Editorial
Les batalles que som i serem

El País Valencià no vol perdre més el temps amb ‘batalles’ que s’originen en despatxos de partits i es pateixen als carrers de la nostra capital

25 sep 2018 13:36

Les seqüeles d’una dura postguerra, la repressió de la dictadura, la incertesa i l’esperança van ser el brou de cultiu del clima bel·ligerant que, a finals dels anys setanta, es va desencadenar dins d’una societat valenciana que estrenava democràcia. El feix de llum de les idees fusterianes, que van germinar en el si d’una incipient universitat, a la qual començaven a arribar els fills i les netes dels vençuts de la guerra, xocaven amb els interessos i l’afany continuista de les elits econòmiques franquistes, fidels al règim anterior i, per tant, profundament espanyolistes.

Eixes noves idees, ideològica i políticament avantguardistes, que situaven en el centre la qüestió nacionalista valenciana, i que plantejaven un nou model de país, van oblidar ‘jugar la carta popular’ de la qual es va voler apropiar l’espanyolisme, recolzant-se en la promoció de la por i l’odi cap a allò català. Un maniqueisme que arriba fins als nostres dies, i aflora de tant en tant; però que s’ha mantingut latent gràcies a la impunitat dels atacs de l’extrema dreta i dels esforços d’alguns partits per obviar la major part de la cultura valenciana, desvirtuar-la, associant-la a la castellana i identificant l’anticatalanisme com el tret característic del valencianisme.

A dia de hui, la societat valenciana sembla que està repetint una vegada i una altra els mateixos errors i reproduint els mateixos conflictes. Tal volta ens fem les preguntes incorrectes, és com si visquérem ancorats en una cançó de Siniestro Total - Qui som? D’on venim? A on anem? –, en constant crisi d’identitat -Què és ser valencià?-. Ens volen llevar la nostra cultura, com si açò fora possible. Aquesta petulància simbòlica ens atrapa i, com se sol dir, no ens deixa veure el bosc.

Més enllà de la qüestió identitària, si tenim clara alguna cosa, és que el que no volem és més feixisme, ni tampoc més impunitat cap a la violència de l’extrema dreta. A pocs dies del 9 d’octubre, que torna a esperar-se casi tan caldejat com a principis dels 80’ -donades les agressions dels grups feixistes de l’any passat-, hem de ser capaçes de senyalar als que mai han optat ni pel diàleg, ni per la democràcia, i tanmateix han comptat amb la connivència d’alguns mitjans de comunicació. El cas de l’atac al mural dels presos polítics, d’Elías Taño, denominat ‘moviment espontani’ pel Levante-EMV; les continues amenaces en les xarxes socials; el recent atac a l’Aplec de Camp de Túria en Bétera, o les amenaces i insults el dia següent en Burjassot, durant l’acte en homenatge a Vicent Andrés Estellés, són només alguns exemples de com el fanatisme de dretes continua tractant de intimidar a les que volem soterrar d’una vegada el feixisme en totes les seues formes.

El País Valencià no vol perdre més el temps amb ‘batalles’ que s’originen en despatxos de partits i es pateixen als carrers de la nostra capital. Moltes de nosaltres tenim clar que la nostra lluita és per un país on l’habitatge siga un dret, on la llum i l’aigua siguen asequibles, on els barris no siguen un escaparate per als turistes, on no es maltracte el patrimoni paisatgístic i agrícola, on les dones no tinguem por pel carrer -ni enlloc- i on la nostra cultura ens enriquisca emocional i mentalment. No volem altra batalla que en última instància servisca per alleujar els nivells de testosterona d’uns desgraciats que mai han llegit un llibre d’història. No podem tolerar que se’ns continue tractant com les vençudes, perquè ‘som i serem’.

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