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Feminismos
El feminismo vasco recoge sus frutos y desborda expectativas
Quien siembra recoge. Y el movimiento feminista vasco ha sembrado con ahínco a lo largo de cuatro décadas. El discurso político está articulado y el engranaje organizativo —con cientos de colectivos— funciona a pesar de la pandemia y las asambleas por videoconferencia: mujeres de todas las edades salieron juntas ayer en sus municipios —había más de 180 convocatorias—, se pasaron el micro y se apoyaron unas a otras. Por un sistema antirracista y anticapitalista, tejiendo resistencias feministas y por unos cuidados público-comunitarios han sido los lemas de este año, que recogen las bases del último Encuentro del Movimiento Feminista de Euskal Herria y enraízan en un año pandémico que ha cargado aún más las espaldas de las mujeres, siempre cuidando, siempre trabajando.
La jornada empezó fuerte en Llodio (Araba), cogió vuelo en Iruña (Navarra) y, un año más, Bilbao rompió todas las expectativas: las cuatro columnas de los barrios (Bilbao la Vieja, Errekalde, Deusto y Uribarri) bajaron a la Gran Vía. Todo el centro de la ciudad estaba cortado. Ellas colocadas en cuatro filas dispuestas desde la plaza Moyua hasta el Sagrado Corazón, cuidadas por más de cien voluntarias ataviadas con chaleco amarillo. “Pero lo más increíble ha sido ver a las mujeres que salían del metro e iban organizándose casi solas. Se me saltaban las lágrimas”, reconoce Elena García, de la red Bilbao Feminista Saretzen, tras la tensión acumulada por participar en la organización de una manifestación de este tamaño bajo medidas sanitarias —7.500 mujeres, según la Policía Municipal; 30 minutos separaban la salida de la cabecera y la de la cola—.
Fue un día largo con meses de trabajo previo y a cada mujer preguntada camino a la icónica explanada del Ayuntamiento la respuesta para este artículo era la misma: “No esperaba tanta gente”. Nadie la esperaba. El Gobierno vasco, el Colegio de Médicos y otros organismos habían sugerido o incluso pedido quedarse en casa, que esto año no tocaba llenar las calles.
El movimiento feminista no les escuchó. Tienen un mensaje que dar. Alto, claro y largo, porque el lema crece junto con el movimiento. Este año ha pasado del clásico Gora borroka feminista (viva la lucha feminista) a otro más transversal: Gora borroka feminista, antirrazista eta antikapitalista (viva la lucha feminista, antirracista y anticapitalista).
Si en 2018 las calles estaban llenas de mujeres, también de mujeres que contratan a otras mujeres en su mayoría racializadas para los cuidados del hogar, de las criaturas y de las personas mayores, en 2021 las mujeres blancas han sido interpeladas. El discurso feminista siempre se sitúa a la vanguardia y camina dos pasos antes que la sociedad. “Frente a la necropolítica del poder, las feministas insistimos en que la vida [todas las vidas] hay que cuidarla y esta es una apuesta radical incompatible con un modelo apropiador y mercantilizador de la existencia”, afirmaron en el discurso final en el que apostaron por “colectivizar de forma urgente los cuidados en un sistema público-comunitario que asegure calidad, universalidad y condiciones dignas para todas las personas”.
Más de 7.500 mujeres participaron en la manifestación de Bilbao, según los cálculos de la Policía Municipal, caminando en cuatro filas por la Gran Vía en un acto que terminó en la icónica explanada del Ayuntamiento con una actuación de La Basu
Los actos en la capital vizcaína durante la mañana, mucho menos concurridos al no estar convocada una huelga feminista, marcaron el tono político de la jornada: a las 11h en la sede de Extranjería (contra la ley de Extranjería), a las 12h para acompañar la clásica concentración del Movimiento Pensionista y tejer redes feministas y a las 13h en la torre Iberdrola para denunciar la pobreza energética y el modelo extractivista que practica esta compañía en países de América Latina. Capital, racismo y patriarcado.
Pero, ¿las manifestantes que iban por libre comulgaban con el eslogan de las activistas? “Sí, el feminismo es compañerismo y el racismo deja de lado a compañeras”, resumían Katalin Gaztelu y Eva Verholst”, estudiantes de 20 años. “Todos creemos en esa vaga idea de que estamos mejor, pero los pasos dados son pequeños y no podemos acostumbrarnos a ellos”, consideró Vanesa Centeno, de 43 años y acompañada por su hija pequeña. “Si eres de otro país o tienes otro color de piel, las cosas se ponen mucho más feas”, añadía Ana Bakinsun, de 29 años, madre vasca y padre nigeriano. “Queda mucho por hacer y juntas se puede”, agregaba Ana Belinchón, de 39. No se conocen, no militan en colectivos feministas, no conciben 2018 como el final de una época, sino como el principio de otra.
