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Energía
Lo que el greenwashing no esconde: la planificación de la red de transporte eléctrico para el período 2021-26
La avalancha de proyectos de megacentrales eólicas y fotovoltaicas que pugnan por apropiarse de una buena parte de nuestro territorio rural ha generado un fortísimo y creciente rechazo de la población afectada, unida en la Alianza Energía y Territorio (Aliente), que en estos momentos agrupa ya a 183 entidades de todo el Estado en una sola voz atronadora. Surge así un movimiento popular que lucha, no contra la imprescindible y urgente implantación de las renovables, sino contra el modelo bajo el que se está llevando a cabo: depredador, socialmente injusto y con potenciales consecuencias, devastadoras e irreversibles, para la biodiversidad.
Desde su mismo origen, Aliente tuvo siempre presente el papel rector que las subestaciones y las grandes líneas eléctricas jugaban en este despliegue, incrementando de manera sustancial su inaceptable impacto sobre la biodiversidad, y también, por supuesto, sobre las posibilidades de desarrollo armónico y sostenible de los pueblos y territorios condenados al sacrificio. Y es que, para empezar, es algo sabido que las grandes líneas eléctricas, en especial las de transporte, segmentan y fragmentan el territorio con graves afectaciones sobre los suelos y las masas arbóreas; tienen un alto impacto visual y paisajístico; incrementan el riesgo de incendios forestales, y, sobre todo, causan, solo en el Estado español, la muerte por electrocución o colisión de 5 millones de aves al año (según cálculos de SEO BirdLife).
No son pocos, además, los estudios y declaraciones de consenso científico que advierten del grave impacto sobre la salud pública de sus intensos campos electromagnéticos, siendo indudable, por otra parte, que causan interferencias de radio frecuencia (afectando, por ejemplo, a marcapasos) y que, a causa del efecto corona, estas líneas eléctricas generan una permanente contaminación sonora y atraen y concentran aerosoles contaminantes y gases tan peligrosos como el ozono troposférico o el gas radón.
Para seguir, hay que reconocer, no obstante, algo positivo en estas verdaderas arterias metálicas del oligopolio: y es que la propia red de transporte eléctrico que tejen es un plano a la vista de su hoja de ruta en esta cínicamente denominada “transición energética”. Es un plano detallado, línea a línea, de los mercados donde se ofertará la electricidad que pretenden generar con nuestra tierra, con nuestro sol y con nuestro aire, esto es, justo la información que se callan, la que ha borrado el lavado verde en la justificación de cada mega proyecto eólico o fotovoltaico. Una buena forma, por tanto, para poner en evidencia la impostura del capitalismo verde y su oxímoron de la “transición ecológica”. Una buena manera, en fin, de tapar la boca a los voceros del greenwashing y a los que acuden al fácil recurso del argumento ad hominem, sin duda sorprendidos ante un “así no” más que fundamentado que amenaza con dar al traste con lo que, sin duda, creyeron que iba a ser un paseo militar.
¿Está buscando Forestalia crear su propia red de transporte, una suerte de privatización de la ya de por sí privatizada red de transporte eléctrico?
Por todas estas razones, cuando el pasado mes de febrero el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITERD) sometió a fase de consulta pública su Propuesta de planificación para la red de transporte eléctrico para el periodo 2021-2026, a través del Grupo de Trabajo de Modelo Energético, Aliente presentó sus alegaciones contra dicha propuesta, considerándola inaceptable porque, en esencia, daría lugar a una red sobredimensionada que, en modo alguno, respondería al gran reto actual: una fatal combinación de emergencia climática y crisis energética.
Del análisis de la planificación de la red, observamos con perplejidad que esta, lejos de tener en cuenta el papel esencial del autoconsumo en reducir la demanda eléctrica efectiva, lo computaba, de forma cínica, para justificar la construcción de más infraestructura de alta tensión. No con menor asombro, comprobamos que las estimaciones de la demanda de las que se partía no consideraban la realidad socioeconómica actual, ignorando las previsiones de consumo y los efectos de la crisis sanitaria de la covid-19. Con creciente desconcierto, leímos cómo justificaba el MITERD las actuaciones planificadas para asegurar el suministro, al tiempo que proyectaba grandes megaproyectos de líneas de transporte (entre ellos los de interconexión eléctrica) sin justificación técnica alguna, lo que daría lugar a una red obsoleta; inadecuada para un futuro de crisis energética que ya tenemos encima, y muy poco o nada resiliente en un contexto de crisis climática.
Energías renovables
Macroproyectos energéticos Una central eléctrica llamada España vaciada
En suma, advertimos seriamente en nuestro escrito de alegaciones de que el desarrollo de una red de transporte como la planteada supondría un inasumible coste de oportunidad para asegurar una transición energética distribuida, sostenible, ecológica y socialmente justa. Esperemos que tengan a bien escucharnos; de momento no hemos tenido respuesta.
