Fútbol
El fútbol ante la prueba del algodón

Podrán decirse muchas cosas de lo sucedido el último domingo, incluso del grupo Bukaneros, pero si hay un fondo donde el racismo se queda puertas afuera, es el de Vallecas.

Bukaneros este domingo
Aficionados del Rayo Vallecano contra el fichaje de Zozulia Dani Gago

En las últimas cuarenta y ocho horas muchos medios de comunicación vincularon la grada de Vallecas con el racismo y la xenofobia y reclamaron su cierre, un oxímoron que debería sonrojarles, cuando llevan años en sus tertulias minimizando hechos dramáticos como el asesinato de hinchas —siempre a manos de ultras de ideología de extrema derecha— y cánticos y actitudes racistas y homófobas. “Era hora de que se hiciera algo”, vienen repitiendo los mismos que elogiaron a quienes en el 2006 convencieron al camerunés Samuel Etoo de no abandonar el campo de juego ante los insultos racistas que recibía en la Romareda. El show debía continuar.

“Los árbitros deberían de tener más personalidad para detener los partidos”, declaró tras aquel encuentro entre el Zaragoza y el Barcelona el delantero maño, Ewerthon Henrique de Souza, jugador de origen brasileño. “En España he sufrido el racismo, pero no había dicho nada por no llamar la atención”, admitió.

Reclamaba un valor arbitral que tampoco apreció cuando a Dani Alves le lanzaron un plátano o los ultras del Sporting de Gijón profirieron insultos racistas al delantero del Athletic de Bilbao, Iñaki Williams. Ni siquiera cada vez que el conjunto de Euskadi pisa el Wanda Metropolitano y las acusaciones de “etarras” se repiten desde el ultraderechista Frente Atlético, uno de los fondos que con mayor impunidad hace gala de su ideología nazi, responsable del asesinato de dos rivales cuyas muertes parece que no importaron tanto como los gritos de “puto nazi” proferidos a Román Zozulia del Albacete Balompié.

Podrán decirse muchas cosas de lo sucedido el último domingo, incluso del grupo Bukaneros, pero si hay un fondo donde el racismo se queda puertas afuera, es el de Vallecas. No parece casual que el sector en el que se ubican lleve el nombre de Willfred Agbonavbare, el portero nigeriano referente para la afición vallecana.

Si hay un vídeo que debería avergonzar a todo el mundo del fútbol es el de aquel partido de 1993, cuando Willy, el portero de la sonrisa eterna, aguantó los gritos de “Ku Kux Klan”

La memoria de Willy es un símbolo de lo que la Liga, la Federación y el estamento de árbitros vienen permitiendo hacer a los grupos de ultra derecha desde hace décadas. Si hay un vídeo que debería avergonzar a todo el mundo del fútbol es el de aquel partido de 1993, cuando el portero de la sonrisa eterna aguantó los gritos de “Ku Kux Klan” y “Negro cabrón, recoger al algodón” con que lo agredió en forma reiterada el fondo sur del Santiago Bernabeu.

“Eran otras épocas” dicen quienes se aferran al paso del tiempo para justificar lo injustificable. Hace solo una semana, el “Griezmann muérete” con el que recibió el Wanda Metropolitano al jugador francés no fue de otra época, pero sí de otra ideología. El fascismo del Frente Atlético campó a sus anchas, como sucede cada domingo, pero nadie se inmutó en la protección e integridad del delantero del Barcelona.

En Vallecas el fascismo solo tiene una puerta abierta, la de la grada visitante, con los organismos de seguridad y deportivos permitiendo que grupos nazis siembren el miedo y entren al campo portando su simbología y banderas xenófobas, generalmente escoltados por un cordón policial que los acompaña también a la salida del estadio. Nadie se lleva las manos a la cabeza ni saltan las alarmas, salvo cuando la afición local intenta echarlos del barrio.

Román Zozulia, el futbolista ucraniano insultado el domingo en Vallecas, admira a Stepán Bandera, símbolo de la ultraderecha de su país, un personaje siniestro condenado por colaboracionismo con el nazismo y el asesinato étnico de judíos y polacos. Según informa el diario El Mundo, el Servicio de Inteligencia de su país ha confirmado que es “el fundador de la organización militar Narodna Armiya. Literalmente, Ejército del Pueblo”, un grupo paramilitar de extrema derecha. En definitiva, pueden cuestionarse los insultos, pero no negarse la evidencia y mucho menos acusarse de racismo y xenofobia a la grada vallecana.

A horas del clásico entre el Barcelona y el Real Madrid, la Liga, el estamento arbitral, la prensa, tienen la oportunidad de demostrar si realmente han decidido tomarse en serio poner fin a los insultos

A horas del clásico entre el Barcelona y el Real Madrid, la Liga de Fútbol Profesional, la Real Federación, el estamento arbitral y la prensa, tienen la oportunidad de demostrar si lo de Vallecas fue una caída de máscaras del establishment que domina el fútbol español o realmente han decidido tomarse en serio poner fin a los insultos en los campos de fútbol.

Pocos confían en el máximo responsable de la Liga, Javier Tebas, ex miembro de la ultraderechista Fuerza Nueva, votante de Vox y con simpatías hacia Le Pen. “En el Rayo no quieren nazis, ¿y si mañana otro equipo no quiere homosexuales?” declaró en 2017 el dirigente al programa El Transistor de Onda Cero. Todo dicho sobre su visión del mundo.

En Vallecas, mientras tanto, se siguen levantando las banderas de Willfred, contra el fascismo, el racismo y la xenofobia. Sin demasiadas expectativas de que el fútbol español supere la prueba del algodón.


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