Xi Jinping
Xi Jinping. Foto de POR.

Comunismo
Nuevos lugares de la propaganda anticomunista de siempre

Durante los años de la Guerra Fría, con la intensificación de las campañas anticomunistas en lugares como América Latina, el propio Estados Unidos, Italia, Corea y, en realidad, casi todo el globo, se asentaron los métodos más elaborados de la propaganda contra los movimientos socialistas. Hoy, ante la nueva configuración del sistema mundo, tales métodos se renuevan. Al respecto, se pueden encontrar pistas observando los ejemplos de China y Vietnam.

La política internacional es un juego en el que intervienen múltiples actores, haciéndolo todos ellos bajo el marco del sistema-mundo capitalista y tras el impulso de intereses concretos. Entre estos actores conviene destacar algunos como los capitalistas privados pertenecientes a —aunque no siempre afincados en— los distintos estados; las clases y las divergentes identidades en el seno de cada una de las sociedades; y los estados mismos con sus respectivos aparatos ideológicos que aseguran el dominio de las prácticas de la ideología dominante, la de los grupos privilegiados, por sobre amplísimos sectores de la población mundial.

Por supuesto, los intereses y los aparatos ideológicos se conectan tejiendo una red de consensos destinada a reproducir las distintas relaciones capitalistas de explotación. En concreto, los intereses de los inversionistas privados de los países centrales son presentados como sentido común, como ya aprendimos de Gramsci. Este proceso es ejecutado a través de los aparatos ideológicos privados que, de hecho, son propiedad de dichos capitalistas, así como a través del favor de sus amigos en los distintos aparatos políticos nacionales, que disponen para aquellos a los aparatos ideológicos públicos, y a través también de los varios actores que les son aliados en los países de la semi-periferia y la periferia global.

Semejante disposición del poder ideológico tiene una considerable importancia en el orden internacional. Los ejemplos de China y Vietnam, de cómo ambos son mirados desde los aparatos occidentales y desde la academia y la cotidianeidad, ilustran de manera clara esta idea. Ambos son países gobernados por el Partido Comunista que han experimentado en los últimos tiempos procesos de apertura (o, si se quiere, de “transición socialista”). El primero presenta niveles de desarrollo al alza que le alejan año tras año del ideal occidentalista de la fábrica del mundo y enfrenta recientemente acusaciones de diversa índole en los aparatos fundamentalmente estadounidenses; el segundo, todavía en una coyuntura parecida en términos del PIB per cápita a la que atravesaba China alrededor del año 2006, es presentado a menudo como un régimen capitalista bajo el gobierno autoritario del PCV.

Además, ambos son a menudo presentados en los medios desde una posición de objetos de la seguridad y no de sujetos; es decir, con un escaso interés en comprender sus dinámicas internas. Así, el amarillismo, la exageración y el reduccionismo son lugares comunes. En tal contexto de vacuidad, no debe sorprender que campen a sus anchas los bulos y que los relatos occidentales en general y estadounidenses en particular tiendan a proceder en favor de los intereses específicos de determinados actores.

Son individuos concretos los que cargan sobre sus hombros la pesada tarea de propagar con mayor o menor lucidez las verdades del poder en las plataformas que los mismos capitalistas disponen para tal fin

Al hablar del accionar de los aparatos ideológicos, en especial de los medios de comunicación en sus variadas formas, no se habla de algo abstracto en absoluto. Son individuos concretos los que cargan sobre sus hombros la pesada tarea de propagar con mayor o menor lucidez las verdades del poder en las plataformas que los mismos capitalistas disponen para tal fin. El mismo Gramsci dispuso de manera brillante en su texto de 1916 Socialismo y cultura’ una reflexión que hoy bien podríamos emplear para describir a estas figuras. Él hablaba de “gente que se cree superior al resto de la humanidad porque ha amontonado en la memoria cierta cantidad de datos y fechas que desgrana en cada ocasión para levantar una barrera entre sí mismo y los demás. [...] Creerán que son distintos y superiores incluso al mejor obrero especializado, el cual cumple en la vida una tarea bien precisa e indispensable y vale en su actividad cien veces más que esos otros en las suyas”.

