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Contigo empezó todo
L’Esquinazau: de invadir Estados Unidos a sublevar Jaca
“Me aburro más que ellas”, reflexiona Antonio Beltrán mientras mira a las ovejas de la granja en la que vive, en Flagstaff (Arizona). Nacido en Canfranc, fue enviado por sus padres a esta propiedad de unos familiares en 1911. Era muy independiente y espabilado. Tenía que ver mundo. Pero cuatro años después ha cumplido los 18 y Arizona se le ha quedado tan pequeña como el Pirineo aragonés. “¿Dónde voy?”, se pregunta el joven. La respuesta es sencilla, porque al otro lado de la frontera sur de Arizona hay montado un desmadre de los buenos. Beltrán no se lo piensa mucho y enseguida está alistado en el Ejército de Pancho Villa, uno de los múltiples bandos de la caótica, sangrienta y larguísima Revolución Mexicana. En este momento, Antonio comienza su metamorfosis en 'L’Esquinazau' (“baldao”, mote que adoptará años después). El niño se convertirá en leyenda.
Beltrán no llega en el mejor momento del villismo, que está arrinconado ante las fuerzas constitucionalistas. Villa, repleto de ira ante la sequía de armas que llegan del norte y ante el apoyo que Estados Unidos ha otorgado a su rival Carranza, toma una decisión inédita en la historia de la humanidad: invadir el poderoso país vecino. 590 revolucionarios de la División del Norte cruzan la frontera y asaltan el pueblo de Columbus (Nuevo México) en busca de un traficante de armas endeudado con las fuerzas de Villa. La batalla deja 57 muertos en el bando estadounidense. El Imperio en ciernes entra en cólera y envía a México a la fracasada “Expedición Punitiva” para capturar a Villa. Demasiado para el joven Beltrán, que pone pies en polvorosa y aprovecha su pasaporte para escapar del país.
Beltrán echa de menos el Pirineo y regresa de forma tortuosa. Cuando EE UU decide entrar en la I Guerra Mundial, deja su trabajo como leñador en Canadá y se alista como voluntario en las filas norteamericanas. Llega a Francia en verano de 1917 y consigue una medalla, pero a principios del siguiente año deserta durante un permiso y vuelve, casi dos décadas después, a Canfranc. En los años venideros, L’Esquinazau se dedica al transporte y contrae matrimonio. La tranquilidad, sin embargo, no durará demasiado.
En 1930 llegan a sus oídos los planes rebeldes del capitán Fermín Galán Rodríguez, quien, junto a otros militares y a líderes republicanos, conspira para derrocar la monarquía y proclamar la República. Beltrán se pone a disposición del capitán para organizar el desplazamiento por carretera de los sublevados. El 12 de diciembre, la guarnición de Jaca se levanta en armas. Las tropas ocupan los puntos neurálgicos de la ciudad, detienen al gobernador militar, nombran una Junta Provisional Republicana. En el Ayuntamiento de Jaca, meses antes que en el resto de España, ondea la bandera tricolor. Para desgracia de Galán, la organización en el resto del país es bastante más defectuosa, por no decir inexistente. Camino a Huesca, la derrota es evidente. Beltrán es detenido junto a los capitanes Ángel García Hernández y Luis Salinas. Su captor, el general Dolla, da orden de fusilar inmediatamente a los tres, pero la suerte se cruza en su camino y los dos únicos ejecutados serán Galán y García Hernández, dos días después.
L’Esquinazau queda preso en Jaca con otros 138 civiles. Su juicio está pendiente para después de las elecciones municipales del 12 de abril de 1931. Tras la victoria de las candidaturas republicanas y la proclamación del nuevo régimen el 14 de abril, no hay juicio que valga. Beltrán es paseado como un héroe por las calles de Jaca, envuelto en gritos de “¡Viva la República!”.
Durante un lustro, trabajará en el ferrocarril de Canfranc. En 1936 llega la Guerra Civil. Beltrán aún no cuenta ni con 40 años, pero ya ha vivido una revolución, una guerra internacional y una sublevación militar. A L’Esquinazau le quedan muchas cosas que decir.
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Que vida más ajetreada y revolucionaria de este hombre. Encima llego a coincidir en los momentos más importantes de la revolución mexicana y el republicanismo en España.