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Consumo
Manual de supervivencia para un planeta finito
Coordinador de Clima y Medio Ambiente en El Salto. @PabloRCebo pablo.rivas@elsaltodiario.com
Consumir no es un acto inocuo, es un acto político. Esta frase que se puede encontrar en el prólogo del Manual de supervivencia presentado este jueves, contiene la clave del mensaje que las doce ONG que están detrás del mismo quieren lanzar al mundo.
Comprar determinado producto, en una cantidad, fabricado de tal forma y en un lugar concreto tiene unas consecuencias. Y una acción como esa, repetida miles de veces, supone incentivar determinadas formas de producción y consumo que demasiado a menudo están muy lejos de los que se calificaría como sostenible, por muchas campañas de greenwashing que se puedan encontrar en marquesinas y anuncios televisivos. En un planeta con una crisis de biodiversidad galopante y una emergencia climática a la que la humanidad se enfrenta por el momento sin demasiado éxito, estas cuestiones son claves para el futuro del ser humano y del resto de seres que habitan la Tierra.
“Que todo el mundo sepa que hay muchas vías por las cuáles puede haber un consumo con conciencia, por eso hablamos de ‘consumo con ciencia’. Ese es nuestro objetivo”. Ana Etchenique, vicepresidenta de la Confederación de Consumidores y Usuarios (CECU), inauguraba así la presentación, que ha contado con la presencia y el apoyo del ministro de Consumo, Alberto Garzón, y la vicepresidenta del Senado y exministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona. Su compañero en la dirección de CECU, Fernando Móner, recordaba cómo los consumidores, con nuestros hábitos de consumo, “hemos generado muchísimos desajustes y es la hora de que empecemos a cambiar nuestros hábitos para construir; así que ya está bien de destruir”.
Motor de cambio
El Manual de Supervivencia pretende ser una guía para concienciar a los consumidores de las consecuencias ambientales, sociales, económicas y de salud derivadas del modelo productivo y de consumo vigente, para así incidir en sus hábitos. “Este manual parte de la convicción de que las personas consumidoras son una vía fundamental para cambiar y hacer frente a esta lucha contra la emergencia climática en la que estamos hoy en día”, resaltaba Laura Villadiego, de Carro de Combate, uno de los doce colectivos responsables de esa guía.
Para ello, cada una de doce organizaciones se ha centrado en un ámbito concreto, aportando no solo algunas de las principales problemáticas, sino también soluciones en la mano, al menos en parte, del ciudadano.
Tal como enumeraba Villadiego, entre ellas se encuentra “consumir frutas y verduras de temporada y de proximidad; involucrarnos en los comedores escolares, que son clave para el sistema de producción alimentaria; asegurarnos que productos forestales como el papel o la madera proceden de una gestión de bosques responsables; evitar que exista esa obsolescencia programada para que los productos se utilicen el mayor tiempo posible; apoyar iniciativas de la economía social y solidaria; y, por supuesto, llamar a las administraciones a que pongan en marcha las políticas necesarias y los cambios en los modelos de producción que nos permitan parar la emergencia climática”.
1,6 planetas
“Vivimos en un planeta con unos recursos naturales limitados, y esto es algo que la economía todavía no ha entendido”, denunciaba el director de Conservación de WWF España, Enrique Segovia. “Consumimos un 68% más de lo que el planeta produce de manera sostenible, vivimos por encima de nuestras posibilidades y eso se traduce en que tenemos la atmósfera caliente, se derriten los polos, los mares están contaminados, deforestamos nuestros bosques y secamos nuestros ríos y nuestro humedales. Todo esto se debe a la forma que tenemos de producir y consumir energía y alimentos”.
Poniendo ejemplos como el vertiginoso desplome de la población global de mamíferos —del 68% solo entre 1970 y 2016— o el hecho de que producimos y consumimos como si tuviéramos 1,6 planetas a nuestra disposición, desde WWF inciden en recuperar “nuestra relación rota con la naturaleza”, cambiando radicalmente el modelo de producción y consumo de energía y alimentos.
