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Catalunya
Las muchas voces de Catalunya: identidades diversas, segregación y más de 300 idiomas
Decía Alejandra Pizarnik que no hay “nada más intenso que el terror de perder la identidad”. No saber quién eres, ni cómo diferenciarte del resto, puede causar un momento de crisis personal. Pero la identidad tiene también una dimensión colectiva, y por eso una parte importante de ella es identificar a otras personas como iguales. En ese reconocimiento, el idioma es uno de los elementos centrales, tal y como explica Miquel Cabal, traductor y profesor en la Universidad de Barcelona.
Catalunya siempre ha tenido, en este sentido, una doble identidad, donde la españolidad y la catalanidad se configuran de forma distinta en cada persona. Sin embargo, esta región ha experimentado un destacable cambio demográfico en los últimos 40 años que, a su vez, ha transformado la diversidad identitaria de su población.
En la década de 1980, alrededor del 2% de residentes eran extranjeros. Hoy, según datos del Instituto Nacional de Estadística, la cifra es del 21%. A consecuencia de la evolución de los flujos migratorios, el multilingüismo ya es una parte intrínseca de su realidad social. Y no es para menos, porque en esta comunidad se hablan más de 300 lenguas, de acuerdo con un informe de Linguapax.
Un estudio sobre multilingüismo y mujeres migrantes en Catalunya destaca la dificultad de las mujeres migrantes para encontrar trabajos en los que interactúen con personas nacidas en el territorio
Para vivir en Catalunya no es indispensable hablar catalán ni tampoco castellano. Aprender al menos un idioma se convierte en una necesidad para entrar de lleno en la sociedad, pero también en un impedimento cuando se trata de colectivos migrantes vulnerados o con poco poder adquisitivo. Para superar esa barrera, se debe atravesar un doble proceso de aculturación nada sencillo, según expone la investigadora Farah Ali en un estudio sobre multilingüismo y mujeres migrantes en Catalunya.
Sus resultados destacan la dificultad de las migrantes para encontrar trabajos en los que interactúen con personas nacidas en Catalunya, por lo que suelen emplearse en oficios donde la mayor parte de los contactos se producen con gente de su mismo origen cultural. Esta situación se reproduce en los vecindarios, dificultando aún más el aprendizaje de los idiomas cooficiales, en especial del catalán, que a menudo se considera “menos práctico” que el castellano. Por eso, hay personas que desisten o deciden no aprenderlo.
La mezcla de idiomas como seña identitaria
Con todo, existe una tendencia cada vez mayor a mezclar idiomas, que cristaliza con mayor fuerza entre hijas e hijos de migrantes nacidos en Catalunya. Para este colectivo, es habitual compaginar sus distintas identidades de forma flexible, porque su pertenencia no corresponde a un solo grupo. Así, la normalidad puede adquirir muchas formas: combinar ropa occidental y oriental, celebrar la Navidad y el Ramadán, fundir catalán y chino en una sola frase.
El grado de mezcla identitaria es menor cuanto mayor es la persona que se sumerge en una nueva cultura. En parte, porque el racismo y el rechazo son más sutiles en edades tempranas, pero también porque a las personas jóvenes les resulta más sencillo adaptarse y moldear sus esquemas mentales. Transitar entre dos identidades, por tanto, es una constante para hijas e hijos de migrantes, que desde su nacimiento han vivido en medio de dos realidades. Sin embargo, no por ello deja de ser problemático o frustrante.
En este sentido, Long Li Xue lo tiene muy claro: “Mi marca personal es ser creador de contenido de apariencia china pero que hablo catalán. Eso me ha ayudado mucho en cuanto a marca, pero al mismo tiempo me ha estigmatizado y condicionado mi autopercepción”.
Aunque se considera catalán, Long no ha sentido una pertenencia completa a ningún sitio durante mucho tiempo, ya que la gente en España lo ve como hijo de inmigrantes y en China lo perciben demasiado occidentalizado. Nació y cotiza en España, pero el racismo que ha vivido junto a las trabas que tiene por su pasaporte chino han hecho que se sienta como un “ciudadano de segunda” en muchas ocasiones.
