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Cine
¿Dónde están los desahucios en las películas españolas?
En abril se estrenó en sendos pases especiales en Madrid y Barcelona el documental ¿Dónde vamos a vivir?, de la periodista Georgina Cisquella. Durante tres años, la documentalista siguió a mujeres en asambleas y plataformas de vivienda, retratando su forma de trabajar, las situaciones que las llevaron a tener que defender sus casas o la ayuda que prestan a quienes las pierden.
Según estadísticas del Consejo General del Poder Judicial, en el cuarto trimestre de 2023, el último del que hay datos consolidados, hubo 7.327 lanzamientos hipotecarios, lo que en román paladino llamamos desahucios. Es poco comparado con los casi 20.000 que se registraban en 2014, casi un 20% que en el mismo periodo de 2022, pero siguen arrojando una media de 81 al día.
“Mucha gente piensa que los desahucios son cosa del pasado. Como que hubo una explosión durante la crisis de 2008, sobre todo a partir de 2012, pero ya pasó. Y no es cierto: hay desahucios todos los días, miles de familias se siguen quedando sin casa. Y es un problema que tiene que ver con la pobreza y la desigualdad”, explica Cisquella. La también directora de Hotel Explotación: las kellys (2018) asegura que la ha rodado “para recordar que siguen existiendo y que llevan más de una década de lucha”.
Y la pregunta que surge es, ¿por qué hace falta una película para recordarlo? ¿solo puede un documental porque las de ficción no lo están contando?
La politóloga Aída Dos Santos, especialista en desigualdad y que ha estudiado el reflejo de esta en cine y televisión, cree que los desahucios “están ausentes en general en la ficción. Aun en las películas catalogadas como cine social, son el elefante en la habitación que nadie acaba de pronunciar en el diálogo, se comenta que no se llega a fin de mes, pero no cuánto se está comiendo el banco. Está más presente la búsqueda constante de vivienda en alquiler”.
“Quienes más problemas tienen en el acceso a la vivienda y en poder pagarla seguramente sean profesionales que jamás protagonizan las películas: cajeras, teleoperadoras, dependientas... Cada día es más complicado encontrar a las clases trabajadoras en pantalla”, opina la politóloga Aída Dos Santos
Su explicación se fija en quién está detrás de la cámara: “Hay un boom de lo que ahora llamamos nepobabies haciendo cine y series que está muy lejos de la realidad mayoritaria de la generación millennial y zeta. Lo vemos en el consumo de drogas sin límite y en la sobrerrepresentación de trabajos creativos. Quienes más problemas tienen en el acceso a la vivienda y en poder pagarla seguramente sean profesionales que jamás protagonizan las películas: cajeras, teleoperadoras, dependientas... Cada día es más complicado encontrar a las clases trabajadoras en pantalla”.
En última instancia, apunta Dos Santos, “es complicado pedirle dinero al banco para producir una película y mencionar que la banca desahucia, quizá hay ahí una autocensura que lleva a problematizar el alquiler pero no la ejecución hipotecaria”. “Hasta en Creatura [de Elena Martín, ganadora de la Semana de la Crítica en Cannes en 2023 y nominada al Goya a Mejor Dirección], que es una película donde se vuelven al pueblo por no poder pagar el alquiler, el tema central es la sexualidad”.
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Hay una excepción que confirma la regla. En los márgenes, el debut como director del actor Juan Diego Botto, que fue nominada a cinco premios Goya en el año 2023. Aparte de contar con la popularidad del propio Botto, tenía a dos estrellas como Penélope Cruz (que también era productora) y Luis Tósar como protagonistas, música de Rozalén y guión coescrito por la periodista Olga Rodríguez. Estaba asesorada por Stop Desahucios y recibió críticas desiguales. La historia contrapone varias situaciones alrededor de un lanzamiento hipotecario, desde la familia afectada al abogado especialista que los defiende, intentando tocarlas todas.
Mucho menos conocida, o lo que es casi lo mismo, independiente pero de verdad, es Un largo viaje, estrenada en 2023 y dirigida por el también novel Víctor Nores. En su caso, cuenta la historia de una madre divorciada y en paro que tiene que abandonar su piso cuando le suben el alquiler y que roba una autocaravana junto a su hijo adolescente. La película los sigue en un remedo de vacaciones sin salir de Madrid capital, duchándose en un túnel de lavado o robando gasolina a otros vehículos en los aparcamientos de centros comerciales, en un tono de humor negro y jugando con la idea de intentar tener las vacaciones que nunca han podido permitirse.
“Hemos abierto lo que se puede representar en el cine, dado más espacio a muchas minorías, pero la desigualdad solo se refleja o con situaciones de pobreza muy extrema o retratando a los superricos”, afirma el director Víctor Nores
“Quería explorar cómo se enfrenta una persona a todo lo que está pasando: precio de la vivienda, de la gasolina, la economía… y se ve superada, como le pasa a Violeta, el personaje principal. Y explorar cómo cambian los roles, porque aquí en parte el responsable y cuidador es el hijo adolescente”, explica Nores a El Salto. “Pero también reflejar una tendencia que me preocupa. Hemos abierto lo que se puede representar en el cine, dado más espacio a muchas minorías, pero la desigualdad solo se refleja o con situaciones de pobreza muy extrema o, como en El triángulo de la tristeza, de Ruben Östlund, retratando a los superricos. Nos hemos olvidado de representar a la clase media en desaparición”.
