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Catalunya se ha despertado de su hibernación. Aquella en la que la dejaron las elecciones del 21D, las del 155 del boom de Tabarnia, la de la confirmación que ni existe suflé independentista ni flan con nata republicano. Tras ese otoño tórrido de referéndum y proclamaciones que no se proclamaron.
Tres meses de pasillismo, de anodina política del tú no pero tú tampoco, de búsqueda infructuosa de un bello ceniciento para tan incómodo zapato.
Y no había manera.
Y claro, llegó la primavera. Y todo se precipitó de nuevo. De momento esa es la única certeza en Catalunya: las estaciones marcan los ciclos políticos de esto que antes llamábamos procés y ahora todavía no le hemos encontrado nombre. En parte porque no le hemos encontrado ni padre. Ni mucho menos madre, que ya sabemos de qué pie cojea el dichoso ceniciento. Asquerosamente como todos.
La única otra certeza es que aquí, desde ese otoño que nos arrojó al postautonomismo, el ritmo político no lo marcan los políticos sino los tribunales. Y así ha sido una vez más.
Tras la imposible cuadratura del circulo con Puigdemont, cuyo holograma no pudo ser investido, llegó la renuncia de un Jordi Sánchez a quien no dejaron asistir a su investidura, como el novio que no va a su boda, y que finalmente, alguien le avisaría, se dio cuenta que no quería pagar el pato desde Soto del Real.
Y cuando parecía que Moncloa estaba a punto de hacer acatar el retorno al procesismo, al autonomismo rancio; cuando parecía que Esquerra haría pasar a Junts per Catalunya por el ojo de la aguja, llega un juez al que parece que la cosa no le gusta y nos vuelve a meter en el mambo.
Y cuando simplemente se rumoreaba el nombre de un tal Turull, solo se rumoreaba, y se hablaba de una posible sesión dentro de una semana, aparece el juez Llarena y se saca de la chistera una citación ante el Supremo. El viernes. ¡Qué sorpresa! Otra vez con la cancioncita del que “te meto en el trullo, Turull”. Versión especial de sala con cuerda y tomo constitucionalista del “A por ellos oé”.
Y como esto va de bemoles y esas cosas, pues ¡anda!, todos a correr para organizar una sesión de investidura antes de que se nos lleven al candidato preso. ¡Con lo que nos ha costado decidirnos por uno! Y, así, volvía la caliente tensión a la arena. Volver a despertar la bestia poniendo al Supremo ante la decisión de entalegar no ya un diputado electo sino a un presidente votado por un parlamento legítimo 24 horas antes. Choque de trenes no sé, pero malrollito asegurado.
Y otra vez la misma de siempre. Acusaciones cruzadas. Que si tú eres tanto, que si tu eres otro quinto. Sesiones convocadas de forma extraña, apresurada, corriendo. “Y la conciliación familiar, ¿para cuándo?”, gritan en los pasillos los periodistas.
Francamente, esto de Catalunya tiene un punto anodino, de serie cuyo guión sigue estancado en los capítulos piloto. Poco desarrollo, la verdad. Un golpe de guionista no iría mal a la cosa.
Pero Catalunya, cuando parecía estancada en una hibernación que podía ser eterna, más cuando puteaba a un Rajoy atrapado entre necesitar levantar el 155 por el veto del PNV a aprobar los presupuestos y no querer dar su brazo a torcer, se despertó de golpe. Pero los independentistas despertaron a la fiera sin pensar, como siempre, en sus incómodos socios de viaje. Los anticapitalistas de la CUP. Los pesados que mandaron a la papelera de la historia a Artur Mas. Y, a una hora de la sesión, estos van y deciden que no les gusta el candidato ni las formas y que no piensan supeditar su agenda a lo que digan los tribunales de Madrid. Abstención. Sin el voto de sus cuatro diputados, los independentistas no tienen mayoría suficiente para evitar una segunda votación que sería ya, por ley, después de la vista en el Supremo. Solo una imposible renuncia de la actas de Puigdemont y Comín, los exiliados belgas, podría acelerar el proceso.
El plan Turull se desvanece.
