Medios comunitarios
La revolución será traducida

La traducción como herramienta de intercambio de estrategias y sabiduría entre comunidades
Karlene Harvey traducción
Ilustración de Karlene Harvey

Jane Shi  es una colona china queer que vive en los territorios propios, tradicionales y ancestrales de las  Naciones Originarias  de Musqueam, Squamish y Tsleil-Waututh.

15 nov 2021 04:00

“El agua tiene una sintaxis / todavía estoy aprendiendo / una voz intermedia”

—Rita Wong, “Pacific Flow”


“¿Hablas chino?” me preguntó una pareja de ancianos chinos cuando me encontraba en el extremo de un bloqueo en las calles Clark y Hastings de Vancouver. Era el segundo día de acciones solidarias con el pueblo Wet'suwet'en después de que el 6 de febrero la Real Policía Montada de Canadá (en adelante, RCMP) invadiera el puesto de control de Gidimt'en, cerca del campamento Unist'ot'en. Después de un día lluvioso, había salido el sol.

“Ay, mecachis”, pensé. “¿Cómo se decía norte en mandarín? Vale, Beijing (Pekín) está al norte, así que bei significa norte, y si señalo hacia arriba…. Eh, esto...”

Tuve medio segundo para poner en orden mis pensamientos: “Resulta que la policía entró en... las tierras de las Naciones Originarias al norte... El gobierno... está robando... las tierras indígenas... y robando a sus hijos... Por eso estamos aquí, para decir que eso no está bien...”

En ese momento no tuve el vocabulario necesario para explicar que estábamos boicoteando Canadá en solidaridad con el pueblo Wet'suwet'en y su defensa pacífica de sus territorios en contra de la construcción ilegal del gasoducto de Coastal GasLink, contra la invasión de la RCMP y contra la violencia colonial canadiense. No tuve palabras (y no las tengo todavía en ningún idioma, de hecho) para expresar el dolor y la pérdida que sufren las comunidades indígenas debido a los campamentos de hombres repletos de trabajadores del gasoducto y a la violencia que infligen sobre las mujeres indígenas y a las personas dos espíritus; a la destrucción del entorno de los allegados no humanos; y a la devastación de los terrenos medicinales, de caza y los lugares sagrados.

En ese momento no tuve el vocabulario necesario para explicar que estábamos boicoteando Canadá en solidaridad con el pueblo Wet'suwet'en y su defensa pacífica de sus territorios.

No obstante, la pareja me entendió y asintió con la cabeza. Me contestaron y fingí entender lo que me decían. Cuando se alejaron, me uní de nuevo al bloqueo.

Entablar conversación con personas desconocidas que hablan chino, sobre todo si son personas mayores, es algo que me ocurre con bastante frecuencia. A pesar de que no sea capaz de leer un menú en chino ni de memorizar las rutas de los autobuses urbanos, mi habilidad para hablar mandarín y mi juvenil forma de andar hacen que me encuentre a menudo interpelada por ancianos parlanchines. Sin embargo, no es tan común que estas charlas tengan lugar entre las multitudes de la desobediencia civil mientras ayudo a cortar el tráfico en el puerto de Vancouver.

Esa misma noche creé un documento de Google: “Cómo explicar en chino lo que está ocurriendo con el pueblo Wet’suwet’en”.Mi intención era ayudar a otros hablantes que tienen la lengua china como parte de su patrimonio cultural (yo incluida) a ampliar nuestro vocabulario para así poder explicar la situación actual a nuestros familiares, parientes y vecinos de habla china. Pedí a personas que conocía por Twitter y a nivel local que tradujeran palabras como “jefes hereditarios”, “RPMC” y “soberanía indígena”, y también eslóganes como “consultar no es consentir”, “respetad la ley indígena” y “la reconciliación se acabó”.

