es “un chivo expiatorio bien práctico”: centrarse en este punto sobre su relación con las mujeres, sin captar nada de la diversidad de este género musical, desvía en menor o mayor grado al resto de la sociedad de su sexismo.

Cuando al rapero Damso —acusado de “violencia verbal hacia las mujeres”— se le ha retirado la creación de un himno para la Unión Belga de Fútbol para la Copa del Mundo 2018, conversamos con la fundadora de este sitio web sobre las voces emancipadoras que sacuden la escena rap.

Madame Rap nació en reacción a las críticas formuladas por determinadas militantes feministas, que consideran a este género musical como una correa esencial del sexismo. Pero tú afirmas que “el rap es la música más inclusiva” que conoces.
Sí. Es una pena, nunca se habla de este aspecto. En los medios tradicionales, el rap es en efecto presentada como la música más sexista que existe, y no es mejor en el imaginario colectivo. Sin embargo, cuando el hip hop nació en los años 70, en Estados Unidos, la idea era reivindicar el respeto a los demás, la unidad de los pueblos y el famoso “Peace, Love, Unity and Having fun” defendido por la Zulu Nation. Fundada por Afrika Bambaataa en Nueva York en 1973, esta organización, que surgió en respuesta a las guerras de bandas, defendía la no violencia y la inclusión. Es en cierta medida sobre estas bases como se desarrolló el hip hop.

Hoy, es en el rap donde se encuentra más diversidad en términos de raza, clase, religión e identidad. Se puede ser negro, blanco —aunque, aparentemente, es más fácil para un hombre blanco que haga rap ser nominado a los premios Victoires de la musique—, mujer, hombre, trans, no binario, gordo, feo, musulmán, lesbiana… y rapero. Los otros géneros musicales son mucho más uniformes: estaría bien recordarlo.

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¿No te sientes un poco sola en este ámbito?
¡Éramos dos! Fundé Madame Rap a finales de 2015 y la DJ Emeraldia Ayakashi se unió al proyecto durante un año y medio, antes de seguir su camino por su cuenta. Así que desde entonces estoy sola contra todas y todos, pero estoy acostumbrada. Y no estoy realmente sola ya que colaboro puntualmente con diferentes personas, como el sociólogo Karim Hammou, el colectivo Rap’Elles, el rapero Ismaël Métis, con muchas raperas, y también con muchas personas “satélites” que comparten la misma visión del hip hop y de los feminismos que yo.

Madame Rap participa este año en la programación del festival Les Femmes s’en mêlent (Las Mujeres se mezclan).
Stéphane Amiel lanzó este festival el 8 de marzo de 1997 y, desde hace 21 años, se dedica a sacar a la luz a las artistas femeninas independientes, de la escena rock, pop, electrónica y alternativa internacional. Madame Rap colaboró con él en la edición 2017 del festival, en el marco de un concierto de Sônge y Little Simz en La Gaîté Lyrique, en París. Las cosas salieron bien y descubrimos que teníamos una visión común de la música, una misma pasión por encontrar los talentos y el mismo gusto por la música independiente. Stéphane nos confió entonces una parte de la programación de hip hop del festival de 2018. De golpe, este año, Madame Rap organiza una tabla redonda seguida de un freestyle en La Machine du Moulin Rouge en París el 15 de marzo. Y programamos una actuación 100% de rap femenino el 17 de marzo, con la rapera suiza KT Gorique y las estadounidenses Blimes Brixton y Reverie. Teníamos ganas de exponer a artistas que seguíamos desde hace mucho tiempo y con las que ya teníamos vínculos. Es el caso de estas tres MC [Maestras de Ceremonias, artistas de rap]. Claro, apreciábamos su música y sus cualidades escénicas, pero también quisimos privilegiar el aspecto humano.

El festival se abre con Virginie Despentes, que leerá con música la novela El Requiem de los inocentes de Louis Calaferte, ¿era importante iniciar así las cosas?
Virginie Despentes y este texto de Calaferte, a la vez muy potente y muy incómodo, incluso problemático, de inmediato plantea el escenario. Creo que la idea era tener una figura feminista fuerte y transversal, como quiere ser el festival que, aunque niega que haga política, forzosamente la hace. Porque el simple hecho de programar a mujeres artistas es político, sobre todo cuando sabemos que hoy el 97% de los grupos programados por los grandes festivales de música están compuestos exclusiva o mayoritariamente de hombres.

