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Feminismos
Sanar la brecha del feminismo español desde los movimientos latinoamericanos
Había muchas mujeres. En el encuentro de organizaciones LGTBI+ latinoamericanas de ILGALAC celebrado a finales de abril en La Paz, Bolivia, había todo tipo de mujeres. Mujeres altas, mujeres ancianas, mujeres en vaqueros y mujeres en camisa, mujeres con barba y vestido, mujeres que amaban mujeres y mujeres que lo son solo algunas veces. Había tantas mujeres que resultaba complicado responder, con una respuesta breve y unívoca, qué es ser mujer. Las organizaciones feministas latinoamericanas son tan diversas como la respuesta a esa pregunta, pero en algo coinciden: la solución no puede llevar a escindirse, es momento de pensar juntas la respuesta y cómo abordar la pregunta. Y esta fórmula, a la España de junio de 2023, le da que pensar.
“Las mujeres no dudamos en ponernos de acuerdo para hacer posible el aborto gratuito en México”, recuerda Luz Elena Aranda Arroyo entre las subidas y bajadas de un cigarrillo en la puerta del hotel. Sus palabras suenan al ritmo de las puertas de cristal automáticas, por donde la diversidad latinoamericana se cuela por segundos en la noche de La Paz: representantes del movimiento intersex argentino, muxes mexicanas, mujeres históricas del movimiento lésbico boliviano, hombres y mujeres trans de todo el continente.
Luz Aranda es la cosecretaria general de ILGA, el movimiento que agrupa las principales organizaciones LGTBI+ del mundo y que, en su versión latinoamericana, llama cada dos años a las organizaciones del continente a crear estrategias conjuntas. Esta noche las ha traído a Bolivia. “No estábamos de acuerdo en todo, claro, había quiénes decíamos aborto sí y quienes decían aborto hasta”, resume, “pero nos pusimos de acuerdo en los mínimos, en un principio las feministas teníamos claros los perceptos importantes para la vida cotidiana y política”. Baja la mirada a sus manos, abrazadas por la bandera bisexual, “ahora todo se ha ido complejizando”.
Las exhalaciones marcan el fin de un primer día agitado en la IX Conferencia Regional de ILGALAC. Banderas que se pelean los espacios, mujeres que abandonan las salas al escuchar hablar de la deconstrucción del género, hombres que acusan a las realidades trans de acaparar los fondos… ¿Ha llegado el discurso transexcluyente a los movimientos feministas de América Latina? “Los movimientos feministas no están separados de lo que sucede en la humanidad”, afirma Ari Vera, recién renovada en el cargo de cosecretaria de ILGALAC, “no están salvados de prejuicios, no están separados de la desinformación”. En los pasillos del hotel de La Paz conviven muchos colores esta última semana de abril: variedad de identidades, de estrategias, de maneras de sentir y concebir el género… Al fin y al cabo, la conversación entre diversidades es el eje simbólico de la bandera LGTBI+, que ha interseccionado con los movimientos feministas desde su conformación.
Las conversaciones que el feminismo transexcluyente ha aireado en España son debates de pasillo que todavía no se atreven a salir al escenario público en América Latina, explica Luz Aranda, cosecretaria general de ILGA
Hablar de tonalidades a las que se les vuelve necesario conversar en una misma tela es especialmente significativo en el junio español de 2023. Las calles se llenan de color mientras en las esquinas resuenan las sombras: unidad o avance de los discursos que niegan, combaten y persiguen los derechos de las mujeres y la diversidad. Es casi una tendencia en el movimiento social y político español el escindir organizaciones al tropezar con cualquier falta de consenso absoluto. El movimiento feminista, numerosas veces denominado uno de los motores más transgresores de nuestro tiempo, tal vez sea el mejor ejemplo de ello, como se ha visto en el proceso que ha llevado a la aprobación de la ley LGTBIQ+ y trans.
“Dolor”, esgrime sin dudarlo Silvia Tostado Calvo, integrante de la Fundación Triángulo en Extremadura, “es la palabra que elegiría para definir la situación respecto a algunos posicionamientos sobre las realidades trans. Porque creo que implica una ruptura entre el movimiento LGTBI+ y el movimiento feminista. Y esto es tremendamente doloroso para quienes compartimos ambas militancias”.
Para Luz Aranda, en América Latina son debates de pasillo que todavía no se atreven a salir al escenario público. Para Silvia Tostado son recuerdos de sus propias vivencias, “es volver a defender a las mujeres con banderas que señalan a quienes no son consideradas mujeres. Las mujeres lesbianas también fuimos las no mujeres durante mucho tiempo”. Por los propios pasillos del hotel circulan muchos de estos no-discursos, de estas no-mujeres. Son el reflejo de la pluralidad del movimiento feminista, de la vivencia de realidades y contextos diversos. “Probablemente ahí está el quid de la cuestión”, señala Silvia Tostado, “en si negamos que hay mujeres que sufren discriminaciones diferentes a las de otras, que hay mujeres que sufren más discriminaciones que otras”. Luz Aranda reconoce en el movimiento transfeminista la capacidad de subrayar ciertas intersecciones que no necesariamente los movimientos feministas colocan, como la clase o la etnia. “No creo que estos debates estén en el día a día, por ejemplo, de las compañeras indígenas de Guatemala”, señala, “las discusiones de café se dan en congresos, en la universidad, en la academia”.
