Análisis
La probable victoria de Kast abre un tiempo incierto en Chile
@jaimebgl.bsky.social
El pasado 16 de noviembre tuvo lugar la primera vuelta de las elecciones presidenciales chilenas. A pesar de la victoria de la candidata comunista Jeannette Jara, los resultados fueron muy desalentadores para la izquierda chilena. Jara obtuvo un 27%, pero las tres candidaturas de derecha sumaron más del 50% de los sufragios. A ello se añade que, debido al voto obligatorio, la participación fue muy alta, superando el 85%, lo que deja un margen de crecimiento muy limitado para la candidata que representa al actual gobierno de Gabriel Boric.
El rival de Jara en segunda vuelta, el ultraderechista José Antonio Kast, es quien más cerca se encuentra de llegar al Palacio de La Moneda. A su 24% obtenido en primera vuelta se sumará casi al completo el 14% cosechado por Johannes Kaiser, un candidato aún más a la derecha, y el 12% de Evelyn Matthei, candidata de la coalición de centroderecha Chile Vamos, hoy relegada hasta el quinto lugar. También podría sumar parte de los votantes del populista Franco Parisi, cuyo resultado en primera vuelta, un 20%, le ha convertido en una de las piezas más codiciadas de estas últimas semanas. Parisi, sin embargo, no se ha casado ni con Kast ni con Jara, e hizo un llamamiento a votar nulo en el balotaje. Está por ver si esta decisión, refrendada con una dudosa consulta online de la que no han querido revelar la participación, tiene algún impacto en esta segunda vuelta.
El candidato del Partido Republicano ha llevado su política de no cometerlos hasta el extremo, llegando a parecer en algunos momentos vacío y sin programa
Ante este panorama, la pregunta para la segunda vuelta no ha sido si Kast iba a ganar o no, sino por cuánto lo iba a hacer. Los sondeos eran claros y parecían moverse en torno al 60/40, una cifra similar a la del referéndum que rechazó la propuesta constitucional de 2022. Sin embargo, lo que parecía que iba a ser un paseo militar para Kast ha tenido más complicaciones de las esperadas.
El ultraderechista ha hecho una mala campaña en la segunda vuelta y ha salido muy señalado en varios momentos. Uno de los más grotescos ocurrió durante el debate de las radios chilenas cuando dejó correr el tiempo para evitar responder una pregunta sobre si indultaría a Miguel Krasnoff, un militar de 79 años condenado por torturas durante el régimen de Pinochet. El camino se le está haciendo largo y parece que Jara ha conseguido recortarle algún punto, aunque seguramente no sea suficiente.
A pesar de todo, la mala performance de Kast en esta segunda vuelta no debería conducir a engaños. Todas las encuestas muestran unas diferencias amplias y el candidato de ultraderecha tiene todas las papeletas para convertirse en el próximo presidente de Chile. Sin embargo, no deja de ser reseñable su mala actuación en un contexto aparentemente tan favorable. ¿Qué le ha pasado a Kast en la campaña? ¿Por qué, teniendo todo a favor, su desempeño ha sido tan pobre?
La campaña de Kast en la primera vuelta se basó en una máxima: esquivar todo lo relativo a la batalla cultural y centrarse en dos temas importantes para los chilenos y ganadores para su espacio: economía y seguridad. Recortes fiscales ante “el despilfarro” y mano dura frente a la delincuencia. Todo esto fue sintetizado en una consigna: “el gobierno de emergencia”.
Con un escenario inclinado hacia la derecha y donde el rechazo al gobierno y la preocupación por la inseguridad eran los principales motores de muchos votantes, esto le bastó a Kast para pasar a la segunda vuelta sin excesivas complicaciones. Una vez superado el primer escollo, el resto vendría rodado: las candidaturas de Kaiser (ultraderecha libertaria) y Matthei (centroderecha) le darían su apoyo, y se convertiría en presidente de Chile por una cuestión casi puramente aritmética. No necesitaba convencer ni seducir a nadie, pues el simple rechazo a Jara y al gobierno de Boric haría el resto.
Pero las campañas tienen debates, actos, y son periodos de tiempo donde ocurren cosas y se formulan preguntas que obligan a los candidatos a posicionarse. Kast ha evitado hacerlo, dejando correr el tiempo y buscando que los días pasaran lo más rápido posible hasta el domingo 14 de diciembre. Consciente de que solo podía perder la elección por errores no forzados, el candidato del Partido Republicano ha llevado su política de no cometerlos hasta el extremo, llegando a parecer en algunos momentos vacío y sin programa.
Si Jara consigue sacar un resultado solvente en un contexto tan adverso, tendrá crédito de sobra para reivindicar un papel protagonista en el futuro de la izquierda en Chile
Lo curioso es que los silencios de Kast han logrado lo contrario de lo que esperaba: aflorar las contradicciones de la coalición que lo sostiene. Kast convive y tendrá que gobernar con partidarios de Kaiser y de Matthei. Unos, ultraconservadores, que exigen la expulsión de cientos de miles de inmigrantes y la revisión de importantes leyes de derechos civiles como la del aborto. Los otros, más moderados y tecnócratas, muy próximos a los poderes económicos y preocupados por temas como las exportaciones o el rigor fiscal.
