Flamenco
La Negri, invisible transmisora del fuego

De niña, La Negri descubrió el ritmo dando golpes a la lavadora, a las mesas y a todo lo que pillaba. Y lo hizo suyo. Hoy, esas manos con las que ha derribado varios muros son herramienta de trabajo de una artista que siempre tiene presentes las raíces: las suyas propias y las del flamenco. Para crecer y seguir golpeando.

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Noelia Heredia, La Negri, en un rincón de Casa Patas, en Madrid, antes de la entrevista. David F. Sabadell

Juan de Dios Ramírez Heredia es la primera persona gitana que pronunció un discurso desde la tribuna del Congreso. Lo hizo el 7 de junio de 1978 en calidad de diputado. Cuarenta años después, el 11 de noviembre, otra Heredia —Noelia, de nombre artístico La Negri, nacida en Madrid en 1980— se echó un cantecito allí mismo, en esa sede de la soberanía nacional que raramente escucha las voces romaníes. “Fue por la celebración de la bandera y el idioma —recuerda la artista a El Salto entre carcajadas y con orgullo—. Estaban todos los peces gordos, pasó Aznar y los diputados. El acto fue muy emotivo, con gente de las asociaciones, y bajé y me puse a cantar. Me estaban regañando bastante, me llevé una buena chapa pero tengo el lujo de decir que les canté a todos mis gitanos en el Congreso de los Diputados”.

Es solo un ejemplo más del arrojo que acompaña a La Negri desde que dio sus primeros pasos. Se empeñó en ser artista, tocar el cajón y cantar flamenco. Y lo logró, partiendo en desventaja —por muchas causas— y aprendiendo en solitario.

Salvando numerosos obstáculos, transformó la curiosidad infantil en una profesión con la que llega a fin de mes y de la que asegura estar enamorada. Su cajón y su voz suenan en muchos saraos y escenarios en los que el jaleo se monta con palmas, guitarra y cante jondo.

Ya tiene grabada una canción de lo que será su primer disco, un trabajo que cocina a fuego lento, rodeada de “gente buena” que está confiando en ella como El Monty, hijo de Montoyita y primo de Estrella Morente, quien se encarga de la producción. La propia Estrella Morente o el guitarrista Yeray Cortés también le están echando una mano. Ese primer single, adelanta La Negri, es muy moderno y muy añejo a la vez, “acordándome de todos los antiguos, que es como no se pierde la esencia aunque le des tu toque de modernidad y de ahora. Yo no soy cantante, soy cantaora de flamenco, que hay una gran diferencia”.

El sábado 1 de diciembre La Negri vuelve a Orcasitas, la barriada de casas bajas al sur de Madrid donde creció. Ya no existen esas construcciones pero sí permanece allí mucha de su gente, lo que hace que este concierto, dentro del programa CiudaDistrito, sea muy especial para ella: “Voy a ver muchas caras conocidas, con las que me he criado. Es mi barrio, tengo una gran responsabilidad ante esta actuación”.

Un par de días antes del concierto, La Negri cita a El Salto en Casa Patas, emblemático tablao madrileño en el que desatará su poderío durante la última semana del año.

¿Fumas?
No. No me gusta el tabaco.

Lo pregunto porque hacer flamenco es una actividad muy física.
Sí, para mí es como ser una atleta. La mayoría de mis amigos y amigas fuman y antes de un concierto no les dejo que lo hagan cerca de mí.

¿Requiere un cuidado especial del cuerpo?
Yo, al menos, necesito el calentamiento de las cuerdas y dormir todo lo que pueda. Todo lo que duermas los días antes del concierto es medicina, vale más que todo el calentamiento que hagas o lo que puedas tomar. Si estás un poco tocaílla, infusiones de propóleo, beber limón caliente, hacer gárgaras. Mucho calentamiento y mucho descanso. Hablar poco, susurrar menos y el téléfono nada.

