Feminismos
            
            
           
           
Pamela Palenciano: “El discurso antifeminista y la división del movimiento han dejado el hueco perfecto para que la querella contra mí prospere”
           
        
         
Cuando Pamela Palenciano Jódar (Andújar, 1982) se sube al escenario, en teatros, centros cívicos, colegios o en las calles, es Antonio, su primer novio, ese que la enseñó que ‘No solo duelen los golpes’, nombre de su monólogo. También es Pamela, su yo adolescente. Esa niña que aprendió a amar en un entorno hostil. Esa niña a la que Antonio intentó asesinar pero que, previamente, había machacado de manera psicológica. Hoy, tras 18 años educando con su monólogo a la juventud española y latinoamericana, intentando sembrar la semilla de la alerta ante comportamientos machistas, insanos y peligrosos, se enfrenta a una querella de la Asociación de Hombres Maltratados por una representación realizada en marzo de 2019. Se basan en un vídeo descontextualizado que hizo circular en las redes la diputada autonómica de Vox, Alicia V. Rubio, dos años después. En él se ve como Pamela, interpretando a Antonio, abandona la sala con cuatro jóvenes que, según explica, llevaban toda la sesión intentando boicotear su actuación. De esto, y otras cosas, habla con El Salto en una mañana luminosa pero con un contexto gris acechando tras la puerta.
Vi tu monólogo en 2014, en el ágora de un  centro cultural. Hacía poco que habías vuelto a España. Afirmabas que el  machismo aquí es más peligroso que en Centroamérica, porque en Centroamérica es  más evidente y en España está más invisibilizado ¿Sigues pensando lo mismo?
  Por  aquellas no vivía aquí todavía, vivía en El Salvador y venía a España para tres  meses de gira. Y sí, sigo pensando lo mismo, lo único que se ha explicitado es  el discurso antifeminista. Que es machismo también, pero como que las prácticas  machistas aparentemente en este Estado no se suelen ver tanto como en El  Salvador, donde tú sabes como mujer que hay ciertas calles donde no puedes  caminar a determinadas horas. Es parte de la cultura. Y aquí en teoría sí. En  teoría. Las agresiones sexuales desde que tú me vistes hasta ahora han subido  un montón, pero no es cultura popular que te digan “por Carabanchel en esa calle  no camines que ahí están violando”. 
Parte del discurso antifeminista es ese machismo sibilino que dice que “No, yo no soy machista, lo único que digo es que os estáis pasando ya. Si queréis ver machismo iros a Afganistán”.
Has representado tu monólogo en Centroamérica y  también en España. ¿Las reacciones del público son  diferentes?
  Sí, claro, y ahora más, porque aquí están más cabreados. Es curioso porque los chicos  latinoamericanos que han llegado hace poco aquí, o bien de familia latina pero  nacidos aquí, reconocen su machismo en el momento. Si no levantan la mano  después del monólogo, me escriben después. Igual que me pasaba en El Salvador,  donde me decían “yo maestra soy machista, es que me acabo dar cuenta que a mi  novia la hablo mal”. Y lo decían delante de la gente. Aquí en  España dicen “yo no soy machista, si ella se  lo inventa todo”.
En las chicas es más común una simbiosis de llanto y de identificarse en el maltrato.
Con la violencia se puede hacer pedagogía. Así aprendí a hacer pedagogía con las pandillas, desde la violencia. Yo entro en un personaje, hablo en su mismo código violento para que los chavales me escuchen.
Hablemos de la demanda. En junio de este  año la Asociación de Hombres Maltratados se querella contra ti por un vídeo que  hace circular una diputada de Vox por las redes en el que echas a unos chavales  de un monólogo ¿Qué pasó ese día?