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“Impulsar el idioma es una tarea colectiva”
Long se hizo conocido a través de las redes sociales, donde hace años empezó a hacer vídeos principalmente humorísticos. Recibió comentarios negativos por ser asiático hablando catalán donde le reclamaban hablar en castellano. Aunque ahora es consciente de que el catalán es un símbolo cultural, político e identitario, en su momento no representó una elección, sino la normalidad.
Irónicamente, también ha encontrado otras críticas cuando ha hecho vídeos en castellano, lo cual opina que está muy relacionado con la dimensión de “defensor de la lengua” que se le ha atribuido. Sí es cierto que reivindica su uso, pero “es una labor colectiva y no individual” que no debe ser restrictiva. Es decir, hablar un idioma no impide combinarlo con el otro, sobre todo teniendo en cuenta que son cooficiales.
Para él, la diversidad lingüística debe mirarse al margen de su número de hablantes. Por eso mismo, piensa que aprender la lengua de un lugar es “una muestra de respeto muy grande” y, a menudo, se menosprecia el esfuerzo que supone: “Me he encontrado muchas veces a personas migrantes que dicen ‘mira, es que yo estaba aprendiendo catalán, pero notaba que se reían de mí cuando lo hacía mal y me da vergüenza hablarlo’”.
Para Long, la diversidad lingüística debe mirarse al margen de su número de hablantes. Por eso mismo, piensa que aprender la lengua de un lugar es “una muestra de respeto muy grande”
Son muchos los factores que condicionan ese aprendizaje. El proceso no es corto ni sencillo, así que “todos debemos hacer un ejercicio de empatía”. Por un lado, que las poblaciones migrantes en Catalunya “respeten el catalán como lengua cooficial” y no se minorice en comparación al castellano. Por otro lado, ofrecer márgenes de error cuando alguien está aprendiendo y comprender que las herramientas son limitadas en la “situación de vulnerabilidad de la que vienen algunas personas migrantes”.
Empatía, además, significa dejar de asumir que una persona, por no ser caucásica, solo podrá hablar castellano. “Como persona racializada, también tengo actitudes microrracistas. Nunca me olvidaré de una vez que fui a una tienda, hablé en castellano a un hombre de origen pakistaní y él me respondió en catalán. En ese momento dije ‘tío, acabas de hacer lo que odias que la gente haga contigo’. Lo tenemos interiorizado”, insiste.
Esa es una experiencia que también ha vivido Chandra Kala, tanto en su día a día como trabajando para el Ayuntamiento de Barcelona, donde es técnica de formación en diversidad cultural. Nació en Nepal en 1992, la adoptó una pareja catalana a los cinco años, conservó su nombre nepalí y se doctoró en Antropología sobre identidad, orígenes y adopciones. De hecho, volvió varias veces a su país de nacimiento para realizar su tesis.
Investigar para abrazar una identidad dual
Chandra perdió el idioma y tuvo que reaprenderlo partiendo de un nivel muy básico, pero se sorprendió con “cómo funciona nuestra mente” y todo lo que puede retener: “No lo sé hablar fluido, pero entiendo muchísimo más de lo que hablo. He llegado a hacer entrevistas con familias en nepalí y yo me estaba enterando de casi todo, pero en mis intervenciones había mucha mezcla con inglés porque no encontraba las palabras”.
Su familia la apoyó cuando quiso investigar sus orígenes, aunque admite que esa no es siempre la situación con todas las personas adoptadas. “Una de las problemáticas es la voluntad de romper con el pasado, romper con la historia, romper con los aspectos que te vinculan a donde hayas nacido”, y de ahí la necesidad de impartir más formación a las familias adoptivas.
Sin embargo, subraya que esa ruptura también puede ser un método de supervivencia cuando una persona pequeña llega a un lugar distinto y tiene que aprender todo desde cero. Ella misma, cuando recién llegó, se separó de su pasado porque no sintió que le fuera útil en el entorno nuevo. Ha sido con el tiempo que ha decidido integrar su identidad catalana y española con la nepalí. Hoy en día se siente orgullosa al decir que nació en Nepal, lo cual le costaba más de adolescente, porque en esa época era “la única persona que se podía considerar racializada” en el colegio.
