Central nuclear de Zaporiyia
La central nuclear de Zaporiyia (Ucrania)

Guerra en Ucrania
Instalaciones nucleares como objetivos militares: el caso Zaporiyia

Es urgente disponer de un Convenio o Tratado global de no agresión a instalaciones nucleares que impida que dichas instalaciones (y también presas, instalaciones químicas, etc.) se utilicen como objetivos militares.
Exjefe de cooperación internacional en investigación nuclear de la Comunidad Europea de la Energía Atómica (Euratom), 2008-2016.
25 jul 2023 06:58

El pasado domingo 23 de julio, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), denunció haber encontrado minas antipersona en las instalaciones de la central nuclear de Zaporiyia. Se trata de la última entrega de una deriva preocupante:  Por primera vez en la historia una central nuclear deviene objetivo militar durante una guerra. Ello pone en evidencia la carencia de un convenio o tratado global ratificado de no agresión a instalaciones nucleares, o de otro tipo, cuya destrucción conlleve un gran impacto en la población. Por otra parte, los estándares y guías de protección y seguridad nuclear del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), sin mandato para contextos bélicos, no pueden actualmente aplicarse a instalaciones nucleares en conflictos armados.

Tampoco puede ser admisible que la paulatina pérdida de niveles y márgenes de seguridad, que viene padeciendo desde hace tiempo la central nuclear de Zaporiyia, esté gestando un desastre a cámara lenta ante la frustración de la comunidad internacional. Ciertamente, el inseguro suministro eléctrico necesario para mantener sus sistemas de seguridad, las dificultades en mantener su inventario de refrigerante como consecuencia de la destrucción de la presa de Kajovka, la disputa de la central con explosiones y bombardeos en pleno frente de guerra, así como la insuficiencia actual de personal para asegurar un adecuado mantenimiento de todos los equipos, son elementos todos ellos que hacen inaceptable a medio plazo la situación de la central de Zaporiyia.

En el pasado ya se llevaron a cabo operaciones militares sobre instalaciones nucleares como la del reactor nuclear de investigación iraquí Osirak (clase Osiris francés) destruido en 1981 por F-16 israelíes, así como la de los dos reactores en construcción de la central nuclear iraní de Bushehr (Siemens-KWU) bombardeados en 1987 por cazas iraquíes durante la guerra Iraq-Irán. También hubo acciones militares en 1991 durante la guerra de Eslovenia en el emplazamiento de la central nuclear de Krško (Westinghouse).

La central nuclear de Zaporiyia está siendo disputada entre las partes como objetivo de guerra, una situación nueva y sin precedentes ante la que la comunidad internacional no está preparada

Mientras que las acciones anteriores fueron en cierta manera puntuales, la central nuclear de Zaporiyia está siendo disputada entre las partes como objetivo de guerra, una situación nueva y sin precedentes ante la que la comunidad internacional no está preparada. No obstante, las primeras acciones bélicas sobre instalaciones nucleares en esta guerra también afectaron la zona de exclusión de la central nuclear accidentada de Chornobyl y los centros de investigación nuclear KINR en Kiev y NSC-KIPT en Kharkiv. Aunque hasta la fecha no se ha producido ningún impacto radiológico exterior es perentorio evitar que Zaporiyia y cualquier instalación nuclear se conviertan en objetivos militares.

Al respecto, existen diversos marcos jurídicos relacionados. Las Convenios de Ginebra de 1949 fueron ampliados con varios protocolos adicionales. El Protocolo Adicional I de 1977 se refiere a conflictos armados internacionales y en su artículo 56 a ciertas restricciones sobre la protección de instalaciones. Sin embargo, entre otros países la Federación Rusa retiró en 2019 su ratificación de ese protocolo realizada en 1989 y los EEUU nunca lo ratificaron rechazando explícitamente el mencionado art.56 en su Law of War (Manual del Departamento de Defensa estadounidense). Tampoco sirve la Convención sobre Protección Física de Materiales Nucleares de 1979 del OIEA que criminaliza el tráfico ilícito y sabotaje de materiales nucleares o de instalaciones nucleares, pero no cubre ataques militares a dichas instalaciones.

