Centros sociales
Dolor de muelas

En defensa del CSOA La Muela de Cáceres, de quienes se atreven a disentir y organizarse.
La Muela casa del pueblo
Fotografía: RRSS CSOA La Muela.
Profesor de instituto
21 oct 2024 15:58

A lo largo de la historia de España, uno de los grandes males que nos ha impedido avanzar como sociedad es el fatalismo, ese pensar que nada se puede cambiar, que estamos condenados a ser gobernados por líderes incapaces y corruptos. Por otra parte, para gestionarlo nos hemos acostumbrado a relatar, a desahogarnos con el vecino, con el compañero de curro, con el que se sienta al lado en el médico, en el bar o en la peluquería. Prestando atención a estas conversaciones se pueden encontrar todo tipo de injusticias, negligencias o incluso delitos por parte de instituciones públicas y órganos de poder. Aunque a veces son exageradas, adulteradas por el boca a boca, en la mayoría de los casos se trata de historias reales, que deberían costarle el puesto de trabajo, multas o la cárcel a más de uno.

Okupación
Okupación en Cáceres Ordenan precintar el CSOA La Muela de Cáceres
La orden parte del Ayuntamiento, que también ha dado traslado del expediente a la Fiscalía para que considere si se estuviera frente a la comisión de un delito.

Pero, por lo que sea, tenemos la sensación de que todos estos villanos se van de rositas sin que sepamos muy bien la razón o cómo arreglarlo. Una de las explicaciones más frecuentes o, al menos, donde fracasa el intento de hacer justicia en su más tierno origen, es que, como hemos dicho, nos gusta mucho relatar al aire, pero sin dedicar ningún esfuerzo a quejarnos formalmente. Nuestro descontento no queda recogido en ningún sitio; nadie se toma la molestia de denunciar de forma organizada una injusticia. En parte por desconocimiento de las herramientas, porque no sabemos cómo hacernos respetar como ciudadanos y esto nos convierte precisamente en no-ciudadanos; en parte por fatalismo: no tenemos ninguna confianza en el sistema, lo vemos como un monstruo imposible de enfrentar. En general, como consecuencia de esto, no nos molestamos en rellenar siquiera una queja y preferimos guardarnos el cartucho para las cenas de Navidad o tertulias de bar, arrancando y acompañando cada enunciado con fórmulas del tipo “en este país” o “si es que somos así…” que tan bien supo percibir el malogrado Larra.

Pero una situación así no está condicionada por la genética o por un Dios todopoderoso que escribe nuestro destino. Si somos de este modo es porque así nos han ido moldeando. Veamos un ejemplo. Como profesor de instituto, en una ocasión me encontré con lo que puede ser germen de este tipo de conductas: una profesora insultaba a los alumnos de mi tutoría y ellos no sabían qué hacer, qué medidas tomar. Me pidieron ayuda, hablé con ella y me dijo que le hacían la vida imposible, que así llevaban seis meses y que eran unos sinvergüenzas y que si se molestaban por eso debían aguantarse o ir a llorar a los padres.

Política es una sociedad de pesca, una comunidad de vecinos o un grupo de alumnos que decide redactar una queja. Este pasatiempo inofensivo de relatar, no lo es

Mientras, en jefatura de estudios los recibían para despacharlos con promesas, excusas, reproches y contraataques. No querían complicaciones. Total, en medio año de insultos y violencia no había nada registrado por escrito ni se había abordado por ningún canal oficial. Todo se había gestionado con exclamaciones al aire, odio, amenazas y mensajes de fatalismo e impotencia. En jefatura me argumentaron que no se podía hacer nada, que los profesores estamos bastante protegidos a ese respecto. Yo les dije que íbamos a escribir una carta, escrita y firmada por todos, para mandarla por tres canales oficiales diferentes: Rayuela, correo del centro y email del mismo. En la misma se explicaría lo que estaba pasando, con insultos incluidos, fechas, nombres propios e implicados. Ahora, pasado el tiempo, se me ocurre que incluso se podía haber remitido al Defensor del Pueblo...

