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Ecologismo
Rumbo de colisión
El pasado 13 de noviembre se publicaba en la revista BioScience un artículo que recogía la actualización de la “Alerta de los científicos del mundo a la humanidad”, un manifiesto firmado hace veinticinco años años por 1.700 científicos incluyendo la mayoría de los premios nobel vivos. En esta ocasión la segunda advertencia lleva la firma de 15.364 científicos de 184 países.
La advertencia es preocupante, ya que las tendencias que se pusieron de manifiesto hace veinticinco años no se han detenido, ni siquiera frenado. El agua dulce disponible por habitante se ha reducido un 26,1%. La captura de peces se ha reducido un 6,4% (bastante más desde su máximo posterior a 1992) no por un esfuerzo de conservación, sino porque no hay disponibilidad del recurso. El número de zonas muertas en ecosistemas acuáticos ha aumentado un 75,3%. La superficie forestal ha disminuido un 2,8%. La abundancia de vertebrados ha disminuido un 28,9%. Las emisiones de CO2 han aumentado un 62,1%, y la diferencia de temperatura respecto a 1960 un 167,6%. La población de humanos ha aumentado un 35,5%, y la de ganado un 20,5%.
El mensaje que se deriva de estos datos es simple: hay que cambiar de rumbo para prevenir “un deterioro generalizado de las condiciones de vida humanas”, pronto será demasiado tarde ya que nos quedamos sin tiempo.
Se trata de un hito de extraordinaria importancia en la comunicación de los problemas de sostenibilidad, es decir, de garantizar las condiciones para que en el futuro y en la actualidad los seres humanos podamos sobrevivir, medrar y florecer. Uno anterior fue la publicación de la encíclica Laudato si, por el máximo responsable de la iglesia católica, el papa Francisco. Otro más, quizás el que me aporta mayor esperanza, fue la publicación este verano de "The Uninhabitable Earth", en New York Magazine, un artículo de divulgación sobre las consecuencias del cambio climático que tuvo una amplia repercusión.
Las voces científicas y mediáticas que claman por un cambio radical se están multiplicando, pero la cuestión no cala en la opinión pública, y como decía Iñaki Gabilondo, la segunda advertencia de los científicos a la humanidad no es noticia. No hay conciencia de lo que nos jugamos en esta partida, que son nuestras condiciones de vida. Pocos entienden que los ecosistemas proporcionan servicios gratuitos que son vitales para nuestra economía y nuestras actividades. Que las poblaciones de vertebrados disminuyan y las zonas muertas aumenten puede estar relacionado con la disminución de las capturas pesqueras, pero esto no es más que un síntoma epidérmico del auténtico problema.
Como se señala en el artículo de New York Magazine, hoy en día las muertes por problemas renales se están multiplicando en las zonas tropicales a causa del aumento de la temperatura. Los seres humanos necesitamos evacuar calor, y en ciertas condiciones de temperatura y humedad se hace imposible. Más alarmante es que cuatro de los cinco eventos de extinciones masivas que se han dado hasta ahora en la historia de la biosfera han tenido que ver con incrementos en los niveles de CO2, que han propiciado el colapso de la vida marina y la emisión masiva de sulfuro e hidrógeno desde los océanos, un gas tremendamente tóxico para los humanos y la mayor parte de las formas de vida, haciendo que desaparezca el 97% de la vida. Según la NASA esto ya está ocurriendo en la costa de los esqueletos, en Namibia.
Es probable que no podamos sobrevivir sin los servicios de los ecosistemas
Los ecosistemas hacen cosas que nos permiten vivir y disfrutar de la vida, como producir oxígeno para que podamos respirar, polinizar nuestros ecosistemas artificiales, regular el clima, o simplemente producir comida para nosotros. Todo esto está en riesgo, y con ello nuestra civilización. Es necesario cambiar el discurso, el problema no es para el planeta, no se trata de perder el bienestar que causa la contemplación del entorno natural, se trata de algo más problemático, es probable que no podamos sobrevivir sin los servicios de los ecosistemas.
