Opinión
Protestas ante las fábricas de armas de Rheinmetall para denunciar su papel en el genocidio
Poco a poco el genocidio en Palestina va desapareciendo de las portadas de los periódicos y suena cada vez menos en la apertura de los noticiarios radiofónicos. Parece que el anuncio de esa supuesta paz forzada, negociada entre los mismos verdugos y sin presencia de las víctimas invita a creer que todo ha terminado, que ni allí ni aquí ha pasado nada y que todo vuelve al cauce de la normalidad, que es el de la ocupación bárbara de una tierra usurpada desde antes de 1948, la masacre periódica de quienes ya vivían en esas tierras y la puesta en marcha de nuevos modelos de crímenes de guerra, ahora retransmitidos en tiempo real y consentidos -e incluso aplaudidos- por quienes se erigen en adalides del derecho humanitario internacional.
El desinterés mediático contribuye al ejercicio de hipocresía de los gobiernos que dicen condenar el genocidio mientras continúan con sus negocios de guerra. Los pingües beneficios, tanto monetarios como políticos, se evidencian en el trato de favor que los gobiernos, ya sea el estatal o los autonómicos, dan a las fábricas de armas, cuyo único objetivo en la producción es acabar con la vida de seres humanos, a la vez que consienten el oscurantismo de sus prácticas y de sus ventas. Hoy en día apenas conocemos nada o casi nada de lo que se produce, se vende y a dónde se exporta de la industria militar española.
Afortunadamente, frente a tanto engaño y canallada, aún hay gente que sale a gritar a las calles que esto no se ha acabado y que los culpables siguen sueltos, haciendo de las suyas, que no es más que asesinar a personas mediante diversos artificios y justificaciones, acompañando los asesinatos de la devastación, la ruina y la condena a una lenta extinción, ya sea mediante hambrunas, enfermedades o falta de condiciones de vida digna.
El pasado sábado 25 de octubre, grupos de Solidaridad con Gaza y No al Rearme se manifestaron frente al corazón de la bestia, ante las puertas de las factorías de Rheinmetall en el Estado español. En Extremadura cientos de personas realizaron una marcha hasta la sede de Navalmoral de la Mata (Cáceres), en cuya factoría de Rheinmetall, como en tantas otras que integran el llamado eje de la Ruta de la Plata se siguen fabricando componentes armamentísticos con destino al genocidio en Gaza. Rheinmetall es una empresa de marchamo alemana, un país que pasó durante la segunda mitad del siglo XX de la prohibición total de exportar armas a cualquier otro lugar del mundo, como medida expiatoria tras la Segunda Guerra Mundial, a ser en la actualidad el suministrador del 30% del armamento que emplea el ejército israelí en su genocidio contra Palestina.
Los grupos de personas que se manifestaron en Navalmoral el pasado sábado integran esa parte de la humanidad que algunos, quienes apuestan por la destrucción mutua asegurada, el concepto DMA que llevó a considerar durante la Guerra Fría la posibilidad de acabar con toda la vida en el planeta a base de bombazos nucleares, consideran ingenuos pacifistas. Sin embargo, en su acción está la garantía de la supervivencia de una especie cada vez más amenazada de extinción por sí misma. En su gesto -pacifista, revolucionario, antifascista- se encuentra el principio de si quieres la paz, prepara la paz, frente a ese si vis pacem, para bellum que ha acompañado durante toda la historia de la humanidad a las élites de poder y gobiernos con intereses en mantener sus privilegios, aunque ello pase por la aniquilación de poblaciones enteras, ya sea en Gaza, en el Congo, en Ucrania o cualquier otro lugar del mundo que no recaba el interés de los medios y donde ahora mismo se está probando la mortífera eficacia de las armas fabricadas en Rheinmetall.
Los y las manifestantes del sábado en Navalmoral de la Mata denunciaron la hipocresía del Gobierno español y la complicidad con el genocidio, patente en la delicadeza con que trata a empresas como Rheinmettal y en la más que posible participación de sus proyectos de compra y venta de armamento. La mentira, utilizada como medio político para lograr el consentimiento del electorado en una práctica belicista que se conoce a voces, se ha hecho condición de gobierno en quienes han apostado por la dinámica de nuestros tiempos actuales de incremento del gasto militar en detrimento del gasto social. Como dice la letra de la canción de Calle 13, hay poca comida, pero hay muchas balas.
Es fácil condenar un genocidio como consecuencia de una práctica de ocupación -sea el de Palestina o cualquier otro- mientras no se ponen en marcha los mecanismos necesarios para acabar con las causas que lo mantienen y alimentan. Entre las causas de las guerras están la fabricación de armas y el negocio que genera dicha industria, hoy día un valor en sí mismo, frente a modelos de economía que, lógicamente, no están en la agenda de quienes hacen de su credibilidad una mentira.
Industria armamentística
Rheinmetall: una historia del éxito de vender muerte
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