“Nunca antes la ciencia ha dejado tan claro lo que le estamos haciendo al planeta, pero además tenemos la suerte de que la ciencia ha dejado muy claro que una dieta sana y sostenible nos ayudaría a tener un planeta sano”, señalaba por su parte Amanda del Río, directora técnica de la Fundación Global Nature. Esta organización ponía el acento en los sistemas agroalimentarios, responsables de toda una serie de impactos: del consumo exacerbado de agua, a la pérdida de hábitats, la destrucción de la población de insectos global, así como un largo etcétera. “Por una relación de total dependencia deberíamos cambiar nuestra forma de relacionarnos con el medio natural. La ciencia ha demostrado que podemos hacerlo mejor, se pueden producir alimentos y alimentarnos bien en un planeta sano donde comamos todos”, añadía.
Biodiversidad
Biodiversidad Insecticidio, el ocaso de la flora intestinal del planeta
Desde Justicia Alimentaria también incidían en la alimentación como base para un cambio de paradigma económico, social y medioambiental, recordando que solo en España, mueren cada año 90.000 personas relacionadas con una alimentación insana. Abandonar la comida procesada —que hoy supone el 70% de nuestra dieta—, las carnes rojas y obtener productos frescos de entornos cercanos son algunas de las claves que esta organización ponía sobre la mesa.
Obsolescencia programada
El paso a un consumo y producción responsables pasan por todos los ámbitos de la economía. Desde Amigos de la Tierra incidían en la necesidad de frenar la práctica empresarial de la obsolescencia programada, por la cual los productos son diseñados para tener una vida útil más corta y obligar así al ciudadano a comprar una y otra vez un producto similar. Adriana Espinosa pedía in situ al ministro de Consumo que pusiera todos sus esfuerzos en “exigir a los fabricantes que pongan en el mercado productos más duraderos, más eficientes en el uso de recursos y más reparables”, añadiendo que hay que garantizar el derecho a reparar como un derecho universal.
El Manual de Supervivencia contiene además las recomendaciones a cargo de ONGAWA sobre el agua como derecho humano y bien común esencial; los aportaciones de Forest Stewardship Council sobre una gestión forestal sostenible; los consejos de Copade para fomentar un comercio justo y responsable; y las propuestas del Green Building Council España par que nuestras viviendas contribuyan a mitigar la crisis climática.
La Plataforma por un Nuevo Modelo Energético, que ha puesto el acento en una transición energética justa y sostenible; Carro de Combate, quienes han recordado el importante volumen de responsabilidad que tiene el sector textil en la emergencia global; y Ecooo, una organización que ha puesto en valor necesidad de fomentar el cooperativismo y la economía social y solidaria, completan la docena de organizaciones que han puesto su grano de arena en la confección del Manual de superviviencia.
Soberanía alimentaria
Alimentaciones soberanas
El ministro de Consumo, Alberto Garzón, quien ha asegurado compartir “si no un 100%, un 99%” de las reflexiones lanzadas desde las doce ONG, ha lamentado que “los economistas nos hemos dedicado a ignorar sistemáticamente y a no incorporar en nuestros modelos elementos centrales que marcan la actividad humana como son los límites del planeta, dentro de los cuáles tenemos que vivir”.
“Ojalá tuviera todas las herramientas para poner en marcha mañana vuestras propuestas, pero la dirección en la que empujamos es naturalmente la que habéis esbozado”, añadía, asegurando que desde su Ministerio intentan “abrir grietas en un muro que quiere seguir ciego ante lo que está sucediendo porque está cómodo y abrir caminos; a veces desde el ámbito más pedagógico como ocurrió con la polémica de la carne, otras veces con etiquetados, como ocurren el ámbito de la reparabilidad y de la alimentación, siempre”.