Feminismos
En el club de mujeres musulmanas

Crónica de la visita que Clara Zetzin realizó en 1924 a Tiflis (Georgia) para visitar un club de mujeres musulmanas, fundado por revolucionarias de la región del Cáucaso, en el contexto de los primeros años de la Revolución rusa.
Clara Zetkin
Clara Zetkin
21 jun 2023 08:47

INTRODUCCIÓN


En 1924, Clara Zetkin viajó a Tiflis (Georgia) para visitar un club de mujeres musulmanas, fundado por revolucionarias de la región del Cáucaso. Estos espacios de organización eran promovidos por el Zhenotdel (Departamento para el trabajo entre las mujeres trabajadoras y campesinas) durante los primeros años de la Revolución rusa. Se trataba de impulsar la autoorganización de las mujeres, colaborar con su formación política y promover su participación en la lucha por el socialismo en regiones donde pesaban enormemente los prejuicios patriarcales y religiosos. Estos eran un legado de siglos de opresiones milenarias que habían generado todo tipo de padecimientos para las mujeres, agravados por sucesivas intervenciones coloniales e imperialistas.

En el libro Mujeres, revolución y socialismo (Ediciones IPS, 2023) se recupera esta crónica de Clara Zetkin acerca de su visita al club de las mujeres musulmanas. El texto, que hasta ahora no estaba disponible en castellano, muestra el impacto profundo que tuvo la Revolución en la vida de las mujeres de aquellas regiones. El texto fue traducido del inglés para esta edición y cotejado con su versión en francés.

Mujeres, revolución y socialismo, compilado por Josefina L. Martínez y Diana Assunção, reúne documentos y escritos marxistas acerca de la emancipación de las mujeres elaborados a lo largo de más de cien años a partir de la publicación del Manifiesto comunista por Karl Marx y Friedrich Engels. Así, por ejemplo, encontramos textos de Eleanor Marx, Clara Zetkin, Rosa Luxemburg, Inessa Armand, Aleksandra Kollontai, Vladimir Lenin y León Trotsky. Fue publicado por Ediciones IPS en forma simultánea en el Estado español, Argentina, Brasil y otros países de América Latina con motivo del 8 de marzo de 2023.

Josefina L. Martínez

________________________________________

Los clubes de mujeres musulmanas de las Repúblicas Soviéticas son un símbolo para las amplias masas de mujeres orientales. Su creación y desarrollo tienen una enorme importancia histórica.

En el Oriente, las mujeres trabajadoras, que con pasión desean una transformación de sus condiciones sociales hacia su liberación, están comenzando a moverse y a actuar. Las más de abajo entre los de abajo, quienes habían sido empujadas a las profundidades más hondas de la esclavitud social, por tradiciones, leyes y decretos religiosos, se están levantando. Tímidas y heridas en cuerpo y alma, están a pesar de eso levantándose firmemente con el objetivo de lograr la igualdad y la libertad. Lenin juzgó correctamente este acontecimiento como de gran importancia histórica. Él siempre era de lo más sensible, incluso al más tenue movimiento de energías revolucionarias, y las evaluó siempre desde el marco de la transformación social total del mundo. Incluso si el despertar de las mujeres orientales aparece solo como un relámpago tenue en este momento, es el precursor de la tormenta que se aproxima. Confirma el hecho de que la revolución proletaria se convertirá en una revolución mundial, en la cual incluso el más oprimido y esclavizado se liberará por su propia fuerza. Los clubes de mujeres musulmanas en las Repúblicas Soviéticas no son un lugar para cultivar tendencias sufragistas moderadas, sino lugares de reunión y escuela para las fuerzas revolucionarias.