Plano internacional
Pero el tejido de esta tela de araña no queda limitado a la península. En la actualidad tenemos proyectadas tres nuevas interconexiones eléctricas con Francia, una nueva interconexión con Portugal y un tercer cable submarino con Marruecos. El fin último de todas ellas, para las que se ha dispuesto una alfombra roja con el epígrafe de Proyecto de Interés Común (PIC), es la construcción de un mercado común de la energía, objetivo prioritario para la UE, anterior al de la propia transición energética. Y para ello, todo vale, como imponer arbitrariamente una tasa mínima de capacidad de interconexión entre todos los países de la UE (se propone ya un 15 %), que, sorprendentemente, se calcula en razón de la capacidad de producción instalada en cada uno de ellos y no de sus picos máximos de consumo, como sería lógico en un horizonte de crisis energética, que exige eficiencia y ahorro.
Parece, por tanto, que el objetivo es meramente comercial y que perseguiría mantener mientras resulte posible el actual consumo energético de nuestras sociedades europeas. No han entendido, o no quieren entender, que ni aunque fuese posible electrificar el 100 % del sistema energético, no podríamos permitirnos tales niveles de consumo, que solo una energía sucia como el petróleo, de la que las modernas infraestructuras de energía renovables son en gran parte subsidiarias, ha podido favorecer durante un corto periodo de tiempo histórico.
La presunta “transición ecológica” es, en realidad, todo un rescate al oligopolio
Alcanzar semejante quimera es la sinrazón última por la que estamos padeciendo un acaparamiento de tierras a una escala abrumadora. Es esta avidez, sumada a una perspectiva de grandes autopistas eléctricas atravesando océanos y cordilleras, la que ha llevado al oligopolio y a cazadores de concesiones de toda ralea a romper con los límites de la planificación eléctrica antes incluso de su desarrollo formal. El problema es que la red de transporte eléctrico, pese a estar ya de por sí sobredimensionada y en continuo crecimiento, no da de sí para la avidez de los promotores de megaproyectos en esta ‘conquista del oeste’ que han desatado las administraciones como modo de ‘no planificación’ de la transición energética.
La aventura de Forestalia
Y así es como en estos días asistimos, con una mezcla de estupor y de temor, a la apuesta de Forestalia para sortear este obstáculo a su codicia: la creación, bajo una tramposa designación como “líneas de evacuación”, de su propia red de transporte eléctrico, que, hasta ahora y según nuestro ordenamiento jurídico, es potestad exclusiva de Red Eléctrica de España (REE).
Dentro de esta trama, tendríamos ya sobre la mesa cuatro proyectos de autopistas eléctricas de muy alta tensión: tres que pretenden conectar Aragón con Catalunya y Valencia, y uno más que haría lo mismo desde el norte de Zaragoza hasta el País Vasco. De momento, la prensa ha visto claramente la dimensión extractivista de este feo asunto, con un relato que acierta al criticar que de nuevo se expolie a Aragón para llevarse la energía que allí se pretende producir a los grandes centros industriales y aglomeraciones urbanas del Estado, interesadamente ajenas a los cambios que supone una transición a fuentes renovables.
Fuera bromas: el resultado de la apuesta será trascendental para el futuro que nos espera
Aunque todavía es difícil ver las verdaderas intenciones de esta inusitada apuesta, cualquier conjetura es verdaderamente aterradora. ¿Está buscando Forestalia crear su propia red de transporte, una suerte de privatización de la ya de por sí privatizada red de transporte eléctrico? ¿Se trata de algún oscuro acuerdo con REE para subcontratar la construcción de su futura red?
En cualquier caso, parece difícil de justificar el negocio por parte de la empresa en esta aventura. Además, esta arriesgada apuesta, que ya ha sido rechazada por el Senado, se sustenta en un supuesto inadmisible: que líneas eléctricas de doble circuito de 400 kV, con longitudes que superan incluso los 200 km de distancia, puedan ser consideradas como “infraestructuras de evacuación” y no como auténticas líneas de la red de transporte eléctrico. Máxime si se observa que la capacidad de “evacuación” de estas líneas proyectadas por Forestalia es muchísimo mayor que la de las centrales eléctricas a las que se supone que pretende dar servicio. Es decir, que lo que quiere construirse para su propio disfrute son, en definitiva y metafóricamente hablando, cuatro autopistas bien pertrechadas para recibir toda una multitud de futuras áreas de repostaje.
Y, ¿quién sabe?, mientras en el territorio nos afanamos en denunciar este evidente fraude de ley, que tan caro pagaríamos con nuestro futuro, a lo peor hay alguien ya en el órgano ambiental responsable buscando un brillante argumento giratorio con el que contestar a nuestras alegaciones estableciendo taxativamente que el pulpo es un animal de compañía. Fuera bromas: el resultado de la apuesta será trascendental para el futuro que nos espera.
En esta breve historia de la codicia desbocada, ya es evidente, en todo caso, que los proyectos de interconexión eléctrica (claramente innecesarios, si no es para poder seguir con el business as usual), nacieron al calor del Plan Juncker y que, por lo que vamos viendo, los fondos Next Generation servirán para pagar el resto del mercadillo. En él nos ha tocado, por desgracia, ser el territorio sacrificado para sustentar, con nuestro proverbial sol y nuestra no menos proverbial ventolera, el vano intento de huida hacia delante de un capitalismo agonizante que se niega a reconocer los límites biofísicos del planeta.
Queda, por tanto, en evidencia, que la presunta “transición ecológica” es, en realidad, todo un rescate, apenas encubierto, al oligopolio