Crisis climática
Macron-Merkel: el eje del neoliberalismo ecologista

Ante el climato-escepticismo del gobierno estadounidense, Francia y Alemania pretenden erigirse en los nuevos referentes de la lucha contra el cambio climático. Una etiqueta que se contradice con los resultados modestos de sus políticas nacionales.

Merkel y Macron
Merkel y Macron en una comparecencia conjunta. Foto del Consejo Europeo.

El presidente francés, Emmanuel Macron, pretende convertirse en el nuevo referente de la lucha contra el cambio climático. Después de que Donald Trump anunciara en junio la retirada de los Estados Unidos del acuerdo de París, el joven dirigente galo ya reaccionó con su famoso “Make our planet great again”. Macron reafirmó este miércoles su candidatura como campeón del clima con su comparecencia conjunta con la canciller alemana Angela Merkel en la XXIII Conferencia sobre el Cambio Climático (COP23), que se ha celebrado en Bonn del 6 al 17 de noviembre. El binomio francoalemán Macron-Merkel defiende su voluntad de hacer de la ecología uno de los pilares de la Europa neoliberal. Un objetivo loable que contrasta con la realidad de sus políticas nacionales. Ni Francia ni Alemania son alumnos ejemplares de la lucha contra el calentamiento global.

“La barrera de lo irreversible ha sido traspasada. Nos encontramos por encima de los tres grados”, alertó Macron durante su comparecencia en Bonn, en la que recordó la necesidad de respetar el acuerdo de París, que estableció la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero para limitar a dos grados centígrados el calentamiento del planeta respecto a la era preindustrial. “Todos los que están aquí saben que el cambio climático cuestiona nuestro futuro. Nadie no debe ni puede ignorar su peligro”, aseguró Merkel, señalando así la postura climato-escéptica del gobierno norteamericano.

Tanto el presidente francés como la canciller alemana se comprometieron a incrementar su apoyo a los científicos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), amenazados por la voluntad de Trump de dejar de financiar esta institución. Los Estados Unidos aportaron el año pasado cerca de dos de los cinco millones de dólares (4,2 millones de euros) del presupuesto total del IPCC. “Deseo que Europa sustituya a los americanos. Francia estará a la altura de esta tarea”, prometió Macron.

Los ambiciosos planes de Nicolas Hulot

Tras haber dado poca importancia a la ecología durante la campaña electoral, Macron dio un golpe de efecto en mayo con la incorporación del reputado activista Nicolas Hulot como ministro de Ecología. Fundador de una influyente fundación defensora del medioambiente y enviado especial del presidente Hollande para la COP21, Hulot promueve ahora un ambicioso plan de transición energética. Según anunció a principios de julio, aspira a que en 2040 se dejen de vender vehículos de gasoil y gasolina en Francia.

Los diputados de la Asamblea Nacional aprobaron el 10 de octubre la ley Hulot, que prohíbe la concesión de nuevas licencias para explotar los hidrocarburos del suelo francés y las extracciones de gas y petróleo a partir de 2040. Una medida con una gran carga simbólica, pero relativamente fácil de cumplir: la producción nacional francesa de petróleo (800.000 toneladas) y de gas (380 millones de m³) sólo representa el 1% de los hidrocarburos consumidos anualmente por este país. “Además, esta ley incluye una enmienda que evitará el cierre más allá de 2040 de aquellas explotaciones que no hayan permitido rentabilizar las inversiones hechas durante las exploraciones”, explica a El Salto Mireille Chiroleu-Assouline, profesora de la Universidad París 1 Panthéon-Sorbonne y experta en políticas medioambientales.

El avance de las energías renovables en Alemania contrasta con su dependencia del carbón. El 40% de toda la energía eléctrica producida el año pasado vino de este combustible fósil

Según prometió Macron en Bonn, el gobierno francés se compromete a cerrar todas sus centrales térmicas antes de 2022. Francia, Italia y el Reino Unido firmaron este jueves una declaración (que no apoyó España) en la que proponen que los países de la OCDE abandonen antes de 2030 la electricidad producida a través del carbón.

El presidente galo también ha reivindicado la necesidad de tasar en 30 euros el precio de la tonelada de dióxido de carbono que emiten las centrales de combustibles fósiles instaladas en Europa. Con esta tasa, el carbón dejaría de ser rentable. “Debemos incrementar el uso de energías renovables”, recordó Macron, cuyo país no es un alumno ejemplar respecto a esta cuestión, ya que produce el 75% de su electricidad a través de centrales nucleares.

