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27 de agosto de 2015. Son halladas en un camión abandonado en Austria 71 personas fallecidas que podrían ser de origen sirio.
2 de septiembre de 2015. El cuerpo sin vida de Aylan Kurdi es encontrado en una playa turca, tras naufragar la embarcación en la viajaba con su familia intentando alcanzar la isla griega de Kos.
17 de junio de 2018. El Aquarius entra en el puerto de Valencia después de ocho días de travesía tras haber sido rechazado por Italia con 629 personas a bordo.
Entre las primeras y la última imagen han pasado casi tres años. Sin embargo, todo comienza con una imagen: un hecho que prende la mecha y hace que esa imagen comience a moverse por redes, televisiones, periódicos, etc. Se genera una espiral informativa en la que pareciera que hubiera un clamor popular por saber qué está ocurriendo en nuestras fronteras. Entre medias, el silencio.
Cada cierto tiempo, una noticia conmueve al mundo, nos llevamos las manos a la cabeza y se pone alguna solución —parcial— encima de la mesa. Una vez pasado el momento mediático, todo sigue como antes. Los movimientos políticos efectistas o las soluciones securicistas o asistencialistas han demostrado no ser la solución, sino en muchas ocasiones parte del problema. Es el momento de dejar de actuar a golpe de tragedia y titular. A golpe de imágenes sensacionalistas, lastimeras y victimistas.
Hemos de pensar en una nueva política migratoria, en un cambio estructural que nos haga cuestionarnos cómo entendemos y configuramos la movilidad humana y las políticas que tratan de regularla. Cuándo en 2015 llegaron a España por la Frontera Sur —Ceuta y Melilla— 2.338 personas, hacía más de un año que organizaciones de todo el estado habían puesto el foco en lo que estaba ocurriendo en Ceuta y Melilla, anticipando lo que serían los años siguientes. Las propuestas serias entorno a las políticas migratorias se llevan planteando años. Propuestas serias y respetuosas con los derechos humanos. Porque son compatibles y necesarias.
El pasado domingo, el Gobierno español asistía a la reunión informal en Bruselas previa al Consejo Europeo del próximo jueves tratando de reforzar su imagen de Gobierno progresista y respetuoso con los derechos humanos. De la misma manera, el miércoles comparecía Pedro Sánchez en el Congreso para explicar su posición ante la Cumbre. Tras la respuesta dada por el Ejecutivo ante la llegada del Aquarius, ahora toca reforzar su posición con mano dura pero humana. Unas propuestas que no generaron mucho disenso y que, más bien al contrario, fueron aplaudidas por todos los asistentes a la reunión convocada por Jean-Claude Juncker. Sin embargo, no se trataba más que de viejas propuestas que, con mayor o menos fuerza, han sonado a lo largo de estos años.
Estas propuestas tienen como eje principal el refuerzo del blindaje fronterizo con mayor control por parte de Frontex, convirtiéndolo ahora en una fuerza policial y reforzando el personal
Estas propuestas tienen como eje principal un refuerzo del blindaje fronterizo con mayor control por parte de Frontex, convirtiéndolo ahora en una fuerza policial y reforzando el personal (de 1.500 a 10.000 personas). Recordemos que las funciones de Frontex ya fueron ampliadas bajo el nombre de Guardia Europea de Fronteras y Costas, pero no precisamente para reforzar las tareas de salvamento sino para convertirlo en una verdadera guardia de fronteras. De hecho, ya en 2015 y tras la muerte de más de 300 personas en Lampedusa, Frontex reconoció que “el salvamento de inmigrantes no es su objetivo”.
Los centros de detención en terceros países son conocidos hace tiempo entre las que nos dedicamos a esto como los ‘guantanamitos’
Otra de esas ideas recurrentes que ahora vuelve en esta cumbre es el refuerzo de acuerdos con terceros países siguiendo el ejemplo del acuerdo de la Unión Europea con Turquía, creando centros de detención en dichos países. El primer acuerdo de este tipo fue el acuerdo firmado por España con Marruecos. Bajo él se realizan las devoluciones en las fronteras tanto marítimas como terrestres al país vecino. Los centros de detención en dichos países son conocidos hace tiempo entre las que nos dedicamos a esto como los ‘guantanamitos’. Es el caso del Centro de Detención de Nouadhibou (Mauritania), que, si bien fue creado para encerrar a las personas deportadas en virtud del acuerdo bilateral con este país, no deja de ser un centro de detención para personas migrantes fuera del territorio europeo. Esta operación de clara externalización de fronteras se completa con la aportación de 500 millones de euros para el Fondo Fiduciario de África y el desbloqueo de los 3.000 millones de euros comprometidos con Turquía.
Plataformas de desembarco, centros de "procesamiento"
Sin embargo la propuesta estrella de esta ocasión es lo que han venido a llamar “plataformas de desembarco”. Principalmente, se trata del traslado de personas migrantes a estas “plataformas” para determinar quién tiene derecho a presentar una demanda y quién no. Hay varias posturas a este respecto: Italia quiere crear estos centros en el norte de África, mientras España y Francia plantean que esos llamados “centros de procesamiento” sean en territorio europeo. Pero, en términos generales, se defiende la creación de lugares donde llegarían las personas en tránsito migratorio, se registrarían y se examinarían de manera exprés sus circunstancias a fin de determinar quiénes han de ser beneficiarios de protección internacional y, por tanto, pueden ser distribuidos (sic) entre los Estados miembros que quieran acogerlos.
