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Cine
‘Masacre: ven y mira’, el perturbador ‘Apocalypse now’ soviético sobre las matanzas nazis en Bielorrusia, cumple 35 años
La iniciación como partisano de un joven es el punto de partida de Masacre: ven y mira, uno de los filmes más desagradables de la historia, una obra que trasciende los moldes del cine bélico orientado a la acción y se acerca a la representación del horror.
Más allá de la épica resistencia de la larga batalla y cerco a Stalingrado, el frente soviético de la II Guerra Mundial tuvo muchos otros focos. En el territorio que entonces abarcaba la República Socialista Soviética de Bielorrusia, parte del cual procedía de una reciente invasión de Polonia, tuvo lugar una campaña de asesinato sistemático de los habitantes de unas 600 localidades. El realizador Elem Klímov apostó por realizar una película sobre esa limpieza étnica, con el objetivo de volver a hablar de una historia que consideraba olvidada.
Klímov tardó siete años en tener luz verde de las autoridades soviéticas para producir la que sería su última obra: Masacre: ven y mira. El estreno tuvo lugar en 1985, cuando se conmemoraba el cuadragésimo aniversario de la victoria soviética en la II Guerra Mundial. Aun así, la película no resultaba especialmente oportuna como pieza de propaganda. Aunque su protagonista fuese un joven que va a tomar las armas para iniciarse en la vida adulta mediante su unión a la resistencia, no se nos ofrecía una historia de inmersión patriótica al uso.
Masacre: ven y mira no proyectaba ningún triunfalismo ni ofrecía espacios a la celebración. Su autor optó por recordar el conflicto bélico centrándose en el dolor de la población civil, inspirándose en los asesinatos colectivos cometidos por el invasor nazi en dos poblaciones. Una de ellas era Kathyn, donde solo lograron sobrevivir ocho miembros de una comunidad que superaba los 150 habitantes. En la representación de esos ataques, Klímov hizo saltar los diques de contención del cine comercial, multiplicando el grado de sufrimiento que puede mostrarse en una película.
Representando el horror
Klímov coincidió con Francis Ford Coppola en abordar la guerra rompiendo los vínculos históricos, y con connotaciones algo indeseables, entre las películas sobre guerra y el cine de acción. Ni Masacre: ven y mira ni Apocalypse now trataban de héroes que disparaban a cuerpos que caían por el bien de una causa justa, de soldados que tenían que cumplir una serie de objetivos para conseguir algo llamado victoria. La obra de Coppola era sobre todo una road movie cuyo viaje permitía también hacer un repaso autocrítico de la intervención estadounidense en Vietnam, retratando la guerra como una locura salpicada de momentos absurdos que enfatizaban esa impresión.
El filme soviético también incorporaba situaciones chocantes (los hombres de una localidad bielorrusa tienen que corretear alrededor de un soldado en calzoncillos que hace sonar su silbato, poco antes de ser conducidos a la muerte) y retrataba la guerra como una locura, aunque incluyese vestigios deformados y arbitrarios de un método genocida. Los ejecutores, la mayoría de soldados germanos del filme, se alineaban con el tópico de nazi voficerante explotado por el Hollywood propagandístico. El desapasionado gestor de genocidios simbolizado por Adolf Eichmann, el funcionario que inspiró el ensayo La banalidad del mal, permanecía en los márgenes de una pantalla crepitante de fuego y terror.
Klímov propuso un viaje contemplativo, sostenidamente incómodo, que incluía alguna escapatoria fugaz. Por lo general, dominaba un tono grave que friccionaba con la intensidad desatada, desquiciada, de algunos acontecimientos. La historia trágica de La infancia de Iván, de Andrei Tarkovski, podría haber sido un referente, pero Klímov ofreció otra cosa: una trama posible de iniciación a la vida adulta a través de la guerra se convertía en una película de terror que desbordaba las inercias más o menos enardecedoras de las ficciones de resistencia al invasor.
Las situaciones presentadas podían recordar más a las películas de guerra convencionales que el viaje lisérgico del protagonista de Apocalypse now, pero la manera de representarlas resultaba demasiado horrible
Las situaciones presentadas podían recordar más a las películas de guerra convencionales que el viaje lisérgico del protagonista de Apocalypse now, pero la manera de representarlas resultaba demasiado horrible. Los tiroteos y las explosiones heroicas eran sustituidos por vivencias pavorosas y completamente traumáticas. La representación de la guerra provocaba horror, pero eso no implicaba un acercamiento a los códigos del cine de miedo. Ni se incluían muchos juegos de anticipación de la imagen terrible ni abundaba el gore.
De hecho, casi cualquier filme bélico reciente incluye más dosis de casquería que Masacre: ven y mira. No tiene tanta importancia la exhibición de la violencia en sí misma como las manifestaciones de quienes la padecen: durante varios minutos, los gritos de los que están muriendo o van a morir son una parte fundamental de toda esta experiencia de horror. El peso recae en la mirada horrorizada al monstruo, a la Medusa que convierte en piedra a quien contempla sus ojos, en lugar de recaer en la imagen de la misma Medusa. El rostro abatido, desbordado, alucinado, del protagonista intenta decirnos más sobre el exterminio que la escenificación de este. Y la audiencia puede llegar a sentirse exhausta e identificarse lejanamente con ese chico que parece a punto de romperse porque lo que está viviendo le resulta insoportable.