Por si no quedaba claro, justo cuando empezaba la sesión de investidura llegaba una filtración desde Madrid. Turull, sí, ese que queréis nombrar presidente, era un cabecilla con “un papel extraordinariamente relevante” de los sediciosos facinerosos mutantes comeniños que han destruido la paz en la galaxia (aka el comité estratégico del procés). Al menos eso afirmaba el informe remitido por la Guardia Civil al Supremo. Más oportuna no podía ser la filtración. Como también oportuna parecía la noticia, un par de horas antes de la sesión, de la denegación de la libertad al exconseller de interior Joaquim Forn, algo que se daba por hecho pocos días antes por la petición de la Fiscalía. Pero todo eso cambió poco o nada el resultado de un plenario con las cartas marcadas.
Turull, un hombre siempre tirando a oscuro, gris, de la vieja guardia pujolista, aparente ejemplo claro de la sorprendente mutación convergente vista en los últimos años con el tema independentista.
Normal que su nombre no genere confort entre las CUP. No solo su nombre apareció en la instrucción del caso Palau por una adjudicación a Ferrovial en Sant Cugat en 2002, también fue uno de los diputados especialmente activos en el juicio de la Audiencia Nacional contra los manifestantes que en 2011, en pleno 15M, rodearon el Parlament contra los recortes y que provocó hasta ocho penas de cárcel. Un hombre de trabajo en la sombra, que si necesita meterse en el barro, se mete. Hasta el cuello, si hace falta. Y eso, hablando de CDC, es mucho barro.
Pero claro, ante un nombre que el Estado parece empecinado en vetar, la ecuación hace un giro total. Turull no es un nombre cómodo. O no lo sería en una situación normal. Pero esto no lo es. No lo es por el 155, por la cárcel de los Jordis, Forn, Junqueras, por el exilio de Puigdemont y compañía, por las amenazas de Moncloa, por las amenazas de los tribunales, y por todo. Y no lo es porque la simple entrada en escena del nombre Turull ha cambiado de repente las tendencias. Y aquello que parecía ser el entierro de la sardina del procesismo y la república ha mutado en una inusitada reavivación de la confrontación con el Estado. Ahora esto parece distinto en cuanto puede provocar el enésimo pulso a un estado empecinado a marcar el ritmo a un Parlament empecinado, a su vez, a hacer caso omiso del mismo.
Pero las CUP dicen que no, no solo porque Turull sea un nombre incómodo, sino porque tienen que marcar perfil y aseguran que la sesión la marcan los juzgados en Madrid (no me digas) y que ellos no se supeditan a un Estado que ya no reconocen. Y que quieren un programa no autonomista y republicano, algo de lo que Turull no ha querido poner encima de la mesa en su discurso, no fuera caso que mañana se lo recuerde Llarena. Y ese es un no que puede volverse en sí en muy poco tiempo y ayudar a desencallar lo que parecía un confuso cubo de rubick. Quizás no se desencalle en Turull pero si que lo hará con Turull.
El cronómetro han empezado a rodar. Solo el tiempo dirá si son realmente las últimas coletadas del postautonomismo independentista. O no.
Mañana el señor Llarena puede darle la enésima extremaunción o volver a darle un electroshock que lo despierte de golpe del letargo de la hibernación.
Pero esto, amiguillos y amiguillas, necesita un buen golpe de guión.
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La clase obrera vota a Arrimadas, la izquierda tendría que preguntarse el motivo... en vez de escribir estos articulos con la misma canción de siempre.
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Los comunards recogen lo sembrado.
Y la izquierda española centralista, vease toda, como si aqui no pasa nada. Más presas. Pacto ya entre todas las fuerzas independentistas Galiza, Euskal Herria e Catalunya para parar esta represión vergoñenta.
Gracias por la crónica. No es fácil, pero Catalunya es la única esperanza en este "momentum", hacia adentro para su propio proceso y hacia hacia afuera para con sus pueblos vecinos (vascos, gallegos, asturianos,andaluces, canarios, etc)... Hace falta un giro de guión, pero también hace falta un contagio de espíritu republicano y búsqueda de cooperación y "sororidad" para derrotar al régimen... Muchos estamos dispuestos, necesitamos más, seguid en la lucha, seguimos sumando, el adversario está cada vez más débil. Un abrazo fraternal.
Crees que habra un programa no autonomista y republicano encima de la mesa?
Si la rueda represiva se activa, como muchos preveen, se verán obligados a posicionarse y será dificl que rechacen al candidato....