El funcionamiento de este y el resto de dispositivos de (re)producción ideológica constituye un corpus que conviene entender de manera integral en su operatividad histórica para poder diseccionar correctamente los métodos y el rol de sus partes en el tiempo que vivimos. Es una evidencia que estos aparatos ideológicos en general y la prensa en particular han tenido en los últimos tiempos un cargo central en la defensa de los intereses específicos del estado y los inversionistas privados de Estados Unidos; es decir, de los intereses del imperialismo estadounidense. El mismo que tuvo siempre un carácter especialmente agresivo (véase su accionar en Vietnam, en Corea y Japón o en Chile), como ya intuyó Lenin, debido al esperpéntico poderío económico que obtuvo durante la primera mitad del siglo XX y al hecho de que se incorporó a la pugna interimperialista cuando las colonias del mundo habían sido ya repartidas entre varias potencias por medio del genocidio, el expolio y el maltrato de pueblos enteros.

Esta especial violencia le ha caracterizado desde el inicio, de la misma forma que lo ha hecho el empleo de intensas campañas propagandísticas. La caricaturización, la criminalización o la demonización del enemigo, usualmente un gobierno o un movimiento político extranjero, son parte de su modus operandi. También lo son el blanqueamiento o el ensalzamiento de figuras alineadas en su favor. La demonización de la URSS, de los movimientos políticos revolucionarios latinoamericanos o de las revoluciones socialistas en la región Asia-Pacífico fueron siempre la antesala de amenazas, bloqueos o, en el peor de los casos, agresiones directas valiéndose de sectores colaboracionistas de los Ejércitos militares.

China, en el centro de la diana

Desde hace unos años, no hay país que reciba más dardos por parte de las innumerables aristas del poder mediático norteamericano que China. Pero, ¿qué intereses puede albergar Estados Unidos en China? Concretamente, ¿qué interés puede tener en atacar mediáticamente al Gigante Asiático? En 1988, Immanuel Wallerstein sintetizó en ‘El capitalismo histórico’ cómo se sostuvo y, de hecho, se sostiene, la concentración del capital global en los países del centro mundial. Los capitalistas se han servido históricamente de Estados fuertes capaces de “asegurar que los aparatos del Estado de las zonas periféricas se hicieran o siguieran siendo relativamente más débiles”. Únicamente así podían seguir indefinidamente “utilizando mano de obra peor pagada” gracias a “una mayor especialización en tareas inferiores dentro de la jerarquía de las cadenas de mercancías”. En síntesis, a medida que el desarrollo tecnológico de las industrias públicas y privadas chinas mantiene la tendencia al alza de los salarios y del consumo interno, se reduce el beneficio que obtienen las empresas estadounidenses en el país. De esta forma puede entenderse también por qué en los primeros años del aperturismo chino el país fue bien recibido por los gobiernos y la prensa estadounidenses. Tal situación fue deteriorándose paulatinamente, a medida que los rendimientos del empleo de mano de obra china se fueron reduciendo.

Continuando, la fijación con el país y con el Partido Comunista Chino se data de años atrás, pero es innegable que la misma recibió un impulso especialmente importante por parte del trumpismo, cuyo testigo recogen hoy quienes adscriben al bidenismo, la enésima renovación formal del Partido Demócrata. De hecho, es el propio Joe Biden el que ha abrazado las tesis conspiracionistas del laboratorio wuhanés como origen del covid-19 que habían venido replicando desde el inicio de la pandemia buena parte de los sectores del proyecto trumpista.

Claro que la conspiración del laboratorio no es la acusación más grave ni más repetida contra el Partido Comunista. Si una idea ha sido repetida continuamente en los últimos tiempos sobre China es la que defiende que existe una política de exterminio étnico contra la comunidad uigur (sic) en la provincia de Xinjiang, que procede principalmente del fundamentalista cristiano Adrian Zenz y que ha sido replicada por figuras políticas y mediáticas estadounidenses. Pese a la escasez de pruebas contundentes alrededor de las ideas más grotescas sobre el asunto, este mismo marzo se desató una campaña contra Xinjiang. Numerosas marcas no chinas como New Balance o H&M decidieron dejar de comprar algodón de la provincia por proceder de supuestos trabajos forzados. La crudeza de tal acusación contrastó con las innumerables contradicciones de la misma y desató una contracampaña de consumidores y figuras públicas chinasy, específicamente, uigures. El boicot benefició enormemente el consumo interno de marcas locales en un contexto de especial disputa intercapitalista por el mercado nacional chino.

