Ciencia
Marta Tafalla: “La experimentación en animales es una práctica muy irracional”
Cuando se habla de experimentación animal un muro de opacidad y de falta de información se levanta. Ya sea por la delegación que se hace en la ciencia para llevar a cabo sus métodos o por los intereses económicos, farmacéuticos o militares que hay en torno a este sector. Casos como el de Vivotecnia en Madrid, donde se denunciaron maltratos sistemáticos a los animales con los que se experimenta, hizo que se pusiera en la mesa el tema, pero la crítica sobre estas verificaciones llevan en marcha desde la antigüedad.
La doctora en Filosofía Marta Tafalla ha ahondado sobre el debate que ha generado en la ética, en la efectividad real de estas prácticas y en sus alternativas en el libro Paradojas de la experimentación animal (Plaza y Valdés, 2025). El texto, que empezará su recorrido en Barcelona y en Granada, invita a la sociedad, al poder Ejecutivo, a la industria y, sobre todo, a la comunidad científica ah dar un paso adelante en sus métodos.
¿El punto de arranque de este libro es el comentado caso Vivotecnia?
Sí, para mí ha sido como uno de los puntos claves de arranque. Para quien ahora no recuerde la historia, porque han pasado unos años, Vivotecnia es una empresa que hace experimentación por encargo, para empresas farmacéuticas o universidades. Una activista, a la que conocemos con el seudónimo de Carlota Saorsa, se infiltra en Vivotecnia y graba con cámara oculta el día a día en la empresa, una sucesión constante de un trato muy cruel a los animales, malas prácticas, de no atenderles correctamente, incluso de insultarles o burlarse de ellos. Cosas realmente que remueven bastante el estómago.
Esas imágenes no solo generaron mucha consternación en la sociedad si no que dio pie a una denuncia que prosigue e incluso la Comunidad de Madrid suspendió la actividad en este centro.
Yo esperaba que a partir de aquí los experimentadores harían también una reflexión colectiva y pública sobre lo que había pasado, que a partir de aquí las cosas cambiaran, pero esto no sucedió. Pocos meses después, la Universidad de Barcelona contrató a Vivotecnia para un experimento con perros que implicaba matarlos. Generó una indignación total: protestas, recogidas de firmas... pero la universidad siguió adelante. Se mató a los perros y muy poco después, el CSIC, el CNIO y otras universidades e instituciones volvieron a contratar a esta empresa. El mensaje que nos están dando es los animales nos importan una mierda y la ética en la ciencia nos importa una mierda.
Esto, en plena pandemia, ¿pudo hacer que se generara desconfianza con la ciencia?
Es que no hay conciencia en la comunidad científica de que muchas veces, cuando se quejan de que la gente confía poco en los científicos, son ellos los que generan esta desconfianza. Es muy difícil confiar en científicos que vuelven a contratar algo después de lo que hemos visto. Si los científicos quieren que confiemos en ellos tienen que actuar con un rigor y con un respeto por la ética y por la ley que en este caso no se ha visto.
Ya tenemos dos de las 14 paradojas que recoges en tu libro…
Es que la experimentación en animales es una práctica muy irracional. Esto no es algo que haya descubierto yo, obviamente, sino que la mayoría de gente que ha estudiado la experimentación en animales desde una perspectiva crítica han acabado diciendo prácticamente lo mismo. Es una actividad que está llena de contradicciones, de incoherencias, de incongruencias que los propios experimentadores. Cuando hablan, se contradicen todo el tiempo. Solo seleccioné unas pocas de las paradojas, con ejemplos muy claros para que se vea que están pasando cosas que no tienen ningún sentido.
A mí lo que no me cuadra que digan ‘experimentamos en animales porque lo más importante es la salud humana’ cuando al mismo tiempo te empujan a aumentan tu riesgo de diabetes
Ejemplos que no solo tratan la relación con los animales, sino también la crisis climática, la salud humana, los intereses ocultos que hay. Una de estas paradojas es la diabetes: parece que se justifica la experimentación animal por el bien superior de la salud humana pero no se hace nada ni para garantizar la insulina en países como EE UU ni para evitar lo que la provoca, sobre todo el tipo 2.
Lo que yo intento explicar en este caso es que los experimentadores te dicen “nosotros tenemos que maltratar y matar animales, pero no lo hacemos por diversión, sino que lo hacemos por un fin superior”. Este es el caso de la diabetes, porque hay que entender la diabetes y curar a las personas que la tienen, y eso justifica llevarnos por delante a montones y montones de animales. Pero luego sabemos que en muchísimos casos, no en todos, la diabetes es resultado de un determinado estilo de vida y tiene que ver con una mala dieta. Y, claro, luego tú vas a cualquier supermercado y lo que te están ofreciendo constantemente es esa comida y esa bebida, además de estar permanentemente bombardeado de publicidad para que consumas una serie de productos que es comida basura. Tu consumes esto y luego en muchos países, como EE UU, que encima es un país rico, el acceso a las revisiones médicas, al tratamiento, a la medicación, es carísimo. Ya no es sólo un problema de salud, sino que se convierte en un problema económico muy grave como país.
