Chile
Mario Amorós: “En ningún otro país, socialistas y comunistas trabajaron juntos tanto tiempo como en Chile”

El historiador Mario Amorós defiende que la victoria de Allende fue la derrota de Washington en la Guerra Fría. En Chile se demostró que los marxistas podían llegar al poder mediante elecciones democráticas, no solo a través de la revolución. Esa fue una de las causas del golpe. En esta entrevista, Amorós da detalles inéditos de la biografía del líder socialista.
Evgeny Morozov contribuyó a la preparación de esta entrevista.
19 ago 2023 05:28

Mario Amorós es doctor en Historia por la Universidad de Barcelona y periodista. También ha escrito veinticinco libros, la mayor parte de ellos sobre la historia de Chile, entre ellos las biografías de Víctor Jara, Augusto Pinochet, Pablo Neruda y Miguel Enríquez. Este diálogo tuvo lugar en Madrid, en septiembre de 2022, con motivo del podcast The Santiago Boys.

Una de las primeras ideas que me gustaría poner sobre la mesa es la de Salvador Allende como un “aprendiz de brujo”. Esto es, una persona con un contexto relativamente burgués, o que procede de una familia adinerada, y que se encuentra constantemente aprendiendo trucos para impulsar la revuelta popular, es decir, que utiliza los medios tecnológicos creados por la burguesía para fines revolucionarios…
Es cierto que Allende provenía de una familia de la mediana burguesía. Su padre, abogado y notario, se relacionaba con las clases acomodadas. Y su abuelo, Ramón Allende Padín, a quien el presidente mencionó en diversas ocasiones como una figura inspiradora, a pesar de vivir solo 39 años logró destacar en múltiples ámbitos: fue diputado y senador, jefe de los servicios médicos del Ejército durante la crucial guerra del Pacífico y en 1884, poco antes de morir, se convirtió en el Serenísimo Gran Maestro de la Gran Logia de Chile. Además, fue un ferviente militante del Partido Radical, que desde mediados del siglo XIX disputó la hegemonía a conservadores y liberales, defendiendo los principios del racionalismo laico y la separación entre la Iglesia y el Estado.

Distanciado tanto del movimiento comunista internacional como de la Segunda Internacional y, con una notable influencia del APRA peruano, tenía además una fuerte identidad americanista

Desde que era un estudiante de secundaria en Valparaíso, de la mano de un carpintero anarquista de origen italiano llamado Juan Demarchi, Salvador Allende se aproximó a las posiciones políticas de la izquierda. Tras realizar voluntariamente el servicio militar, estudió Medicina en la Universidad de Chile a partir de 1926, en una época de agitación política y de lucha contra la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo, en su caso desde las filas del Grupo Avance, que aglutinaba a los estudiantes de izquierdas.

En 1933, participó, desde Valparaíso, donde trabajaba como médico, en la fundación y expansión del Partido Socialista. Fue elegido diputado en 1937, con 28 años, y a partir de 1945 encadenó cuatro campañas para ser electo senador y desde 1952 cuatro campañas presidenciales hasta que fue elegido presidente de Chile en 1970. Durante un cuarto de siglo, su vida fue una larga campaña electoral…

En ese sentido, podemos decir que aprendió mucho –y se sobrepuso a muchas adversidades– antes de iniciar el proyecto Cybersyn para implantar un sistema cibernético en Chile capaz de organizar la economía de manera distinta al mercado capitalista.

Los has apuntado en tu respuesta, pero ¿cómo crees que el hecho de tener una familia con conexiones masónicas y con gente de alto poder influyeron en su visión política y liderazgo político?
Chile era un país “muy pequeño” en esa época. La vida política se desarrollaba en un perímetro de cuatro o cinco manzanas, donde se encontraban el palacio de La Moneda, los tribunales, el diario El Mercurio, el Congreso Nacional y las sedes de los partidos. Allende venía de una familia de clase acomodada, se relacionaba de forma natural con personas del ámbito económico y político en ese círculo y daba importancia a las instituciones políticas, como cuando fue presidente del Senado entre 1966 y 1969. A lo largo del tiempo, su figura fue creciendo en importancia y prestigio y desde su elevada votación en la elección presidencial de 1958, cuando se quedó a menos de 34.000 votos de La Moneda, era el líder indiscutible del movimiento popular. Sin embargo, más aún que la instalación del clima de la Guerra Fría a partir de 1947-1948, que llevó a la ilegalización del PC hasta 1958, fue el triunfo de la Revolución Cubana en 1959 y sus consecuencias en la actuación de la potencia continental lo que endureció la dinámica política. 