El club de mujeres musulmanas de Tiflis (1) fue fundado por el Partido Comunista y es resultado del trabajo de su división de mujeres. Fue fundado a sabiendas de que el establecimiento del sistema soviético había conmovido profundamente la mentalidad de las mujeres musulmanas. Para ellas, simboliza la transformación de sus vidas, dado que la legislación soviética no reconoce la dominación del hombre sobre la mujer y ninguna prerrogativa de un sexo sobre otro. En cambio, este club proclama la igualdad total de las mujeres en todos los campos sociales y muestra que los Soviets están dispuestos a lograr esa igualdad. Esas mujeres exigen apasionadamente alcanzar su nuevo estatus legal participando en la transformación de la sociedad, construyendo una nueva estructura que tome en consideración el talento de las mujeres trabajadoras.

Los clubes de mujeres musulmanas en las Repúblicas Soviéticas no son un lugar para cultivar tendencias sufragistas moderadas, sino lugares de reunión y escuela para las fuerzas revolucionarias.

Hasta ahora, sin embargo, las demandas de la mayoría de las mujeres muulmanas que están tomando conciencia siguen obstruidas por antiguos prejuicios. De esta forma, muchas de ellas se abstienen de hacer valer sus posiciones delante de los hombres. Entre su deseo y su realización se cierne la puerta cerrada del harén. Las camaradas y los camaradas en Tiflis se convencieron de que era necesario crear un ámbito intermedio entre la recluida existencia doméstica y las salas públicas de reuniones. Debía ser un lugar donde los anhelos profundos maduraran hacia una clara conciencia y voluntad de lucha. Convencidos de que la reconstrucción revolucionaria en Georgia sería imposible contra la voluntad o sin la cooperación de las masas de mujeres musulmanas, organizaron en dicho sitio el club de mujeres musulmanas.

Fue la primera creación de este tipo que yo haya podido presenciar y en consecuencia me produjo mucha emoción en cuanto fui a visitar el club. Sus miembros ya habían sido notificados de mi visita; de lo contrario, solo hubiera podido echarle un vistazo al edificio y hablar con un pequeño número de camaradas musulmanas. Sin embargo, estaba interesada en obtener una impresión de la comunidad en su conjunto y quizás incluso ir más allá, valorando el impacto más amplio del club respecto a otros grupos de mujeres. Así que me esperaban. La acera y la calle alrededor del club estaban repletas de mujeres musulmanas, de las cuales ninguna llevaba velo. El coche tuvo que reducir su velocidad a paso de tortuga y nunca pudo realmente llegar a la entrada. Más que llegar caminando, fui empujada y llevada en brazos. Hasta que por fin logré alcanzar el pasillo, subir la escalera caracol y llegar a la gran sala central del club. Aquí, se repetían los mismos empujones, en una atmósfera sofocante. La escena me recordaba al flujo de hormigas que salen de un hormiguero.

Cuando se fundó el club de mujeres de Tiflis, en 1923, tenía 40 miembros, lo cual constituía un éxito innegable. Los Soviets proporcionaron al club un local apto para acomodar a este número de personas. La fundación del club fue una innovación tal que nadie esperaba un desarrollo acelerado, pero pasó lo inesperado. La propaganda y el trabajo desarrollado a favor del club se extendieron como la pólvora. Apenas ha pasado un año, la organización ya cuenta con 200 miembros y más cantidad de mujeres musulmanas solicitan entrar continuamente. No hay duda de que el gobierno soviético finalmente va a donar un edificio más grande al club. Sin embargo, ese nuevo edificio tendrá que estar situado en un lugar diferente con el objetivo de que su influencia pueda llegar a las grandes masas de mujeres musulmanas. El traslado del club no será tan sencillo como parece.