A mí lo que no me cuadra que digan “experimentamos en animales porque lo más importante es la salud humana” cuando al mismo tiempo te empujan a comer alimentos que aumentan tu riesgo de diabetes. La impresión que da es que en realidad, tanto en la experimentación animal como en la comida basura como en la medicación, lo que prima es el negocio que tenemos.
En la salud humana como en la crisis ecológica también hay un factor de clase. En esa mirada ecologista tienes muy presente a Alicia H. Puleo.
Claro, cuando se justifica en la salud humana la experimentación animal te pones a mirar y descubres que sólo una pequeña parte tienen que ver con la salud humana. Pero incluso en los casos en que tiene que ver con la salud humana, lo que haríamos de forma colectiva y urgente sería intentar frenar la crisis ecológica. No hay una amenaza más grave para la para la salud humana que la propia crisis ecológica. Luego vemos en las reuniones del clima como la que estamos viendo ahora en Brasil, la COP30, está llena de lobistas de la industria fósil intentando frenar los avances. En muchos de los productos que se usan en el cultivo de alimentos hay sospechas muy claras de que sean productos tóxicos. Lo vemos de nuevo con lo que está pasando con la gripe aviar, donde ahora en España se ha prohibido tener gallinas al aire libre para que no se contagien. Si nos preocupa la salud humana, tenemos que dejar de dañar los ecosistemas de los cuales depende nuestra salud. Por eso me interesa mucho el pensamiento de Alicia H. Puleo: conecta el maltrato a los ecosistemas y a las demás especies con el maltrato en estas sociedades a los colectivos más vulnerables. Se premia a científicos de la industria armamentística mientras que el sistema penaliza a las que limpian, a las que cuidan de mayores o pequeños, de quienes hacen los trabajos más básicos sin los cuales la sociedad no puede funcionar. Es un mundo al revés.
Hay rituales de represión empática para lograr esto, como podrían ser las corridas de toros, pero la práctica con el experimentador es otro de ellos.
En uno de tus capítulos hablas de la paradoja de “matar para estudiar la empatía” y aseguras que no es posible alcanzar un fin usando medios que son contrarios a este fin.
Pongo el foco en un ejemplo: la gente que hace estudios sobre empatía en animales. Son estudios muy crueles porque consisten en coger animales de distintas especies, poner a un individuo en una situación estresante, dolorosa, incómoda y ver si otro animal le ayuda. Luego, además, el experimento acaba con los animales muertos. Los experimentadores dicen que hacen esto para aprender sobre la empatía, algo importantísimo para ellos, pero lo que están haciendo realmente es reprimir su propia empatía. Cualquiera, al ver a un rata atrapada, pensaría “por qué estamos haciendo esto”, pero al exponerse a la repetición de estos experimentos logran no sentir esto.
Tenemos una sociedad que es muy cruel, donde se explota a las personas, a los animales y a la naturaleza. Si tuviéramos una sociedad muy empática, entraríamos colectivamente en crisis. La gente no querría trabajar en la ganadería, en pesca, en la industria peletera, etc. Necesitas mucha gente no empática. Hay rituales de represión empática para lograr esto, como podrían ser las corridas de toros, pero la práctica con el experimentador es otro de ellos.
Podría entenderse que parte de evitar esta rebelión de empatía es que haya tan poca transparencia en los centros de experimentación animal.
Efectivamente, esa es otra de las contradicciones. Es decir, si fuera verdad que todo lo que hacen es tan útil, tan importante para la salud humana, tratas tan bien a esos animales, pues déjenos entrar a ver lo que pasa. No es así, dependemos de periodistas, activistas o experimentadores arrepentidos para saberlo. Es una industria muy opaca.
Citas a Adorno y a Horkheimer: tratar a los animales encerrados en laboratorios como si fueran meras herramientas fomentan que a los humanos se les trate del mismo modo.
Cuando escriben escriben este texto, son dos judíos de izquierdas que huyen de la Alemania nazi, y están investigando por qué surgió el nazismo. Cómo es posible que en Europa, con un nivel cultural tan elevado, con tantos intelectuales, haya avanzado así. Una de las cosas que explican a lo largo del libro es que todo, todo el mal que le hacemos a la naturaleza, vuelve contra nosotros. Y ponen el ejemplo de la experimentación: cuando tú miras al animal como si fuera una especie de máquina, de mecanismo, estás estudiándolo desde una perspectiva reduccionista mecanicista. “Si le quito esta pieza, ¿qué pasa?”, se preguntan. Nada de esto ayuda a entender lo que sería un animal libre ni un humano libre. Lo que te lleva a pensar en las personas como máquinas: cómo hago que los trabajadores produzcan más, cómo hago que trabajen más. No estás teniendo un conocimiento que realmente permite que la sociedad sea mejor.
