Coronavirus
La distopía de detrás del espejo (I Parte)

Las distopías plantean escenarios de una sociedad indeseable por tiránica o deshumanizada para que sirva de reflexión. Una vacuna que ponga fin a la crisis sanitaria dependiente de recursos limitados podría ser el principio de una crisis social agónica.  Nuestras aspiraciones individuales y colectivas dirigidas desde el sigilo de una élite codiciosa llevan décadas provocando escenarios similares.

Paseo de la Castellana vacio
El Paseo de la Castellana en Madrid, vacío el sábado 14 de marzo, día de entrada en vigor del estado de alarma decretado por el coronavirus. Álvaro Minguito

Ingeniero y miembro de Ecologistas en Acción

5 abr 2020 12:52

Hace unas semanas, David Trueba planteaba un escenario distópico en torno a la huida desesperada de Europa hacia África por los efectos de la crisis sanitaria que vivimos. En esa huida nos íbamos encontrando con las barreras que nosotras y nosotros mismos levantamos para evitar que quienes huyen de la miseria, la guerra y la muerte intenten un futuro incierto.

Aspiraciones, supongo. Son las mismas que construyen en sociedades supuestamente avanzadas el deseo permanente de alcanzar las condiciones de quienes nos pisan sobre sus mismas aspiraciones. Supongo.

Sobre el trágico escenario de la emergencia sanitaria (y social) que vivimos y sobre el deseo generalizado de la llegada de una vacuna eficaz que frene las consecuencias que día a día vivimos en torno a fallecimientos y contagios, me dio por pensar. Puede que, lo que aquí escribo, sean elucubraciones fruto del bombardeo de escenarios distópicos en series, libros y quizá sobrepasado por una realidad inimaginable hace apenas un par de meses.

Por eso, puestos a imaginar; imaginemos. Las distopías plantean escenarios de una sociedad o una situación indeseable por tiránica o deshumanizada para que sirva de reflexión. Sobre algún paralelismo de una situación actual se pretende generar, cuanto menos, dudas. Pues en esa imaginación, nos llega el esperado anuncio de una vacuna que ponga fin al coronavirus. Todo son alegrías, congratulaciones, vítores y hurras. Pero (si no hubiera un pero no cumpliría la primera condición de la distopía) supongamos que para poder fabricarla es necesario Tantalio: un mineral en transición, resistente a la corrosión y duro que provoca la inacción del coronavirus bajo la acción de medicamentos ya conocidos manipulados en un entorno en su presencia. El Tantalio es un elemento escaso cuya extracción actual se concentra principalmente en Ruanda, República Democrática del Congo y Nigeria (aquí no hay distopía). Sin embargo, con la capacidad de extracción existente y las reservas estimadas de este elemento, no hay suficiente para la fabricación de vacunas para toda la población afectada o en peligro de estarlo.

Las distopías plantean escenarios de una sociedad o una situación indeseable por tiránica o deshumanizada para que sirva de reflexión

Las principales potencias mundiales ponen en seguida su maquinaria para conseguir la cantidad de Tantalio que asegure la obtención de la vacuna para sus habitantes. Las extracciones, ya controladas por multinacionales Chinas, Americanas y Rusas se alinean para marcar el ritmo de extracción y su precio. El mercado negro florece sobre la incertidumbre de la veracidad de la venta. Recuerden, ¡no podemos viajar! 

En estos países africanos, donde se desconoce el efecto del coronavirus por la ausencia absoluta de tests que comprueben los fallecimientos o posibles contagios, se empieza a fraguar un escenario guerracivilista promovido por las mismas multinacionales que pugnan por el control del terreno donde potencialmente hay más reservas de Tantalio. De nuevo, las aspiraciones.

¿Qué criterios piensa el lector o lectora que se establecerán a la hora de decidir quién debe recibir en primera instancia la vacuna? ¿Deberían permitir las primeras potencias mundiales que sobre un escenario de crisis sanitaria haya multinacionales sacando la máxima rentabilidad y marcando el ritmo y precio de la solución a dicha crisis? ¿Quién marca las prioridades? ¿Piensa el lector o lectora que el poder adquisitivo individual determinará la capacidad de acceder a la vacuna? ¿Serán de aplicación los conceptos ultranacionalistas que marca la delimitación fronteriza actual? ¿Ruanda firsts?

Las respuestas pueden ser variadas, pero seguro que el escenario dibujado a cerca de lo que pensamos que podría suceder nos da pinceladas del sistema en el que vivimos. Desigual, basado en modelos económicos y productivos insostenibles y tremendamente injustos, deshumanizado, desprovisto de cualquier política de cuidados, monetarizado hasta la extenuación, agónico. Construido sobre las aspiraciones marcadas por quienes se verán beneficiados de nuestros intentos de alcanzarlas. Sí, las aspiraciones. Pero no aquellas que pretenden garantiza una vida digna, no. Aspiraciones perversas y banales para garantizar privilegios a quienes las generan a sabiendas del control de las soluciones si todo falla.

Nuestras aspiraciones individuales y colectivas dirigidas desde el sigilo de una élite codiciosa, están provocando situaciones tan trágicas como las que se describe esta distopía

Este escenario distópico sobre la vacuna seguro que adolece de rigor químico y farmacéutico. Pero les aseguro que, nuestras aspiraciones individuales y colectivas dirigidas desde el sigilo de una élite codiciosa, están provocando situaciones tan trágicas como las que se describen. La escasez de alimentos, de agua y de condiciones para garantizar una vida que merezca la pena ser vivida, las guerras en torno a la extracción de minerales para nuestra tecnología y nuestros coches eléctricos que vienen a solucionar la calidad del aire que respiramos (sic), los conflictos migratorios, el agotamiento del planeta. Esto no son distopías  en muchos países. Esto son los efectos de un sistema perverso y fracasado que debemos dejar a un lado. 

Sobre el deseo de la pronta obtención de una vacuna al alcance de todas las personas afectadas también podemos construir el deseo de una vida que merezca la pena ser vivida. Sin aspiraciones marcadas. Bajo la persistencia de un modelo económico, ecológico y social que ponga la vida en el centro.

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