Francia
La semana más esperpéntica en la crisis de régimen en la Francia de Macron

Uno puede tener la tentación de recurrir a Karl Marx con uno de los pasajes más famosos de El 18 Brumario de Luis Bonaparte: “La historia ocurre primero como tragedia y después como farsa”. También resulta pertinente una de las frases más lúcidas de Antonio Gramsci: “El viejo mundo se muere, el nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”. O bien recordar una de las citas más conocidas de Albert Einstein: “Loco es aquel que quiere que algo distinto le pase en su vida sin hacer nada diferente”.
Las citas célebres han abundado esta semana en Francia para describir el nuevo episodio de la interminable agonía del segundo mandato de Emmanuel Macron. Ha sido el capítulo más esperpéntico de la crisis de régimen de la Quinta República, acentuada por su bombero pirómano. No obstante, este preocupante culebrón, que visibiliza la huida hacia delante del presidente y su pasión para actuar como ingeniero del caos para perpetuarse en el poder, se resume por sí solo.
Tras haber sufrido tres fracasos electorales (legislativas de 2022, europeas de 2024 y legislativas anticipadas de ese año), el jefe del Estado galo nombra por sexta vez a un responsable del Ejecutivo y vuelve a ser un dirigente afín. El primer ministro, Sébastien Lecornu, que había dimitido el lunes 6 de octubre por la mañana, es designado otra vez el viernes 10 a las diez de la noche. Y eso que desde entonces solo ha empeorado la situación para ese mandatario, de 39 años.
“Es el peor presidente en la historia de la Quinta República y espero que no sea su sepulturero”, afirmaba esta semana en las páginas de la revista liberal L’Express el ensayista Alain Minc
En la coalición entre los partidos afines a Macron y la derecha tradicional de Los Republicanos (LR) salen chispas desde el 5 de octubre por la noche, tras las críticas al Gobierno de Bruno Retailleau, ministro del Interior y líder de los conservadores, que acababa de ser nombrado. Una semana después, el culebrón por la dimisión y vuelta de Lecornu ha servido para echar a Retailleau del Ejecutivo. Pero también ha supuesto la ruptura de la alianza gubernamental entre macronistas y LR.
El macronismo en plena descomposición
El culebrón ha evidenciado, además, las profundas divisiones que se cuecen en un macronismo en pleno declive. Gabriel Attal, que llevó las riendas del Gobierno durante unos meses el año pasado y que actualmente preside el partido Renacimiento (creado por Macron en 2016), aseguraba: “Ya no entiendo las decisiones del presidente”. Lo acusa, además, “de querer acaparar el poder”. Édouard Philippe, que fue el primer ministro entre 2017 y 2020 y lidera Horizontes —una de las tres formaciones de la coalición presidencial—, pide la dimisión del jefe del Estado y que adelante a la primavera del año que viene las presidenciales de 2027. Macron no podrá presentarse debido al tope constitucional de dos mandatos, lo que menoscaba aún más su autoridad.
“Es el peor presidente en la historia de la Quinta República y espero que no sea su sepulturero”, afirmaba esta semana en las páginas de la revista liberal L’Express el ensayista Alain Minc, cicerone de las élites económicas y políticas y que hace una década fue uno de los propulsores de Macron. Su impopularidad ha igualado esta semana el récord del socialista François Hollande (2012-17), con apenas un 14% de los franceses que confía en él. “Este periodo de inestabilidad representa en cierta forma una victoria para el pueblo, porque la burguesía ya no sabe a qué santo debe entregarse”, afirmaba en un programa de debates del diario digital Mediapart el analista Nicolas Framont, redactor jefe de la revista Frustration Magazine.
“Es evidente que Macron no contemplaba otro escenario. Sabía que nombraría a un dirigente de derechas y cuyo objetivo consistiría en impulsar un Ejecutivo que mantuviera la alianza entre los macronistas y los conservadores de LR”, explica el politólogo Stefano Palombarini
Este reportero rojipobre de El Salto mentiría si no admitiera haber comido unas cuantas palomitas ante el esperpento de esta semana, que ilustra la agonía de un poder neoliberal que ha gobernado Francia de manera arrogante desde 2017. Pero lo ocurrido desde el pasado domingo resulta preocupante. Por un lado, ilustra una vez más la huida hacia adelante y el enroque de Macron, incapaz de dejar a la izquierda que intente gobernar —ni siquiera a un moderado Partido Socialista—, a pesar de que la coalición progresista del Nuevo Frente Popular quedó primera en los comicios del año pasado, aunque lejos de la mayoría absoluta. Por el otro, ha tenido lugar un triste espectáculo que favorece la desafección ciudadana y la antipolítica. Puede ser un combustible electoral evidente para la extrema derecha de Marine Le Pen. Y a eso se le suma una gestión de esta situación por parte del presidente, tanto con tintes de improvisación como de manipulación.
“Macron no contemplaba otro escenario”
¿Era un guion escrito desde un inicio? ¿Desde que dimitió el lunes por la mañana tras haberse reunido con el presidente, Lecornu sabía que volvería a ser nombrado? No hay que olvidar que en Francia la dimisión del primer ministro también es una manera para modificar la composición del Gobierno. Y lo ocurrido esta semana ha servido para forzar la salida del ruidoso Retailleau.