  Yo no eché a nadie. En 2019, en Linares, entro a hacer mi monólogo y hay  tres tíos que se nota que me han reconocido de un vídeo anterior que me había  hecho un ‘youtuber’. Ellos estaban incómodos desde el principio, no querían  estar conmigo ahí. Estaban sentados en el centro del auditorio con 200  personas. Mientras hacía el monólogo ellos estaban todo el rato mirándose entre ellos, molestando y haciéndome gestos  intimidatorios. Hacían señas como que me iban a cortar el cuello. Molestaban a  los de atrás y a los de delante. Se levantaron, se fueron, volvieron a entrar. Si a ti el monólogo no te gusta, ¿por qué estás entrando y saliendo? ¿Por qué te quedas ahí? Porque vas a  provocar. Tú estás cabreado conmigo por el discurso feminista.
En un momento del monólogo me bajo del escenario como Antonio. Esa escena la hago siempre, me di cuenta de que cuando me pongo la capucha para hacer de Antonio fuera del escenario tiene otro impacto. Y es cuando le pones el espejo enfrente a la gente. Ese espejo es peligroso. A ellas, les asusta, les intimida. Y para ellos, es jodido, porque el que sea como Antonio se va a ver. El que es como Antonio me está viendo y no me soporta. Y esto fue lo que pasó en Linares.
Me fui hacia ellos. Aproveché para hacer pedagogía desde el teatro, pensé que si les ponía el espejo más cerca podrían callarse y, si no, se irían. Y eso fue lo que pasó. Ellos se levantan, me miran, yo los miro y las piernas me temblaron. Seguí desde el personaje hablando con ellos y les dije “vámonos, tíos”. Nos fuimos, ellos pegaron el portazo y el público me aplaudió.
Lo siguiente también está descontextualizado. Hago una convención teatral establecida con un lenguaje vulgar, violento y soez. Cuando planteé al público “¿acabáis de ver lo que acaba de pasar?”. Todo el mundo me dice que sí. Les he puesto el espejo y se han ido. Cuando dije “hay que ser gilipollas para no verlo” me estaba llamando a mí misma gilipollas, a ellos, al público… ¿nadie ve que les estoy poniendo un espejo? No hay insulto, ni intención de insulto. Cuando hago de narradora y digo “que se jodan” estoy actuando. Ya está establecida la convención teatral desde esa pedagogía.
Con la violencia se puede hacer pedagogía. Así aprendí a hacer pedagogía con las pandillas, desde la violencia. Yo entro en un personaje, hablo en su mismo código violento para que los chavales me escuchen. En definitiva, lo que pasó está super descontextualizado. El vídeo en 2019 tenía 16 visitas. Esta señora —por la política de Vox— lo saca de contexto y ya tiene más de cuatrocientas mil visitas. Si a mí me pasa algo, la culpable es ella.
Es mi cuerpo el que lo enfrenta, pero es un ataque a todo el movimiento feminista en toda regla
No es la primera querella a la que te  enfrentas ¿Qué pensaste cuando viste que una demanda así prosperaba?
  Me dio miedo por mí y por todas mis compañeras. Si esto prospera, esto no va  contra mí. Es mi cuerpo el que lo enfrenta, pero es un ataque a todo el  movimiento feminista en toda regla. Y  no sé cómo hay compañeras que no lo ven. No sé que falta para verlo. No sé qué  división interna más quieren que haya. Porque hay algunas compañeras con las  que yo no estoy de acuerdo, pero si me entero de que les ponen una denuncia de este  calibre de censura al feminismo me voy a poner a defenderlas.
Las anteriores dos denuncias que me pusieron generaron una alerta. La primera se archivó muy rápido, el archivo de la segunda tardó siete meses. Pero cuando vi que esta salía a trámite… Luego me cuadró, por qué tiene que ver con el discurso antifeminista. Si ha crecido el discurso antifeminista y ha crecido la división entre nosotras, la demanda prospera. Han encontrado el hueco perfecto para que la demanda prospere.
 
Recientemente te tomaron declaración en el  juzgado. Saliste esperanzada por la reacción de la jueza, ¿cierto?
Sí, pero me duró dos días. Fiscalía no tiene una posición clara. No pinta bien.  Desde que salimos de declarar tenía que haberse dado carpetazo dos días  después. Pero si fiscalía se pone de perfil... no tiene pinta de carpetazo.