Como emigrante china que llegó a Canada siendo una niña, no me quedan más que migajas de un idioma, el mandarín, que he heredado de mis padres. La creación de este documento fue mi forma de pedir a mi comunidad diaspórica que ofrecieran sus habilidades e ingenio en un momento en el que nuestra participación es esencial. Lo que siempre ha sido una causa de dolor (mi falta de fluidez y de conexión con mi familia y cultura) se convirtió en mi motivación.

Al día siguiente, escribí “Respetad la ley indígena” en chino en un cartel y me dirigí al bloqueo.


Una historia de solidaridad entre inmigrantes e indígenas


Cuando las acciones en solidaridad con el pueblo Wet’suwet’en paralizaron el tráfico y bloquearon las lineas de ferrocarril en febrero, OMNI Television fue la única cadena de televisión en lengua china que cubrió los bloqueos por todo el país. Emitieron una entrevista en cantonés con Bill Chu, fundador de la Sociedad Canadiense por la Reconciliación. Chu es uno de los muchos colonos chinos que está sacando a la luz las relaciones entre los pueblos indígenas y los 15 000 inmigrantes chinos que construyeron las vías de ferrocarril y que ayudaron a cimentar el incipiente Estado canadiense.

En la década de 1880, en la zona interior de lo que hoy día llamamos Columbia Británica, los pueblos indígenas y los trabajadores chinos se unieron en ocasiones para luchar contra la violencia y discriminación que sufrían por parte de los trabajadores y capataces blancos. Los Nlaka’pamux recuerdan historias de cuidados recíprocos, como las veces en las que los pueblos indígenas cuidaban y sanaban a los trabajadores de ferrocarril que eran abandonados a su suerte para morir en las vías. Todavía se pueden ver los restos de las viviendas semienterradas de los Nlaka’pamux entremezcladas con residencias chinas abandonadas, algunas de las cuales se asemejan a las viviendas semienterradas tradicionales de los Nlaka’pamux. Los Sto:lo también recuerdan a los trabajadores ferroviarios chinos que murieron de gripe en Sxwóxwiymelh y a los mineros que murieron en una explosión en Lexwopopeleqwith’aim.

Hoy en día veo ecos similares de las protestas de Hong Kong en el verano de 2019 en los bloqueos ferroviarios de los Wet’suwet’en en 2020.

Un detalle inquietante de la investigación de Chu es el paralelismo que establece entre la masacre de la plaza de Tiananmén de 1989, en la que cientos de protestantes fueron masacrados por el ejército chino, y la llamada “crisis de Oka”, la lucha para proteger un cementerio Kanien’kéhaka de ser profanado por un campo de golf en 1990. Hoy en día veo ecos similares de las protestas de Hong Kong en el verano de 2019 en los bloqueos ferroviarios de los Wet’suwet’en en 2020. Para organizar las protestas en Hong Kong se utilizó una aplicación de chat encriptado llamada Telegram, que más adelante se convirtió en una fuente clave de noticias durante la ocupación de las escaleras de la asamblea legislativa de la Columbia Británica, que fue liderada por jóvenes indígenas y duro varias semanas.

En estos momentos de movilización masiva tenemos la oportunidad de compartir estrategias y sabiduría entre nuestras comunidades, pero dicho intercambio no puede tener lugar sin la traducción, que nos ayuda a construir unas relaciones recíprocas al mismo tiempo que revela unas experiencias de violencia estatal similares.

hokzyn himed

La traducción en los movimientos de base


La traducción de base empezó mucho antes de mi muy reciente experiencia.

Cuando el enclave de inmigrantes de Strathcona fue parcialmente derribado en la década de 1960 por el gobierno municipal para preparar el terreno e intentar construir una autopista a través del barrio chino de Vancoucer, Shirly Chan tradujo para su madre, MaryLee Chan, que fue quien organizó las primeras protestas en contra de la autopista.