La naturaleza particular del club exige que solo las mujeres puedan reunirse aquí. Son mujeres pertenecientes a las múltiples comunidades musulmanas de las montañas y estepas transcaucásicas. La brillante luz eléctrica caía sobre sus velos multicolores y ricamente bordados, los cuales, sin cubrir ninguno de sus rostros, servían para enaltecer la elegancia de sus figuras y movimientos. Las expresiones de absoluto arrebato en sus caras eran incluso más interesantes y atractivas que sus coloridos vestidos exóticos. Estaba claro que un mensaje revelador había conmovido a esas mujeres hasta las profundidades de su ser. Cada una de ellas había adquirido una nueva conciencia que con esfuerzo buscaba expresarse. Este sentimiento las unía a todas, extendiéndose más allá de los confines del club e incluso más allá de las fronteras del país. La revolución proletaria consuela a la mujer mayor al entrar en el crepúsculo de su vida; llama a la mujer adulta a una nueva vida llena de trabajo y lucha; y exhorta a la joven que aún es medio niña a preparase para tomar el relevo.

Las mujeres en asamblea cantan La Internacional. He oído cantar ese himno de batalla y esperanza de los comunistas, cientos de veces, con la misma fe imbatible y disposición revolucionaria, por proletarios y proletarias rusas. Pero nunca había oído las palabras y la melodía cantada tan solemne y mágicamente como cuando salió de las voces de las mujeres y las jóvenes en Tiflis. La totalidad de su ser y sus corazones se encontraban reflejados en esa canción. Cantaban La Internacional con la misma actitud que un creyente protestante recibiendo la Eucaristía y sintiéndose conmovido por la convicción de que tomando el vino y partiendo el pan, está en contacto con su “Señor Jesucristo” y con Dios. Embargadas de felicidad e inspiradas por el sentimiento de que esa canción trata sobre el reconocimiento de su humanidad y su dignidad humana. Son conscientes de que esa canción significa el reconocimiento de su igualdad total con los hombres, que las convierte en iguales a millones y millones de seres humanos alrededor del mundo.

Cada una de ellas había adquirido una nueva conciencia que con esfuerzo buscaba expresarse. Este sentimiento las unía a todas, extendiéndose más allá de los confines del club e incluso más allá de las fronteras del país.

Ese mismo estado de ánimo emergía claramente de los fervientes discursos que algunas de las mujeres musulmanas dieron en el club. Entre ellas había una joven camarada que apenas podía hablar de la emoción. Una alegría indescriptible sobre su nueva posición como mujer y su incorporación en la comunidad mundial de combatientes por la libertad, que se entremezcla con una apasionada gratitud por el trabajo redentor de la revolución proletaria y el sistema soviético. Se escuchan sagrados juramentos, los cuales se comprometen a la construcción y protección de las Repúblicas Soviéticas y la revolución mundial. Pero de sus discursos también emerge el recuerdo del sufrimiento indescriptible, las humillaciones y amargura. ¿Acaso retornará algún día ese horror y se convertirá en el aplastante destino de las hijas que ahora están floreciendo? La audiencia, que escuchaba atentamente, exclamó entonces: “¡Mejor morir que volver a sufrir un destino como ese!”. Un fuerte aplauso celebró el arrebato de pasión.

¿Cómo era nuestra vida antes de la revolución? –grita una de las oradoras–. Nuestros padres nos vendieron como corderitos cuando apenas teníamos 10 o 12 años, a veces incluso más jóvenes. Nuestros maridos demandaban nuestro amor y afecto, incluso cuando nos parecían repugnantes. Cuando a nuestros maridos les apetecía, nos pegaban con palos o látigos. Teníamos que servirles día y noche como esclavas. Cuando se hartaban de nosotras, nos mandaban al infierno. Nos alquilaban como prostitutas para sus amigos. Nos mataban de hambre cuando se les antojaba. Nos quitaban a nuestras queridas hijas, que eran la alegría de nuestros ojos y la ayuda para nuestros débiles brazos. Las vendían igual que nos habían vendido a nosotras. Ningún Mullah vino en nuestra ayuda cuando la necesitábamos. ¿Dónde podíamos encontrar un juez que nos diese ayuda legal?

