Opinión
La gripe aviar, el huevo y la sombra de la especulación
Director de Justicia Alimentaria
Los datos más recientes confirman que estamos ante una escalada enorme del precio del huevo, todo esto antes del confinamiento de aves que acaba de decretar el Gobierno. En noviembre, una docena de huevos categoría L se cotizaba alrededor de 3,30 euros, frente a los 2,31 euros del mismo periodo del año anterior, lo que implica un aumento cercano al 43 %. La docena de huevos camperos ha subido en lo que va de año más de un 28%, la docena de Clase M de gallinas en jaula ha aumentado un 35%.
Aunque el incremento de precios de los huevos ha puesto el turbo, en realidad la subida es constante desde hace, al menos, una década con incrementos del 160% hasta mediados de este año, antes de que la cosa se saliera de madre.
La industria achaca el subidón actual a la gripe aviar, pero la verdadera epidemia no está en los gallineros, sino que suele estar en los mercados. No es una novedad. Hace unos meses, cuando se detectaron brotes de gripe aviar en varios países europeos y Estados Unidos, generó una ola de subida generalizadas del precio que no tenían nada que ver con la oferta y demanda.
El huevo, hoy en día, está cada día más cerca de ser un activo financiero más que un alimento
Por lo que respecta a la absoluta locura de los precios actuales. Es cierto que la actual gripe aviar ha obligado al sacrificio de casi 3 millones de gallinas en un año, pero ese descenso es mínimo si lo comparamos con los más de 46 millones de gallinas ponedoras que existen en España. Se podría decir, bueno, es que el mercado está muy tensionado entre oferta y demanda y cualquier pequeña alteración provoca un tsunami de precios. No parece que sea esa la realidad. España es el tercer productor de la UE y históricamente produce muy por encima de nuestro consumo, así las exportaciones se sitúan alrededor del 20% de la producción. Vamos que, aunque se haya reducido algo la producción por la gripe aviar, hay huevos de sobra.
En realidad, pareciera que el huevo, hoy en día, está cada día más cerca de ser un activo financiero más que un alimento. Siempre hay la tentación por parte de los grandes operadores de actuar como fondos de inversión: comprando barato, almacenando, vendiendo caro. Estas prácticas se deben impedir. Ya ocurrió el año pasado y el resultado fue un mercado inflado artificialmente, mientras los pequeños productores apenas sobrevivían.
Estos episodios especulativos con los alimentos son recurrentes y nunca pasa nada, la excusa puede ser una guerra, una sequía, una epidemia, una catástrofe natural, da igual
Y no solo con el huevo. Estos episodios especulativos con los alimentos son recurrentes y nunca pasa nada, la excusa puede ser una guerra, una sequía, una epidemia, una catástrofe natural, da igual, lo importante es mostrar un señuelo e inmediatamente después elevar los precios hasta las nubes de manera injustificada. Porque si bien la actual estructura de oferta y demanda no debería afectar al precio, la realidad es que, aun así, la narrativa del miedo se ha impuesto: “escasez”, “crisis de suministro”, “costes disparados”. Y con ese relato, los precios suben y sube.
Y no es una broma el precio de los alimentos de la canasta básica. Las familias con menos ingresos —las mismas que ya han reducido el consumo de pescado, carne o frutas frescas— encuentran ahora el huevo a precios de lujo. En los barrios donde antes se compraban docenas para toda la semana, ahora se compran medias, y seguimos bajando. Y mientras tanto, las empresas del sector facturaron en 2024 más de 2.130 millones de euros.
Cada vez que sube el precio del huevo, lo que se encarece no es solo un alimento: es el derecho a comer dignamente
El huevo, símbolo de una dieta sencilla y popular, se está convirtiendo en otro marcador de desigualdad. Para muestra, un botón: en los últimos cinco años, el mercado ha experimentado un crecimiento sostenido del 16,7% en volumeny un espectacular 58% en valor (porque, sí, cada vez son más caros). Comemos más huevos que nunca, en concreto, 1.260 millones de huevos al año más en comparación con 2019 (aunque sean cada vez más caros). ¿Por qué? Pues, básicamente, porqué es la única cosa que nos podemos permitir. Comer pescado o carne roja es una quimera para la mayor parte de la población, o sea que paseamos por el súper con el carro vacío hasta llegar a los huevos (y con suerte, al pollo).
Cada vez que sube el precio del huevo, lo que se encarece no es solo un alimento: es el derecho a comer dignamente. Y todo ocurre con un Estado que no hace nada que no sea, esconder la cabeza, ya saben, el mercado lo arreglará con su mano invisible. Pensamos que la Ley de la Cadena Alimentaria sigue sin garantizar transparencia ni impedir que las se pague por debajo de coste al productor y por encima de lo razonable al consumidor.
La gripe aviar pasará. Pero la enfermedad estructural del sistema agroalimentario seguirá mientras los alimentos básicos sigan desregulados y en manos de quienes se lucran con ellos
La gripe aviar pasará. Pero la enfermedad estructural del sistema agroalimentario seguirá mientras los alimentos básicos sigan desregulados y en manos de quienes se lucran con ellos. No hay soberanía alimentaria si el huevo —la proteína más humilde, más cercana, más cotidiana— se convierte en un lujo. Nos han vendido la idea que la alimentación ha de ser cara.
La gran pregunta es si vamos a tolerar este ataque directo a nuestro derecho a alimentación. Es urgente que el gobierno intervenga de una vez porque necesitamos:
•Precios justos y transparentes para quien produce.
•Control público real sobre los márgenes de distribución.
•Políticas que protejan y topen el precio de los alimentos básicos
•Apoyo a la producción local y agroecológica, más resiliente ante crisis sanitarias.
Porque si el huevo deja de ser el refugio de millones de personas, lo que se rompe no es el mercado, es la justicia.
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Los artículos de opinión no reflejan necesariamente la visión del medio.
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