Y esto es una noticia que también tiene su lado positivo, sí, suele haber dos caras, lo que ocurre nos obliga a cambiar, y ello abre la puerta a otra sociedad, una en la que quizás sea más fácil ser feliz. La Unión de Científicos Preocupados propone “revaluar el papel de una economía enraizada en el crecimiento permanente”, y hace un llamamiento a un movimiento popular, de base, con fe en que es posible cambiar las cosas desde abajo: “Con una marejada de esfuerzos desde organizaciones surgidas desde el pueblo, la obstinada oposición puede ser superada y los líderes políticos se verán obligados a hacer lo correcto”.
Esa afirmación quizás pueda ser tachada de excesivamente optimista. El poder en nuestra sociedad no se distribuye de forma equitativa, pero no estamos en condiciones de evaluar su grado de conformidad con la realidad, dado que no existe ninguna “marejada de esfuerzos”, y aunque ello puede también tener mucho que ver con la distribución del poder, es el punto a partir del cual debe reflexionar cualquier persona u organización que pretenda cambiar el estado actual de la situación, y así evitar las fatales consecuencias que nos auguran los científicos.
Malcolm Gladwell en su libro El punto clave nos explica como se contagian los cambios sociales. La palabra “contagio” es totalmente adecuada, ya que para Gladwell estos cambios se difunden igual que las epidemias. Según las ideas de Gladwell, cambios muy pequeños, nimios, pueden tener efectos tremendos en la difusión de comportamientos. Uno de esos cambios era la forma de presentar la información, en lugar de como algo abstracto, como algo concreto que conduce a una acción. Así, si al exponer información sobre el tétanos se añade un pequeño mapa donde se indica donde vacunarse, las personas que se terminan vacunando se multiplican por nueve. Bastante impresionante.
Yo he probado esta teoría con los comportamientos para reducir nuestra huella de carbono. Sí, no soy partidario de aplicar soluciones individuales a problemas sistémicos, pero tenía en mente la idea de que ello no fuese una acción individual, viralizarla como ha ocurrido con otros comportamientos que Galdwell describe en su libro.
Lo primero que habría que pensar al promover cambios de comportamiento como estos es que quizás, si dejamos de consumir gasolina o diésel, el precio de estos productos se reduzca, y sea mas accesible para otras personas, que pasen a consumir más. En ese caso ¿tiene sentido nuestro esfuerzo individual? Tiene sentido porque no somos seres racionales que nos movemos por intereses y cálculo racional, nos regimos por valores. Quien ha puesto esto de manifiesto son precisamente las economistas feministas, al poner el foco en las relaciones de cuidado, no regidas por el cálculo racional egoista. Katrine Marçal pone un ejemplo ilustrativo en su libro ¿Quién le hacía la cena a Adam Smith?:
"En Suiza, se llevó a cabo un estudio económico antes de uno de sus numerosos referéndums. Versaba sobre si debían o no almacenar o no residuos nucleares; los científicos estaban interesados en saber lo que pensaba la gente acerca de este tema. Fueron puerta a puerta con sus cuestionarios. ¿Se imaginaban una planta de residuos nucleares en su vecindario? El 50 por ciento respondió: 'Si'.
Desde luego, la gente lo consideraba peligroso y sabía que haría bajar el precio de su vivienda, lo cual no les gustaba. No obstante, la planta tenía que construirse en alguna parte, en eso estaban de acuerdo. Así que si las autoridades consideraban que había que edificarla allí, entonces sentían la responsabilidad cívica de aceptarlo. Como buenos ciudadanos suizos.
Cuando, por otro lado, se les preguntaba si aceptarían la planta nuclear en su vecindario a cambio de una suma relativamente grande de dinero por las molestias (el equivalente a seis semanas de salario para un trabajador normal), entonces solo el 25 por ciento respondió afirmativamente. Querían ser buenos ciudadanos; pero ya no se les pedía eso. El incentivo monetario acabó con el verdadero incentivo."
El texto de Marçal muestra que el valor del civismo está por encima de interés individual: ¿qué más podríamos esperar de los valores que se implican en la lucha contra el deterioro medioambiental generalizado?