Otras traducciones intergeneracionales similares resultaron cruciales en las audiencias públicas sobre el número 105 de la calle Keefer en 2017,cuando los residentes del barrio chino de Vancouver lucharon contra una recalificación que permitiría la construcción de tres alturas adicionales de viviendas de lujo en los edificios. Durante las audiencias, los testimonios de los ancianos chinos de bajos ingresos se vieron reducidas a la mitad porque las ordenanzas municipales no contaban con la traducción en el tiempo asignado a las intervenciones.

En el año 2014, dos años antes de erigir el tótem de los supervivientes en el barrio de Downtown Eastside de Vancouver en homenaje a los supervivientes del colonialismo, la pobreza y el racismo, asistí a una reunión de ancianos de las Naciones Originarias y de China. Eran ancianos que habían convivido durante mucho tiempo como vecinos pero que apenas interactuaban debido a las barreras lingüísticas, y aquella fue la primera vez que fueron capaces de intercambiar historias. Escuchar cada frase de sus historias repetida en inglés, cantonés y mandarín hizo que me diera cuenta de lo poderosa que puede ser la traducción como herramienta de comunión entre comunidades.

El verano pasado, una publicación online de izquierdas llamada Lausan que surgió tras las protestas en Hong Kong tradujo del inglés al indonesio las historias de los trabajadores inmigrantes del sudeste asiático de Hong Kong y los testimonios de trabajadores sexuales del chino tradicional al inglés. En el año 2017, el colectivo activista de justicia para los inmigrante No One Is Illegal (Nadie es ilegal) tradujo el discurso de bienvenida de Nisga’a Elder a un refugiado punyabí del inglés al punyabí. En 2016, durante el punto álgido del movimiento Black Lives Matter, hubo personas que empezaron a traducir textos sobre justicia racial, violencia policial y antinegritud a sus lenguas maternas (árabe, bengalí, farsi, tagalo) y así fue como empezó Letters for Black Lives (Cartas por las vidas negras).

Este año, el grupo Asians in Support of Wet’suwet’en (Asiáticos en apoyo de los Wet’suwet’en), formado poco después de que yo creara mi documento, redactó una declaración de apoyo al pueblo Wet’suwet’en y lo tradujo a 15 idiomas.

Una semana después del bloqueo de las calles Clark y Hastings, las organizadoras Kimberley Wong y Rachel Cheang convocaron una fiesta intergeneracional para crear pancartas en el barrio chino de Vancouver. Allí encontré a varios ancianos que que conocía de mi trabajo en un proyecto de arte y narrativa para ancianos chinos esmerándose en pintar los caracteres de “Respetad la soberanía indígena” y “Vergüenza de RCMP” en chino tradicional. A su alrededor otros habían creado carteles coloridos en birmano, bantoano, tagalo, español, vietnamita y coreano.

Cuando varios de nosotros llegamos al bloqueo ferroviario de Renfrew aquella misma noche, el pequeño grupo de personas que formaban el bloque se agitó y vino hacia nosotros. Explicamos a las mujeres y los ancianos lo que habíamos escrito en nuestros carteles y pancartas. Pensé en los antepasados chinos que construyeron tanto las vías ferroviarias que habían desplazado a los pueblos indígenas, así como en las primeras relaciones solidarias entre ellos. Cuando la policía de Vancouver entregó una orden judicial algunos minutos después de nuestra llegada, me pregunté si nuestra muestra de apoyo a los defensores de las tierras Wet’suwer’en suponía una amenaza para Canadá, la misma amenaza que supuso la relación entre los trabajadores inmigrantes chinos y los pueblos indígenas hace muchas generaciones.


Las personas que traemos con nosotras

A pesar de que los colonos racializados se beneficien y sean cómplices del desahucio de los pueblos indígenas, el mes de febrero nos mostró que existe un camino claro hacia la transformación de nuestro cometido en las tierras robadas.