Otra variante de esta medida es la defendida por el mismo Pedro Sánchez en el Pleno del Congreso de los Diputados el 27 de junio, cuando planteó la creación de puertos seguros en territorio europeo que se consideraran jurisdicción europea y no nacional de los Estados. Una medida cuánto menos confusa y contradictoria con lo dicho por él mismo días antes.
Es necesario pensar las políticas migratorias desde una lógica de derechos humanos y no desde una lógica securicista o del ‘problema’. Dejar de pensar en soluciones parciales según categorías; acabar con la dicotomía creada entre refugiado y migrante. Lo que demuestran las plataformas regionales de desembarco es lo que venimos apuntando desde que comenzó la mal llamada crisis de refugiados: el establecimiento de categorías de migrante bueno y migrante malo, entre refugiado y migrante. Esas categorías no existen, la realidad de la movilidad humana es compleja y multifactorial, y, sin embargo, es necesario tender hacia un sistema que garantice esos movimientos migratorios, repensando el sistema de asilo —totalmente obsoleto— y atendiendo a las causas de las migraciones en particular, protegiendo a las personas o grupos vulnerables en caso de que fuera necesario. No se trata de acabar con el sistema de asilo salido de la Convención de Ginebra sino de repensarlo, 67 años después, y adaptarlo a la realidad global del año 2018.
A quiénes llegan a nuestro país o a territorio europeo hay que asegurarles una atención digna, respetuosa con los derechos humanos independientemente de que, tras una primera atención, haya personas que deban ser protegidas de manera especial en el caso de reconocerse su derecho de asilo. Debe haber para ello un protocolo de acogida multidisciplinar, que contemple desde la asistencia sanitaria a la asistencia jurídica o psicosocial, acorde a las necesidades de las personas que llegan.
La respuesta por parte de los Estados a las realidades migratorias no puede seguir siendo un mercadeo de cuotas y personas
La respuesta por parte de los Estados a las realidades migratorias no puede seguir siendo un mercadeo de cuotas y personas. Ha de hacerse de manera que respete el derecho internacional vigente y los derechos de las personas que migran. Con la propuesta de centros de clasificación, nos encontramos de nuevo ante un eufemismo para una vieja propuesta: Centros de Internamiento de Extranjeros. Se trataría de centros cerrados en la UE dónde dirimir si los recién llegados pueden acogerse a la condición de refugiado o deben ser expulsados. La privación de libertad se ha demostrado innecesaria y torturante, y, por tanto, no puede ser la solución ante la movilidad humana.
Estaríamos hablando de privación de libertad sin distinción para hombres, niños y niñas, mujeres embarazadas, personas enfermas, posibles víctimas de trata —que podrían tener que convivir encerradas con los tratantes— o personas disidentes sexuales que deberían convivir y enfrentarse a la violencia ante la diversidad sexualidad en un entorno como ese. Propuesta bien distinta es la de los puertos seguros. La creación de determinados puertos dónde pudieran llegar embarcaciones de rescate y en los cuales desembarcaran las personas rescatadas, debería, para ser considerada una propuesta real, ir acompañada al menos de una nueva reforma del sistema de Dublín tendente a facilitar la movilidad dentro del territorio de la Unión Europea.
Sobre el Sistema Común de Asilo del que tanto se ha hablado, es necesario avanzar no solo en el Sistema Europeo Común de asilo (SECA) sino también en un sistema común con respecto a las migraciones, siempre y cuando no sea un sistema negociado a la baja. Debe ser un sistema común garantista basado en la solidaridad —real— entre los Estados, pero poniendo en el centro a las personas que migran, que tenga en cuenta deseos y necesidades. Un sistema que no sea un mero sistema de cuotas. Huir del planteamiento realizado, que acepta crear y reforzar SECA pero “siendo duros con la inmigración irregular”. Un sistema común de gobernanza de las migraciones que inevitablemente tiene que pasar por el establecimiento de vías legales y seguras. Y cuándo hablamos de vías legales y seguras no estamos ante una frase vacía de contenido sino ante el convencimiento de apostar por una migración segura para todas las personas, una política ambiciosa comprometida con acabar con el genocidio migratorio en el que nos encontramos. Ampliar las posibilidades para solicitar asilo en embajadas y consulados, facilitar la concesión de visados de búsqueda de empleo, flexibilizar los requisitos para la reagrupación familiar, revisar los acuerdos con países que hacen prácticamente imposible solicitar un visado para viajar a nuestro país, etc.
Al fin y al cabo, son las propias políticas que dieron lugar a lo que hoy conocemos como Europa Fortaleza las que convirtieron algo tan natural e intrínseco a la humanidad como la movilidad en un problema. Fue la propia construcción de la Unión Europea la que se fortaleció sobre las vidas de quiénes intentaron llegar aquí.
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Pues pude ser mejor. Como sigan ganando los neonazis, las políticas migratorias se harán a golpe de cañón y de torpedo. El problema es que no frenarán ahí, terminarán llevándose a los campos de concentración en el desierto centroafricano a las dafensoras de los derechos humanos junto con los refugiados. Malos tiempos para Europa