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En Barcelona, en el Liceo, un espacio simbólico del poder de la burguesía catalana y ante la mirada atenta de 300 representantes de la sociedad civil y los empresarios, Pedro Sánchez ha anunciado que mañana propondrá en Consejo de Ministros el indulto de los nueve condenados por el Tribunal Supremo en la sentencia del 1 de octubre.
El anuncio, realizado en el marco de una alocución con el nombre de “Reencuentro: un proyecto de futuro para España”, se esperaba desde hace semanas. El Gobierno deberá afrontar el redoble de hostilidad por parte de Partido Popular, Vox y sectores de la derecha nacionalista española y no contará con el aplauso unánime del independentismo catalán.
Pero, aún así, Sánchez promulgará la medida de gracia con el argumento de “fomentar la convivencia”. El cálculo político es claro: los indultos eran un paso necesario para amarrar en la medida de lo posible los apoyos necesarios en el Congreso con la vista puesta en alargar la legislatura tras un año y medio duro, marcado por la pandemia y la crisis económica.
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Aunque Esquerra Republicana de Catalunya sigue considerando necesaria una amnistía que solucione los más de 3.000 casos de personas envueltos en causas judiciales relacionadas con el referéndum del 1 de octubre y las protestas por la independencia, los indultos, como ya señaló Oriol Junqueras el 7 de junio, son “gestos que pueden aliviar el conflicto, paliar el dolor de la represión y el sufrimiento de la sociedad catalana, y cualquier gesto en la línea de la desjudicialización del conflicto ayuda a poder recorrer este camino”.
“Sacamos materialmente de la cárcel a nueve personas, pero sumamos simbólicamente a millones para la convivencia”, ha defendido Sánchez. El presidente ha anticipado la tormenta política que se le viene encima por parte del nacionalismo español recordando que la ley “autoriza esta medida de gracia. Estamos en disposición de pedir a todos que reconozcan su plena legalidad y absoluta constitucionalidad”.
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A Sánchez le “han convencido” los socios de gobierno y los socios de investidura. Si no hay indultos, se acaba la legislatura. Muy necesarios los indultos a los presos políticos catalanes, pero hay que solucionar los 3000 casos afectados y los exilios.
El sicariato mediático va a intentar desprestigiar a todo aquel que esté a favor de los indultos. Sólo conciben una España, la suya; pero los tiempos están cambiando. La inmensa mayoría de la sociedad catalana, los sindicatos, los empresarios, las izquierdas estatales y hasta sectores de la Iglesia católica están a favor de normalizar la convivencia entre Catalunya y el Estado. El fracaso de la recogida de firmas contra los indultos es todo un síntoma del cambio que viene.
Vaya, por lo que se ve la sociedad catalana la componen la iglesia, la patronal y los sindicatos más subvencionados del estado. Una visión muy de izquierdas, por cierto. Es bastante significativo que ofreciera el indulto en el Liceo, porqueriza histórica del catalanismo. Nada, nada, una palmadita en la espalda: "El negocio os salió mal pero podemos volver a constituirnos como asociados en los nuevos negocietes", vine a decir Sánchez. Volverán a socializar las pérdidas en otro gran fracaso empresarial de la burguesía catalana, que paguen los de siempre, total ya están acostumbrados. "Que cony és això de la UDEF?", una de las mejores citas del catalanismo contemporáneo.