“Está la pregunta ‘de dónde eres’. Pues de aquí, de España o de Catalunya. Después te vuelven a preguntar de dónde eres de verdad y es como, ¿en serio?”
Eso, aunque de forma más sutil, también condicionó la percepción y expectativas que tienen otras personas sobre ella: “Está la pregunta ‘de dónde eres’. Pues de aquí, de España o de Catalunya. Después te vuelven a preguntar de dónde eres de verdad y es como, ¿en serio? Entonces, yo aprendí a decir: ‘mira, ¿qué es lo que quieres saber?’. Ya voy al grano”.
Muchas personas cuya apariencia no encaja con los esquemas de españolidad comparten vivencias similares. El caso de Isabel está más marcado por la blanquitud y una identidad fragmentada en muchas partes, y es que tanto ella como su familia tienen orígenes diversos. “La gente nunca ha pensado que soy canaria o catalana. Siempre me han preguntado de dónde soy de verdad, y hasta que no decía que mitad eslovaca, no callaban”, explica.
En las últimas décadas ha aumentado el interés de las poblaciones locales por culturas y gastronomías extranjeras, pero no es raro que se enfoquen en los rasgos que les parecen más atractivos o “exóticos”. En ese sentido, Isabel indica que hablar distintos idiomas (aunque depende de cuáles sean), suele percibirse como un atributo positivo, si bien en más de una ocasión ha detectado “cierto grado de fetichismo”.
Con todo, Chandra Kala considera que “hay una generación de personas que está muy interesada en acercarse al otro, conocer y formarse”, aunque insiste en que la representatividad en los medios y administraciones todavía es insuficiente. A nivel político cree que se “resalta y valora mucho la diversidad cultural”, pero cuestiona que se atienda como una prioridad.
Más de la mitad de personas sin hogar en Barcelona son extranjeras
En la capital catalana existen planes de acción intercultural desde el año 2002 enfocados en la promoción de empleo, eventos, actividades o asociaciones, aunque no están exentos de críticas, dado que hay cuestiones que necesitan reformas muy profundas. De hecho, según el último Informe sobre exclusión y desarrollo social en Cataluña, uno de los colectivos más expuesto a la exclusión social es el de las personas con nacionalidad extranjera. Los datos van ligados a la pobreza, con una tasa de desempleo superior al 22%, y una prevalencia a la exclusión 2,5 veces mayor que entre personas de nacionalidad española.
Es más, la Fundación Arrels realizó un estudio sobre la situación de sinhogarismo en Cataluña, que es especialmente grave en Barcelona, y concluyó que más de la mitad de la gente que duerme en las calles de la capital es de origen extranjero. En total, se estima que alrededor de 5.000 personas no tienen hogar, por lo que pasan la noche en albergues o, como es la situación de más de mil, al raso. En esas cifras no están incluidas las viviendas inseguras o sin suministros, los problemas para pagar el alquiler o la recepción de órdenes de desahucio.
A pesar de ello, son muchas las entidades y servicios públicos que buscan reducir la brecha de exclusión y promover la interculturalidad. Migrantour es un proyecto de turismo social y solidario perteneciente a Nexes Interculturals SCCL cuyo propósito es colocar a las personas migrantes en el centro para que guíen las visitas turísticas. En ellas, dan a conocer su cultura, su historia y la de distintas ciudades europeas, entre las que figura Barcelona.
Migración
Top Manta, la marca de ropa de los manteros de Barcelona
La campaña de micromecenazgo lanzada por el Sindicato de Vendedores Ambulantes de Barcelona para lanzar su marca de ropa recauda más de 20.000 euros en tres días.
Una de las paradas de sus rutas por El Raval es el taller de Top Manta, la marca social y solidaria del colectivo mantero de Barcelona, que “ha conseguido sacar de la pobreza a más de 120 personas” a través de su proyecto textil “ético y sostenible”. Migrantour también hace un recorrido por el resto del barrio, en el que hablan de distintos casos de organización vecinal y activismo antirracista.