¿La mayor parte de las artistas que expone Madame Rap consideran su trabajo como “político”? ¿Es un término pertinente?
Algunas, sí; otras, en absoluto. Pienso que la etiqueta “político” que se pega al rap es también un cliché. El rap no es forzosamente “gangsta” o “consciente”. Existen muchas formas de rap, a veces sin mensaje. Pero el hecho de querer etiquetar a cualquier precio a las raperas es una manera de ponerles una presión adicional, como si ellas no tuvieran el derecho de hacer música festiva o ligera como cualquier otro artista. Las MC abiertamente militantes, como la feminista guatemalteca Rebeca Lane, el colectivo de 17 islandesas Reykjavíkurdaetur, que denuncia el body shaming —juzgar a alguien, a menudo mujer, según su apariencia física— y la cultura de la violación, o la rapera togolesa afrofeminista Milly Parkeur, que milita por la interrupción voluntaria del embarazo, reivindican este enfoque político. Otros lo refutan —aunque algunos de sus temas son claramente “comprometidos”— porque ellas son mucho más que eso, y saben que al usar esta etiqueta se arriesgan a ser encasilladas.

De Estados Unidos a Guinea, de Inglaterra a Irán, de Sudáfrica a Birmania, se rapea de norte a sur: es lo que se descubre al dejarse caer en Madame Rap. ¿Qué líneas centrales emergen entre todas estas corrientes, países y palabras?
El punto común entre todas estas raperas, en primer lugar, es que todas tienen cosas que decir. Muchas. Y que ellas no son lo suficientemente escuchadas globalmente. Aunque eso difiere según el país, las raperas en general son poco visibles en los medios mainstream y obligadas a evolucionar en los circuitos independientes. Lo mismo se constata en las grandes majors, que tienden a querer formatear a las artistas, quienes, si se niegan a plegarse a estos dictados, deben trabajar con los medios de que disponen, en autoproducción y con las estructuras independientes. Lo cual está muy bien, pero les impide a veces brillar y alcanzar una gran audiencia. Finalmente, excepto en Estados Unidos, a las raperas a menudo les faltan referencias que convenzan al mismo tiempo a los puristas y al gran público.

Recientemente, el rapero Vins compuso una pieza titulada “Me too”, en apoyo al movimiento en cuestión. Tú dialogas con raperos masculinos que abordan las problemáticas de violencias contra las mujeres, pensamos también en D’ de Kabal. ¿Su voz llega a sus colegas masculinos?
Sí. Existe una tendencia reciente en determinados hombres dentro del rap a reflexionar sobre estos asuntos y a tomar conciencia de ciertas cosas. Puede que sean las repercusiones de #BalanceTonPorc [‘Muestra a tu cerdo’, versión francesa del #MeToo] y #MeToo, o el advenimiento de una nueva generación de MC mucho más gender fluid (que no reconoce la binaridad de géneros) que sus mayores. Si en Estados Unidos artistas como Kendrick Lamar, Common, Lupe Fiasco o Drake —quien recientemente se enfrentó a un acosador que manoseaba a las mujeres en pleno concierto— se desmarcan desde hace varios años de la imagen de “gangsta”, cargada de testosterona, los raperos franceses han necesitado más tiempo. Pero sin embargo, vemos emerger a los Hyacinthe, Eddy de Pretto y Lomepal, que rompen los códigos de género. ¡Incluso Kaaris se pone a demoler el patriarcado! Las malas lenguas dicen que es por dar que hablar y que estos artistas se hacen los feministas con fines de marketing. Pero si el feminismo sirviera para vender, se sabría ¿no? Por otra parte, es por eso que hoy vemos emerger un rap queer, donde los artistas LGTB+ tienen su sitio, al contrario que en otros estilos de música. El rap es una música que vive con su tiempo y se adapta más rápido que las otras a las evoluciones sociales.

No se puede negar que existe, igual que un lavado de cara ecologista, una recuperación “pop”, liberal y muy bien vista de un determinado feminismo, ¿no?
Sí. Un tipo de marketing feminista tiene el viento a su favor. Nuestras sociedades occidentales capitalistas recuperan todo con un cinismo sin complejos. Todo está bien para hacernos consumir lo que sea y hacernos creer que, si no lo hacemos, no somos verdaderamente “cool”. Existe una recuperación de marketing del girl power, especialmente desde las Spice Girls.

Hoy podemos comprar un bolso “Féministe” en Monoprix o unas bragas “FEMINIST” en Undiz. Dior se ha atrevido con la camiseta “We Should All be Feminists” (Todas deberíamos ser feministas), eslogan sacado del título de las charlas TED y del libro de Chimamanda Ngozi Adichie, ¡todo por la módica suma de 550 euros!

Pero como decía la escritora africana en una entrevista en el Guardian: “Por favor, ¿puede la gente dejar de decirme que el feminismo es sexy? Porque no lo es. Honestamente. Os puedo decir que yo vendería más libros si dijese que ya no soy feminista”. Puede que sea optimista o ingenua, pero pienso que la gente no es pardilla y saben ver la diferencia entre una camiseta y una acción política. En todo caso, a parte de los burgueses que tienen ganas de encanallarse con un bolso girl power, no veo a nadie caer en la trampa.

