Música
            
            
           
           
Óscar Sancho (Lujuria): “La música se ha convertido en producto”
           
        
        
¿Por  qué reivindicar a Víctor Jara? ¿Cómo surgió este proyecto?
La  idea empezó a madurar durante la pandemia. Pensábamos que tras ella  habría que hacer algo que mereciese la pena. Muchos grupos se  debatían pensando qué hacer para poder seguir haciendo música.  Unos apostaban por un grandes éxitos, o por regrabar temas antiguos,  o anunciar un directo con colaboraciones… A nosotros eso nos  parecía muy pobre. Era salir de una situación extraordinaria (habrá  generaciones que ni la vivan) pensando en uno mismo. “Ayudadme que  soy músico y durante dos años no he tenido ingresos.” Y eso se lo  decimos a una clase obrera que tampoco los tuvo. Lo dicho,  paupérrimo. Nosotros nos comíamos la cabeza pensando que nuestra  misión, como creadores, como artistas, era hacer algo para los  demás.
Siempre he admirado la entereza y el compromiso de Víctor Jara. Este año se cumplen cincuenta años de su vil asesinato. Y empezaba a constatar que ya hay gente joven que no sabe quién fue Víctor Jara. Y entonces surgió el proyecto. Traer de nuevo, a la actualidad, su vida, su obra, lo que hizo el fascismo en Chile, lo que hizo en Latinoamérica, la Operación Cóndor… Y ahora se está viendo que, permíteme la inmodestia, era necesario. Mientras la juventud desinformada trata de “putodefender” España, a la juventud hay que contarle lo que hicieron, hacen y harán esos a quienes “putodefienden”.
¿Qué  enseñanzas nos aporta su figura?
El  disco va acompañado de un libro, por eso se llama “librinilo”, y  necesitaría escribir otro en esta entrevista para responderte, pero  te dejo una, la más importante: “Cuando se tiene razón ni la  muerte te calla”. Ya lo comentamos en su día cuando hicimos el  disco Y la yesca arderá sobre la rebelión comunera. Recuerda  que somos de Castilla. La gente nos decía “Los castellanos  celebráis una derrota” y nosotros contestamos orgullosos que no,  que quinientos años después las ideas que han triunfado son las de  los comuneros, no las de a quienes le cortaron la cabeza. ¿Por qué  crees que el morado comunero está tan presente en muchas  reivindicaciones de la izquierda? Pues con Víctor Jara pasa lo  mismo. Sus ideas, sus luchas, son las que cincuenta años después  han triunfado, se reivindican. Están más vivas que nunca mientras  que de Pinochet lo único que queda es el recuerdo de un asesino y  una película donde es un vampiro.
No  habéis perdido la perspectiva internacionalista en las  colaboraciones del disco.
Eso  jamás. Nosotros siempre decimos que frente a “los españoles de  bien” estamos los ciudadanos del mundo. Pero no solo es por eso.  Las colaboraciones del disco (Christian Bertoncelli desde Argentina,  del grupo Renacer y Pascual Meza de Khafra desde México) son, de  manera intencionada, latinoamericanos. Porque hay una ola de racismo  y xenofobia creciente en nuestro estado y nosotros queremos mostrar  que no todos somos así. Que nos encanta recibir con los brazos  abiertos a quien venga al lugar donde hemos nacido, como nos encanta  que nos reciban igual cuando vamos al lugar donde ellos han nacido.  Ambos lugares, por cierto, son parte del mismo mundo.
En  algunos temas detecto melodías vocales algo diferentes a las  habituales en el metal. ¿Has puesto la vista en las melodías de  Víctor Jara para ello?
Sí,  has dado en el clavo. Este disco lo ha compuesto, íntegramente,  César de Frutos. Él fue el primer batería de Lujuria: un enamorado  de la música y con un talento innato que lo llevó a estudiar  composición y armonía y a entrar en el Teatro Real de Madrid en los  coros como tenor. La idea sobre la que trabajamos era precisamente  esa: fijarnos en una canción de Víctor Jara (letra y música) y  pensar “¿qué haría hoy Víctor?”. Por ejemplo, “El derecho  de vivir en paz” inspiró el tema “15 rostros de mujer” porque  Víctor no se hubiese callado cuando vandalizaron el mural de Ciudad  Lineal. Así que sí, no solo la música, también las letras están  basadas en la obra de Víctor Jara. De hecho, en algunas canciones  hay frases exactas de las canciones que las inspiran. Aparecen en  cursiva en el librinilo y contamos con la autorización de la familia  y la Fundación Víctor Jara para ello.