En sus inicios, Allende mantenía un discurso bastante radical. ¿Cómo era visto en ese momento como político y cómo se percibía su figura antes de la elección de 1958?
Allende no solo fundó el Partido Socialista (PS) en 1933, sino que contribuyó a su rápida organización y expansión, singularmente en la zona de Valparaíso, Viña del Mar y las localidades del valle del río Aconcagua. Distanciado tanto del movimiento comunista internacional como de la Segunda Internacional y, con una notable influencia del APRA peruano, tenía además una fuerte identidad americanista. Desde su fundación convergieron en el PS grupos procedentes del trotskismo, del movimiento libertario y diferentes corrientes socialistas marxistas. Era un partido sacudido recurrentemente por ácidas polémicas ideológicas y desde 1938 con una reticencia fuerte a participar en los gobiernos hegemonizados por el Partido Radical. Asimismo, desde principios de los años 40 y hasta 1957, el socialismo se vio golpeado por varias escisiones. 

En esas “aguas” navegó Allende siempre desde el realismo político. Muy pronto, en 1943-1944, durante el breve periodo en que –por única vez– fue el secretario general del PS, planteó la confluencia con el Partido Comunista desde la autonomía y la identidad propia de cada organización. Esta alianza se concretaría en noviembre de 1951, cuando, después de que la mayor parte del socialismo apoyara al exdictador Carlos Ibáñez del Campo como opción electoral para 1952, levantó su primera candidatura presidencial con el apoyo del PC. 

En ningún otro país del hemisferio occidental, socialistas y comunistas, junto con otros aliados, trabajaron unidos durante tanto tiempo

Desde 1958, la izquierda, encabezada por el Partido Comunista y el Partido Socialista, era una alternativa de poder. A partir de los años 60, tras el triunfo de la Revolución Cubana, Estados Unidos endureció su política imperialista en el continente, como lo prueban el golpe de Estado de 1964 en Brasil, la invasión de República Dominicana por los marines en 1965 o la intervención encubierta en la política chilena.

En marzo de 1964, la izquierda venció de manera sorpresiva en una elección parcial en Curicó, lo que avivó el pánico de la burguesía a un triunfo de Allende en la elección presidencial de septiembre de aquel año. De inmediato, la derecha retiró su apoyo a Julio Durán y lo entregó, sin pedir contrapartida alguna, al democratacristiano Eduardo Frei, quien recibió una financiación millonaria de la CIA y de Europa occidental para sostener una burda y gigantesca campaña de propaganda negra contra Allende.

¿Qué consecuencias tuvo aquella campaña electoral, sostenida por Estados Unidos, en las relaciones entre ambos?
Durante años Allende y Frei compartieron amistad e incluso veraneaban con sus familias en la localidad costera de Algarrobo. Frei era senador desde 1949 y ambos representaban a las dos fuerzas en ascenso: la Democracia Cristiana (DC), el partido más votado desde las elecciones municipales de 1963, y la izquierda, agrupada entonces en el Frente de Acción Popular. 

Pero la elección presidencial de 1964 marcó un punto de inflexión en aquella amistad. No la rompió, como lo prueba la correspondencia entre ambos que se conserva en el archivo de Frei, pero no volvió a ser igual. Los prejuicios ideológicos de Frei hacia la izquierda y el comunismo se vieron reflejados en aquella enorme campaña de propaganda, que incluso contó con la participación de Juanita Castro, la hermana de los comandantes cubanos. Y esto es esencial para entender qué pasaría en Chile a partir del triunfo de Allende en la elección presidencial del 4 de septiembre de 1970, puesto que Frei lo interpretó como el inicio del tránsito irreversible de Chile hacia una dictadura de corte estalinista.

