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Opinión
Una materia mentirosa
Vivimos en una sociedad imaginaria e imaginada, la creamos constantemente con la materia plástica de la que nos proveen a todos y a todas, la necesidad de parecer únicxs aunque nos cueste admitirlo, las dos caras pertenecen a la misma moneda, es una materia mentirosa, principalmente la utilizamos para creernos ombligo y centro, paradójicamente nos une a los demás con fuerzas descomunales, y como la individualidad no existe en la sociedad humana y pretendemos que sí, porque nos han vendido esta entelequia para mantenernos ocupados, y para mantenernos cuerdos constantemente estamos descubriendo lo ya descubierto como si las ideas nos brotasen de la cabeza como de un manantial primigenio, agua que arrastra mentiras unas detrás de otras, llamadas religión, costumbres, fiestas patronales, tradiciones…
Y en esa maraña de imaginaciones se nos pierden las razones. La sociedad se comporta como el aire que respiramos, no vemos cómo se mueve pero sentimos el viento. O su entrada en nuestros pulmones, lo respiramos viciado, con óxidos nitrosos, óxidos de azufre, partículas diesel, con humos, plomo y sigue siendo aire mientras no nos mate fulminantemente, esa es la sociedad, y nuestra relación con los demás. Mientras no te maten todo está permitido, que te obliguen, que te lleven por un camino, que debas transigir, que no encuentres salidas para enfocar tu felicidad real, no la de Instagram, si no la que te pueda convertir en alguien por ti mismx y se te respete por ello, es tan difícil pisar la realidad, que a veces solo nos damos cuenta de que lo hemos hecho por esa ansiedad que ha llegado de repente sin esperarla, nadie nos enseñó, la sociedad solapó cualquier atisbo. Pan y circo lo llamaban nuestros antiguos romanos. Hoy se encuentra en dilución entre mucha oferta, se puede resumir en consumir y ser consumido.
La violencia de género es una más y a la vez la más importante de las realidades que distorsionamos. Solo vemos las muertes, su gravedad son su irreversibilidad, pero desgraciadamente no son lo más doloroso y grave, el sufrimiento que conlleva la violencia soterrada es descomunalmente mayor. Desde los medios de comunicación y desde la sociedad, las muertes parecen ser lo único que hay que atajar. Olvidamos que hasta llegar a ellas hay un largo camino de adoctrinamiento social que habría que abordar con valentía. Existen muchos frentes, las leyes, los medios policiales, la culpabilización a menudo de la víctima —¿qué hacía con esa mala bestia?—, qué si tal ley no funciona por lo tanto es la culpable, es culpable de no conseguir defender a la que va a morir, pero sobre todo, y esto es casi imposible de abordar, de defender a la que está sufriendo, y más importante todavía, a la que va a sufrir.
Los medios punitivos nunca han funcionado para acabar con un problema. Son un eslabón más que funciona más como pago de una deuda contraída, no quiere decir que no deban existir, y que se mejoren para que sirvan de algún modo, pero la base en la que subyace todo el complejo problema es el machismo, la sociedad es machista, y machista es por ejemplo cualquier aparentemente sencilla actitud, cómo que a niñas de cinco años se le regale cosméticos, dándole a entender que la belleza es su mayor baza para alcanzar algo en la vida, que sin un hombre nunca estarán completas, por lo tanto inculcándole la idea de que deben ser dependientas emocionales, lo que las convierte en vulnerables sin saberlo aún, o que los juguetes de las niñas les encaminen a ser madres, cuidadoras, y la de los niños a ser eternos adolescentes, o a la violencia, son tantos los ejemplos.
Ahora se ha instalado la creencia imaginaria de que vivimos en un estado no machista, sobre todo comparándolo con regímenes de otros países, y que solo quedan rescoldos llamados ahora micromachismos, y que los crímenes son culpa únicamente de unos pocos hombres violentos contra mujeres anuladas, pero no se ve, no se enseña en los telediarios, no se habla en las redes sociales de el comienzo y mantenimiento de la violencia. El micromachismo es una forma maquiavélica de llamar al machismo estructurar, al que no queremos destapar, no verlo, e imaginar otra sociedad y vivir imaginariamente en ella. En vez de una espada vigorosa que sería el machismo a secas, se usa un enjambre de alfileres, que preparan el cuerpo y la mente de la mujer, para el maltrato simbólico, emocional, físico, sexual, económico, hasta ser normalizado en la imaginación, el fin es el mismo, las formas cambia para no cambiar el fondo, y si no queremos verlo, nos seguirá haciendo daño sin saberlo, seguiremos viendo las muertes como hombres violentos, como locos que se les fue la cabeza, y no conseguiremos nunca salir a flote del agua que nos inunda, del consumismo también del sufrimiento, del consumismo también de la queja, si no somos guionistas seremos actores de imaginaciones ya modeladas por siglos de violencia machofacha.
Si consiguiéramos despertar, si entendiéramos que dormimos, la realidad sería tan poderosa que derrocaría las presas, los caminos y podríamos andar hacia donde quisiéramos, pero todxs juntxs, menos consumidores, y menos consumidos.
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Se agradece la buena y cuidada escritura. El artículo describe en abstracto el problema pero no plantea medidas o estrategias para afrontarlo.
Tienes razón, el problema tiene muchas vertientes, pero la primera para su solución es indicar dónde se encuentra el machismo, y no dar por hecho que se ha solucionado, desde mi humilde opinión los medios de comunicación y la sociedad, nos hemos colocado en que el problema está en unos pocos hombres, o muchos, y se nos olvida que el problema es el fondo, la solución primera y primaria será señalar el machismo cuando lo veamos, y no callarnos. Gracias por comentar, un saludo.