Los primeros miran con recelo a Kast por ser demasiado blando y por rebajar las expectativas en sus grandes temas como la seguridad o la inmigración. Los segundos lo hacen por las inconsistencias del candidato a la hora de explicar de dónde recortará los miles de millones de pesos que le permitirían sostener las rebajas fiscales prometidas en campaña. El resumen es que nadie está contento con Kast y esto puede tener consecuencias notables en el devenir de su próximo gobierno.
Las consecuencias del resultado
Aunque el ganador de la elección parezca estar decidido, el resultado del próximo domingo tendrá fuertes consecuencias en los próximos años. En primer lugar, el margen de la victoria de Kast tendrá un gran impacto en cómo gobierna. Influirá en cómo reparte el poder y los distintos ministerios y determinará hasta qué grado involucra a los distintos actores en su gobierno. En segundo lugar, también marcará la relación que mantienen estos actores hacia el gobierno. Si Kast gana de manera contundente, no recibirá la misma actitud por parte de sus potenciales aliados que si su victoria es más ajustada de lo que se espera. Si los libertarios de Kaiser y la centroderecha de Matthei ven que Kast está débil, tendrán más incentivos para hacerle sufrir que si gana holgadamente.
Algo parecido ocurre en la izquierda chilena, y aunque nadie le puede reprochar una derrota a Jara, el cómo caiga será determinante en los futuros repartos de poder en el espacio. Si Jara pierde de manera estrepitosa o se ubica en cifras parecidas a las del plebiscito de 2022 (62 vs 38%), sus posibilidades de repetir en el futuro como candidata se reducirían bastante. Sin embargo, si sus resultados superan las expectativas y consigue acercarse o superar el 45%, quizás podría abrir un debate sobre el futuro de la izquierda chilena.
Superar el 45% y llegarle a competir la elección a Kast implicaría una magnífica actuación en un escenario completamente adverso. Reforzaría su imagen y abriría un debate sobre quién debe liderar la oposición al gobierno Kast y aspirar a volver a la Moneda en 2029. No lo tendrá fácil, pues en la izquierda chilena cuenta con varias figuras pujantes, como el popular alcalde de Maipú Tomás Vodanovic, la ministra portavoz Camila Vallejo, o el propio Gabriel Boric, que ha terminado su mandato con un sólido 30% de apoyo y contaría con el aura de expresidente para una futura reelección, lo que no es nada desdeñable en Chile. Pero si Jara consigue sacar un resultado solvente en un contexto tan adverso, tendrá crédito de sobra para reivindicar un papel protagonista en el futuro de la izquierda en Chile.
El resultado de la elección también nos servirá para otro punto importante: medir el pulso del país tres años después del primer rechazo constitucional y la reintroducción del voto obligatorio. Importantes politólogos como David Altman han hablado de que en Chile el clivaje “Apruebo/Rechazo” relativo al plebiscito de septiembre de 2022 podría estar sustituyendo al histórico “Sí/No” del referéndum que acabó con el mandato de Pinochet en 1988. Una hipótesis que ganaría enteros si el resultado de esta segunda vuelta se ubicara en cifras parecidas.
La instalación de este clivaje significaría un importante cambio de paradigma en la política chilena, donde durante años la gran losa para cualquier candidato era haber apoyado el “sí” en el plebiscito a Pinochet. Esto ha dejado de ser así, y solo hay que ver que en esta elección, de los tres candidatos de la derecha, que sumaron más de un 50% de los votos en primera vuelta, dos votaron Sí, y el tercero no votó porque no tenía edad, pero reivindica abiertamente el gobierno militar. Ahora, está por ver si lo que estructura la competición política en Chile es este nuevo clivaje en torno al plebiscito de 2022.
En su momento, el No a Pinochet representaba a una heterogénea coalición de fuerzas que iba desde comunistas y partidarios de la lucha armada hasta centristas y democristianos que fueron cómplices de la caída de Allende. Algo parecido ocurre hoy con el mundo del rechazo, donde se junta la derecha de toda la vida con una amplia masa de votantes obligados y antipolíticos que rechazan a los partidos y están preocupados por la seguridad y por su progreso económico individual.
Esta heterogénea coalición será la que probablemente dé la victoria a Kast el próximo domingo, donde comenzará una nueva etapa en Chile. El ciclo de los grandes relatos y los procesos constituyentes definitivamente ha terminado y se abre una era que no sabemos bien adónde nos va a llevar.
Para comentar en este artículo tienes que estar registrado. Si ya tienes una cuenta, inicia sesión. Si todavía no la tienes, puedes crear una aquí en dos minutos sin coste ni números de cuenta.
Si eres socio/a puedes comentar sin moderación previa y valorar comentarios. El resto de comentarios son moderados y aprobados por la Redacción de El Salto. Para comentar sin moderación, ¡suscríbete!