Estas normas son ambiguas y confieren un cierto vacío legal, con lo que atacar una instalación nuclear puede no ser ilegal. Es pues urgente disponer de un Convenio o Tratado global de no agresión a instalaciones nucleares que impida que dichas instalaciones (y también presas, instalaciones químicas, etc.) se utilicen como objetivos militares. Aunque en la locura de una guerra algún país no se sujetase a esa norma, la propia existencia de reglas internacionales debería impedir la normalización de posibles agresiones futuras durante conflictos armados, deslegitimaría cualquier acción bélica sobre dichas instalaciones y negaría la posibilidad de justificarlas.

La anual Conferencia General del OIEA de 2019 ya reconoció la necesidad de prohibir ataques armados sobre instalaciones nucleares. Más recientemente, ha habido intentos de avanzar en ese sentido como en la Conferencia de Revisión del Tratado de no Proliferación Nuclear celebrada de agosto 2022 para prohibir que instalaciones nucleares devengan objetivos militares, incluso en escenarios con cambio de control de territorios en disputa. También la resolución votada el 29 de septiembre 2022 en la Conferencia General del OIEA que concernía al riesgo de combates en centrales ucranianas incluyendo Zaporiyia, fue rechazada por Rusia al considerar Zaporiyia ya ubicada en provincia rusa.

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Si la energía nuclear convencional de fisión debe continuar produciendo electricidad para el mundo, la comunidad internacional tiene que asegurar que sus instalaciones queden estrictamente fuera de cualquier conflicto armado. Se necesitan acciones inmediatas de la comunidad internacional para evitar una posible catástrofe durante esta guerra y reducir el riesgo actual de accidente nuclear en centrales instalaciones ucranianas. Cabe mencionar que, debido al bombardeo de algunas subestaciones eléctricas, la frecuencia de la castigada e inestable red eléctrica ucraniana cayó excesivamente en noviembre 2022 y las cuatro centrales ucranianas perdieron simultáneamente el suministro eléctrico exterior y tuvieron todas ellas que depender exclusivamente de sus grupos electrógenos diésel de emergencia, para los que preventivamente se han suministrado repuestos.

Sin embargo, también existen acuerdos muy positivos. India y Pakistán firmaron en 1988 un ‘Acuerdo de No Agresión Nuclear’ que básicamente prohíbe “emprender, alentar o participar, directa o indirectamente, en cualquier acción encaminada a destruir o causar daños en instalaciones nucleares de los dos países”. Otro ejemplo es la Agencia Brasileño-Argentina para la Contabilidad y Control de Materiales Nucleares (ABACC) creada en 1991 como la única organización binacional que comparte salvaguardias nucleares. Estos ejemplos de acuerdos bilaterales alientan una pauta similar a nivel global. También la actuación del Nuclear Security Summit de EEUU, que no se activa desde el 2016, puede ser un elemento influyente para buscar consenso y comenzar a revertir la actual situación.

Zaporiyia necesita ser protegida

La central nuclear de Zaporiyia fue intervenida militarmente el 4 de marzo 2022 por Rusia que la decretó de su propiedad 5 de octubre 2022. Sus seis reactores de diseño ruso VVER-1100 producían antes de la guerra el 27% de la electricidad ucraniana y su ubicación es crucial para el suministro eléctrico de Crimea y la región del Dombás. La central sigue operada por personal ucraniano junto con nuevos operadores rusos de Rosenergoatom y controlada por la estatal rusa Rosatom con el regulador ruso Rosteknadzor.

Con la apropiación de la central, unos cien operadores ucranianos ya habían firmado en octubre 2022 —en contra de las indicaciones de la ucraniana Energoatom— contratos con la estatal rusa Rosatom para mantener sus puestos, mientras que la operadora rusa Rosenergoatom implementaba una nueva estructura operativa, también con nuevo personal ruso. Muchos empleados de la central abandonaron con sus familias la ciudad de Energodar, en algunos momentos desabastecida de agua y electricidad. Se estimaba en abril 2023 una reducción del 75% del personal de mantenimiento, quedando en julio 2023 aproximadamente tres mil ucranianos y doscientos rusos trabajando en la central. Al respecto, Rusia sigue anunciando la contratación de personal y asegura disponer de suficientes especialistas para operar todos los equipos y realizar de forma segura los trabajos de mantenimiento de la central.