¿Cuál fue la posición de Allende a medida que la batalla geopolítica global se intensificaba?
Salvador Allende siempre tuvo una posición muy clara tanto sobre Estados Unidos y su actuación imperialista, que denunció siempre, como sobre la Unión Soviética, cuyo sistema político rechazó en un importante discurso en el Senado en junio de 1948, aunque reconocía también su papel positivo en la escena internacional como aliado de muchos pueblos del Tercer Mundo. Igualmente, condenó las invasiones de Hungría en 1956 y Checoslovaquia en 1968. 

Desde principios de los años 50, las Fuerzas Armadas chilenas se entrenaban y adoctrinaban gracias en una parte importante a los militares estadounidenses

Antes de 1970, Allende era uno de los principales líderes de la izquierda en América Latina y planteaba que en Chile la izquierda podía disputar el poder político a través de su concurrencia a las elecciones en un frente político cuya viga maestra era la unidad socialista-comunista. Fue un largo camino en una experiencia única en la Guerra Fría: en ningún otro país del hemisferio occidental, socialistas y comunistas, junto con otros aliados, trabajaron unidos durante tanto tiempo. A principios de 1971, tras el triunfo de la UP en Chile, en Uruguay se creó el Frente Amplio, que no alcanzaría el poder hasta el siglo XXI. En Italia, tras el golpe de Estado en Chile, Enrico Berlinguer, secretario general del PCI, teorizó el “compromiso histórico”, pero jamás lograría ni la confluencia con la Democracia Cristiana, ni ganar el Gobierno.

Fue en Chile donde la “vía pacífica al socialismo” tomó cuerpo. Fue, sin duda alguna, un proceso político emblemático en la historia del siglo XX y entonces Salvador Allende se convirtió en una personalidad política universal, puesto que su Gobierno despertó una atención enorme. 

¿Y cómo diría que cambió la posición de Estados Unidos respecto a Allende tras su victoria electoral?
La intervención de Estados Unidos en las elecciones chilenas fue masiva desde 1962 a 1973. En 1970, apoyó a Jorge Alessandri (presidente entre 1958 y 1964), aunque no con los mismos medios, ni mucho menos, que lo hizo en 1964 con Frei, puesto que los informes de su Embajada y casi todas las encuestas pronosticaban una clara victoria del candidato derechista. 

Todo cambió a partir del 4 de septiembre, con el triunfo electoral de Allende. Para Washington significó una derrota propia porque impugnaba uno de los dogmas de la Guerra Fría: “los marxistas” no podían llegar al poder mediante elecciones democráticas, solo a través de la violencia revolucionaria. La repercusión geopolítica, además, era muy preocupante para los intereses norteamericanos, puesto que en Italia o Francia (países claves del tablero de la Guerra Fría) los partidos comunistas propugnaban un “camino” similar al chileno. También el PCE y Comisiones Obreras en la lucha contra la dictadura franquista.

Guerra fría
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El 15 de septiembre, el dueño de El Mercurio, Agustín Edwards, se reunió con Henry Kissinger y posiblemente también con Richard Nixon en la Casa Blanca y a partir de entonces Nixon ordenó la agresión encubierta contra Chile: inicialmente, para impedir, por la vía parlamentaria o a través de un golpe de Estado, que Allende fuera elegido presidente. A partir del 9 de noviembre, seis días después de que Allende se terciara la banda presidencial, para evitar que pudiera gobernar en condiciones de normalidad. Además de orquestar un bloqueo financiero y económico contra Chile, financió con millones de dólares a los partidos y medios de comunicación opositores, contribuyendo a crear las condiciones políticas y sociales que hicieron posible el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973. 

Eduardo Galeano y Salvador Allende se conocieron en el invierno austral de 1963, cuando el escritor uruguayo acompañó al candidato presidencial del FRAP en una gira por el sur

Sería interesante conocer cuáles eran las relaciones de dependencia económica, pero también en materia militar, que existían entre Chile y Estados Unidos durante aquella época…
Las relaciones entre ambos países eran bastante importantes. Por ejemplo, desde principios de los años 50, las Fuerzas Armadas chilenas se entrenaban y adoctrinaban gracias en una parte importante a los militares estadounidenses, que asesoraban en materia de política de defensa y seguridad nacional en el país, o con sus estancias en cuarteles como la Escuela de las Américas, en Panamá. También recibían suministros militares de Estados Unidos, en el marco del sistema interamericano, férreamente anudado en el marco de la Guerra Fría. La anticomunista Doctrina de Seguridad Nacional sustituyó a la influencia prusiana en el Ejército, que hundía sus raíces en los últimos años del siglo XIX.