También eres música y bailarina. Has experimentado el hip hop, cuyas letras y energía han estado para muchas en vuestro recorrido militante y feminista. Ante todo, la página pone delante las trayectorias de vida, ¿por qué?
Porque las trayectorias de vida no se cuentan nunca. Hoy, en Francia, los grandes sellos/medios están encerrados en la binaridad: quieren raperas “calientes” a lo Lil’Kim o Nicki Minaj o tomboys [chicas con apariencia masculina] a lo Casey o Princess Nokia. Más allá de estos arquetipos, buscan los conceptos: la rapera feminista, lesbiana, pobre, con velo, vegana… No tienen interés por lo artístico y encasillan a las MC.

Desafortunadamente, este fenómeno afecta a todos los artistas, mujeres u hombres, y los raperos son también presentados de manera muy caricaturesca y condescendiente en los medios. Pero las mujeres sufren una doble capa de discriminación (con el sexismo), incluso triple (con el racismo), o cuádruple (con la lesbofobia o la LGTB-fobia). Lo que nos interesa es lo artístico y lo humano. Intentamos ofrecer una tribuna a estas raperas y darles la oportunidad de que nos cuenten su trayectoria para, espero, inspirar a otras a hacer lo mismo.

“Tu estilo es tu culo es tu culo es tu culo / Tu estilo es mi ley cuando te pliegas a ella guarra”. Léo Ferré [uno de los grandes compositores de la chanson], y no Booba esta vez. El sexismo, dices, se ve mejor en la voz florida de muchos cantantes de “variété francesa". 
No nos damos cuenta porque está arraigado en nuestros cerebros desde nuestra infancia y porque a todos y todas se nos han inoculado esas grandes mierdas sexistas y racistas desde Claude François hasta Julien Clerc y su atroz “Mélissa”. Sardou por supuesto, hasta Calogero, con su horrible clip “En apesanteur”, que se supone romántico pero que de hecho celebra el acoso sexual, o Bertrand Cantat, el bad boy tanto en la escena como en la vida real. Se supone que estos tíos son modelos de galantería, gentlemen y referencias populares. Sin embargo, cosifican a las mujeres y hablan de su deseo por chicas de las que se ignora su grado de consentimiento, porque todo está encubierto por la supuesta canción de amor o por el rock’n’roll. Resultado: se nos mete estos estereotipos desastrosos en la cabeza y aprendemos que estos cantantes son musts para ligar, mientras que no son más que puros productos del patriarcado y vehiculan una imagen catastrófica de la seducción y de las relaciones mujeres/hombres. Pero lo hacen todo con suavidad, como si nada, sin “guarra”, “puta” u otros insultos. Así que eso se acepta muy bien, mientras que los raperos serían brutos limitados, chusma misógina, salvajes capitalistas o delincuentes iletrados. Estos modelos de masculinidad son caducos, nocivos y hacen inaudible cualquier otra forma de masculinidad. El único discurso aceptable es el discurso dominante del hombre blanco heterosexual burgués. Es el esquema clásico del dominante que echa la culpa a las categorías que oprime, para conservar sus privilegios y continuar ejerciendo su dominación.

Dices que te molesta el uso del término “música urbana”.
“Música urbana” no quiere decir nada y es apropiación cultural. Es una expresión fabricada por la clase dominante, que ha sido atribuida a una cultura despreciada para institucionalizarla, recuperarla y dañarla. Decir “culturas urbanas” permite desdemonizar el hip hop a los ojos de quienes no lo conocen y no lo respetan. El hip hop reúne el rap, el graffiti, la danza, el DJing, y el beatboxing, pero en “música urbana” se mete cualquier cosa en el mismo saco: el RnB, el soul, el reggae y el rap, es decir, las músicas de no blancos. En líneas generales, de jóvenes negros y de árabes violentos que vivirían dentro de esta famosa, grande y única “banlieue que-da-tanto-miedo”. Es cómo las fórmulas “black music” o “músicas del mundo”. ¿Existiría una música rural, marina, forestal, blanca, gay o que venga de Urano?

Madame Rap abre la tapadera que hay sobre lo que usualmente se llama lo “underground”, que el historiador del rock Greil Marcus estima como la base motriz de toda evolución artística. En la era de internet, ¿qué alcance le das a esta idea?
Se abusa del término “underground”, un poco como “comprometido” o “desplazado”. Prefiero el término inglés “underdogs”, difícilmente traducible, que significa a la vez “desecho de la sociedad”, “marginal”, “dejado/a de lado”, “no conforme”, “loser”, “rebelde”… En líneas generales un underdog es un individuo enfrentado a una forma de discriminación y de injusticia social, percibido por la sociedad dominante como un inadaptado. Estas son esas mujeres, esos hombres, esos/as divergentes, degenerados/as, escandalosos/as, fuera de norma, imperfectos/as, esos parias, esos libres pensadores a quienes no se les da la palabra porque no vuelven a las casillas. Es también esa parte de todos nosotros/as que ocultamos porque sabemos que será mal percibida. El underdog es nuestro lado oscuro que, a veces, remueve y desestabiliza, pero también el que insufla el impulso de vida y de creación, que hace que nos aceptemos tal como somos, con nuestras fragilidades y nuestros vicios.