Los claroscuros del modelo alemán

En cambio, el 44% de la electricidad producida en Alemania procedió de fuentes de energías renovables durante el pasado mes de octubre. Gracias a la alabada Energiewende (transición energética), el estado alemán se ha convertido en el mayor productor de energía solar fotovoltaica de Europa y dispone del parque solar eólico más importante del continente. Anunciado en 2011 después de la catástrofe de Fukushima, el apagón nuclear ha resultado un éxito. Estos logros han servido para que se conceda a la conservadora Merkel la etiqueta de defensora del clima.
El carbón es uno de los asuntos más espinosos de las negociaciones de la coalición “Jamaica” que Merkel pretende tejer entre conservadores, liberales y ecologistas

No obstante, el avance de las energías renovables en Alemania contrasta con la dependencia de este país del carbón. Según datos oficiales, el 40% de toda la energía eléctrica producida el año pasado vino de este combustible fósil. Un centenar de centrales térmicas funcionan a pleno rendimiento, entre ellas se encuentran siete de las diez más contaminantes de todo el continente. Por este motivo, el supuesto alumno aventajado de la ecología difícilmente cumplirá en 2020 su objetivo de reducir en un 40% las emisiones de gases de efecto invernadero respecto a 1990. Según los cálculos de los expertos del gobierno federal alemán, si no se adoptan nuevas medidas, la disminución será del 32,5%, en el mejor de los casos.

De hecho, el carbón es uno de los asuntos más espinosos de las negociaciones de la coalición “Jamaica”, la compleja alianza de gobierno que Merkel pretende tejer entre conservadores, liberales y ecologistas. Los Verdes piden el abandono del carbón y que el 100% de la electricidad alemana proceda de fuentes renovables en 2030. En cambio, la CDU —el partido de Merkel — defiende continuar subvencionando la energía eólica y la solar, pero al mismo tiempo escalonar hasta finales de siglo el cierre de las centrales térmicas. Y los liberales pretenden suprimir las subvenciones a las renovables, lo que beneficiaría al carbón, que es más barato.

Las promesas incumplidas de Macron

Mientras la dependencia del carbón contradice la supuesta buena voluntad ecológica de Merkel, el presidente Macron apenas cuestiona el rol central que la energía nuclear tiene en Francia. “Que nadie se equivoque: pretender que deberíamos acelerar el cierre de centrales nucleares sin haber respondido antes a esto —el impulso de las energías renovables— es condenarnos a reabrir centrales de carbón durante los próximos años”, aseguró el dirigente francés en Bonn.

Protesta anti-nuclear.
Acción de Greenpeace contra la central nuclear de Flamanville en Francia.

De esta forma, Macron defendía la decisión de su gobierno de incumplir el objetivo, fijado por la ley de transición energética, aprobada en 2015, de reducir la electricidad de origen nuclear al 50% de la producción total en 2025 —actualmente representa el 75%. “Me parece un desacierto que Hulot haya aceptado el incumplimiento de esta promesa”, reconoce Chiroleu-Assouline. Según esta experta en políticas medioambientales, “No parece que a cambio de esta decisión el ministro de Ecología haya conseguido un compromiso de las compañías eléctricas francesas, como EDF, para que impulsen la producción de energías renovables”. Según datos oficiales, estas representan sólo el 17% de la producción total de electricidad en Francia.

Además, el presupuesto para el año que viene, el primero elaborado durante el mandato de Macron, sólo prevé la inversión de 5.500 millones de euros para impulsar las energías renovables. Como denuncian las asociaciones defensoras del medioambiente, esta cifra es prácticamente la misma que invirtieron los anteriores gobiernos. Para las cuentas del 2018, “una de las medidas más positivas es el incremento significativo de la tasa del carbono”, recuerda Chiroleu-Assouline. Este impuesto, que pagan sobre todo las centrales térmicas, aumentará de forma progresiva de los 44,60 euros por tonelada de dióxido de carbono a 88,20 euros en 2022.

Aunque la partida presupuestaria destinada a la transición ecológica se incrementará un 3,9%, el Ministerio de Ecología perderá 1.324 funcionarios durante el año que viene.

Para conmemorar el segundo aniversario de los acuerdos del clima de París de 2015, Macron prepara una cumbre en la capital francesa para el 12 y 13 de diciembre. Una de las cuestiones centrales de este encuentro internacional será el rol de las finanzas y del sector privado en la lucha contra el cambio climático.

“Hulot comparte la ideología dominante de que hay que luchar contra el cambio climático a través de la lógica del capitalismo”, afirma en declaraciones a este diario el sociólogo Jean-Baptiste Comby, autor del libro La Question climatique. Genèse et dépolitisation d’un problème public. Según este profesor de la Universidad París 2 Panthéon-Assas, “la lógica del capitalismo de crecer constantemente resulta incompatible con la preservación del medioambiente”. Una contradicción que cuestiona la viabilidad del proyecto neoliberal ecologista de Macron y Merkel.

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