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Coronavirus
BioNTech pidió a Twitter que censurara a los activistas a favor de la vacunación universal contra el covid
Fue una pelea a nivel global, tras una batalla que las farmacéuticas se tomaron muy en serio. El movimiento internacional para la liberación temporal de patentes durante la pandemia del covid-19 consiguió en mayo de 2021 que el presidente de Estados Unidos apoyase una moratoria de la propiedad intelectual de las vacunas para que éstas se extendiesen a los países del sur global, comenzando por India, que en aquel momento experimentaba un incremento de casos y que, junto con Sudáfrica, había lanzado en 2020 un llamamiento para la solidaridad en la distribución de patentes y vacunas.
El paso de Washington tuvo efectos en todo el mundo. Países como España, que se había mostrado renuente a la liberación de las patentes, estuvieron de acuerdo en explorar una vía que puso de los nervios a la gran industria, no solo a los laboratorios farmacéuticos. Al coro se unió Emmanuel Macron y más de cien países dentro de la OMC mostraron su acuerdo. Sin embargo, las reuniones de la Organización Mundial del Comercio no llegaron a un acuerdo hasta mediados de 2022, después de un año 2021 en el que los países del sur global tuvieron un acceso muy limitado a las vacunas. En noviembre de ese año, Médicos sin Fronteras alertaba de que la diferencia de acceso a las vacunas era el factor catalizador de la expansión de la variante ómicron.
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Una serie de investigaciones han mostrado cómo los lobbies de la industria han maniobrado para torpedear las campañas para la liberación de patentes. Un artículo publicado el 16 de enero por The Intercept, añade más información sobre cómo el laboratorio alemán BioNTech, que desarrolló junto con Pfizer la vacuna Comirnaty, trató de que la red social Twitter interceptara mensajes que reclamaban la universalización de las patentes. Durante el año 2021, la producción y distribución de vacunas se ha ceñido a los países “del norte”: Estados Unidos, Canadá, Unión Europea, Reino Unido y Japón.
Entre otras medidas, Jasmina Alatovic, portavoz de BioNTech pidió a Twitter que ocultara los tuits dirigidos a su empresa durante 48 horas. El laboratorio enmarcó sus comunicaciones a Twitter en la “comunicación” de una campaña contra las farmacéuticas y odio que la red social del pájaro tomara medidas. En algunos casos, los tuits señalados estaban en el ámbito de lo conspiranoico —alertaban de la colocación de microchips en los vacunados— pero otros interpelaban a los laboratorios para que compartieran sus avances.
La comunicación con Twitter hizo que, según el reporte The Intercept, la lobbista de la red social marcara las cuentas de “Pfizer, BioNTech, Moderna y AstraZeneca para que sus colegas las vigilaran y las protegieran de los activistas (...) también pidió a sus colegas que vigilaran los hashtags #PeoplesVaccine y #JoinCTAP, una referencia al Pool de Acceso Tecnológico Covid-19 de la Organización Mundial de la Salud, un programa promovido por los países en desarrollo para acelerar el desarrollo de vacunas mediante el reparto equitativo de la capacidad de investigación y fabricación”.
Se estima que BioNTech ha ganado diez mil millones de euros gracias a la vacuna, y su cotización en el Nasdaq se multiplicó por cuatro entre 2020 y 2021.
Las farmacéuticas señalaron al movimiento Global Justice Now como su objetivo prioritario. En diciembre de 2020, coincidiendo con los correos enviados por BioNTech a Twitter, Global Justice Now publicó el informe “La horrible historia de las grandes farmacéuticas: por qué no podemos dejar a las corporaciones farmacéuticas liderar la respuesta al covid-19”, y puso en marcha una campaña de firmas para la liberación de las patentes.
La campaña The People's Vaccine ha reaccionado a la publicación de The Intercept denunciando las formas de silenciar a activistas que promueven las empresas que constituyen la llamada Big Pharma. “En un momento en que las movilizaciones en línea eran una de las pocas formas de protesta a disposición del público”, explican los portavoces de esta campaña en referencia a las políticas de confinamiento, “parece que se pidió a Twitter que protegiera a los poderosos de las críticas. Esto debería preocupar a todos los que se preocupan por la rendición de cuentas”.
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El cambio de criterio de un ministro
Las miradas se dirigen también al Gobierno alemán, cuyo giro ideológico fue objeto de una investigación llevada a cabo por Abgeordnetenwatch.de —un observatorio que permite exigir cuentas a los representantes institucionales— publicada el pasado mes de noviembre. El reportaje, con el encabezado: “cómo el lobby farmacéutico metió en cintura al gobierno federal”, explica cómo el director de BioNTech y otros actores de la industria presionaron al Gobierno de Olaf Scholz para que abandonase el principio de que las vacunas contra el covid-19 deben ser “un bien público mundial”.
El cambio de rumbo más explicito corresponde al ministro de Economía y vicecanciller, Robert Habeck, de Alianza 90/ Los Verdes, que en mayo de 2021 abogaba por seguir a Estados Unidos en la reclamación de una exención temporal de patentes en el marco de la Organización de Comercio y que, seis años después confesó que había cambiado de idea “después de volver a hablar intensamente con las empresas”. BioNTech, el actor clave en esta defensa de los sucesivos gobiernos alemanes de los intereses de la industria, copa más de tres cuartos del mercado de vacunas en la UE y en Estados Unidos. Se estima que la empresa ha ganado diez mil millones de euros gracias a la vacuna, y su cotización en el Nasdaq se multiplicó por cuatro entre 2020 y 2021.
La posición de Alemania en la OMC fue clave para la paralización del acuerdo en noviembre de 2021. En la reunión de junio de 2022 de la Organización Mundial del Comercio se llegó a un compromiso que se presentó como “histórico” pero que ha generado críticas: sí se ha establecido una exención parcial de los derechos de propiedad intelectual que permita a los países en desarrollo producir y exportar vacunas contra la covid-19 pero no se tomaron las medidas en pruebas y tratamientos cuyo acceso suele ser más desigual y que, en estos momentos, son más importantes que las vacunas, que hoy son excedentarias.