Nos falta calle, mucha calle, juventud, mucha juventud, rebeldía, mucha rebeldía y apagar las pantallas para ver que no necesitamos el 90% de las cosas que ansiamos
El  antifascismo organizado es cada vez más urgente. ¿Cómo va la  asociación “Rock contra el fascismo”?
No  solo urgente, sino necesario. La asociación, en cuanto a número de  grupos, va muy bien, hoy mismo se nos ha unido desde Cádiz la banda  Inestables, que es el grupo número 1.393 que lo hace.
Vamos algo más flojos en adhesiones individuales, y son las que más necesitamos. Estas adhesiones tienen una cuota anual de 5 euros. Aun así, si alguien no puede ni permitirse esos 5 euros (y te aseguro que hay casos) que nos escriba a <rockcontraelfascismo@gmail.com>, que no será un problema el dinero. Tenemos claro que no vamos a pedir ni una sola subvención y que todo saldrá de nuestras cuotas y de nuestros conciertos. Los chiringuitos son cosa de ellos y nos los quieren achacar a nosotros. No les daremos la ocasión.
El  disco sale publicado como un “librinilo” (vinilo y libro).  ¡Original formato! ¿Cómo han alterado la relación con la música  los nuevos soportes digitales (tanto para el público como para los  músicos)?
Tema  complejo. La era digital ha posibilitado que la música no tenga  fronteras. Eso es bueno. Pero, por otro lado, la ha despojado de su  magia convirtiéndola en algo etéreo que está ahí, de fondo,  mientras hacemos otras cosas. Antes, la principal faceta del ocio  juvenil era la música; ahora ya no. Antes las estrellas eran los  músicos; ahora lo son los futbolistas. Ahora la música no tiene su  ritual, que yo recuerdo con nostalgia. Comprar un vinilo, ponerlo,  sentarme a escucharlo con la hoja de las letras en la mano,  levantarme a dar la vuelta al disco… Toda mi atención era para la  música. Ahora ya no. Debes captar la atención en quince segundos.  La música se ha convertido en producto y es cada vez menos arte. Y  por eso hacemos esto, para recuperar el ritual, la magia… Veremos…
Sin  embargo, me parece muy significativo que Ángelus Apátrida (tocando  thrash metal, ese subgénero umbral del metal extremo) se haya colado  repetidas ocasiones en la lista oficial de discos más vendidos  (incluso al número uno), o que el último de Iron Maiden también  entrase directamente como número uno. ¿Se ha roto un techo o es que  el público metalero sigue apostando por la compra de discos?
La  realidad siempre es más fea cuando nos quitamos las gafas de color  rosa. El público heavy ha envejecido. No llega el relevo. Es ese  público el que aún compra formato físico, y tampoco en gran  cantidad. Lo que pasa es que el público más joven ya no compra ese  formato y, por lo tanto, con pocas copias vendidas ya estás entre  los diez primeros. Pero fíjate que el disco de oro ya se concede con  10.000 copias menos y, aun así, quien es número 1 en ventas no es  disco de oro. Hoy el alcance se mira por millones de reproducciones  en las plataformas digitales y ahí es donde no verás a los grupos  que nombras, pero sí a los ídolos de los jóvenes que luego llegan  a Madrid y llenan tres días el Wizink y a nosotros ni nos suena el  nombre… Hoy día la lista de ventas de discos es tan nostálgica  como el formato físico, pero ninguna de estas cosas son la verdadera  medida del alcance musical.
En  ese sentido, ¿por qué seguir haciendo discos completos en el actual  imperio del single y del streaming?
Por  lo que te he comentado, recuperar la magia, darle sentido y respeto a  la música. El problema para enganchar con la juventud está en el  mensaje, no en el formato. Nunca vas a enganchar a una chavala o a un  chaval de 20 años si les canta un pibe de 60 unas letras muy  alejadas de su realidad. Es más, si les llamas chavala o chaval ya  vas mal [risas]. La clave es el mensaje, por un lado, y, por otro,  que lleguen músicos de su edad y se lo cuenten de tú a tú. Si eso  no pasa, esto irá desapareciendo poco a poco a medida que vamos  falleciendo músicos y público.