¿Cómo afecta el cuerpo al flamenco, se hace mejor flamenco cuando el cuerpo está bien?
La gente que me conoce bien dice que cuando estoy triste o muy enfadada canto mejor. No sé si es por estar más sensible o por tener una emoción diferente en el cuerpo. Obviamente, cuando estoy feliz, canto feliz y el flamenco me hace feliz, pero sí es verdad que hay palos y letras del flamenco que son más tristes y necesitas más rabia, buscar dentro de ti a ver qué sale por ahí.

¿Y cómo afecta el flamenco al cuerpo, qué secuelas deja?
Es como cuando sales del gimnasio después de dos o tres horas de spinning. Te diviertes pero es una descarga de adrenalina tan fuerte en el cuerpo que mucha gente quiere verte en el camerino en ese momento y creen que eres muy arisca, pero es que cuando te bajas del escenario te derrumbas, te vienes abajo y necesitas tranquilizarte, beber agua.

Con las manos hay que hacer estiramientos antes y después. Cuando las tienes muy cargadas, meterlas en agua muy fría o hielo. Cuando llevamos mucha tralla, mucha cremita para la hidratación. Las percusionistas ya tenemos callos en las manos.

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Noelia Heredia, La Negri, percusión y cante jondo. David F. Sabadell

¿Qué quieres transmitir con lo que haces?
Ufff… Mira, hay una canción, “Sin miedo a la libertad”, que es el himno de las mujeres gitanas, y la letra dice “soy la transmisora del fuego”. ¿Qué significa eso? Transmitir mi cultura, transmitir lo que yo soy, mi persona, lo que quiero decir. En mis tarjetas de visita hay una frase mía que dice “el flamenco es esa parte de mí que hablando no puedo decir”. Hay palabras que solo las puedo decir encima de un escenario, tocando o cantando. Es como cuando te rompes y le hablas a tu diario.

¿Qué es el flamenco para ti?
Es mi vida. Me ha sacado de todo lo malo que te puede acarrear la vida cotidiana. Es ilusión, ganas de vivir. En una palabra, estoy enamorada del flamenco. Sin flamenco no podría vivir, no sería Noelia. O La Negri.

¿Cómo llegaste al flamenco?
Por muchas casualidades [risas]. En casa, como en la mayoría de casas de gitanos, mi padre toca la guitarra, un hermano toca la flauta, tengo otro hermano que es percusionista. Desde niña toco el cajón sin ir a clases, lo hago autodidacta. En el colegio, en los pupitres, todo lo que pillaba era para mí un tambor, un cajón. Un día, una amiga de Orcasitas, donde me he criado, me dijo que fuese a bailar a clase de una bailaora. Yo estaba un poco depre y ella me dijo que me iba a venir bien y me arrastró. Como bailo muy malamente, la bailaora me dijo que qué otras cosas sabía hacer, así que canté y toqué. Era muy jovencita. Y así empezó. Pero mi familia tiene vídeos en los que antes de andar ya aporreaba, con eso te digo todo.

¿Cuál es tu primer recuerdo relacionado con el flamenco?
Mi primer gran recuerdo fue que actué en un teatro y fue la primera vez que vino mi madre a verme. Yo no lo sabía, mis amigas y compañeros sí lo sabían. Fue una sorpresa. En el fin de fiesta, como se suele decir, se quedó todo en silencio y ella dijo “viva la madre que te ha parío, que Dios bendiga esas manos”. Me eché a llorar como si no hubiera un mañana. Era prácticamente una de mis primeras actuaciones. Es uno de los recuerdos que gasto que más me llenan. Luego hay otros más amargos.

Cuando pienso en el flamenco, pienso mucho en mi pueblo, el pueblo gitano, y en las mujeres gitanas. Por ser un referente encima de un escenario tienes la posibilidad de decir muchas cosas, y eres un espejo de lo bueno y de lo malo que te puede ofrecer la sociedad. Cuando te subes, estás expuesta a lo que digan, a que guste o no lo que haces, que hablen bien o mal. Pero desde el escenario les puedes decir a las chicas y chicos que estudien en lugar de hacer el loco por la calle, que vayan a las escuelas a aprender flamenco. Yo he dado clases gratuitas de flamenco para niños en las escuelas. Es una plataforma muy fuerte para hablar al pueblo gitano y a las mujeres gitanas.