En las semanas posteriores a aquello, algunos medios pretendieron instalar una nueva teoría: la de la persecución y la violencia del Estado chino contra la comunidad cristiana. No tuvieron éxito. Claro que no siempre las campañas tienen una temática específica. Algunas de ellas son algo más generales y ponen el foco sobre el Partido Comunista Chino en general, como si del villano de una película de Hollywood se tratase. Así, la página web de Stop Communist China apunta alto, concretamente a la actuación directa de los Estados Unidos para “prevenir la influencia creciente de China”. Un llamado a la intensificación del esfuerzo interimperialista del gobierno de Biden de confrontar contra determinados elementos del proyecto político-económico del PCCh, concretamente contra aquellos que chocan con los intereses del capital norteamericano.

Stop comunist
Cartel Stop Comunist China

Además, no por repetitiva deja de sorprender una dinámica específica: la que encuentra siempre una cara ‘B’, negativa o malvada, a cualquier situación en la que pudiera alegarse que China acertó a la interna o contribuyó positivamente al mundo. La rápida respuesta que tuvo el gobierno del país ante la pandemia del Covid-19 (que contabiliza oficialmente menos de 5.000 fallecimientos hasta la fecha), favorecida por su experiencia previa, por la extensa capacidad de acción de sus instituciones estatales y por distintas características que corresponden a sus esferas económica, política y cultural, es un ejemplo perfecto. Desde que la situación desbordó a Estados Unidos y otros países aliados, afloraron en sus grandes medios titulares como ‘El triunfalismo de China al respecto del Covid-19 podría ser prematuro’.

La ayuda que China ha brindado a naciones de todos los continentes durante la pandemia ha sido habitualmente tildada despectivamente con conceptos como el de ‘diplomacia de las mascarillas’

En la misma línea, la ayuda que el país ha brindado a naciones de todos los continentes durante la pandemia ha sido habitualmente tildada despectivamente con conceptos como el de ‘diplomacia de las mascarillas’. Por supuesto, sería naíf ignorar los beneficios que China obtiene en tales términos cuando envía cargamentos de mascarillas a Argentina, o cuando manda oxígeno a Nepal. Ahora bien, reconocer tal beneficio requiere dimensionarlo correctamente. Exagerar el elemento diplomático es tramposo, como lo es minimizar el aporte material de tales ayudas y de la vasta exportación de vacunas que viene realizando China al tiempo que Estados Unidos o Canadá acaparan.

Xinhua, la principal agencia de comunicación del Partido Comunista chino y del gobierno nacional, ejerce a menudo como respuesta a las acusaciones externas

Estos ejemplos se encuentran insertos en una lógica mucho mayor que es, justamente, una de las muchas herramientas de combate de las que se dota el poder económico y político para hacer avanzar sus intereses sobre los del resto de actores del sistema-mundo. Estas narrativas se mueven en cada caso dentro de un rango ampliamente abarcativo entre el bulo y la veracidad parcial. Y, preferentemente, conviene no perder de vista que todo discurso tiene un emisor concreto, con alianzas concretas e intereses concretos.

Por su parte, desde China se gesta la contraparte a estos relatos. Entre otros espacios, es especialmente interesante poner el foco sobre Xinhua, la principal agencia de comunicación del Partido Comunista chino y del gobierno nacional. La misma ejerce a menudo como respuesta a las acusaciones externas o en clave positiva a partir de campañas que exaltan la armonía como valor rector deseable para las relaciones internacionales, noción históricamente ligada a la tradición confuciana y que viene recuperando el Partido desde el liderazgo de Jiang Zemin. Aunque Xinhua no siempre se mueve a la defensiva. Días después de la intensificación de la campaña anti-China, respondieron con un vídeo en el que quedaba claro la intención del Partido de disputarle narrativamente a Estados Unidos.