Por mucho que les insistí, alumnos y alumnas no querían hacerlo. Mis argumentos fueron que dejaran su queja registrada, que a pesar de no conseguir nada de forma inmediata quizás su esfuerzo pudiera servir de ayuda a otros alumnos pasado el tiempo, por acumulación. Es más, estoy seguro de que con eso hubiese bastado, porque los que están por encima no están acostumbrados a que nosotros actuemos así y, seguramente, en dirección se hubiesen asustado y hablado con la profesora, aunque fuera solo por presionarla ligeramente y librarse de problemas futuros. Pero no, no lo hicieron, quizás eran ya demasiado mayores y se habían contagiado de esa desesperanza y ese conformismo, violento solo de palabra. Y, así, hasta que mueran.

Seguirán redirigiendo su energía hacía la ira y el grito, transformando su frustración en venganzas imaginadas, rumiando contestaciones y argumentos que explotarán antes de llegar al papel, transmitiendo, en fin, a sus allegados y a la siguiente generación esa negatividad cargada de fatalismo y crispación. “¿Qué le vamos hacer?”, dirán, y pasarán al deporte nacional: relatar. Una forma totalmente inofensiva de echar el rato y, a lo mejor, de hacer esta vida más soportable. Pero no es inofensiva, no es connatural a nuestra sociedad, no viene escrita en nuestro ADN. Es el producto de siglos de represión y adoctrinamiento. Es así porque así lo quieren ellos. Un pueblo que no se organiza y no da respuesta a las injusticias y necesidades de forma cohesionada y metódica es un pueblo inofensivo, por muy pasional que sea luego a la hora de expresar sus opiniones.

Espero que La Muela sea solo el empezar, una referencia para las nuevas generaciones de inconformistas, el desperezarse de una ciudad adormilada y vetusta, necesitada de esa vitalidad y optimismo

Muchos piensan que la política es votar y que votar no sirve para nada. Y es cierto, porque la política es ante todo juntarse y actuar, dedicar parte de nuestra energía a combatir con otros aliados a quienes, gobernando, ns desprecian y subestiman. Política es una sociedad de pesca, una comunidad de vecinos o un grupo de alumnos que decide redactar una queja. Este pasatiempo inofensivo de relatar, no lo es. Porque cuando nos acostumbramos a él, enfocamos los problemas desde la simpleza y la pasión. Y es desde esta simpleza desde donde nos pueden llegar a manipular con proclamas del tipo “¡Se acabó la fiesta!” Así somos vulnerables, no podemos conectar con nuestra inteligencia ni con la de los demás. ¿Qué ha pasado históricamente cuando un grupo de personas se ha organizado y actuado? Que el poder los ha intentado eliminar de todas las formas posibles. Las más de las veces con una violencia y una precisión pasmosa, con una celeridad que se explica por su miedo a que prenda la mecha, a que se propague cualquier remedio contra el incorregible fatalismo español, tan conveniente para quien manda.

Cuando una comunidad se lo sacude de encima, rompe este círculo vicioso de desidia, es peligrosa por sí misma y por contagio. Esto está pasando con el Centro Social Okupado la Muela, en Cáceres. Hablamos de un grupo de personas, con perfiles muy diferentes, que se unen con un solo propósito: hacer cosas. Lo hacen todo bien: se organizan, se informan, establecen una estrategia, un discurso, un plan de acción. Todo se hace desde el consenso. El proyecto arranca con paso firme y es bien recibido por mucha gente del entorno, de todas las edades (yo he ido varias veces con mi hijo de un año y había otros niños, además de ancianos, jóvenes o adolescentes). Rehabilitan un espacio y realizan todo tipo de actividades. Todo es voluntario, las personas trabajan y gastan allí su energía porque les sale más a cuenta que hablar o dejarse vencer. Quieren ofrecer alternativas culturales y cambiar la forma de usar su tiempo y el de su comunidad.

Quizás sea por todas estas razones que intuyo que la respuesta del Ayuntamiento de Cáceres será contundente: lo han hecho demasiado bien y puede que a La Muela le quede poco tiempo tal y como la conocemos a día de hoy. Pero eso es lo de menos, lo importante es que dentro de mi comunidad un grupo de personas ha tenido la generosidad de actuar, de dedicarle de verdad tiempo y fuerzas a la política, desde el desinterés económico y el interés humano. Esto ya es una victoria, un ejemplo y una semilla. Ojalá reciban el apoyo que se merecen en los días que se avecinan, aunque independientemente de cómo evolucione el conflicto, el bien ya está hecho y eso es irremediable. Espero que La Muela sea solo el empezar, una referencia para las nuevas generaciones de inconformistas, el desperezarse de una ciudad adormilada y vetusta, necesitada de esa vitalidad y optimismo.

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