Pero ahora, hermanas mías, ¡cómo ha cambiado todo! La revolución vino como una poderosa tormenta. Ha aplastado la injusticia y la esclavitud. Ha traído justicia y libertad a los pobres y oprimidos. Nuestro padre ya no puede arrastrarnos y forzarnos a compartir cama con un marido extraño. Somos capaces de elegir a nuestro marido y este ya no podrá convertirse en nuestro amo; en cambio, deberá ser nuestro amigo y camarada. Queremos trabajar y luchar a su lado y ayudar a construir una nueva sociedad. Una nueva vida debe comenzar para todos. Los Soviets han redactado una nueva legislación. Esta establece que somos seres humanos igual que lo son los hombres y que somos libres y tenemos los mismos derechos que ellos. Nosotras también podemos elegir a las personas, hombres y mujeres, que queremos ver en los Soviets. Y nosotras mismas podemos trabajar en ellos. Cuando tengamos quejas hacia nuestro marido, un vecino o un jefe, podemos llevarlas al Tribunal del Pueblo. Se pondrá de nuestro lado si estamos en lo cierto. Nadie nos pregunta que profeta seguimos: Mohamed, Moisés o Cristo. Los Soviets nos han traído la salvación. ¡Eterna gratitud a ellos!

Las camaradas veteranas, que han trabajado durante mucho tiempo entre las mujeres musulmanas de Tiflis, me explican el ambiente y espíritu de la reunión. Estas mujeres, con pocas excepciones, pertenecen a los estratos más bajos de la sociedad. Muchas de ellas vinieron a Tiflis antes de la Revolución, atraídas por la esperanza de poder encontrar aquí unas condiciones de vida mejores que las que tenían en las estepas y montañas nativas. Los hombres se convertían en vendedores ambulantes, jornaleros, sirvientes o portadores de cualquier ocupación menor que pudieran encontrar fuera de casa. La esposa se quedaba con el niño en una cabaña miserable. Con la migración a la ciudad, la mujer pierde el antiguo sustento económico de su existencia. Bien lejos de su cabaña o tienda, así como de sus pastos y rebaños, le faltan incluso los medios más primitivos con los que realizar un trabajo productivo. Ella no puede seguir cumpliendo ni siquiera las demandas de su propia familia. Todo tiene que ser comprado y ella no tiene dinero para comprar nada. Solo su marido tiene dinero. Como consecuencia de ese cambio, las mujeres musulmanas perdieron importancia a los ojos de sus maridos, como trabajadoras que cooperaban con la preservación de la familia. La base de la economía de la antigua familia patriarcal estaba destrozada. La dominación del hombre dentro del patriarcado, sin embargo, continuaba y bajo las condiciones más desfavorables. Más que nunca, las mujeres sintieron que eran como esclavas: trozos de propiedad de sus maridos. Costumbres, tradiciones, lenguas y religión las separaban del resto de la población urbana, incluso de la gente pobre. Su miseria, soledad y desesperación tomó formas extremas. Eran como hojas arrancadas de una rama por el viento. En el sentido literal de la palabra, la Revolución llegó como una redención para las mujeres musulmanas de Tiflis. Con ella, inesperados y prodigiosos acontecimientos entraron en sus vidas.

Las camaradas explican la enorme importancia de los clubes de mujeres para las mujeres musulmanas de la ciudad. Es aquí donde las que tienen más energía, talento y sed de conocimiento se reúnen para obtener su primera formación política y social. Es aquí donde pueden adquirir todo tipo de conocimientos. Algunas de ellas entran en el Partido Comunista con el objetivo de formarse para convertirse en propagandistas u organizadoras entre sus compañeras musulmanas. El club, sin embargo, es también un lugar de refugio para aquellas mujeres musulmanas que necesitan consejo y ayuda cuando quieren defenderse contra una injusticia o tratan de evitar caer en la miseria y en la apatía. El club contiene “Secciones para el Trabajo Cultural” donde las mujeres mayores se sientan junto a las jóvenes y, con conmovedor esfuerzo, tratan de dibujar letras y aprender a leer. Cursos y conferencias transmiten conocimientos elementales de las ciencias sociales y naturales. A determinadas horas del día, tres camaradas que tienen conocimientos legales se encuentran presentes en el club para ayudar con problemas jurídicos. Son particularmente apreciadas. La proclamación de la igualdad legal no transforma de un día para otro por arte de magia la posición tradicional de los hombres hacia las mujeres, que ha sido desarrollada a lo largo de los siglos. Muy frecuentemente las mujeres tienen que pelear e ir a los tribunales para obtener justicia. El club también ofrece cursos de costura de ropa y bordado. Gran parte de las mujeres musulmanas que llegan a la ciudad no han aprendido a coser como sus madres y las más jóvenes apenas saben cómo sostener una aguja.