¿Y hay respuesta?
Sí, por supuesto. El pueblo gitano ha cambiado mucho, y las mujeres gitanas hemos cambiado mucho. Y más que tenemos que cambiar. Sí es verdad que somos un reflejo fiel de la sociedad mayoritaria, que sois los payos, pero con unos cuantos años atrás, en especial las mujeres. Los hombres quizá van un poco por delante. Incluso en el flamenco: como cantaora lo tengo más fácil que como percusionista, ahí me lo han puesto más difícil, tanto en mi familia como en la calle, en los tablaos. Tengo que demostrar el doble, simplemente por ser mujer. Luego ya le vamos añadiendo cosas: soy mujer, soy gitana, soy diversa.

Hablabas de recuerdos amargos.
Sí, claro. Somos humanos y no siempre te subes al escenario con una sonrisa. Yo tengo los mismos problemas que tienes tú —como pagar las facturas y esas cosas, que es lo de menos— y luego están otros temas como las enfermedades. Cuando falleció mi abuela estuve sin subir a un escenario tres o cuatro meses, y cuando lo hice me quería morir. Un recuerdo muy amargo.

¿Cuál fue la reacción de tu familia cuando les dijiste que querías dedicarte al flamenco?
Mi padre nunca ha venido a verme.

Qué duro, ¿no?
A muchos artistas nos pasa. No sé por qué será. Él me escucha en fiestas en casa y me mira como diciendo “mi hija sabe cantar, sabe tocar”. Tengo familia, tíos míos, que no han venido a verme pero que me ven en YouTube y se sorprenden y le preguntan a mi madre.

¿Has tenido que pelear con eso?
He tenido que luchar mucho para estar encima de un escenario. Y sigo luchando, porque me siguen poniendo trabas. Pero creo que es como quien va a la oficina. Lo normalizo tanto que… [suspiro]

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La Negri improvisa un cante para El Salto antes de la entrevista. David F. Sabadell

¿Qué música escuchabas de niña?
¡De todo! Los Europe, que me encantaban. Michael Jackson, por favor. Camarón, La Niña de los Peines, el Perrate, Los Chichos, Las Grecas. Desde lo más añejo del pueblo gitano a otras cosas. He crecido con las Azúcar Moreno, han sido un referente para las niñas gitanas, de decir “yo quiero ser como ellas”. Son gitanas, no pierden su identidad, son independientes, luchan por lo suyo, no dejan su estilo de vida. Con todo eso he crecido.

¿Cuándo te diste cuenta de que querías dedicarte al flamenco?
Desde niña le decía a mi madre que soy diferente y ella me decía que no, que era especial. Mis hermanas, mis primas y mis amigas eran de otra manera. Yo quería otras cosas. Ellas querían pedirse, casarse, un novio. Y yo pensaba que de mayor quería trabajar, tener un coche. He sido muy soñadora y por esos sueños lo he conseguido.

He conseguido ser independiente, llevo unos diez años fuera de casa de mis padres. Ellos lo han aceptado. ¿Lo he pasado muy mal? Sí, porque he tenido que romper muchas barreras porque no lo aceptaban. El pueblo gitano —nuestros padres gitanos—, a las niñas gitanas no nos prepara para ser independientes el día de mañana. Tienes que ser independiente con tu marido, sola no.

Así que pensé que tenía que crecer y luchar por mi sueño, que era estar encima de un escenario, tener independencia económica, una casa, un coche, una vida.

¿Tu caso es una excepción?
Cada vez menos. Cuando me fui hace diez años sí era una excepción. Y en Madrid y por el norte, más. De Despeñaperros para abajo es más fácil, no sé por qué. Y luego dicen que todos los gitanos somos iguales [risas].

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La Negri y su cajón, en Casa Patas. David F. Sabadell

¿Cómo era Orcasitas cuando eras niña?
Me encantaba porque era un pueblo. Las casitas bajas, que luego dieron los pisos, esos tan altos. Las puertas abiertas, todos nos conocíamos, éramos familia, no se cerraba una puerta. Mis vecinas pasaban a casa a pedir leche, mi madre a sus casas, íbamos a otra casa a merendar sin avisar. Era totalmente diferente. Me crié en un barrio muy humilde pero muy unido.