Hace  unos meses, Dani Filth (vocalista de Cradle of Filth) hizo unas  durísimas críticas denunciando los paupérrimos ingresos que ofrece  Spotify por las escuchas.
El  músico que mejor compone es el que pasa hambre, sufre desamor, tiene  problemas reales, no llega a fin de mes… Ese engancha con la peña.  Ahora, un tipo que vive en un castillo quejándose de que gana poco  hace un flaco favor al rock and roll.
Jamás un músico ha recibido lo que genera. Cuando se vendían discos les tangaban en los royalties y, ahora que prima lo digital, nos tangan en lo digital. ¿Por qué? Porque desde siempre el músico ha sido egoísta e insolidario. Recuerdo hace años, iluso de mí, queriendo montar un sindicato de músicos de rock… Imposible. Y mientras sigamos haciendo cada uno la guerra por nuestra cuenta y solo quejándonos cuando vienen mal dadas (¿alguien escuchó a Dani cuando le daba para un castillo?), esto va a ser eterno. Y cuando en el futuro la música se transmita por telepatía, habrá plataformas de telépatas que tangarán a los músicos, que serán incapaces de unirse telepáticamente.
La clase obrera solo tiene un arma con el que ganar al explotador: la unidad. Porque juntos siempre somos muchos más que ellos y desde siempre su objetivo ha sido enfrentarnos entre nosotros… Siguen ganando…
En  la presentación del libro de memorias del tío Luis, el bajista de  Obús, en la librería vallecana La Esquina del Zorro, reivindicaste  su labor como letrista precisamente por su vertiente crítica y su  capacidad de denuncia y de hablar de los barrios. ¿Por qué se ha  abandonado esa perspectiva en las letras de las últimas décadas de  bandas de metal?
Porque  nos deslumbraron en los ochenta con su puto dinero. Es como cuando  España invadió y conquistó (de descubrir nada, ellos ya sabían  que estaban ahí) América y les quitaban el oro a cambio de espejos  porque brillaban. En los ochenta nos llenaron de dinero, nos  convirtieron a su religión y nos domesticaron. Y ahora, treinta años  después, siguen en el rock viejos gordos millonarios que hace que no  pisan la calle y los barrios treinta años y que no quieren pisarlos  otros treinta. Nos han convencido de que lo importante es “tocar  bien” y los jóvenes se encierran a estudiar su instrumento y  desconocen la calle. Nos falta calle, mucha calle, juventud, mucha  juventud, rebeldía, mucha rebeldía y apagar las pantallas para ver  que no necesitamos el 90% de las cosas que ansiamos y que se pueden  meter su dinero en el hueco del pecho donde deberían tener un  corazón.
Llega el capitalismo feroz y lo que era un acto de rebeldía, de explosión de libertad, de cantar al unísono himnos rebeldes, lo han transformado en un “parque de atracciones del remache y la melena”
Estos  últimos años se han celebrado muchísimos megafestivales de todos  los estilos musicales en España. No eran pocos los que hablaban de  “experiencias”, dejando la música casi a un lado. Al mismo  tiempo, se va viendo esa concentración de capital en cómo cada vez  menos empresas acaparan su organización. ¿Qué sentido le ves?
Pues  es justo lo que estamos hablando. Verás, al principio eran torpes.  Para censurar lo que no les gustaba se utilizaba la fuerza bruta, la  represión. Viendo que no funcionaba, decidieron domesticarnos, se  inventaron esa falacia de la “clase media” y nos dieron a probar  de su veneno. Y ahora, con todos enganchados, van a quitarnos, como  dice un colega mío, “hasta lo bailao”. Llega el capitalismo  feroz y lo que era un acto de rebeldía, de explosión de libertad,  de cantar al unísono himnos rebeldes, lo han transformado en un  “parque de atracciones del remache y la melena”. Te cobran un  pastón, te sueltan a esos rockeros viejos, gordos y caducos, te  cobran hasta el vaso vacío, te venden la camiseta, la gorra, la  cerveza del festi, el bono del año que viene y una hamburguesa de  reno y un cuerno vikingo y ya te tienes que descojonar al ver a  bajitos, morenos y delgaduchos (y con gafas) yendo de vikingos con  una espada hinchable… Con lo que hemos sido…. Y encima, para  colmo, son esos de la espada hinchable, o la falda tableada de su  hermana, los que te señalan a ti y te llaman “casposo” por  llevar “los colores” del metal. Nos han domesticado y encima les  damos de comer. En un concurso de tontos nos echan por doping.