Estoy en un punto de mi carrera complicado, porque con todo esto que está pasando tengo unas dudas que hace diez años no tenía. Pero no porque esté cagándola, tengo dudas de por qué me estoy viendo yo en esta situación y por qué tengo a un movimiento feminista que no responde
Al mismo tiempo, estás en un momento bastante  potente de tu carrera. O así se percibe. Parece que te llaman de más sitios. ¿O  no es así? ¿Se te han cerrado puertas?
  Lo  que yo hago ahora es contarlo todo. Antes no lo hacía, pero ahora parte de  mi estrategia para estar tranquila y bien, para defenderme, es contar todo el  rato lo que hago. Es decir, si voy a hacer veinte monólogos, contamos los veinte, antes igual solo contábamos diez.
Pero se me han cerrado muchísimas puertas. Al mismo tiempo, la gente que me las abre me las está abriendo desde la rabia, el cariño y el amor. Si me vetan en un sitio, me proponen dos monólogos en otro.
Lo que a nivel laboral pasa es que hago mucho gratis. Porque otra estrategia también para estar bien es seguir entrando en los institutos, aunque no cobre. Es currar mucho, como cuando empecé, como dándome a conocer. Quiero demostrar que yo puedo trabajar con menores, lo que yo hago no es delito y no es malo.
Estoy en un punto de mi carrera complicado, porque con todo esto que está pasando tengo unas dudas que hace diez años no tenía, por ejemplo. No estoy sujeta a una seguridad, pero no porque esté cagándola, tengo dudas de por qué me estoy viendo en esta situación y por qué tengo a un movimiento feminista que no responde.
No se responde porque María Sevilla vaya a entrar a la cárcel, no se responde porque le hagan pintadas a Irantzu Varela. Da igual. Aquí lo que importa es la abolición de la ley trans. Ese es su feminismo hegemónico legítimo, porque eso es ser feminista, lo que ellas dicen.
¿Reconocerme como víctima de ciberacoso? Sí, llevo cuatro años muy fastidiada con ese tema. Pero yo estoy siendo víctima de violencia institucional, que es más que el ciberacoso.
Has sufrido violencia machista por parte  de tu expareja y ahora sufres ciberacoso.
¿Reconocerme  como víctima de ciberacoso? Sí, llevo cuatro años muy fastidiada con ese tema.  Pero estoy siendo víctima de violencia institucional, que es más que ciberacoso. En las redes me hostigan, me dicen que me van a matar. Pero puedo  lidiar contra ello. Si cuando fui a denunciar a la policía todo el  hostigamiento en redes se hubiera hecho algo, ahora mismo estaría en otra cosa. Pero  es que parte de la violencia institucional tiene que ver con toda una campaña  en la que las redes entran y forman parte de ese entramado.
¿Y entonces quién te defiende? Nadie, te lo has buscado tú. Por mamaracha, por barriobajera, por tu deriva queer… Hay una parte del público diciendo que estoy ahí porque me lo he buscado, parecido a cuando te maltrata un maltratador. Muchas me han dicho que lo que tengo que hacer en mi monólogo es hablar de Antonio y de la violencia machista y dejar de hablar de la colonización. Lo que pasa es que yo digo que la violencia machista se monta en un sistema de opresión y desigualdad. No he perdido la vista de la violencia machista en ningún momento, la amplío para hablar de más violencia.
Hablemos de feminismos. Estamos en un  momento de mucho debate y mucho desgaste del movimiento ¿No te parece que a  veces nos embarramos en discusiones demasiado teóricas y estériles y hemos  desplazado el foco de lo que de verdad debiera unirnos que es la lucha contra  la violencia machista?
Es  que aquí ya no hay debate. ¿Dónde está el debate? Si ellas montan sus jornadas e  invitan a quienes están de acuerdo, ¿qué debate ahí hay? Y del otro lado  también, en tono teórico hablando de lo queer en la academia, y no en la calle. Ya  podríamos abrir puertas un poco a las que nos prestamos al diálogo. Creo en  el debate, no en la censura.