En el Encuentro Feminista de Euskal Herria de noviembre de 2019 las mujeres racializadas alzaron la voz e interpelaron a las blancas para que se cuestionaran sus privilegios. En 2020, la asociación de mujeres gitanas Amuge fue la encargada de dar el discurso final del 8M. Este año, se ha sumado el colectivo de mujeres gitanas Sin romi, Mujeres Feministas de Nicaragua, Plataforma Saharaui, Munduko Emakumeen Martxa, Galtzagorri, Feministalde, Bilgune Feminista y Bilbao Feminista Saretzen. Juntas portaron la cabecera y leyeron un discurso atravesado por el antirracismo, el anticapitalismo y la necesidad de unos cuidados público-comunitarios. La cantante La Basu puso por sorpresa punto final a un acto que terminó con bailes y un agradable sabor de boca.
Iritsi da eskirolen autobusa!
— Aiaraldeko Mugimendu Feminista (@AiaraldekoMF) March 8, 2021
Ez gara hemendik mugituko! #TubacexKaleratzerikEz aldarria burua eraman arte.
Celestinok argi entzun dezala! pic.twitter.com/FCL3WeCBAF
Con las trabajadoras en huelga
En Euskal Herria, las redes sociales se calentaron de buena mañana: a las 7h el movimiento feminista, a través de Aiaraldeko Mugimendu Feminista, acudió a la fábrica Tubacex de Llodio (Araba) para apoyar a las trabajadoras en su vigésimo sexta jornada de huelga por el ERE: tan solo el 12% de la plantilla son mujeres, pero el 34% de las despedidas son trabajadoras. Juntas lograron parar el autobús que traía a la directiva de la empresa, escoltada por un cordón policial de la Ertzaintza. Por un día, el capital reculó.
En Iruña, a media mañana la Policía Foral de Navarra dejó la foto de la jornada: varios agentes empujaron hacia la calzada a las mujeres que portaban la pancarta con el lema Feminismotik dena aldatu sistema arrakalatu (Cambiarlo todo desde el feminismo) y detuvieron a una manifestante por un presunto delito de atentado a la autoridad. La manifestante precisó de atención hospitalaria por dolor en un brazo tras la caída sufrida durante el arresto llevado a cabo por cinco agentes.
Varias compañeras se encadenaron a las rejas del Parlamento: “Basta ya de simbolismos. Estamos hartas de sus lazos y sus manos moradas. Menos lazos morados y más dinero para cuidados”, expresaron su hartazgo a políticos que “desatienden a la infancia y los barrios, desmantelan y privatizan los recursos públicos, cierran y criminalizan a los equipos de prevención”.
❗ Se encadenan en el Parlamento de Nafarroa#Martxoak8 pic.twitter.com/FyK870QeQt
— Ahotsa.info (@AhotsaInfo) March 8, 2021
No es amor, es violación
Este no ha sido el año de las pancartas caseras, por ello destacaron las de Sara Gómez, de 19 años, que volvían a colocar la mirada hacia la violencia patriarcal: Si el maltrato hubiese sido físico, ya estarías en la cárcel, Si la ves borracha, dale agua no “amor”. Gómez explicó que descubrió el feminismo “hace poco”, cuando estaba “enganchada a una relación de maltrato, abusos y violaciones”. Violaciones en la pareja, ese gran invisible incluso para las sentencias judiciales de violencia machista de largo recorrido. Se recoge el psicológico, se recoge el físico, pero jamás el sexual: es una palabra contra la otra.
“No tengo pruebas ni testimonios, pero a mí me vale con saber que yo no soy culpable”, sostiene la joven. Le ocurrió cuando tenía 17 años; él tenía la misma edad. “No tengo miedo de denunciarlo públicamente, mis amigas y mi familia lo saben y lo que desearía ahora es que ninguna mujer pasase por lo que yo he tenido que pasar, que me acompañará el resto de mi vida”.
Se refiere a que su novio la violó cuando estaba borracha y a sexo no consentido cuando estaba sobria. “Me manipulaba, le tenía miedo”, explica esta mujer joven con nombre y apellido en la plaza Pío Baroja de Bilbao un 8 de marzo tres años después de aquel 8 de marzo histórico. “Por supuesto que el feminismo me ha empoderado”, concluye poniendo voz a una historia vivida por muchas mujeres anónimamente año tras año y rompiendo tabúes desde la juventud. Quien siembra recoge.
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Además de las mujeres gitanas de Sim romi, también estuvieron las mujeres gitanas de AMUGE, Asociación de Mujeres Gitanas de Euskadi, portando la pancarta. Gracuas