Por otro lado, sectores estratégicos de la economía chilena, como el cobre o la telefonía (con la ITT), estaban controlados por compañías transnacionales estadounidenses y las corporaciones de este país proveían de buena parte de la tecnología necesaria para las industrias chilenas.

Respecto a las alianzas de Allende con otros líderes de América Latina, nos gustaría indagar más sobre su relación con personajes como Fidel Castro y João Goulart.
Allende apoyó a Goulart y mantuvo correspondencia con él tras el golpe de Estado que le derrocó en 1964 y le llevó al exilio. En cuanto a Fidel Castro, le conoció personalmente en febrero de 1959 en su primer viaje a La Habana y desde entonces fue un defensor de la Revolución Cubana. Le recibió en Chile, en un viaje histórico, en noviembre de 1971 y visitó por última vez la isla en diciembre de 1972, en el marco de su gira internacional más importante como presidente. También conoció personalmente a Ernesto Che Guevara y en 1968 ayudó a los tres guerrilleros cubanos que sobrevivieron a su expedición en Bolivia, al sacarlos de Chile hacia la Polinesia francesa. Allende tuvo una relación cercana con los líderes cubanos. De hecho, utilizaba su amistad con ellos para contrarrestar las críticas de la extrema izquierda hacia su posición política en Chile, que calificaban de “reformista”, y defender su condición de revolucionario.

Tengo entendido que la relación entre Allende y Eduardo Galeano era bastante cercana. ¿Podrías compartir algunas historias interesantes sobre su amistad y describir cómo se conocieron?
Eduardo Galeano y Salvador Allende se conocieron en el invierno austral de 1963, cuando el escritor uruguayo acompañó al candidato presidencial del FRAP en una gira por el sur. “Con él vi nieve por primera vez. Charlamos y bebimos mucho, en las noches larguísimas de Punta Arenas, mientras caía la nieve al otro lado de las ventanas. Él me acompañó a comprarme calzoncillos largos de frisa. Allá los llaman matapasiones”, escribió Galeano en 1979, en su libro Días y noches de amor y de guerra. Se reencontraron en 1964, en los últimos días de la campaña, y en abril de 1967 en Montevideo, cuando el senador chileno fue invitado a impartir una conferencia en la Universidad de la República, como réplica a la reunión de la Alianza para el Progreso que se celebraba en Punta del Este. Volvieron a verse en Santiago de Chile en septiembre de 1970, cuando Galeano le entrevistó para el prestigioso semanario uruguayo Marcha.

El paso del tiempo no horadó la memoria de aquella amistad en el gran escritor uruguayo, quien en 1979 también recordaba: “En Montevideo lo acompañé a las reuniones políticas y a los actos; fuimos juntos al fútbol, compartimos la comida y los tragos, las milongas. Lo emocionaba la alegría de la multitud en las tribunas, el modo popular de celebrar los goles y las buenas jugadas, el estrépito de celebrar los tamboriles y los cohetes, las lluvias de papelitos de colores. Adoraba el panqueque de manzanas en el Morini viejo y el vino Cabernet de Santa Rosa le hacía chasquear la lengua, por pura cortesía, porque bien sabíamos los dos que los vinos chilenos son mucho mejores. Bailaba con ganas pero con un estilo de caballero antiguo y se inclinaba para besar la mano de las muchachas”.

Me gustaría profundizar en la personalidad de Allende y su habilidad política para unir a la izquierda chilena. Decían que tenía buena “muñeca”. ¿Podrías explicar cómo consiguió hacer converger a la izquierda en medio de la Guerra Fría y explicar su programa político al pueblo de manera realista y sin mesianismos?
Allende fue una figura política singular en muchos aspectos. En el mundo de la Guerra Fría postuló que la izquierda chilena podría alcanzar el poder si se unía en torno a un programa político y un candidato común. Por esa razón, defendió que el Partido Socialista y el Partido Comunista debían colaborar y crecer juntos, lo que fue crucial para alcanzar la presidencia. Además, demostraba una capacidad pedagógica notable en su oratoria y lograba explicar sus propuestas políticas de manera realista al pueblo, evitando siempre caer en discursos mesiánicos o personalistas.