Mi experimento, muy limitado de momento, consistió en pedir a varias personas que cambiasen su suministrador de energía eléctrica por otro que unicamente suministrase energía renovable. El suministrador solo compra a productores de energía renovable, ello lo certifica la Comisión Nacional de la Energía, y el consumidor que contrata este servicio consume esa energía. Una pequeña gestión, apenas cinco minutos, permite hacer este cambio. Pero una de estas personas, que anteriormente había manifestado cierta sensibilidad medioambiental, en abstracto, me contestó que pese a que el precio del suministrador que yo le ofrezcía era igual al que él tenía contratado en este momento, con su suministrador actual obtienía descuentos en Carrefour.
Supongo que los científicos que firman el manifiesto pueden sentirse sobresaltados ante este hecho ¿Consecuencias dramáticas para la humanidad? ¿Cinco minutos para realizar un cambio? ¿Descuentos en el Carrefour? No sé lo que hay detrás de este comportamiento, pero puedo anticipar algunas hipótesis gracias a que de forma casual me he encontrado con el trabajo del psicoanalista Wilfred Ruprecht Bion.
Bion trabajó como terapeuta de grupos, y categorizó distintos de grupos en función de las asunciones básicas de los mismos. Un tipo de grupo es el que adopta los supuestos básicos de dependencia, la creencia en un líder capaz de solucionar los problemas del grupo, que termina fallando, ya que carece de la omnipotencia de la que le revisten las creencias del grupo, y termina siendo sustituido por otro líder del que nuevamente se espera una actuación salvadora. Otro tipo de grupo es el que adopta los supuestos básicos del ataque-fuga, que focaliza toda su energía en un enemigo externo, al que hay que destruir o huir de él.
Aunque estos supuestos básicos se desarrollaron para grupos pequeños, me recuerdan mucho a la forma en que funcionan nuestras sociedades con su sistema de gobierno representativo, que generalmente se denomina como democracia liberal, con sus partidos de masas enfrentados visceralmente como enemigos acérrimos. Los científicos que firman el manifiesto no señalan a ningún enemigo, excepto “la humanidad” en su conjunto. Parece que no es fácil movilizar a las personas contra la humanidad ¿quizás esto debería resolverlo el líder? ¡esto no es asunto mío!.
Es tan sólo una hipótesis, pero lo que sí tengo muy claro es que para salir de las hipótesis y empezar a construir mapas fiables que nos ayuden a transitar el camino que nos permita resolver este dramático problema, tenemos que experimentar e improvisar todo tipo de medidas, como pedir a una persona o a una empresa que cambie su forma de actuar. Es muy probable que no lo haga, pero ello nos dará información de cuáles son las creencias que están limitando el cambio. Hay que enraizarse en la acción e ir difundiendo nuestros éxitos y las lecciones aprendidas de nuestros fracasos.
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Enhorabuena por el artículo Jesús. Podrías facilitar el artículo que mencionas al principio? Gracias
dice este articulo que "los individuos se resisten"... Hombre pero que cachondo
Los individuos hacen lo que les dice la televisión
Se trata de cambiar los esquemas económicos, de producción y de consumo. De que los individuos lo vean por la television y empiecen a hacer otra cosa distinta porque se lo anuncian con musica de moda y hay un ejercito de idiotas llamados modelos socials que dicen que esto nuevo es lo más.
Que a estas alturas hablar asi de "los individuos" es como de risa, oiga.
Hablemos pues de unas estructuras económicas que controlan el 80% de la riqueza mundial, y que se agrupan en apenas 1.500 individuos. Que los periodicos nos digan quienes son y nos cuenten su vida.
Eso si que seria periodismo, ¿a que si?
Quizá olvidamos el peso de la publicidad y la cantidad ingente de recursos económicos que se destinan a la manipulación social mediante el control de los medios de comunicación generalistas.