No obstante, el Partido Comunista no está enfocando todas sus fuerzas comunicativas en su disputa con Estados Unidos. Nuevas creaciones están viendo la luz en la etapa del Presidente Xi. La serie de anime alrededor de la vida de Karl Marx encargada por el Partido es un ejemplo, aunque probablemente ninguna producción es tan interesante para comprender la autopercepción del país en general y del PCCh en particular como Faith Makes Great, la serie estrenada este mismo año que busca conmemorar su centenario. La misma recorre la historia del país desde la fundación del Partido a través de historias individuales en diversos ámbitos que se han querido rescatar como una forma de recuperar a los “héroes invisibles” del país. Todo ello en un tiempo en el que Tiktok, Kwai y otras apps chinas de contenido audiovisual se están llenando de vídeos en los que se valoriza el trabajo manual.

Faith makes great

Vietnam, charla con Luna Oi!

Otro país sobre el que se ha puesto el foco en los últimos tiempos ha sido Vietnam, en especial a partir de una lógica muy particular: la que valoriza en positivo determinados aspectos de su desarrollo reciente y los atribuye a sus dinámicas capitalistas internas al tiempo que negativiza otros que atribuye al liderazgo político del Partido Comunista. En realidad, si se es honesto al hablar de ese “capitalismo”, a Vietnam se le impusieron ciertas dinámicas en favor de la acumulación privada (y extranjera) de capital. Este proceso se llevó a cabo a través de una violencia muy particular, la de las organizaciones supranacionales en su papel de “negociadoras”. Valgan especialmente las comillas aquí, por cuanto catalogar como “negociaciones” a relaciones de una profunda asimetría llevadas a cabo sobre la base de la desesperación de una de las partes tiene trampa. Justamente eso fue el Doi Moi, un proceso de reformas liberalizadoras llevadas a cabo por el gobierno vietnamita como condición impuesta por organizaciones como el FMI y el Banco Mundial para dar ayuda al país en un contexto trágico luego de varias guerras.

La definición mainstream de Vietnam es la de un país capitalista gobernado por el Partido Comunista (sic), con el baile continuo que tal descripción le requiere a los medios. La youtuber vietnamita marxista Luna Oi!, explica que “llevan usando la misma estrategia con Vietnam durante décadas: cada vez que hacemos algo bien es gracias al capitalismo; cada vez que hacemos algo mal es culpa del comunismo”. En realidad, para ella el país se encuentra en la fase transicional del socialismo que ya describieron los clásicos marxistas. Ciertas esferas de la vida en Vietnam se encuentran insertas en dinámicas cooperativistas o son dirigidas por el estado; otras, todavía se rigen por los criterios del capital.

El Doi Moi, fue un proceso de reformas liberalizadoras llevadas a cabo por el gobierno vietnamita como condición impuesta por organizaciones como el FMI y el Banco Mundial para dar ayuda al país en un contexto trágico

Luna Oi! se dedica a la divulgación en inglés sobre la cultura y la política vietnamita. “Quiero luchar contra la hegemonía capitalista en Occidente para mostraros mi perspectiva”, dice. Al preguntarle por la eficaz gestión que de la pandemia ha llevado a cabo el país, critica el cinismo de ciertos medios que parecen alegrarse de que Vietnam esté atravesando en estas semanas su primera ola seria de casos: “Incluso el New York Times publicó un artículo en el que vino a decir “La suerte de Vietnam se terminó”. ¿Suerte? Trabajamos muy duro por más de un año para contener la pandemia y ahora, porque países como Estados Unidos fracasaron al hacerlo, nosotros estamos teniendo nuevas olas”. Defiende que la eficacia desde el inicio en la contención fue gracias a la vigencia del socialismo en el país y apunta que “cuando países como China o Vietnam hacemos algo bien gracias al socialismo, pretenden convertirlo en algo malo”.