El 22 de octubre de 1970, un grupo de extremistas dirigido por el general en retiro Roberto Viaux atentó contra la vida de Schneider para responsabilizar de tal acción a la izquierda y forzar un golpe de Estado

En tus libros también mencionas su apego a los placeres más mundanos de la vida, su pasión por la moda y las mujeres. ¿Podrías compartir algunas anécdotas interesantes que ilustren estos aspectos de su personalidad?
Respecto a sus relaciones de amor paralelas, me remito al libro del periodista Eduardo Labarca (Salvador Allende. Biografía sentimental). En cuanto a su gusto por la buena mesa y la ropa, en mi biografía relato varias anécdotas. Desde su infancia, Allende apreció las prendas hermosas y supo vestir de manera muy elegante y, aunque le enrostraron el calificativo de pije, que le acompañó toda su vida, siempre apeló a su consecuencia política y a su compromiso con el pueblo. 

El exsenador Alberto Jerez relató que en 1972 recibió un abrigo de los sindicatos de las empresas textiles de Tomé. “Ni en Londres vi algo tan original y elegante”, ha señalado. Lo eligió para desplazarse a una reunión de los parlamentarios de la Unidad Popular a la que llegó unos minutos tarde. Allende presidía el cónclave y desde que entró y le divisó al fondo un brillo inquietante se instaló detrás de sus gafas. De repente, detuvo su discurso: “Perdonen, pero tengo que hablar algo urgente con Jerez”. Y en una salita contigua le sugirió con humor: “No pues, este no es abrigo para senador; esto le corresponde a un presidente”. “Y mientras se lo probaba me indicó que su guardarropa estaba a mi entera disposición para escoger lo que quisiera…”

Me gustaría que me comentaras el telegrama de protesta que envió Allende a Hitler tras la “Noche de los Cristales Rotos”...
El 26 de noviembre de 1938, un mes después de las elecciones presidenciales en Chile que dieron la victoria al Frente Popular, sesenta y seis parlamentarios chilenos, entre ellos el diputado Salvador Allende, enviaron un telegrama a Adolf Hitler para protestar por la violencia que había sufrido la población judía alemana en la llamada “Noche de los Cristales Rotos” (9 de noviembre). Este gesto fue significativo, ya que los parlamentarios chilenos manifestaron su rechazo a la persecución del pueblo judío y demostraron su compromiso con los principios que rigen la vida civilizada. En aquel tiempo, además, como toda la izquierda chilena, Salvador Allende fue solidario con la resistencia de la República Española contra el fascismo. El ingeniero Víctor Pey, uno de los más de dos mil refugiados llegados en el Winnipeg un año después, fue uno de sus amigos más leales.

Aún hoy ni El Mercurio ni la familia Edwards han hecho ninguna reflexión sobre la decisión de su patrón de pedir a la potencia hemisférica que destruyera la democracia de su propio país

Cambiando al tema del general Schneider y su papel en la política chilena. ¿Qué rol desempeñó en el proceso electoral de 1970 y qué consecuencias tuvo su asesinato?
Junto con la honestidad de la dirección del Partido Demócrata Cristiano de entonces, que renunció a la fórmula propuesta por la derecha tras la elección presidencial, que favorecía sus intereses, el otro factor capital que allanó el camino para la investidura de Allende fue la impecable actuación del comandante en jefe del Ejército, René Schneider. En las declaraciones que realizó a El Mercurio en el mes de mayo ya había anticipado cuál sería la actuación de su institución en el escenario postelectoral: respetar lo que señalaba y preveía la Constitución de 1925. Tras la victoria de la UP, su discurso oficial y sus directrices en el seno de la principal rama de las Fuerzas Armadas permanecieron ajustados a las obligaciones constitucionales de neutralidad y prescindencia política.  