Hay alternativas, empujémoslas o creemoslas. El causante de esto no es el ser humano sino este modelo capitalista depredador y miope, guiado por el egoísmo y el cortoplacismo. Hay que crear un sistema alternativo antes de que este colapse llevándonos por delante y extinguiendo a gran parte de las especies animales y vegetales de las que por supuesto dependemos
Del reportaje "The Uninhabitable Earth. Famine, economic collapse, a sun that cooks us: What climate change could wreak — sooner than you think", deDavid Wallace-Wells:
"Several of the scientists I spoke with proposed global warming as the solution to Fermi’s famous paradox, which asks, If the universe is so big, then why haven’t we encountered any other intelligent life in it? The answer, they suggested, is that the natural life span of a civilization may be only several thousand years, and the life span of an industrial civilization perhaps only several hundred. In a universe that is many billions of years old, with star systems separated as much by time as by space, civilizations might emerge and develop and burn themselves up simply too fast to ever find one another. Peter Ward, a charismatic paleontologist among those responsible for discovering that the planet’s mass extinctions were caused by greenhouse gas, calls this the “Great Filter”: “Civilizations rise, but there’s an environmental filter that causes them to die off again and disappear fairly quickly,” he told me. “If you look at planet Earth, the filtering we’ve had in the past has been in these mass extinctions.” The mass extinction we are now living through has only just begun; so much more dying is coming."
http://nymag.com/daily/intelligencer/2017/07/climate-change-earth-too-hot-for-humans.html
Del libro “La vida administrada. Sobre el naufragio social”, de Juanma Agullo (editorial Catarata):
“A bordo del Pequod”
El barco se va a pique con todos nosotros dentro.
Cuando en Moby Dick el capitán Ahab declara las verdaderas intenciones de la expedición del Pequod, afirma que ha dispuesto todos los medios racionales a su alcance para la consecución de un fin irracional. El barco ballenero, con su férrea organización semejante a una fábrica, casi una ciudad flotante, se desliza sobre la superficie del océano con el único objetivo de dar caza a la ballena blanca y culminar así la venganza personal del capitán. Cada uno de los componentes de la tripulación ha asumido, en el momento mismo de embarcar, aquellos fines demenciales, sin sospechar que la gran maquinaria de la que ha pasado a formar parte tiene como fin último su propia destrucción. La sociedad industrial, a semejanza del ballenero descrito por Melville, ha dispuesto multitud de medios racionales para la consecución de unos fines que han resultado, en la mayoría de los casos, irracionales y desastrosos. Y, mientras avanza en la persecución de su particular ballena blanca, llamada «desarrollo» o «progreso» o «abundancia», la tripulación se afana en perfeccionar técnicamente los medios que la van acercando de forma irremediable a la hora de su hundimiento definitivo. La metáfora del hundimiento se ha utilizado en muchas ocasiones para definir el declive o la decadencia de una forma de civilización. H. M. Enzensberger lo hizo en su poema El hundimiento del Titanic, y muchos otros hablan hoy del hundimiento de las condiciones de vida, sin que, al parecer, hayamos llegado todavía a «tocar fondo». O quizá suceda que, como escribió Primo Levi, en catástrofes de tales dimensiones siempre existen los «hundidos» y los «salvados»; y es a estos últimos a quienes queda encomendada la tarea de contar el relato, trágicamente parcial, del desastre. Pero en las sociedades industriales contemporáneas el barco se va a pique con todos nosotros dentro. O tal vez ya lo haya hecho del todo y sea, ahora, como una de esas decoraciones de algunos acuarios que en su fondo albergan elaboradas réplicas de pecios como recordatorio de nuestro irremediable fin. Mientras continuamos a bordo del Pequod, seguimos asumiendo los necesarios sacrificios que exige esta travesía a ninguna parte. En el camino dejamos sumergidas formas comunitarias de relación social, economías de subsistencia y saberes ancestrales que podrían dotarnos de cierta autonomía para decidir si «quedarnos en tierra»; modos de habitar el mundo que no persiguen doblegar la naturaleza y rendirla con el único fin de la ganancia inmediata; conocimientos que no buscan legislar sobre el Universo, sino aprender a obedecer las complejas leyes de la