“Es evidente que Macron no contemplaba otro escenario. Sabía que nombraría a un dirigente de derechas y cuyo objetivo consistiría en impulsar un Ejecutivo que mantuviera la alianza entre los macronistas y los conservadores de LR —ya fuera dentro del Gobierno o solo en la Asamblea Nacional— y que intentara suavizar la oposición del Partido Socialista”, explica a este medio el politólogo Stefano Palombarini, profesor en la Universidad París 8. Los medios galos ya priorizaban desde el miércoles la hipótesis de una segunda designación de Lecornu. El considerado como el escudero más fiel del presidente justificó el sábado su decisión de retomar las riendas del Ejecutivo, “porque no había muchos más candidatos”.
“Ahora mismo la disolución (de la Asamblea Nacional) es la hipótesis más verosímil”, reconocía Olivier Faure, secretario general de los socialistas
“Cuando los dirigentes socialistas, comunistas y verdes iban a reunirse —primero, con el primer ministro dimisionario y, luego, el viernes con el presidente—, sabían que todo eso era una comedia y que no iba a nombrar a un responsable del Ejecutivo progresista”, comenta el autor de L’illusion du bloc bourgeois. “Si no lo hizo el año pasado después de las legislativas cuando era la opción más lógica, es evidente que no lo hará ahora”, añade Palombarini. A pesar de ello, el presidente contribuyó a dramatizar el culebrón dando una serie de plazos de 48 horas. De esa forma, dio la sensación de querer ganar tiempo, pero también aumentar la presión sobre la derecha republicana y los socialistas con la amenaza de unas legislativas anticipadas.
Todo ese teatro concluyó con una reunión en el Elíseo el viernes por la tarde. Fue presentada por el gabinete presidencial como “un momento de responsabilidad colectiva”. Era una manera de repartir las culpas en caso previsible de que el encuentro terminara sin acuerdo. “Salimos estupefactos. No hemos obtenido ninguna respuesta sobre nada”, lamentó Marine Tondelier, secretaria general de Los Ecologistas, al salir de ese encuentro. Básicamente, Macron les dijo que iba a nombrar a un primer ministro de derechas y que se oponía a la principal concesión que exige el Partido Socialista para aceptar el enésimo abuso democrático del jefe del Estado: la suspensión de la impopular reforma de las pensiones de 2023.
¿Hacia otras elecciones anticipadas?
“Aunque en la Asamblea hay una amplia mayoría de diputados favorables a la derogación de esa reforma”, que aumentó la edad mínima de jubilación de 62 a 64 años, “los socialistas se conformarían con una suspensión”, lamenta Palombarini. También estarían dispuestos, según este analista, a pactar unos presupuestos con Lecornu marcados por la austeridad. Lo harían “a cambio de unas subidas de impuestos a los más ricos equivalentes a 2.000 o 3.000 millones de euros, y eso que su propuesta inicial era la tasa Zucman”, que permitiría recaudar 20.000 millones anuales exigiendo a los 1.800 franceses más ricos que paguen cada año el 2% de su patrimonio.
Macron y Lecornu no están dispuestos por ahora a hacer estas concesiones al PS. Eso empuja el país a una moción de censura exitosa en contra del primer ministro y la convocatoria de otras elecciones legislativas anticipadas. “Ahora mismo la disolución (de la Asamblea Nacional) es la hipótesis más verosímil”, reconocía Olivier Faure, secretario general de los socialistas, en una entrevista este domingo en el diario La Tribune du Dimanche.
“Con estas maniobras, temo que el rechazo a la clase política crezca todavía más”, advierte el politólogo Christophe Bouillaud
La Francia Insumisa (LFI), los verdes y los comunistas anunciaron que apoyarán una moción de censura, cuya votación en el Parlamento está prevista para la segunda quincena de octubre. La extrema derecha de Marine Le Pen dijo que haría lo mismo. Actualmente, hasta 269 diputados han anunciado que apoyarán el texto para forzar otra dimisión de Lecornu. Por consiguiente, solo necesita el respaldo de 20 escaños más para que se convierta en una realidad. Si eso sucede, representaría el tercer dirigente en abandonar la jefatura del Ejecutivo francés en apenas diez meses.
Otro adelanto electoral, sin embargo, supondría un desafío para la izquierda. Aunque los últimos sondeos prevén que los partidos afines a Macron sufrirían el mayor retroceso, esas legislativas anticipadas también resultarían complicadas para las fuerzas progresistas. La actual rivalidad entre el PS y LFI (afines a Podemos o Sumar) dificulta que revaliden la alianza unitaria del Nuevo Frente Popular, que fue clave para movilizar al electorado y evitar la dispersión del voto.
Además de la división, la izquierda podría sufrir a causa de la desafección ciudadana. “Con estas maniobras, temo que el rechazo a la clase política crezca todavía más”, advierte el politólogo Christophe Bouillaud. Según este profesor en Sciences Po Grenoble, la derecha radical de Le Pen “sacará un provecho enorme de este momento. Si al final no hay elecciones, los lepenistas dirán que eso se debe a que no quieren que los franceses hablen en las urnas”. “Hay el riesgo de que este culebrón refuerce la abstención”, advierte Palombarini. “Y que sea aún más difícil movilizar a los votantes progresistas en los próximos comicios”.
Francia
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