El 22 de octubre, un grupo de extremistas dirigido por el general en retiro Roberto Viaux atentó contra su vida para responsabilizar de tal acción a la izquierda y forzar un golpe de Estado. Actuaron con armamento proporcionado por la CIA. Le dejaron gravemente herido después de que intentara defenderse; fue trasladado al Hospital Militar, donde agonizó durante tres días hasta morir. El 24 de octubre, Allende fue elegido presidente de la República por el Congreso Nacional, con los votos de los senadores y diputados tanto de la UP como de la DC. La derecha seguiría aislada durante muchos meses, hasta junio de 1971, hasta el asesinato de Edmundo Pérez Zujovic y la elección parcial de julio de 1971 en Valparaíso.

Usted ha escrito sobre cómo los sectores mediáticos intentaron influir en el proceso político de Chile incluso antes de que Allende asumiera el cargo. ¿Podrías explicar cómo se conecta la intervención extranjera con los esfuerzos por evitar que fuera elegido presidente?
Entre el 5 de septiembre y mediados de octubre de 1970, cuando el acuerdo entre la UP y la DC se hizo público, la derecha, el sector de la Democracia Cristiana afín al todavía presidente Eduardo Frei, la ITT y el Gobierno de Nixon hicieron todo lo posible para evitar que Allende llegara a enfundarse la banda presidencial. En primer lugar, buscaron que la DC respaldara en el Congreso Nacional a Alessandri, que había quedado en segundo lugar (con el 34,9% de los votos frente al 36,2% de Allende), y después este dimitiría para que Frei concurriera a la nueva elección presidencial como candidato común. Era una posibilidad reconocida por la Constitución, pero sin precedentes. 

El cambio tuvo lugar cuando el dueño del diario El Mercurio, Agustín Edwards, se reunió con Kissinger (y posiblemente con Nixon) el 15 de septiembre en la Casa Blanca y después con el director de la CIA. Entonces, empezó la agresión encubierta contra Allende y la UP. Las órdenes de Nixon son bien conocidas… Llama la atención, eso sí, que aún hoy ni El Mercurio ni la familia Edwards hayan hecho ninguna reflexión autocrítica sobre la decisión de su patrón de pedir a la potencia hemisférica que destruyera la democracia de su propio país.

Amorós - 2


Hablas sobre la convergencia de intereses para desestabilizar el Gobierno de Allende. ¿Podrías ampliar más sobre estas conversaciones y encuentros informales, como el que ocurrió en Viña del Mar?
A principios de septiembre de 1971, Orlando Sáenz, el nuevo presidente de la Sociedad de Fomento Fabril, una de las principales organizaciones patronales, convocó a los prohombres del sector industrial y financiero a un “seminario” en el hotel O’Higgins de Viña del Mar. Allí concordaron en que el Gobierno de Allende era “incompatible con “la libertad de Chile y la existencia de la empresa privada”, según sus palabras, y que debían hacer lo posible por derrocarlo. Acordaron la organización de “una estructura de guerra”, que les exigió hacer acopio de fondos dentro y fuera del país durante dos años, así como la preparación de programas de gobierno alternativos y precisos y transmitirlos a los sectores más reaccionarios de las Fuerzas Armadas.

Las organizaciones empresariales, además, lograron atraer a la defensa de sus intereses de clase y sus objetivos a la mayor parte de las clases medias. Todos recordamos el paro de los propietarios de camiones que dio origen a la “insurrección de la burguesía” en octubre de 1972, magistralmente filmada por Patricio Guzmán en la tercera parte de La batalla de Chile.

En este punto, fue determinante la actuación de la DC. Tras el asesinato de su dirigente Edmundo Pérez Zujovic por un grupo ultraizquierdista en junio de 1971, inició su aproximación a la derecha (organizada políticamente en el Partido Nacional) hasta conformar un frente político estable contra la UP. La DC tenía una influencia notable en el movimiento obrero, organizado en la Central Única de Trabajadores, y en otros sectores populares. Si en 1973 este partido (dirigido entonces por Patricio Aylwin) hubiese aceptado las propuestas de Allende y no hubiese promovido la declaración golpista de la Cámara de Diputados del 22 de agosto, el golpe de Estado hubiese sido más difícil. Pero prevalecieron sus prejuicios ideológicos (creyeron que Allende llevaba a Chile hacia una dictadura) y su condición de partido financiado por la CIA desde 1962, que han negado siempre.