reproducción de la vida en la Tierra. Nuestra frenética actividad a bordo, incluida aquella que trata de disputar el mando a un enloquecido capitán, se orienta en última instancia a mantener a flote este artefacto complejo y renqueante que se bate con las olas, mientras cruje todo su ensamblaje; aunque para ello debamos arrojar por la borda, en primera instancia, nuestros deseos de vivir en libertad. En esta «nave de los necios», como alguien la llamó, los puntuales motines y revueltas se ven frustrados casi inmediatamente, confinados a los estrechos límites de una embarcación cuyo destino parece imposible modificar. Pero seguimos evocando ritualmente aquellos motines en cada nuevo intento de cambiar el rumbo. Con una actitud que ha asimilado algunos de los peores rasgos de la locura de Ahab, perseguimos también nuestra particular ballena blanca, que parece perfilar su figura en el horizonte cada cierto tiempo para después desaparecer de nuevo en las profundidades, mientras nos alejamos de aquella «tierra firme» que alguna vez fue nuestro hogar. Un hogar que tampoco era idílico, pero que en la distancia, quizá traicionados por el influjo de la nostalgia, suele presentarse a nuestra imaginación bajo aspectos engañosos. Y entonces corremos el riesgo de quedar postrados bajo una noche helada, tumbados sobre la cubierta de la nave que se dirige a la destrucción, escrutando los astros en busca de signos proféticos que nos hablen de la imposible vuelta a casa o de la futura redención en la catástrofe. Los medios a nuestro alcance están impregnados por los fines destructivos a los que sirven, y no es cierto que puedan servir, al mismo tiempo, para llevar a cabo nuestra liberación. Ahora nos haría falta tener a bordo todo aquello que dejamos atrás cuando decidimos embarcar. Si es que en realidad lo decidimos alguna vez. Por eso, como comentó Günther Anders, nuestra situación es desesperada y, si esa desesperación no espolea nuestra imaginación para encontrar la manera de abandonar el barco y regresar a la orilla, no tendremos más remedio que sucumbir al hundimiento. Pero, antes de abrazar el fatalismo, aún somos capaces de imaginar las opciones que esa desesperación vital podría sugerirnos; como construir una pequeña embarcación con los materiales de los que disponemos a bordo y abandonar este inmenso Pequod. Afrontaremos una travesía que puede ser tan terrible como el destino que nos aguardaba en la persecución del cachalote, es muy probable. Pero al menos habremos deseado vivir, al menos habremos realizado un último acto de rebeldía que no colabore con los fines demenciales del capitán. Nuestros cuadernos de bitácora, hasta ahora, no han hecho más que señalar esa posibilidad, porque en el fondo todavía albergamos cierta esperanza de lograr mantenernos a flote. Algunos, llamándose a sí mismos «realistas», se organizan para sustituir a un inepto timonel y lanzan vítores por ello. Vítores que los ahogados ya no pueden escuchar y que suenan como una condena explícita, para los pocos que desean abandonar el barco. De aquellos que lo intentaron antes solo se cuentan las historias de sus terribles naufragios. Pero si alguno logró pisar tierra, no volvió para contarlo. Y así nos encaminamos hacia la línea curva del horizonte, entre los desesperados intentos por evitar el hundimiento y el anhelo de regresar a una costa que nos dé cobijo. La civilización industrial continúa avanzando mientras tanto, aunque cada vez con mayores dificultades. La degradación social que provoca al imponer su desarrollo no deja de multiplicar sus síntomas de decadencia. Por eso también se multiplican las recetas mágicas y los curanderos de todo tipo, que se afanan por evitar una epidemia a bordo. No puede decaer el ánimo de la tripulación. Incluso hacer la vista gorda ante un conato de amotinamiento podría ser beneficioso: hasta cierto punto resultaría revitalizante. Los movimientos se suceden, las agitaciones despiertan el entusiasmo, mientras bajo nuestros pies siguen crujiendo las maderas podridas del Pequod. Alguien grita entonces «¡Por allí resopla!» y la esperanza de dar caza a la ballena se renueva con toda su fuerza original. La tripulación emprende de nuevo sus tareas, cada cual ocupa su lugar, el viento vuelve a hinchar las velas. Se diría que una repentina euforia por encontrar el desenlace fatal ha hecho enloquecer a todo el mundo. La idea del regreso se abandona. Solo queda seguir hacia delante. A los que persisten en su rebeldía se les señala la borda: «Ahí está vuestra única salida».