Coincide en su diagnóstico con Dos Santos sobre “quiénes tienen acceso a estudiar cine y los problemas que deciden reflejar”, pero incluye “la revisión o la honestidad. Cuando me puse a escribir esta película, fue, ¿pero yo he vivido esto? ¿yo sé cómo es quedarse sin casa? Aunque el tema fuese la relación madre-hijo, el detonante era ese”. Añadió el elemento de la autocaravana “primero por simbolizar las vacaciones, que parecen algo básico pero hoy día son un lujo inalcanzable para mucha gente, pero también por lo que tiene que ver con todos los casos reales de gente que ha acabado viviendo en una. No hace falta irse a Estados Unidos y Nomadland, en España lo vemos en Mallorca por lo desorbitado del alquiler”.
También es evidente que es imposible que los conflictos con la vivienda sean 100% ajenos a cualquier ficción. En las series hemos visto okupaciones o inquilinos morosos, siempre tomados con humor costumbrista, por ejemplo en Aquí no hay quien viva y su sucesora, La que se avecina. En #Luimelia, la comedia romántica protagonizada por dos mujeres jóvenes de Atresplayer, cuando las protagonistas se casan y se hipotecan con una vivienda, en un alarde de normatividad, su casa es ‘okupada’ por un tópico drogadicto pasota y caradura al que la Policía protege de manera inverosímil.
Aunque hay para todos los gustos. En El Ministerio del Tiempo, de RTVE, el heroico soldado de los Tercios Alonso de Entrerríos, capaz lo mismo de deconstruir su pensamiento colonial en las Américas o encarnar al Cid, se enfrenta a un grupo de antidisturbios y hasta derriba a uno porque su pareja en el presente es una abogada de Stop Desahucios. El mismo actor, Nacho Fresneda, tiene un pequeño papel precisamente en Antidisturbios, la aclamada serie de Rodrigo Sorogoyen e Isabel Peña en la que un lanzamiento en una corrala de vecinos de Lavapiés oculta una turbia trama de corrupción.
En otros formatos no es un tema tan raro, aunque también sigue siendo lateral. El cómic independiente en España ha tratado más la precariedad laboral que las cuestiones de la vivienda, pero en 2016 el novelista Isaac Rosa firmó el guión de Aquí vivió: historia de un desahucio, con dibujos de Cristina Bueno. En su ámbito, poseía los mismos elementos que En los márgenes, al ser el debut en el formato de una conocida figura del ámbito progresista y tener la ambición de ser una obra representativa de todos las facetas de la problemática, lo cual le garantizó atención mediática y crítica.
La novela La herencia recibida, de Xandru Fernández, se publicó el año pasado dentro de la serie Nuevos Episodios Nacionales de la editorial Lengua de Trapo. La misma parte también de un lanzamiento, el de una protagonista en paro y golpeada por todas las crisis… en el año 2014. Divorciada de un candidato a la alcaldía en una ciudad asturiana por parte de un partido de nuevo cuño en el que no es difícil identificar a Podemos, se trata de un retrato del auge y caída de la “nueva política” en esta década que partía de la crisis de 2008.
Fernández explica que “en sociedades como la nuestra el desahucio podría ser lo que equivale a la emigración o el exilio para sociedades menos opulentas. Es un corte o desarraigo impuesto y que, al mismo tiempo, se suele asumir como parte de un proceso natural. Como un golpe de mala suerte o un castigo del destino. Se pierde de vista todo lo que hay ahí de perversión social, la ingeniería política del abandono”.
“Lo que se ha demostrado en estos años es que el partido de los propietarios es mucho más fuerte de lo que imaginábamos, porque no obedece solamente a los intereses de una minoría sino también a las aspiraciones de capas sociales muy amplias y diversas”, comenta el escritor Xandru Fernández
Además, ese “espacio del cambio” político que iba a retratar “está idealmente vinculado con el 15M y uno de los detonantes del 15M fue el problema de la vivienda”. Pero “lo que se ha demostrado en estos años es que el partido de los propietarios es mucho más fuerte de lo que imaginábamos, porque no obedece solamente a los intereses de una minoría sino también a las aspiraciones de capas sociales muy amplias y diversas, que sufren la dificultad de acceso a la vivienda pero son incapaces, por lo que sea, de imaginar una salida que no sea aspiracional”.
Aunque desborda el tema de este reportaje, cuando le preguntamos si tiene que ver con el tratamiento del realismo, Fernández rechaza la etiqueta y nos da, sin querer, un cierre: “El pretendido realismo es especialista en escamotear conflictos sociales, incluso clases enteras. Pero en cualquier caso, el tratamiento de la pobreza, en general, en la literatura y el cine españoles deja bastante que desear desde hace más tiempo del que yo llevo en este mundo”.
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Dice en el texto: "son incapaces, por lo que sea, de imaginar una salida que no sea aspiracional". Las salidas no aspiracionales han resultado estar blindadas contra los que las imaginaban. Gente que accedía a un alquiler social que ha visto cómo sus casas eran vendidas a fondos buitre, gestores de Airbnb y similares. Gente que ve que la única garantía de no ser expulsado de su vivienda es tenerla en propiedad, y ni eso, pues los bancos son los propietarios reales hasta que no se ha pagado la hipoteca. ¿Cómo van a imaginarse salidas no aspiracionales si las (pocas) opciones que había han demostrado devenir siempre en pesadilla?