Más allá del estrés y angustia a los que se ven sometidos los operadores por el contexto bélico y las restricciones comentadas, un claro ejemplo de la desazón en que se encuentran concierne la incertidumbre sobre quién es responsable de la seguridad de la central y la cadena de mando en caso de emergencias radiológicas. A principios del 2023, Rusia pretendió activar el reactor Z-5 (sin anunciar el tipo de operación y el nivel de potencia planeados) para el suministro a zonas bajo su control, mientras el regulador ucraniano SNRIU desautorizó el 10 de febrero el reinicio de la operación hasta no recuperar Ucrania el control de la misma decretando más tarde la vuelta de parada caliente a parada fría del reactor Z-5. A finales de julio existe el propósito ruso de sustituir la parada caliente del reactor Z-5 por la del reactor Z-4, mientras que el mencionado regulador ucraniano SNRIU ordena que los seis reactores estén en parada fría. A pesar de la profesionalidad de los operadores, todas estas incertidumbres impactan negativamente en la cultura de seguridad y dificultan trabajos de mantenimiento para el buen funcionamiento de los diferentes equipos de la central.

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La dependencia ucraniana de la energía nuclear hace de estas centrales objetivo de guerra primordial. Mientras se multiplican los incidentes bélicos en instalaciones con riesgo de liberar radioactividad, como el vivido el domingo en el Instituto de Física y Tecnología de Járkov, la planta de Rivne, con cuatro reactores, se erige como el próximo objetivo ruso.

Tras el inicio de la guerra, el OIEA estableció siete pilares generales de seguridad nuclear para evaluar riesgos en contextos bélicos: integridad física de todas las instalaciones; pleno funcionamiento de todos los sistemas de seguridad; condiciones de trabajo y capacidad de los operadores para cumplir sus funciones y tomar decisiones sin presión indebida; garantizar suministro eléctrico del exterior; asegurar suministro logístico y transporte al emplazamiento; efectivo seguimiento radiológico y preparación de emergencias; y comunicación fiable con el regulador nuclear.

El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas acordó enviar inspectores del OIEA a Zaporiyia el 11 de agosto 2022. Con su primera misión de apoyo y asistencia a la central—con sus seis reactores parados— del 1 de septiembre, el OIEA concluyó que todos esos pilares de seguridad estaban en mayor o menor medida comprometidos y recomendó acciones específicas, así como el establecimiento de una zona de protección de seguridad sin equipos militares en torno a la central, ya ocupada por tropas rusas. El OIEA también estableció turnos de inspectores de seguridad nuclear, llegando el noveno turno a Zaporiyia el 15 de junio 2023. El OIEA dispone de inspectores de seguridad nuclear en las otras cuatro centrales ucranianas desde enero 2023.

Ante la imposibilidad de crear la requerida zona de protección de seguridad y los continuos combates en la zona, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas apoyó el 30 de mayo 2023 los cinco principios de protección de la C.N. Zaporiyia durante el conflicto militar establecidos por el OIEA: a) no puede haber ataques de cualquier tipo desde o contra la central, en particular dirigidos a los reactores, almacenamiento de combustibles irradiados, infraestructuras críticas o personal; b) la central no puede ser usada como almacenamiento o asiento de armamento pesado o personal militar que puedan ser usados para un ataque desde la central; c) no se puede poner en riesgo el suministro eléctrico exterior que debe estar asegurado en todo momento; d) todas las estructuras, sistemas y componentes esenciales para la seguridad deben estar protegidos de ataques o sabotajes; y e) ninguna acción que socave estos principios debe ser tomada.