Una paradoja que nos lleva a Jane Goodall…
Es muy luminosa para entender una cuestión. Los climatólogos llevaban mucho tiempo estudiando a los primates y habían avanzado muy poco. Trabajaban, sobre todo, con animales en cautividad, que los tenían en el laboratorio, encerrados en jaulas en muy malas condiciones y les hacían pruebas muy ridículas. Entonces llega la primatóloga, se acercan esos animales con muchísima humildad, en su hábitat, con muchísimo respeto y paciencia. Observar simplemente. ¿Y qué pasó? Pues que hizo descubrimientos que transformaron radicalmente la primatología. A ella se la acusó de tener demasiada empatía con los primates y sigue siendo una de las tesis que recorre buena parte de las ciencias de la vida.
Esa resistencia por el cambio que vivió Goodall sigue presente. A quién va dedicado tu libro: a la sociedad, a las instituciones, a los científicos…
Creo que es muy importante que la comunidad científica estudie su propia historia. Básicamente se les forman para trabajar en determinados negocios, pero se les dan muy pocas herramientas de pensamiento crítico y muchas veces no se les forma bien la historia de su propia disciplina Y eso lleva a que, a veces, no tengan prácticamente ni idea de cómo se ha desarrollado la ciencia de la vida. Un ejemplo son los científicos que estuvieron investigando si las personas no blancas eran menos inteligentes que las personas blancas. Fue una cantidad considerable de científicos cuyo trabajo servía para justificar la esclavitud, el colonialismo, la segregación racial, etc. Se pretendía hacer una cosa muy científica, cuantitativa, con el objetivo en realidad era justificar prácticas racistas Lo mismo con los estudios del supuesto histerismo en las mujeres. También hay que entender la resistencia al cambio. Si tú eres un experto en experimentación animal y llevas toda tu vida estudiando el efecto del alcohol en ratas o dándoles cocaína, te va a costar mucho cambiarlo. Hay unas sinergias enormes con un negocio muy inmenso. Por eso hay muchas fuerzas que intentan que esto no cambie, por interese económicos, no por intereses científicos.
Pasa una cosa: hoy está Pepe en el comité y autoriza un experimento de Juan, y al cabo de tres años Juan está en el comité y autoriza un experimento de Pepe
En teoría los comités éticos están para frenar esos intereses, ¿no?
Pasa que cuando les planteas una mirada crítica, te dicen que pueden hacer cualquier experimento porque hay una regulación y porque los comités de ética permiten hasta las cosas más atroces. ¿Qué pasa? Que cuando miras estos comités de ética la inmensa mayoría de la gente que los forma son experimentadores que no tienen formación en ética. La ética es una rama de la filosofía, una disciplina académica que cuesta años dominarla. Están decidiendo desde su criterio personal, subjetivo, lo que les parece bien. Además suele pasar una cosa: hoy está Pepe en el comité y autoriza un experimento de Juan, y al cabo de tres años Juan está en el comité y autoriza un experimento de Pepe. Muchas veces, estos mismos experimentadores se ríen de la ética. Yo los he visto en congresos burlándose de la ética.
Muchos de los cambios legislativos vienen precedidos del cambio social, ¿puede ser el caso de la experimentación animal?
Yo creo que debe venir desde muchos lugares y sería ideal que viniera desde la propia comunidad científica, donde sí que hay gente que está en contra. Hay gente que experimentó y dejó de experimentar y ahora trabaja con métodos alternativos. Esas son las personas que pueden tener mucha autoridad para impulsar ese cambio. Es una actividad científica, pero sobre todo es un negocio. Hay una gran lista de empresas que viven de experimentar: los que crían a los animales para experimentar, los que fabrican las jaulas, las peceras, el instrumental, la comida, los que hacen el software para luego trabajar con todos los datos que se han obtenido. Hay muchísima gente que vive de eso y está conectado con industrias muy potentes como la farmacéutica, la ganadera, la piscícola o la militar, por ejemplo. Por eso creo que necesitamos también voluntad política, que los políticos sean capaces de pensar más allá de los intereses económicos. Y, luego, necesitamos muchísima presión social, porque al final eso es lo que puede también hacer que los políticos entiendan que la gente está demandando un cambio.
Las primeras organizaciones que se crearon con el objetivo principal de luchar contra la experimentación las crearon sufragistas
Una presión social que a veces llega de forma transversal. En el recorrido que haces por las críticas a la experimentación animal pasas por el mundo medieval hasta las sufragistas. ¿Esto puede sorprender a alguien?
Son posiciones conocidas pero me pareció muy interesante incluirlo. El sufragismo fue un movimiento muy importante, muy disruptivo, porque pedían el derecho al voto pero también muchas más cosas: derechos de la infancia, contra la esclavitud, etc. Y dentro del sufragismo había muchas mujeres preocupadas por las por cuestiones de ética animal, consideraban que tenían que ser vegetarianas y cuestionaban mucho la relación con los animales. De hecho, las primeras organizaciones que se crearon con el objetivo principal de luchar contra la experimentación las crearon sufragistas. Se ve muy bien esa conexión entre conseguir sociedades más justas para las personas y conseguir sociedades más justas para los animales, ellas veían claramente ese vínculo.
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El activismo no olvida a los animales de Vivotecnia
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