Cuando a nuestros maridos les apetecía, nos pegaban con palos o látigos. Teníamos que servirles día y noche como esclavas. Cuando se hartaban de nosotras, nos mandaban al infierno. Nos alquilaban como prostitutas para sus amigos. Nos mataban de hambre cuando se les antojaba.

Naturalmente (como las camaradas enfatizan) el fin de los comunistas es incorporar a las masas de mujeres a la economía socialista. Sin embargo, esto es muy complicado mientras la industria moderna sigue dando sus primeros pasos en Georgia. Crecerá rápidamente cuando la gran planta eléctrica a lo largo del río Kurá cerca de Tiflis esté lista, planta que el gobierno soviético está construyendo ahora mismo. Mientras tanto, la Sección de Mujeres del Partido Comunista ayuda en casos individuales a mujeres musulmanas a obtener empleo (2). Algunas de ellas trabajan en la fábrica de cartón, otras en las industrias textiles y de tabaco. Después de trasladar el club a otro lugar más grande, las camaradas planean establecer artels (3) de mujeres, que son colectivos de mujeres trabajadoras. El trabajo colectivo aumentará la autoconfianza y el sentimiento de solidaridad entre las mujeres musulmanas y así contribuirá a su comprensión del comunismo, también al desarrollo del club. Este ya se ha convertido en un poderoso imán que atrae muchísimas mujeres de la ciudad y sus alrededores. Su influencia llega mucho más allá de los 200 miembros oficiales. Esa suposición no es una exageración, ya que hay alrededor de 10 mujeres apoyando a cada miembro oficial, por lo que cuando hablamos de cuestiones importantes y eventos, el club tiene el apoyo de la mayoría de las mujeres musulmanas. Cada miembro del club recluta nuevos miembros para el club y lleva su mensaje con energía, efervescencia e incluso afán fanático a amigas y familiares.

Cuando las profesoras y administradoras del club me mostraron en una sala contigua el material de enseñanza, con las pizarras y las cajas llenas de materiales de bordado, la multitud de mujeres musulmanas vino también a la sala. Todas ellas sentían el deseo de compartir la admiración por las actividades del club y enseñarme su satisfacción ante sus logros: “Este es el libro instructivo que ilustra cómo la gente trabajaba antes de la Revolución”; “Este enseña cómo tenemos que cuidar de nuestros hijos”; “Yo he escrito esto”; “Yo ayudé a bordar esta gran manta y esta blusa la hice yo”; “Puedo coser camisas como esas”. Exclamaciones como estas, que resonaban alrededor mío, expresaban el vínculo que cada mujer sentía con su trabajo y el aprendizaje colectivo. En otra sala, las consejeras legales estaban literalmente siendo ahogadas por la muchedumbre.