Rosa Cobo hablaba de un pacto de sororidad público. Ella no está de acuerdo con muchas cosas pero pactaba por sororidad no decir en público ciertas cosas. La escuché y me pareció muy sabia. Pues fíjate que el pacto de sororidad se cortó ya. Aquí tiene que haber un pacto de acuerpamiento. Si de verdad somos compañeras y nos une, por ejemplo, la lucha contra la violencia machista, tendría que haberlo.
Eres de las pocas que ha prestado tu apoyo  públicamente a las madres protectoras, mujeres que denuncian abusos sexuales a  sus hijos e hijas por parte de sus parejas o exparejas. ¿No te parece que las  hemos dejado un poco solas?
  Por supuesto, hace mucho tiempo que venimos diciéndolo. Hace ya tiempo que se  intentó hacer una red de resistencia en Madrid y se puso sobre la mesa la  importancia del abuso sexual en la infancia porque es patriarcado en estado  puro sobre las más vulnerables.
Y Juana Rivas hace rato que ya no está en nuestra casa, estuvo un tiempo, hasta que vimos que era más largo y nos preocupaban otras cosas. Juana habla de violencia hacia sus hijos. María Sevilla y Patricia González de abusos sexuales. El tema es un melón mucho más gordo.
Nos es más fácil decir que un maltratador no es un buen padre si hablamos de violencia física o psicológica. Si hablamos de abuso sexual, perdón, me levanto y me voy.
Y sé que por mi posicionamiento público de apoyo a las madres protectoras también me ha venido mucha mierda, porque estoy defendiendo a mujeres que se han llevado a sus hijas e hijos. Pero yo me hubiera escapado igual.
¿Por qué crees que el feminismo no se ha  entregado totalmente a esta causa?
Hay  varias razones. La primera es porque te asusta ver una cosa muy bestia del  patriarcado, te conecta con tus propios abusos. Luego,  dentro del feminismo siempre ha existido el debate de “ser madre o no”.  Como es un tema de madres, parece que solo lo podemos  defender las que somos madres. Pero no estamos hablando de maternidad, estamos  hablando de una cuestión mucho más perversa. 
Y luego, no se nos olvide que son todas criaturas y somos todas muy adultocéntricas, las criaturas no importan.
Y sé que por mi posicionamiento público de apoyo a las madres protectoras también me ha venido mucha mierda porque estoy defendiendo a mujeres que se han llevado a sus hijas e hijos. Pero yo me hubiera escapado igual. Según la justicia eso es delito, pero no, eso no es delito, estás protegiendo a tus hijos de que los maten y de que los violen.
Algunas chicas me han dicho que las he salvado la vida, que estaban con tipos que casi las matan porque estaban en un momento de la relación donde la violencia física había llegado muy lejos. También tengo a tíos que me odian por eso.
En cuanto a tu labor divulgativa y pedagógica, ¿eres  consciente de que has cambiado e incluso salvado vidas? 
Me  asusta un poco, es muy bonito pero me da vértigo. Algunas me han dicho  literalmente que las he salvado la vida, que estaban con tipos que casi las matan,  porque estaban en un momento de la relación donde la violencia física había  llegado muy lejos. También tengo a tíos que me odian por eso.
Estoy muy agradecida, me faltan palabras y días para agradecer a todas las chicas que me escriben para decirme esas cosas. Y también hay tíos que me han dicho que les he salvado la vida. Me dicen que han dejado de ser un Antonio tras ver mi monólogo. Son menos, pero cuando llegan esos tíos son maravillosos.
 
Tu monólogo es una crítica al amor  romántico, pero al final acaba siendo un alegato de amor.
Sí,  por supuesto. De un amor en gerundio. Un amor que estamos construyendo,  reivindicando otra manera de querer más bonita, más sana, más cercana. Mi  monólogo, aunque habla de la rabia, lo hago por amor. Por amor, no solo a mí,  sino al resto de mis compañeras. Tenemos  que aprender a amar como aprendimos a vivir. Uno da por hecho que el amor es  algo natural, que uno nace sabiendo pero no, el amor se aprende como  aprendes a escribir.