Lujuria  fue uno de esos grupos que irrumpió con la segunda ola de grupos  españoles de heavy metal, a mediados de los noventa, con el impulso  del power metal europeo.  ¿Ves posible una tercera ola en algún  momento próximo? En ese sentido, ¿qué echas en falta en la escena  metalera española?
Soñé  con ella hace unos años e incluso montamos un festival llamado así,  La Tercera Ola. Lo teníamos todo: grupos jóvenes, comprometidos,  con calidad… Hoy día no existe un solo grupo de aquellos que  tocaron con Lujuria en ese festival. Leather Heart (buenísimos),  Oker (la mejor vocalista de los dos mil de este país, sin duda)…  En fin…
Y todo eso por una sola razón y es lo que echo de menos: un público hermanado, unido, convencido… No digo que sumiso y apoyando todo lo que sale sin criterio, no. Pero tampoco lo que tenemos, que los hay que ya tienen la crítica hecha antes del disco o del bolo. En esta escena actual, hay demasiados ingenieros para pocos obreros y así no se hace la obra.
La  música (especialmente la que contiene un germen contracultural, como  el heavy y el metal en general) sigue siendo la gran olvidada de las  todas las políticas públicas culturales, en especial en el ámbito  de la enseñanza y su fomento. ¿Qué políticas prácticas concretas  deberían incorporar las organizaciones políticas progresistas en  ese sentido?
Cuidado  con eso. En los ochenta, el PSOE fomentó tanto el rock que podríamos  decir que lo subvencionó y acabó matándolo. Somos fieras salvajes,  debemos aprender a cazar, no esperar a que nos metan la presa en la  jaula. Lo que sí deben hacer es llamarnos para debatir y conocer  nuestras necesidades: una manera accesible de ser legales para cobrar  los putos 500 pavos de un caché, que lo único que están haciendo  es que tengan que cobrar en negro porque darse de alta para esa  mierda de caché es una ruina. Llamarnos para estudiar la creación  de locales de ensayo municipales, salas de conciertos municipales, el  IVA de los discos y de los instrumentos, la música en las  televisiones y radios públicas. Hay muchas cosas que deben estudiar  y mejorar, pero nunca “adoptarnos”. Somos salvajes y no queremos  estar en un circo. Que nos dejen en la selva pero que eliminen el  veneno que contamina nuestra selva.
En  resumen, ¿cómo ha ido asimilando la cultura del sistema la  radicalidad inicial del metal, que lo absorbe como una estética más?
Pues  lo hemos desgranado en toda la entrevista, pero, dado que es la  última pregunta quiero dejar un rayo de esperanza. El metal nació  libre y salvaje y eso está en nuestros genes; y jamás, te lo  aseguro, nos van a domesticar a todas y a todos. Ahora mismo,  mientras estáis leyendo estas líneas, en algún local del mundo hay  unos chavales volcando su rabia sobre unos instrumentos y dentro de  unos años llenaran salas de conciertos. El metal está en el  underground creciendo de nuevo. Y volveremos por nuestros  fueros. El rock es eterno, el rock nunca muere.
Chile
        
            
        
        
Los Diablos Rojos de Víctor Jara bailan para preservar la memoria de las víctimas de la dictadura
        
      
      Música
        
            
        
        
El rock combativo de No Konforme celebra la revolución cubana
        
      
      Relacionadas
Para comentar en este artículo tienes que estar registrado. Si ya tienes una cuenta, inicia sesión. Si todavía no la tienes, puedes crear una aquí en dos minutos sin coste ni números de cuenta.
Si eres socio/a puedes comentar sin moderación previa y valorar comentarios. El resto de comentarios son moderados y aprobados por la Redacción de El Salto. Para comentar sin moderación, ¡suscríbete!