Ciertamente, la fragilidad de la red e infraestructuras eléctricas ucranianas comportan un deterioro de la seguridad en Zaporiyia que sigue dependiendo del suministro eléctrico externo. El último incidente concierne a la única línea de 750 kV de las cuatro anteriores a la guerra que quedaba operativa desde agosto 2022, que se desconectó de la red eléctrica el 4 de julio 2023, con lo que las funciones de seguridad de la central dependieron ese día de solo una de las otras seis líneas de soporte externo de 330 kV que no habían estado funcionando desde el 1 de marzo 2023 y que se pudo afortunadamente recuperar justo el 1 de julio. Esto es, solamente una línea de alta tensión de las diez instaladas estuvo operativa. Cualquier corte total de suministro eléctrico externo obliga a operar la central con grupos electrógenos diésel de emergencia como último recurso, hecho que ocurrió en octubre de 2022 por primera vez en 37 años de la historia de la central, y que entretanto ya ha ocurrido hasta ahora siete veces. Esos grupos electrógenos, que se alimentan de diésel, han aumentado sus reservas de diez a unos veintitrés días.

La voladura de la presa de Kajovka representa una importante disminución del agua disponible en el embalse utilizado para refrigerar la central nuclear de Zaporiyia, situada 128 Km más arriba

Adicionalmente, la presa de Kajovka, cuyo embalse de 2155 Km² equivale a un tercio de la superficie de la provincia de Castellón, fue destruida el día 6 de junio 2023 produciendo un devastador impacto humano, agrícola y ecológico en la región y hasta en el mar Negro. La voladura de la presa representa también una importante disminución del agua disponible en el embalse de Kajovka utilizado para refrigerar la central situada 128 Km más arriba. No hubo pérdida inminente de suministro de refrigerante, pero con el nivel del reservorio rebajado a unos 11 metros, el 20 de junio ya no se puede rellenar más desde el reservorio ese estanque de refrigeración junto a la central. Mientras se desaguaba el reservorio hasta ese nivel, se logró llenar completamente el estanque hasta 16,63 metros, y actualmente dicho estanque se alimenta principalmente desde la descarga de la vecina central térmica DRES en Energodar. Aunque se calcula que con este esquema se puede refrigerar la central durante algunos meses, se están estudiando nuevas medidas para asegurar suficiente refrigeración a largo plazo.

La refrigeración segura de los combustibles nucleares, que sigue siendo el mayor reto, depende del suministro eléctrico y ahora también del estanque de refrigeración (por diseño de nivel más alto que el reservorio) cuyos portones han sido reforzados y cuya integridad estructural es vital para evitar fugas de refrigerante o un colapso. No obstante, existen medios alternativos y procedimientos de emergencia que fueron desarrollados tras el accidente de Fukushima en 2011 para mantener ese estanque en condiciones de refrigerar la central. Supervisados por el Grupo de Reguladores Europeos de Seguridad Nuclear (ENSREG), Ucrania desarrolló en 2013 un plan de acción nacional, con una última revisión en 2020, para reforzar los sistemas de seguridad frente a sucesos extremos, incluyendo la rotura de la presa de Kajovka. Consecuentemente se ampliaron ciertos procedimientos de emergencia con nuevos equipos e infraestructuras disponibles, como vehículos móviles y embarcaciones de bombeo, bombas sumergibles —que no habían sido testados en condiciones reales- o incluso apertura de pozos con tal de asegurar la refrigeración a largo plazo sin suministro eléctrico de la central, o también como recombinadores de hidrógeno y respiraderos filtrados para escenarios de accidente en la contención del reactor.

A todo ello se añaden dos elementos más que aumentan el riesgo de accidente. Por un lado, nuevos bombardeos y explosiones de minas como los habidos repetidas veces e incluso posibles sabotajes o acciones terroristas. Todo ello puede inutilizar la central destruyendo equipos convencionales no nucleares, como por ejemplo aquellos colocados en los recintos de las turbinas y alternadores eléctricos. Pero esas explosiones también podrían afectar a instalaciones con potencial impacto radioactivo como los almacenamientos de combustibles y residuos radioactivos, los equipos eléctricos que alimentan sistemas de seguridad o incluso el estanque de refrigeración o el canal de descarga de la mencionada central térmica DRES que, tras la destrucción de la presa de Kajovka, son ahora vitales para asegurar la refrigeración de los combustibles de la central. Por otro lado, también la referida imposibilidad de llevar plenamente a cabo los programas de inspección en servicio y de mantenimiento por insuficiencia de personal, ausencia de contratistas externos y carencias de piezas específicas de repuesto es otro factor de riesgo importante .