Dicho lo cual, comenta que “la gente en Vietnam está súper conectada” y que “hay unas 50 millones de cuentas de Facebook en Vietnam”. Al preguntarle por la reacción de la sociedad vietnamita cuando se viraliza algún artículo que criminaliza al país o al gobierno, responde que la gente de Vietnam ha llegado a “atacar a la página de Facebook de la Embajada de Estados Unidos cuando han dicho ‘porquerías’: miles de personas comentan, suben imágenes… Y van a grupos comunistas de Facebook del país, que hay muchísimos, y dicen “eh, este grupo dijo esta mentira sobre Vietnam, tenemos que ir y denunciarlo”. Funciona así”.

La propaganda, pues, tiene formas más explícitas que otras. Las notas que se publican en determinados medios sedimentan poco a poco generando una visión negativa del adversario que legitima, a posteriori, acciones concretas. Pero, en ocasiones, es un proceso más evidente. Así, durante la Guerra de Resistencia contra Estados Unidos, defiende que “la gente en el sur fue intoxicada” por la propaganda. “Debido a que Vietnam era muy pobre en aquellos años, cuando los Estados Unidos vinieron al sur de Vietnam les dieron televisiones, radios, periódicos y les enseñaron inglés”. Tanto es así que, tal como cuenta, fueron capaces de instalar el nombre Viet Cong (literalmente, “Traidores comunistas vietnamitas”) para referirse al FNLV (Frente Nacional de Liberación de Vietnam) en el sur y en el resto del mundo. Luna Oi! expone también que “siempre pintan a los periodistas anticomunistas como activistas por la libertad o como periodistas independientes, pero en realidad muchos de ellos han trabajado con grupos anticomunistas fuera de Vietnam y su objetivo es crear caos, sabotear, desestabilizar Vietnam y separar a nuestra gente”.

Como sea, se observa con estos ejemplos de qué manera la propaganda contra determinados países adquiere unas formas u otras en función de distintas especificidades. A veces, las acusaciones son directas e incluyen la conformación de bloques interestatales de denuncia; en otras ocasiones, se recurre a la ridiculización y la infantilización de sociedades enteras. Pero semejante disputa existe, va mucho más allá de estos tres ejemplos y se explica por las heterogéneas conexiones que tienen los aparatos ideológicos de todo el mundo con actores e intereses precisos.

Archivado en: China Vietnam Asia Comunismo
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RamonA
1/7/2021 17:36

¿Y si fuera verdad que China y Vietnam estuvieran transitando hacia un verdadero socialismo? Sobre este asunto, tengo que admitir que sólo sé que no sé nada.

Como el artículo va de la propaganda antichina y antivietnamita que el mundo capitalista produce y propaga, se me ha venido así de pronto un paralelismo con lo que ocurre en España entre la Comunidad de Madrid y Catalunya y entre la ciudad de Madrid y la ciudad de Barcelona. Para las TV privadas y públicas, Madrid es el cielo, todo lo bueno está y ocurre ahí; en cambio, Catalunya y Barcelona son el infierno, todo lo malo, feo y violento está y ocurre en estas tierras del Estado. Intolerable.

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andresitio
28/6/2021 12:35

No señor. Comunista o no, el gobierno chino viola sistemáticamente los derechos humanos de sus habitantes. Persigue a disidentes, manifestantes y profesionales de la abogacía simplemente por hacer su trabajo. No hay prensa libre, se amordaza a todo aquel que se atreve a levanar la voz. Se controlan las redes sociales, se censura internet. Como la pena de muerte se aplica en secreto, no se sabe cuántos miles de personas han muerto ajusticiadas. Lo de los Uigures no es una idea grotesca, es una realidad. Están perseguidos y "desaparecidos" en campos de internamiento donde se les somete a trabajos forzosos. Si vuelven a aparecer lo hacen destrozados y denunciando haber sido torturados. El gobierno chino inteviene en Hong Kong para acabar con su independencia y está amenazando a Taiwan. Además, las empresas chinas, apoyadas por su gobierno, están arrasando África con sus empresas extractivas, madereras o de energía. No es una teoría anticomunista lo que hay contra China, es la denuncia fundada, comprobada y contrastada de que su gobierno comete gravísimas violaciones de derechos humanos.