¿Se nota en tu música?
Sí, totalmente. Cuando naces en un barrio así, en una familia humilde, incluso yo que no salgo de una familia flamenca, te cuesta todo un poquito más. No quiero decir que el éxito de los artistas que vienen de familia flamenca no les cueste, pero cuando empiezas desde abajito y te lo curras tú sola, jo qué bien sabe eso.

¿Cómo viviste lo de aprender a tocar sola?
Desde niña toco el cajón sola, aprendí de oído, sin leer partituras. Cuando ya era más mayor fui a Amor de Dios, que es la cuna del flamenco, por donde ha pasado todo el mundo. Fui a una clase de percusión y les dije que quería aprender a tocar. Allí me escucharon y me dijeron que tenía poco que aprender, que yo era como una biblioteca pero desordenada, había que ordenarme.

En el cante sí hay que aprender los palos, y ahí no dejas de estudiar e ir con profesores, también con compañeras como Estrella Morente, Naike Ponce o Chelo Pantoja que dan cursos y son referentes.

¿Vives de la música?
Sí. Tengo la suerte de vivir de algo que me enamora y me ha robado el corazón.

Cajon flamenco de La Negri
El cajón de La Negri. David F. Sabadell

Mujer, gitana, percusionista y cantaora. ¿En qué orden se debe hablar de La Negri?
Mujer, gitana, percusionista y cantaora. En ese orden.

Hay que añadir lesbiana. ¿Has tenido problemas en el flamenco por serlo?
Esa frase no la digo nunca, no me gusta. Yo digo que soy diversa, en todos los sentidos. Y amo libremente, obviamente. Sí, he tenido problemas. He tenido y los tendré. Porque el mundo del flamenco es machista y el machismo está a la orden del día aunque estemos en el siglo XXI y esté todo muy avanzado y sea muy bonito. Es mentira. Hay tablaos que sé que no me llaman por mi condición.

La Chana me dijo que “el flamenco no es de los gitanos”.
¡Olé la tía Chana! Estoy totalmente de acuerdo con ella. El sábado estuve en Santander con unos amigos. Payos. Guitarrista y bailaora. El padre de él fue guitarrista de Carmen Amaya y su abuelo, su zapatero. Hablamos de eso por una entrevista de un gitano de allá que decía que el flamenco era de los gitanos, pero se contradecía porque uno de los grandes del flamenco era payo, Paco de Lucía.

Lo que yo les explicaba es que el gitano ha hecho que el flamenco sea parte de nuestra vida, es una forma de vida. El gitano siempre ha sido errante y se ha ido buscando la vida cantando, bailando, leyendo la mano, dando laurel o perejil o todas las especias que quieras. Yo me levanto y soy flamenca porque mi vida es así, no porque sea gitana o porque me dedique a ello.

Es cierto lo que dice mucha gente de que como siente un gitano no siente un payo. No porque seamos especiales sino porque hemos sido más perseguidos y estamos más perseguidos. Es como una fragua o un yunque: si a una persona la golpeas, está más machacada y a la hora de cantar, le duele. Y te saca ese olé, ese pellizco, ese duende. Que no quiere decir que no te lo dé un payo, pero un payo no ha estado tan perseguido, tan sufrido. Y es diferente. Pero el flamenco no es exclusivamente de los gitanos, líbreme Dios. Enrique Morente era la antología del flamenco, y era payo.

¿Cómo se vive el flamenco en Madrid?
Se vive bien, pero se podría vivir mejor. Se paga poco y está poco valorado. Y eso que es marca España. Sales fuera y lo que se vende es el flamenco, los toros y el jamón, no se vende otra cosa.

Pero los artistas cobramos poco. El tablao, la sala, el jefe por así decir, se lleva sus beneficios. Algunos no te dan de alta en la Seguridad Social, otros sí. En Casa Patas, por ejemplo, vienes un día y te dan de alta, como debe ser.

La mayoría de guitarristas, cantaores o bailaores de Andalucía acaban viniendo a Madrid porque es más grande, es la plaza.

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