Mamadou, de origen senegalés, es uno de los miembros de Migrantour. Trabajaba y estudiaba Derecho en Dakar, aunque tuvo que dejar la carrera a medias por cuestión de tiempo y dinero. Llegó a Canarias en patera en busca de una vida mejor y fue trasladado a Barcelona en 2021, donde actualmente se está formando en distintas disciplinas y hace voluntariado.
Mientras gestiona su papeleo con ayuda de una asociación para regularizarse y trabajar, sigue mejorando cada día su nivel de castellano y catalán. Se identifica como “universalista” porque “la cultura y el idioma se aprenden”. Por eso, se siente orgulloso de poder interiorizar y defender las tradiciones catalanas y desea tener un nivel alto del idioma para hablar con mayor soltura en el futuro.
Establecer puentes entre culturas
Además de ser cultura, las lenguas también hacen de herramienta para desenvolverse en el día a día. Con esa filosofía funciona el colegio Sant Francesc d'Assís, que más allá de buenos resultados académicos, busca que su alumnado tenga una base sólida para comunicarse al mismo tiempo que aprende y combina con naturalidad sus distintas culturas. Y es que, según cuenta su directora, Maite Fenollosa, el 100% de sus estudiantes son migrantes o descendientes de migrantes. Por eso, no es raro que su primer contacto con el catalán y la cultura catalana sea a través del centro, donde ya tienen “normalizada” la diversidad desde el respeto y el intercambio.
Como explica Maite, la alta presencia de niñas y niños migrantes hace que a menudo tengan contacto con distintos servicios sociales. Uno de los que están dirigidos a este colectivo es el Servicio de Mediación Intercultural. Se fundó en 2002 ante la “necesidad de establecer procesos de comunicación” efectivos entre personas de distintas culturas. Asimismo, pretende abrir “un espacio de escucha, diálogo y entendimiento” para identificar necesidades y expectativas sin la interferencia de los “valores, creencias y prejuicios” que “influyen en la percepción que tenemos de los otros sistemas culturales”.
A través del contacto con personas migradas, las asociaciones y administraciones investigan la realidad social para crear proyectos dirigidos a la comunidad. Por ejemplo, Barcelona emplea datos demográficos y conocimiento local con la finalidad de anticipar futuras llegadas a través de la reunificación familiar. Así, se pueden determinar futuras necesidades antes de que surjan, como el acceso a la educación, el aprendizaje de idiomas o el apoyo psicológico, entre otros.
Las instituciones también participan en el plano cultural, que suele ser el más atractivo para que la población conozca contextos diversos a través de las fiestas, la música o la gastronomía. China es la quinta nacionalidad más numerosa entre los extranjeros de Catalunya, y por ello, año tras año, se celebran festividades como el Año Nuevo Chino que permiten el acercamiento de culturas.
No obstante, las representaciones no siempre son las más acertadas, pudiendo perpetuar estereotipos problemáticos. Xiaohan Shi, nacional china que lleva años viviendo en Barcelona, encontró que los vestidos tradicionales del último desfile al que acudió estaban “muy sexualizados”, lo cual la hizo sentirse “incómoda como mujer china”. Esto no es exclusivo de las fiestas, ya que en distintas ocasiones se ha sentido exotizada por algunos hombres. Además, notó un exceso de elementos catalanes durante el Año Nuevo Chino y, aunque le parece bien integrar ambas culturas, opina que la sección catalana era demasiado grande.
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Redefinir las tradiciones en la diáspora
Muchas tradiciones suelen ir de la mano con la religión, como es el caso de las procesiones, la Navidad o la Pascua en el catolicismo. Del mismo modo en que Catalunya integra una gran diversidad lingüística y cultural, también lo hace en el plano espiritual. Así pues, los distintos rituales de cada comunidad coexisten de formas específicas.
Los musulmanes son el segundo grupo religioso más abundante en Catalunya (sin contar personas ateas y agnósticas), según el Barómetro sobre la religiosidad y sobre la gestión de su diversidad de 2023. El informe recoge que la confesión predominante es el catolicismo, con un 57% de creyentes, seguido por el islam, con alrededor del 7%. De esa cifra, casi la mitad de musulmanes nacieron en Catalunya, tal y como indica el último Estudio demográfico de la población musulmana, publicado anualmente por la Unión de Comunidades Islámicas de España.