Lo has contado en muchos lugares, en muchos  sitios, en muchas clases. ¿Dónde no has llegado aún y te gustaría llegar?
Me  gustaría trabajar más con menores tutelados en centros de menores, que allí no  he currado. Ellos y ellas han venido a verme fuera. Me gustaría entrar en los  centros y que fuera asiduamente. Y  me gustaría seguir trabajando en prisiones. Trabajé en las de Catalunya y también en varios centros penitenciarios de El Salvador. Me gustaría  recorrerme más centros penitenciarios de este país con tíos. Con mujeres me  encanta, pero quiero contar a tíos condenados por violencia machista y por  agresiones sexuales, porque fue lo que hice en Catalunya y fue un antes y un  después en mi vida.
¿Sientes amenazado tu trabajo por el  llamado pin parental?
Todo  el rato. Me lo aplicaron en Cádiz el 29 de octubre. El último monólogo que  tenía que hacer, no lo pude hacer por el pin parental. Estuvo Inspección de  Educación detrás de mí desde el 19 de octubre, llamando a todos los institutos  a los que yo iba. Yo estaba contratada por 20 monólogos que hice para la diputación de Cádiz  y la diputada dio la cara por mí porque el Parlamento comenzó a cuestionarlo.  También conversé con Teresa Rodríguez porque ya no puedo defenderme sola,  necesito llamar a gente para que me respalde, para que me acuerpe.
En el último instituto en Medina Sidonia, como no pusieron en la autorización mi nombre ni parte de mi currículum y el plan de Coeducación del instituto no había pasado por el Consejo Rector, una cosa puramente burocrática, Inspección de educación dio la orden para que no realizara el monólogo. Eso es el pin parental, yo ya sé lo que es tener el pin parental.
Ha salido hace poco un estudio que dice que uno de cada cinco adolescentes niega la violencia machista. Pues yo te digo que no son cinco, son más.
De hecho tu monólogo es un buen termómetro  para ver cómo va cambiando España durante estos últimos años porque viajas por  todo el país. ¿Se nota una involución con la entrada del negacionismo de la  violencia de género que ha propagado la ultraderecha?
Mucho.  Les digo a los chavales y chavalas que me escuchen con el corazón, con la  emoción. Que escuchen qué pasó con Antonio y por qué me pasó con Antonio lo que  me pasó. Ha  salido hace poco un estudio que dice que uno de cada cinco adolescentes niega  la violencia machista. Pues yo te digo que no son cinco, son más.
Tras el monólogo, antes había cuatro que levantaban la mano diciendo que no se creían la historia, ahora son más. Ahora te la puede levantar una fila entera en una clase de 30. Estos días he estado en Navarra y Catalunya y antes eran territorios seguros, ahora ya no.
Y de esto son responsables los youtuber y los tik tokers que están todo el día repitiendo una mentira mil veces como que el feminismo es un chiringuito.
Eso es lo que se conoce como ganar la  batalla cultural, ¿no?
Sí.  Así que tenemos que inventarnos otras formas para poder llegar a las criaturas.  Desde la charla taller ya no funciona. Hay que llegar desde otros lugares y yo  creo mucho en el teatro, donde las chavalas y chavales puedan experimentar con  el cuerpo lo que es el machismo con técnicas de role playing. Porque cuando el cuerpo se pone en juego ya no  se le da tanta importancia a la cabeza.
Les he dicho a todos los youtubers que vengan a verme en primera fila y luego hablamos. No viene ninguno, no son tan valientes. Les he invitado gratis al Teatro del Barrio y no vienen.
Es que en vivo cambian las cosas, es como un ritual. El teatro es un ritual y ahí ya todo lo que han podido decir previamente a la entrada del monólogo después cambia. No es adoctrinar, es conexión de corazón a corazón.
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