En definitiva, el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 no fue obra solo de los generales traidores, que sublevaron al conjunto de las Fuerzas Armadas para derrocar al Gobierno constitucional. También fue responsabilidad de un trama civil compuesta por la derecha, la organización fascista Patria y Libertad, la dirección de la Democracia Cristiana, el movimiento gremial dirigido por Jaime Guzmán, las organizaciones empresariales o medios de comunicación como El Mercurio. No defendían la democracia, puesto que apoyaron la instalación de la Junta Militar y la dictadura, sino el capitalismo.

Me interesa conocer algunas de las historias más importantes de su libro sobre la represión de la dictadura de Pinochet, Después de la lluvia. Chile, la memoria herida. Especialmente conocida es la historia de Juan René Muñoz Alarcón, exmilitante del Partido Socialista y exdirigente nacional de la Central Unica de Trabajadores (CUT), conocido durante como «El Encapuchado del Estadio Nacional», pero hay muchas otras…
Lo publiqué en 2004 con la editorial chilena Cuarto Propio (y está disponible en Rebelión.org), pero aún recuerdo numerosos testimonios estremecedores de familiares de víctimas y sobrevivientes de la dictadura. Efectivamente, dediqué un capítulo al Estadio Nacional como campo de concentración (y el papel de Muñoz Alarcón), otros a la represión de los campesinos de Paine o Lonquén, otros a la persecución contra el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, el Partido Socialista y el Partido Comunista, el asesinato de Víctor Jara o el de una buena parte de los resistentes de La Moneda el 11 de septiembre de 1973.

Entre muchas historias desgarradoras, recuerdo la de doña Inelia Hermosilla, madre de Héctor Marcial Garay Hermosilla, quien desapareció en julio de 1974 por ser militante del MIR. Doña Inelia pasó años buscando a su hijo y nunca supo de su paradero. También la de Max Santelices, militante comunista, cuya esposa Carmen Pereira, embarazada, fue detenida en diciembre de 1976 por la DINA; luchó incansablemente hasta su último aliento para saber si su hijo o hija había nacido, sin lograr averiguarlo.

¿Cuál es la importancia de rescatar y recordar estas historias y qué diferencias destacarías entre la forma en que Chile ha abordado la memoria y la verdad histórica de lo ocurrido en su país en comparación con España y el franquismo?
España puede aprender que, con el respeto a la Memoria Democrática y el fin de la impunidad se construye un país mejor, más justo y también más preparado para evitar que los crímenes del franquismo o del pinochetismo puedan repetirse. Desde fines de 1974, en Chile los familiares de las víctimas de la dictadura se organizaron para denunciar la desaparición o ejecución de sus seres queridos, la tortura, el exilio… Estas personas se convirtieron en una referencia moral y política esencial para la derrota de Pinochet en el plebiscito del 5 de octubre de 1988, para impedir que continuara al frente del país, como pretendía. 

Durante los primeros años de la Transición, el movimiento de derechos humanos y la izquierda (esencialmente el Partido Comunista) denunciaron el acuerdo tácito entre la coalición gubernamental de la Concertación y las Fuerzas Armadas para respetar la impunidad de los criminales de la dictadura. Hubo solo algunas excepciones, como las condenas en 1995 por el asesinato de Orlando Letelier y Ronni Moffit en 1976 en Washington. En enero de 1998, la secretaria general del PC, Gladys Marín, presentó la primera querella criminal contra Augusto Pinochet en Chile, que fue admitida a trámite e investigada, como las más de 200 que siguieron después, por el juez Juan Guzmán Tapia. 

Hoy, mientras en España perdura la impunidad absoluta de los torturadores y asesinos de la dictadura franquista (y en 2014 dediqué a ello, y a la Querella Argentina, mi libro Argentina contra Franco), decenas de represores de la dictadura de Pinochet cumplen penas de prisión y existe una opinión pública que mayoritariamente repudia la dictadura y sus crímenes, aunque en el último tiempo ha habido un retroceso en este sentido producto de la ofensiva ultraconservadora desatada tras la derrota del proyecto de Constitución sometido a plebiscito el 4 de septiembre de 2022. Aun así, existe un Museo de la Memoria y los Derechos Humanos que es un ejemplo para España y decenas de memoriales erigidos a lo largo de la geografía chilena evocan a las víctimas de la dictadura.

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