Si bien la población que profesa el islam es cada vez mayor en Catalunya, este sigue siendo un territorio de tradición católica. Por tanto, el islam se practica desde la diáspora. Es decir, lejos de sus referentes y en un entorno sociopolítico que no se identifica con la misma religión. Esto hace que las festividades “tiendan a ser redefinidas y recontextualizadas”, para empezar, porque se transfieren al ámbito familiar y privado. Así lo expresa el estudio antropológico Rituales islámicos en la diáspora: comunidades musulmanas en Cataluña.
El mismo documento señala que algunas tradiciones se han abierto a otros sectores de la población no musulmana con los que establecen conexiones. Practicantes del islam invitan a otros catalanes a participar en eventos como el iftar, que es la comida nocturna con la que se rompe el ayuno durante el Ramadán.
Mantener rituales como estos se vuelve un rasgo identitario muy potente en los contextos diaspóricos y permite expresar cohesión social. Además, son un momento crucial de “socialización e iniciación para la juventud” en el que la comunidad se reúne y transmite su legado a las generaciones más jóvenes.
Nuevos significados para nuevas realidades
La penetración de esta religión cristaliza también en la implicación administrativa. Varias instituciones públicas, como el Govern, han emitido recomendaciones para celebrar sus fiestas cumpliendo con normativas específicas. Por ejemplo, el Aid, una tradición en la que se sacrifica un cordero emulando al profeta Abraham y después se comparte la carne en una comida comunitaria. Para mejorar la higiene, se recomendó que el sacrificio sea en un matadero, por lo que el aspecto central de la tradición se trasladaría a hacer comunidad compartiendo la comida.
Es habitual que las festividades se transformen cuando se practican en la diáspora, fortaleciendo la dimensión festiva y de reunión. Algunos sectores rechazan estos cambios, pero son una oportunidad para que las generaciones jóvenes nacidas en Catalunya busquen “espacios y lecturas alternativas” de la religión para relacionarla con la sociedad en la que crecieron, y no tanto con la de sus familias, “que a veces pueden ver como extraña”.
Con un significado distinto, los rituales pueden ayudarles a “expresar su identidad dual”. De este modo, al mismo tiempo que se da continuidad a la cultura de sus familias, conectan con una sociedad catalana de la que también forman parte.
El rostro visible de Catalunya es distinto a lo que era hace décadas porque la gente que compone el mosaico es cada vez más diversa. Como la cultura y la identidad son maleables, están expuestas a cambios que suceden a lo largo de toda la vida. Inevitablemente surgen conflictos en la convivencia de cualquier tipo, pero compartir la diferencia es lo que permite evolucionar. Por eso las identidades de las personas, igual que las de los lugares, se fusionan, cambian e incorporan poco a poco cosas nuevas.
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A mí me parece un atraso ver a diario decenas de niñas musulmanas tapadas totalmente excepto la cara, de momento. Me hace gracia escuchar a gente de izquierda cómo disculpan estos asuntos, y después de llevar toda la vida criticando a la Iglesia Católica, con razón. Tener fobia al Islam, o a cualquier religión (la nuestra incluída) discrimine mujeres, homosexuales, personas atrás, etc, me parece no sólo respetable, si no un ejercicio intelectual inevitable. No hemos acabado con los privilegios de la Iglesia, y ahora empezamos con los del Islam. En Catalunya lo se va a aplicar, por ejemplo, con el sacrificio de animales al estilo halal, sin aturdimiento previo, que acaba de ser prohibido en Europa. También el Gobierno español acaba de aprobar ayudas y exenciones al credo islámico y al igual ocurre con nuestra Iglesia querida.....
En fin, un puto atraso.
Quería decir personas áreas, etc. Además de mencionar no se va a aplicar en Catalunya la prohibición que a aprobado la Comunidad Europea de acabar con el sacrificio de animales sin aturdimiento previo. Por cierto, ahí hay un tema interesante para la causa antiespecista y animalista.