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Invitado
28/6/2021 13:38

Bueno, China no viola los derechos humanos más de lo que lo haga cualquier otro país occidental. De hecho, probablemente mucho menos. Y no es cuestión de entrar en comparaciones, pero, y siendo ciertas algunas cosas de las que dices, desde luego la libertad de prensa -aunque hay medios críticos con el gobierno, y que reflejan claramente la situación actual china en temas polémicos, como la revista Sixth Tone o el periódico Caixin, que se las tiene tiesas con el Gobierno a menudo- está a años luz de lo que se puede ver en Europa o USA, tanto teóricamente como en la práctica, y la disidencia es más perseguida que en Occidente, o eso se dice, porque no tengo que recordarte que hasta hace tres días y durante años hubo presos políticos en España, que hay gente en la cárcel por obras de teatro o por canciones, o que los EEUU es uno de los países que más periodistas detiene semanalmente. Lo que quiero decir es que en todos los lugares se vulneran los derechos humanos, y esto tiene que quedar muy claro.
Y que China no es una excepción, sin duda, pero que hay que conocer el contexto y cómo lo explican ellos. Y que los ataques a China, la ofensiva de Estados Unidos y su periferia no tienen NADA que ver con los derechos humanos. Te recuerdo que Arabia Saudí es y ha sido el mayor socio de USA en Oriente Medio desde hace 80 años. Hay que ser muy ingenuo para pensar que esto va de Derechos Humanos. Esto va de hegemonía. Y si yo tuviera que elegir, y viendo cómo viven los chinos en general -vivo en China- me quedo con el modelo chino; no para todo el mundo, porque ellos por activa y por pasiva han dicho que no pretenden exportar el modelo, al contrario que el bloque occidental, que no solo lo exporta sino que lo impone por la vía del misil, no para todo el mundo, digo, pero sí como contrapeso para el modelo que VERDADERAMENTE vulnera los derechos humanos, que no es otro que el capitalista/occidental.
Como suelo decir para zanjar estas discusiones: sí, China muy mal, pero Occidente, peor.

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andresitio
29/6/2021 9:58

Me alegro de que estés de acuerdo de que en China se violan los derechos humanos como se hace en los peores países del mundo, ahí es donde iba. Pero también tienes razón cuando dices que la ofensiva de Estados Unidos y su periferia no tienen nada que ver con los derechos humanos. Sin embargo, lo que no zanja la discusión es que tu prefieras vivir en China. En la España de Franco también había muchas personas que estaban encantadas de vivir mientras sus compatriotas sufrían detenciones, torturas y palizas, como pasa ahora en China, o en arabia Saudí, o en Myanmar, por ejemplo.

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Invitado
29/6/2021 11:50

No, ojo, no digo que prefiera vivir en China. Digo que ellos dan unas cotas altísimas de valoración de su sistema y gobierno, te remito al estudio de Harvard que he comentado más abajo, y que hacen las cosas a su manera. De hecho el propio concepto de derechos humanos les es ajeno culturalmente, lo están incorporando a su manera y a su velocidad. Ellos tienen otra base ética, vienen de otro lugar. Pero no significa que no tengan base ética. Lo que querría transmitir es que China es un lugar muy complejo, sumamente maltratado desde los medios, sobre el que se miente a menudo sin miramientos. Esto no es el paraíso, pero aquí se han hecho muchas cosas bien, y otras muchas mal. Hay que valorar lo positivo, y criticar lo negativo desde la izquierda. Nada de enmiendas a la totalidad, y ni satanizar a China en muchos casos sin conocimiento de causa.

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Repomen
28/6/2021 4:09

Bueno, normalmente me encanta este periódico, creo que plantea puntos de vista muy interesantes sobre temas de los que se habla muy poco, y desde luego es deos diarios que más lejos va y más profundiza en el ámbito de la izquierda, pero sin embargo, en este artículo siento discrepar con ciertos aspectos del mismo, y si es obvio que a China se la difama desde países como EEUU en un intento desesperado por detener su influencia, pero creo que hay dos verdades que no pueden ser obviadas por este autor, china no es una democracia, y de comunista tiene más bien poco, de hecho es un capitalismo muy paternalista, y si bien es cierto repito que hay difamación sobre china de manera constante, también creo que China no es ningún ejemplo de transparencia ni mucho menos, creo que por encima de los modelos económicos que practiquen los países, está que el pueblo tenga capacidad de decision, y si bien estoy de acuerdo que las políticas de china permiten vivir cada vez mejor a su gente, no deja de parecerse a esos reyes y emperadores antiguos que practicaban el despotismo ilustrado, todo para el pueblo pero sin el pueblo, a mis ojos y siendo EEUU un país con una democracia evidentemente relativa ( no voy aqui a contar los muchos problemas de su sistema democrático) si creo que sus líderes están más legitimados al menos a mis ojos que el partido comunista chino.