“Se está llevando a cabo una fuerza de disputas, y esta manera de debatir es una práctica colonial acerca de quién tiene los capitales sociales, culturales, económicos y políticos ”, analiza Shane Cienfuegos, primera persona trans no binaria en el Consejo Regional de ILGALAC
Los ecos ya empiezan a resonar en América Latina. Y algunas hacen mucho más que recorrerlos: buscan quién los enuncia, se cuestionan desde dónde llegan los vientos. “Las organizaciones feministas latinoamericanas estamos en momento de observar, serenarnos y decidir qué tanto de este debate es una discusión nuestra”, expresa Esther Rodríguez, integrante de la organización de lesbianas latinoamericanas LESLAC. Shane Cienfuegos, la primera persona trans no binaria en las filas del Consejo Regional de ILGALAC, señala que un feminismo integrador estará siempre sujeto a la posición cultural, sociohistórica y de clase desde la que se sitúe a los cuerpos. En si es un discurso que se descoloniza desde su propia práctica. “Se está llevando a cabo una fuerza de disputas”, analiza Shane Cienfuegos, “y esta manera de debatir es una práctica colonial acerca de quién tiene los capitales sociales, culturales, económicos y políticos para poder establecer lo que es verdad”.
Las paredes del hotel dibujaban el lema del encuentro: “Descolonizando nuestras luchas, despatriarcalizando nuestros cuerpos”. Para Lidia Fernández Belmar, coreferente de la organización española Asamblea de Cooperación por la Paz en Centroamérica, estos dos conceptos están unidos desde las bases teóricas que impulsan al movimiento feminista. Con este lema, los territorios latinoamericanos buscan aprender de los errores cometidos por el movimiento feminista europeo. “Desde una perspectiva decolonial, el desarrollo no significa ir siguiendo los mismos pasos”, afirma Lidia Fernández. Entre las nuevas estrategias que articulan las organizaciones feministas y LGTBI+ latinoamericanas, evaluar tiene un lugar preferente, encontrar la forma cómo evitar el debilitamiento que estos debates suponen en el propio movimiento feminista y los espacios que esto abre a la derecha. Y un feminismo decolonial es, también, un feminismo que escucha las voces de las organizaciones de los territorios menos privilegiados.
Mirando las escisiones del movimiento feminista en el territorio español con prudencia y con miedo, las organizaciones feministas latinoamericanas buscan estrategias para impedir que sus propios movimientos se diluyan mientras avanzan los discursos de odio
Después de mucho recorrer las sombras, las organizaciones latinoamericanas encuentran la respuesta en el propio movimiento feminista. Fuera de los pasillos y lejos de los escenarios académicos, la mayoría admite haber podido conversar acerca de las diversidades de ser mujer y lo que puede significar deconstruir el género en un único espacio: en lugares de cuidados. “Más allá de cuestionarnos si está sucediendo o no la fractura creo que deberíamos preguntarnos qué hacer para sanarla”, concluye Shane Cienfuegos.
Mirando las escisiones del movimiento feminista en el territorio español con prudencia y con miedo, las organizaciones feministas latinoamericanas buscan estrategias para impedir que sus propios movimientos se diluyan mientras los discursos de odio avanzan en gran parte de los países del continente. Se agarran de los brazos en el medio del camino de la derecha y muchas analizan que no pueden rendirse a la vuelta a los discursos que hicieron al movimiento ganar espacios hace treinta años, como una respuesta ante el miedo a perder espacios y visibilidad. “El debate es interesante, pero creo que no se está dando de la forma como debería darse, tan amenazante”, reflexiona Luz Aranda, “necesitamos generar narrativas que faciliten el intercambio de ideas, narrativas que incluyan narrativas”.
Feminismos
Errores del feminismo trans-excluyente
“El feminismo lo hemos construido entre todas y lo hemos generado a base de debates”, reflexiona Silvia Tostado. Los pasillos diversos del hotel de La Paz en el encuentro de ILGALAC, apoyado por estas dos organizaciones españolas, Triángulo y Asamblea de Cooperación por la Paz, se abren como un ejemplo de los espacios de cuidado defendidos por el feminismo. “El nexo de ambos movimientos es común, viene de los roles de género”, afirma Lidia Fernández, “por ello la respuesta feminista debe ser articulada y atendiendo a las características que puedan dotar de una mayor vulnerabilidad a algunas personas”. Y la mirada es mutua. Escuchando las reflexiones de las organizaciones latinoamericanas, las organizaciones europeas pueden encontrar las claves para sanar el movimiento feminista. “Es momento de promover espacios seguros de debate y reflexión, donde se construya incidencia política”, afirma Silvia Tostado, “no exportando nada desde Europa, que ya hemos exportado mucho: transformando la realidad juntas”.
Hablemos. De lo personal y de lo político. En los pasillos o en la habitación propia. Pero hablemos. Lo piden las organizaciones feministas y LGTBI+ latinoamericanas, que han percibido cómo en los últimos años los debates acerca de las realidades trans dentro de las organizaciones feministas están fragmentando el movimiento. “El feminismo va a seguir creciendo a base de ser debatido, cuestionado y consensuado”, afirma Silvia Tostado, “queremos empezar a cerrar heridas, desde la sororidad y desde lo que hemos defendido siempre que es el feminismo: el cuidado”. Tal vez las herramientas del feminismo sean, de nuevo, la respuesta que las ideas de progreso necesitan en el junio de 2023.
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El movimiento feminista y del movimiento LGTBI+ podrían existir paralelamente, defendiendo cada uno sus propios intereses, incluso intereses opuestos y excluyentes. De hecho, siempre ha sido así. Hasta ahora. ¿A qué se debe el cambio?
Soy el primero en deplorar la división del feminismo, y en pedir su unión (alrededor de aquello que las una, y guardando lo que las divide para un debate civilizado sin insultos). Pero no entiendo por qué los objetivos del movimiento feminista y del movimiento LGTBI+ deberían ser coincidentes.