Una quiere enseñarme que el club también es un lugar para el entretenimiento y el placer. Alguien comienza a tocar el piano y da comienzo el baile. El primer baile lo ejecuta la hija de 5 años de una camarada, y su figura, cara y ropa me recordaba a cómo, de niña, imaginaba como serían la Reina de Saba y la Reina Semíramis de Asiria. La pequeña joven es una criatura encantadora de rizos oscuros y grandes, ardientes ojos. Sus elegantes movimientos y las expresiones en su cara se adaptan increíblemente rápido a los ritmos cambiantes y al carácter de la música. Ella es evidentemente la favorita, la niña mimada del club. Más tarde, otras chicas jóvenes comienzan a bailar, en su mayoría solas, pero en momentos con parejas. La gracia en sus movimientos está muy alejada de los bailes orientales que uno suele ver en nuestra zona del mundo. Estos bailes son pasionales, aun cuando de una casta contención y difieren totalmente de los que uno ve en el Oeste. No hay ninguna exhibición provocativa del cuerpo, sino más bien una jovial expresión de vida y movimiento.

Las danzas constituyen tan solo un breve episodio de la tarde. La Revolución, la “nueva vida” que despierta, dan un paso una vez más al primer plano de sus sentimientos y pensamientos. Las preguntas, exclamaciones, discursos y convicciones, en los que se respira el espíritu de solidaridad internacional revolucionaria, demuestran cuán lejos se han extendido las fronteras antiguamente estrechas de las mujeres musulmanas. El sentimiento de solidaridad ha llegado como una revelación de salvación sobre las mujeres que se alzan en el Oriente y les ha dado una energía feroz. Tienen certeza, ferviente convicción: guiadas por estas estrellas, vencerán.

Cuando estaba saliendo del club, La Internacional, cantada por las mujeres musulmanas de Tiflis, se oyó de nuevo dentro del edificio como fuera en la calle. Los periódicos estaban llenos de noticias acerca de los intentos de fuertes grupos capitalistas y sus gobiernos burgueses para detener la amenazante tormenta de la revolución proletaria y la enorme e histórica transformación del globo. “Y, aun así, avanza, porque nosotras la haremos avanzar”. Esta convicción, este acto de fe y voluntad de actuar, surgen de las profundidades de este mundo.

Feminismos
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Tratamos de leer y analizar algunas de las cuestiones que plantea 'El manifiesto comunista' –y, en particular, su llamada final: «¡Proletarios de todos los países, únanse!»– desde la perspectiva de un manifiesto feminista.

NOTAS:

Publicado originalmente por Clara Zetkin en su libro In the Liberated Caucasus, Berlín y Viena, 1926. Traducido de Clara Zetkin, “In the Muslim Women’s Club”, Selected Writings. Ed. Philip S. Foner, Estados Unidos, Haymarket Books, 2015. Revisado y corregido con la versión disponible en https://www.patreon.com/posts/73511161.

(1) Tiflis es la capital de la República Socialista Soviética georgiana, en el sureste de la Unión Soviética sobre el río Kura. [N.de C. Zetkin].

(2) En la tradición musulmana, las mujeres deben quedarse en la casa. [N.de C. Zetkin]

(3) Un artel es, en Rusia y en los antiguos Imperio ruso y Unión Soviética, una asociación voluntaria de personas para la colaboración u otra actividad colectiva, a menudo con participación en los ingresos generales y responsabilidad general con base en la caución solidaria. Este tipo de cooperativas predominaron desde la reforma emancipadora de los siervos de 1861 hasta la década de 1950. [N.deE.]

Sobre este blog
La filosofía se sitúa en un contexto en el que el poder ha buscado imponerse incluso en los elementos más básicos de nuestro pensamiento, de nuestras subjetividades, expulsando así de nuestro campo de visión propuestas teóricas y prácticas diversas que no son peores ni menos interesantes sino ajenas o directamente contrarias a los intereses del sistema dominante.

En este blog trataremos de entender los acontecimientos del presente surcando –en ocasiones a contracorriente– la historia de la filosofía, con el objetivo de poner al descubierto los mecanismos que utiliza el poder para evitar cualquier tipo de cambio o de alternativa en la sociedad. Pero también de producir lo que Deleuze llamó líneas de fuga, movimientos concretos tanto del presente como del pasado que, escapando del espacio de influencia del poder, trazan caminos hacia otros mundos posibles.
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