La situación en Zaporiyia con esas reducciones significativas en los niveles y márgenes de seguridad (denominada pérdida de la profundidad en seguridad) es insostenible a medio plazo. Existe un temor real y permanente a un accidente nuclear. Aunque en el estado actual de las instalaciones, un accidente tipo Chernobyl no puede ocurrir por razones físicas y tecnológicas, si ciertos sistemas esenciales de la central fuesen afectados, habría el riesgo comentado de no poder asegurar la refrigeración segura del calor residual de los reactores y del combustible irradiado. En ese caso, se podrían fundir combustibles con liberación de productos radioactivos, es decir, daño en reactores y escape radioactivo (niveles 4 o mayores en la escala de sucesos nucleares INES). La fenomenología de ese potencial accidente sería similar, aunque de menor impacto que la de un escenario tipo Fukushima (nivel 7 en escala INES), debido a que el calor residual de los combustibles a refrigerar en Zaporiyia es bastante bajo al estar parados los seis reactores desde el 11 de noviembre 2022. Sin embargo, una falta total y definitiva de refrigerante causaría un accidente de fusión de elementos combustibles con liberación de productos radioactivos que, en función de la magnitud de la fuga radioactiva, podría tener un impacto transfronterizo e indiscriminado afectando a varios países. Habría que ver la reacción del mundo, pero ese escenario alteraría el curso del conflicto escalando la dimensión de la guerra y pudiendo propiciar posibles intervenciones del exterior, no solo humanitarias.

Estándares de seguridad nuclear para conflictos armados

La guerra en Ucrania significa un gran desafío para la seguridad nuclear global, pues más allá de posibles acuerdos legales prohibiendo y tratando de impedir ataques a instalaciones nucleares, también se debe disponer de guías y reglas que permitan gestionar la seguridad de instalaciones nucleares en escenarios bélicos. Como consecuencia de las referidas acciones militares en el emplazamiento de la central eslovena de Krško en 1991, se realizaron diversas evaluaciones técnicas sobre la subcriticidad, la refrigeración de combustibles, la integridad de la contención y el inventario radiológico. Pero ese trabajo no se utilizó, como mencionado anteriormente, para desarrollar guías del OIEA para contextos bélicos, dado que el mandato del OIEA no incluye tratar conflictos armados ni instalaciones militares.

 La guerra de Ucrania debería legitimar al OEIA para controlar y apoyar a instalaciones nucleares en conflictos armados. A tal efecto, se debería posiblemente repensar y adecuar el mandato del OIEA para controlar y apoyar a instalaciones nucleares en conflictos armados

De la misma forma que la catástrofe de Chernobyl aceleró un desarrollo más profundo de los estándares de seguridad nuclear del OIEA y el accidente de Fukushima propició los diferentes planes de acción de seguridad nuclear frente a sucesos extremos tanto del OIEA, como de Euratom y otros, esta guerra debería legitimar al OEIA para controlar y apoyar a instalaciones nucleares en conflictos armados. A tal efecto, se debería posiblemente repensar y adecuar el mandato del OIEA, que depende de Naciones Unidas, para que la Comisión y los Comités de Estándares de Seguridad del OIEA puedan desarrollar plenamente estándares y guías de seguridad para ámbitos bélicos.