¿Cuáles serían esos underdogs que jalonan y alimentan tu propia trayectoria?
Prince, sobre todo. Gracias a él, con siete años, descubrí la música, el jazz, el blues, el soul, el funk, el rock, el rap y muchos artistas que me acompañan desde entonces. Descubrí una persona que tocaba todos los palos y trascendía las etiquetas, pero también la no binaridad, la androginia, el problema dentro del género, el feminismo. Siempre puso a las mujeres delante, sin cosificarlas o al contrario desexualizarlas, tratándolas justo como iguales, seres humanos, verdaderas artistas y no como figuras decorativas. Mediante sus letras torturadas al máximo sobre melodías animadas y almibaradas —o a la inversa—, descubrí su genio y su mediocridad, la complejidad de nuestras contradicciones. Es también “gracias” a él que con 13 años cogí prestada La Bâtarde, de Violette Leduc, en la biblioteca municipal de Tours porque el violeta era el color de Prince y él había hecho una pieza titulada Poor Little Bastard. ¡Y no me arrepentí!

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Así que Violette Leduc después, pero también Angela Davis, Christiane Taubira, Virginie Despentes, Annie Ernaux, Kathleen Hanna, Frida Kahlo, Maya Angelou, Me’shell Ndegeocello, Courtney Love, Jeanette Winterson, bell hooks, Audre Lorde, Sylvia Plath, Monique Wittig, Betty Davis, Virginia Woolf, Kate Chopin, Amanda Palmer, Queen Latifah, Missy Elliott…

Fuera de estas celebridades, también tuve un profesor de teatro, Vincent Martin, cuando yo era pequeña en Compiègne, en Oise, que me marcó mucho porque tenía un planteamiento muy instintivo, basado en la improvisación. En la facultad de inglés, también me crucé con profesores underdogs que enseñaban a contracorriente. Especialmente Cécile Coquet, que tenía un curso titulado “Black Protest” sobre el movimiento de derechos civiles en Estados Unidos y que es, en parte, responsable de mis compromisos actuales. Gracias a ellas por existir.

¿Cómo te gustaría ver crecer Madame Rap?
Me gustaría que no haga falta que exista Madame Rap. Es decir, que los festivales, programadores de salas, medios y casas de discos visibilicen espontáneamente a las mujeres sin que haya que recordárselo constantemente. En un mundo igualitario, Madame Rap nunca hubiera tenido necesidad de ver la luz. A corto plazo, me gustaría que Madame Rap pueda montar sus propias iniciativas sin depender forzosamente de otras estructuras. Para eso, necesito dinero: es lo más importante. Así que debo partir a la búsqueda de financiación.

Antes de terminar, ¿nos contarías las tres trayectorias de artistas que más te hayan marcado?
Krudas Cubensi, un dúo de raperas queer cubanas. Descubrí su clip “Mi cuerpo es mío” en 2014: compila imágenes de militantes feministas de todo el mundo. Pusieron una imagen de mi acción pro-aborto en la iglesia de La Madeleine en 2013. ¡Aluciné! Son muy interesantes porque es por su acción social que estas dos “artivistas”, Odaymara Cuesta y Olivia Prendes, se lanzaron al hip hop. Son poetas, artistas, educadoras y músicas, y han trabajado en Cuba con mujeres y poblaciones queer, no blancas o inmigradas, con el fin de favorecer su integración y valorizar sus diferencias. Está también el colectivo GOTAL, fundado en 2009, compuesto por cuatro artistas senegalesas —Venus, Anta Ba, Lady Zee y DJ Zeyna— que usan el rap para llevar a cabo acciones sociales para la población, y especialmente a las mujeres jóvenes. Entre sus principales combates, la prevención del cáncer de pecho y del cuello del útero y los estragos de la depigmentación de la piel. Finalmente, la rapera indonesia Yacko tiene una trayectoria bastante increíble. Es una estrella de rap en Indonesia y es también profesora en la universidad, ¡donde enseña comercio y rapea durante sus clases! Está muy involucrada en la lucha por los derechos de las mujeres, especialmente contra el acoso callejero y el slut-shaming [tildar de puta, atacar a las mujeres por transgredir códigos sociales relacionados con la sexualidad].

ENTREVISTA PUBLICADA ORIGINALMENTE EN REVUE BALLAST.
Archivado en: Hip hop
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