Leanne Betasamosake Simpson apunta en el artículo titulado “Estar con la tierra protege la tierra” que “las prácticas de protección de la tierra que da vida de los Wet’suwet’en me recuerdan que los bloqueos son como los diques de los castores. Puedes situarte al lado de una pila de palos que bloquean el curso del río y quejarte de las molestias, o puedes sentarte junto al estanque y ser testigo de la magnífica genialidad vital de los castores: estanques profundos que no se congelan para sus compañeros peces, que hacen que los pantanos estén repletos de comida para los alces, ciervos y uapitíes, de lugares para refrescarse y donde esconder a las crías, con fango para mantener lejos a los mosquitos, claros para que la luz del sol los caliente y consiga crear en los bordes un hábitat acuático cálido y poco profundo para los anfibios e insectos, cascadas que derivan en pozas aguas para los alevines, gravilla para el desove, y hogar y comida para los pájaros. Los bloqueos son tanto una negación de la destrucción como una afirmación de la vida”.

Los defensores indígenas de las tierras crearon desinteresadamente en esos estanques y pantanos las condiciones para que prosperase la solidaridad in/migrante, las condiciones para una revolución que debe traducirse.

Cuando la policía de Vancouver entregó una orden judicial algunos minutos después de nuestra llegada, me pregunté si nuestra muestra de apoyo a los defensores de las tierras Wet’suwer’en suponía una amenaza para Canadá, la misma amenaza que supuso la relación entre los trabajadores inmigrantes chinos y los pueblos indígenas hace muchas generaciones.

En los bloqueos serví chocolate caliente para los más pequeños, comí un boniato caliente recién horneado y fui testigo de la reclamación indígena de la tierra, la lengua, la canción y la ceremonia. Me sentí bienvenida donde normalmente no lo soy, en los espacios activistas convencionales. Esta calidez y cuidado intergeneracional contrastaron notablemente con la violencia de la policía, que prohibía a los medios de comunicación y a los testigos grabar las detenciones mientras se sucedían, prohibía a los abogados hablar con los jóvenes indígenas detenidos y separaba a las personas arrestadas en furgones policiales a pesar de que la negociación duró horas y horas. Días después me sentía asqueada al recordar sus uniformes y pistolas.

Si ese asco es tan solo una pizca de lo que sienten los pueblos indígenas, despojados de sus tierras y criminalizados por defenderlas, entonces la calidez y la esperanza del bloqueo es un destello del futuro por el que los pueblos indígenas están luchando.

Cuando los hablantes de la lengua Wet’suwet’en traducen sus historias, leyes y sistema de gobernanza al inglés para que el mundo colonial los entienda, están compartiéndolo generosamente, al mismo tiempo que experimentan la violencia colonial y la supresión por parte del Estado canadiense.

Cuanto mayor sea el público y más ruidoso sea nuestro rechazo al robo y la violencia perpetrados por el Estado de Canadá, más probable será que el Estado dé marcha atrás. Cuando traemos a los antepasados, ancianos, tías y jóvenes de nuestras comunidades, solo entonces cabe la posibilidad de la victoria.

Hasta que la RCMP y Coastal GasLink abandonen las tierras de los Wet’suwe’ten, y hasta que la soberanía indígena se respete de forma plena, habrá panfletos por todas las calles del barrio chino, los buzones se llenarán de fanzines sobre el pueblo Wet’suwet’en y Telegram sonará una y otra vez. Dejemos que esos mensajes sean olas.


Sobre este blog

Guerrilla Media Collective es una cooperativa de traducción feminista y orientada al procomún. Somos un grupo internacional de profesionales empeñadas en preservar el arte de la traducción y concebimos la cooperativa como una herramienta de trabajo sostenible, digno y ético para las trabajadoras del sector del conocimiento. Traducimos, corregimos, editamos y diseñamos campañas de comunicación. Nuestro objetivo es ofrecer un resultado final impecable cuidando de las personas que lo hacen posible. Por eso abogamos por el cooperativismo como una alternativa justa y solidaria en un sector cada vez más precarizado.

 
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