En esta línea, ya se está analizando hasta qué punto los estándares de seguridad nuclear actuales pueden ser aplicados a escenarios de conflictos armados. El OIEA lanzó en julio 2022 un grupo de trabajo para analizar —tomando el conocimiento y experiencia que se siguen adquiriendo en Zaporiyia— la aplicabilidad en conflictos armados de sus actuales estándares y guías de seguridad. Consecuentemente, los referidos siete pilares generales de seguridad nuclear junto con los cinco principios de protección, todos ellos establecidos por el OIEA para Zaporiyia, son también elementos básicos para el desarrollo de esos estándares y guías específicas. Tras las ocho reuniones del grupo de trabajo, la última reunión del Comité de Estándares de Seguridad del OIEA del 23-26 de mayo 2023 trató el tema de la aplicabilidad de sus estándares a escenarios bélicos. Se acordó publicar un documento técnico para orientar a la comunidad internacional, a ser actualizado conforme el desarrollo de acontecimientos en Zaporiyia y denominado TECDOC en el vocabulario del OIEA, que estudia la aplicabilidad práctica de los estándares actuales, sus insuficiencias o retos en su aplicación y las lecciones aprendidas. Además de asegurar zonas de seguridad sin equipos militares en instalaciones nucleares y prevenir su utilización como protección de tropas, se consideraría también poder colocarlas bajo control internacional en contextos bélicos. También habría que poder identificar de forma inequívoca las responsabilidades respecto a la seguridad nuclear, protección física y preparación de emergencias radiológicas, especialmente en casos de una gestión “secuestrada” de las instalaciones, tal como es el actual caso en Zaporiyia.

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Sin embargo, dado que ese ejercicio conlleva amplias dimensiones e implicaciones a largo plazo, requiere mucho análisis y cautela antes de poder elaborar conclusiones terminantes sobre la aplicabilidad de parte de los actuales estándares del OIEA. Es por ello, que mientras continue la guerra es prematuro poder validar existentes o nuevos estándares y guías del OIEA para escenarios bélicos. No obstante, el trabajo actual en el marco del OIEA propiciaría un efecto multiplicador sobre aquellos países con agencias reguladoras propias que podrían desarrollar también sus estándares nacionales.

Cabe destacar que, como agencia autónoma de Naciones Unidas creada en 1957, el OIEA es el único actor internacional coordinando asistencia técnica a las instalaciones nucleares ucranianas. Tras las inspecciones del OIEA sobre inexistentes armas de destrucción masiva en Iraq, el Premio Nobel de la Paz fue otorgado en 2005 al OIEA por “su continuo trabajo por un mundo más seguro y pacífico”. Sus programas de salvaguardias contra la proliferación nuclear son muy reconocidos, destacando también su apoyo técnico al acuerdo nuclear JCPOA de Irán con la Unión Europea, Estados Unidos, Rusia, China, Francia, Reino Unido y Alemania, así como su seguimiento del desarrollo armamentista atómico de Corea del Norte.

Aunque con limitaciones, la presencia y acción en el sitio de los inspectores del OIEA ayuda a Zaporiyia y aporta claridad informando al mundo de su situación, especialmente en un momento de alegaciones no contrastadas. El director general del OIEA, Rafael Grossi, presentó el escenario de Zaporiyia el 5 de junio 2023 a la Junta de Gobierno del OIEA, tuvo que informar justo un día después sobre el nuevo contexto tras la destrucción de la presa de Kajovka, y se personó personalmente por tercera vez en Zaporiyia el 15 de junio con el siguiente nuevo turno reforzado de inspectores. Grossi sigue negociando y buscando consenso al más alto nivel entre las partes con sus últimas reuniones en Kiev el 13 de junio y en Kaliningrado el 23 de junio. El OIEA busca también un mayor compromiso y apoyo de la comunidad internacional.

En teoría nadie desea un accidente nuclear, pero por primera vez se disputa una central nuclear como objetivo en un frente de guerra, con ambos contendientes acusándose mutuamente de desinformaciones y de preparar sabotajes o acciones terroristas en la central, lo que quebraría algunos de los mencionados principios de protección acordados pocas semanas atrás en el Consejo de Seguridad. Con la disminución de varios márgenes de seguridad, Zaporiyia se haya en una especie de periodo de gracia que no es infinito. Desde hace tiempo se viene gestando un posible desastre “a cámara lenta” y se tiene que poder actuar ahora, antes de que acontezca.

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