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Invitado
28/6/2021 14:57

Y por abundar un poco más. Estoy seguro de que sabes que en China hay elecciones, y partidos políticos, ¿verdad? Y que el grado de consulta y participación del pueblo en las decisiones tanto locales como nacionales, y el uso constante de encuestas amplísimas y consultas a las actores principales de la sociedad china es incomparable al de cualquier "democracia" occidental, estas siempre al servicio de los intereses económicos que no se eligen en las urnas.

Curiosamente yo diría que hay mucha más legitimidad en China en sus representantes políticos de la que hay en Occidente, en general. Eso no por hablar de que el espectro ideológico de un organismo tan complejo como el PCCh es sin duda, pero sin duda, mayor que el que ofrece el bipartidismo de los EEUU, con sus demócratas y republicanos.
Y sobre la legitimidad, el despotismo ilustrado y el sistema chino igual te convendría echar un vistazo al macroestudio que publicó Harvard el año pasado, Harvard, repito, no la universidad de Beijing, sobre la visión del pueblo chino a lo largo de los últimos años sobre el gobierno y el PCCh.
Cuánto se hubiese divulgado ese estudio si los resultados hubieran sido otros.

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Invitado
28/6/2021 13:18

¿Capitalismo, China? ¿En qué te basas? China es un sistema mixto con una fuerte inspiración socialista.
Un país donde la economía está planificada al milímetro -esto es lo más opuesto que hay al libre mercado-, los grandes bancos son estatales, el suelo es estatal -de titularidad colectiva en las poblaciones rurales- en todos los sectores estratégicos las mayores empresas son estatales, algunas de las más grandes empresas privadas son propiedad de sus trabajadores, como Huawei, el gobierno aprieta las tuercas a la empresa privada como en pocos lugares -supongo que conoces el caso de la salida a bolsa de la Ant, la fintech de Alibaba Group, o los problemas que está teniendo Taobao por forzar a los pequeños vendedores a firmar cláusulas de exclusividad- y donde la redistribución de la riqueza supone haber sacado de la pobreza absoluta a más de 750 millones de personas en los últimos 40 años, siendo la mayor reducción de pobreza en la historia del ser humano. Además, como sabes, en China existen las denominadas Zonas Económicas Especiales, que sí son zonas con una legislación más próxima a lo que en Occidente se entiende por libre comercio. Insisto, China es un sistema mixto, volcado al socialismo, que usa herramientas del capitalismo para acelerar sus procesos de producción, cuando lo necesita, pero que tiene muy claro cuáles son sus objetivos

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Pelusa
28/6/2021 20:38

El otro día leía en el Global Times (periódico próximo al gobierno chino) que una de las mayores start-ups tecnológicas chinas había decidido poner freno a las horas extra, que hasta entonces se hacían de forma generalizada.

No me atrevo a pronunciarme sobre qué es y qué no es China, pero tengo la sensación de que la clase trabajadora está pagando un alto precio.

Ojalá sea una cuestión coyuntural y la vía china al socialismo desemboque en la liberación, al menos en parte, del ser humano. De momento, para mí, China es una incógnita.

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Pelusa
27/6/2021 14:36

Moltes gràcies per la publicació!

L'anti-xinisme comença a fer-se tan present a la vida quotidiana que es fa ja asfixiant. El repetit problema uigur, que tothom repeteix com si dominés, és l'argument cunyao per excel.lència.

El xinés era més soportable quan tenia una funció subalterna, quan servia per fer acudits i frasses fetes com "enganyar com a un xino". Ara, l'occident té por a l'orient i la por genera odi. I l'odi ve a ser molt útil quan hi ha guerra.

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