Varias escenas transmiten la idea de que las mentes de los personajes rozan un límite. Vemos miradas vacías de mentes que parecen dar un paso atrás para protegerse a sí mismas, que parecen acercarse a la catatonia como mecanismo de huida. Cuando el protagonista hunde su cabeza en el barro, desesperado, lleva al extremo el deseo de aislarse y dejar de percibir su entorno: la cita proveniente del Apocalipsis cristiano que da título al filme, “ven y mira” se ha convertido en una condena. Lo psicológico conecta con lo religioso y el horror bélico deviene casi trascendental.
Odiar con compasión
Todas las películas son cuestionables desde algún punto de vista, más aún cuando tratan unas realidades tan extremas. Ficciones recientes sobre los campos de exterminio o la I Guerra Mundial, como El hijo de Saúl o 1917, aspiraban a ofrecer una experiencia inmersiva que difícilmente puede escapar de la mirada casual y superficial del turista. El intento no dejaba de ser quimérico, tanto en el caso del drama de László Nemes como en el vistoso (¿y excesivamente cómodo?) thriller contrarreloj de Sam Mendes.
Cine
‘1917’, emocionante (y turístico) simulacro de algo parecido a la guerra
Sam Mendes, el realizador de Camino a la perdición y Skyfall, visualiza en 1917 una misión contrarreloj de dos combatientes de la I Guerra Mundial en un fingimiento de tiempo real a través de dos largos planos-secuencia. El resultado es un thriller de supervivencia contrarreloj más que un filme bélico al uso.
El acercamiento de Klímov, por supuesto, también puede generar dudas. Su pudor en cuanto a la exhibición de cadáveres puede interpretarse como una forma de respeto o como una concesión. Y también pueden juzgarse de manera ambivalente unos trabajos actorales muy radicales, aunque parezca difícil discernir qué puede ser histriónico o qué puede no serlo cuando se encarna a un joven que se enfrenta al constante riesgo de morir y a la ejecución de pueblos enteros.
Masacre: ven y mira es una experiencia convenientemente desoladora. La audiencia puede terminar sintiéndose muy, muy alejada de aquellos primeros minutos en que se le ofrecía un discurso de exaltación antifascista. La desolación permanece incluso en los momentos de victoria, enfatizando la idea que nadie puede ganar realmente en la guerra. Después de superar todo tipo de tormentos, el joven protagonista se tropieza con una gesta militar de sus compañeros. En ese momento, Klímov no cae en la tentación de mostrar una violencia limpia e indolora que chocaría con los horrores previos. Los soldados del Reich agonizan horriblemente, imploran por su vida. Y la venganza de los partisanos no resulta gratificante para los personajes ni para el público, por mucho que uno de los oficiales nazis explicite los fundamentos supremacistas de su limpieza étnica.
Uno de los aspectos más controvertidos del filme es la inclusión final de varios minutos donde se hermana la alucinación con las imágenes documentales. Vemos estampas reales de los horrores nazis, mezcladas con una fantasía de ataque a los fundamentos del III Reich
Uno de los aspectos más controvertidos del filme es la inclusión final de varios minutos donde se hermana la alucinación con las imágenes documentales. Vemos estampas reales de los horrores nazis, mezcladas con una fantasía de ataque a los fundamentos del III Reich. Después de vivir una iniciación en el odio, el protagonista abraza la ira y el deseo de venganza. El desenlace puede cumplir con algunas normas no escritas del cine propagandístico, al mostrar un horizonte de continuidad en la lucha armada, pero concluye con un gesto humanista: debe reservarse algún espacio para la compasión, también hacia el supuesto enemigo, o la victoria militar supondría una derrota ética.
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Gracias a este artículo me he visto la peli el finde pasado y es estremecedora, de una intensidad difícil de igualar.
""En el territorio que entonces abarcaba la República Socialista Soviética de Bielorrusia, parte del cual procedía de una reciente invasión de Polonia""
Decidlo todo, que Polonia había invadido previamente esos territorios y estaba forzando a población bielorrusa a la polonización: https://es.wikipedia.org/wiki/Polonizaci%C3%B3n
Que no falten nunca los lloros polacos. Mira, ese reino se buscó la ruina él solito. Participó en invasiones a territorio ruso mil veces, colaboró con exterminios de judiós y minorías, conspiró contra la naciente URSS, incluso enviando tropas durante la mal llamada "Guerra Civil", en los ochenta hasta ahora son prácticamente el isis católico, ¿y su caso es argumento de qué? Ah, por no hablar de sus intentos de rivalizar con Alemania vendiéndose a los yanquis coom los lacayos que son.
O sea, unos líderes que son panda de tarados con ínfulas pierden no sé cuántas veces en todo lo que se proponen y aún por encima quieren ir de "pobrecitos" y "qué malos son todos menos nosotros". Basta. Caísteis mal, caéis mal, caereis mal, seas polaco o apologeta.
Estupenda reseña y recordatorio de una película que retrata como pocas la locura y el dolor infinito de la guerra. Gracias a El Salto, una vez más, por traernos un poco de reflexión, memoria y talento.
Menudo peliculón, mil veces mejor que la peripatética de la Lista de Schindler. Esta obra maestra debería proyectarse más en los espacios públicos y las instituciones educativas. Gran artículo
Toda guerra es sinónimo de "horror"; no se puede pedir "romanticismo o candidéz" de un trama en donde los seres humanos se destrozan entre sí