El libro "La vida administrada" es de la editorial Virus. Juanma Agulles también publicó "La destrucción de la ciudad" con Catarata
Tienes razón, me equivoqué. Es "Agulles" y no "Agullo", y el libro está publicado en Virus, no en Catarata. Mis disculpas.
Del libro “Microcosmos”, de Lynn Margulis y Dorion Sagan:
Lo cierto es que algunos científicos creen que nuestro fantástico éxito reciente en la colonización del planeta es un fenómeno que marca nuestra decadencia: las luces esplendorosas antes del final inevitable del espectáculo. Como sugiere el biólogo A. Meredith, el modelo de aparición súbita, expansión y posterior desaparición en el registro fósil tiene muchos precedentes históricos y es mala señal. La lección del pasado fósil advierte que las formas de vida superficiales que consiguen un gran éxito a menudo se encuentran en el límite de su agotamiento biológico. Históricamente, las especies que están a punto de extinguirse suelen reproducirse con gran profusión. Las numerosas especies de arqueociátidos y trilobites del Cámbrico y de dinosaurios del Cretácico son testigos de este proceso desfavorable, que Meredith llama «devolución». Como ya percibió Charles Darwin, los organismos se adaptan a su medio ambiente debido a las pruebas constantes en su tendencia hacia el crecimiento ilimitado. Si no consiguen adaptarse pueden disminuir en número y extinguirse. Pero, según Meredith, también pueden adaptarse demasiado, multiplicarse, agotar sus recursos y extinguirse entonces. Un ejemplo microcósmico de devolución serían los microorganismos que crecen en una placa de Petri. (Las placas de Petri son unos recipientes de cristal transparente, redondos y de muy poca altura, constituidos por una base y una cubierta algo mayor, que encajan al cerrar. En la base se dispone un medio de cultivo transparente y claro que permite al investigador distinguir las colonias microbianas como manchas visibles a simple vista). Alimentadas con agar nutritivo (alimento bacteriano al que se da consistencia añadiendo una sustancia gelatinosa extraída de algas marinas), los microorganismos a menudo son más prolíficos en las generaciones que preceden a su colapso. Al consumir todos los nutrientes que se encuentran en el agar y llegar a los límites de la pequeña placa, los miles de millones de bacterias de repente dejan de crecer y mueren por falta de alimento y de espacio vital. Para nosotros, el mundo puede ser como una placa de Petri. En realidad, las imágenes de Spokane (Washington) obtenidas por satélite muestran modelos de crecimiento urbano similares a los del crecimiento de las colonias de microorganismos. Desde el punto de vista de la teoría de la devolución de Meredith, es fácil ver que las implicaciones del crecimiento de las poblaciones humanas no son necesariamente sinónimo de progreso.
Buen aporte.
Me gustaría añadir que en este mundo hay tipos de sociedades que viven en equilibrio con su medio. Curiosamente vistas como subdesarrolladas o poco evolucionadas por la mayoría. Cabría preguntarse si la tan avanzada y gran civilización occidental no se ha dado cuenta de una cosa tan simple como es que la placa de petri es limitada
No hay sociedades respetuosas con el medio. Los nativos americanos, australianos, maories, europeos... Todos se cargan el medio si se les deja y tienen oportunidad. Tambien los animales.por otra parte las industrias y cultutivos tradicionales contaminan mas y son improductivos. Ah, y el continente que mas contamina es Asia. Ya esta bien con el rollo ludita antioccidental
Asia tiene un nivel de subdesarrollo gigantesco respecto a nosotros. Normal que crezcan. Nosotros deberíamos hacer lo contrario. Ya está bien de tener una visión maniquea y despectiva hacia lo que no sea Europa o EEUU. El Mundo es sólo uno, la biosfera no tiene fronteras. Parece que quisieras mantener en el subdesarrollo y la pobreza al resto del Planeta para seguir con tus privilegios...
Gracias por el artículo. Hacen falta muchos más, y que sobre todo, señalen al enemigo. El modelo de civilización occidental capitalista.
Grande Jesús. Más artículos así hacen falta. Pero en la edición impresa y en portada.