Bulgaria
El por qué de la caída del gobierno de Bulgaria
Era noviembre de 2021 cuando el programa búlgaro Eurodikoff publicaba unas imágenes del entonces primer ministro de Bulgaria. Boyko Borisov estaba semidesnudo sobre una cama; una pistola y fajos de billetes descasaban sobre la mesita de noche. Esa visión avivó las críticas y protestas ciudadanas por la corrupción gubernamental, por más que Borisov negara que el dinero y el arma fueran suyos, afirmando que eran imágenes manipuladas.
Boyko Borisov ha sido el líder del partido Ciudadanos por el Desarrollo Europeo de Bulgaria (GERB) desde su fundación en 2006/2007. Antes de aquel noviembre de 2021 había sido primer ministro de Bulgaria por más de una década en varios mandatos acumulados entre 2009 y 2021, pero estas imágenes le costaron la dimisión y, desde entonces, no ha vuelto a ostentar el cargo de primer ministro.
Por supuesto que hay apatía política. Nos han mentido tantas veces diciendo que algo iba a cambiar que la gente ya no cree en ningún partido político del parlamento”, explica la joven Teodora
Aquel escándalo llevó a la convocatoria de elecciones, las cuales ganaría la coalición Continuamos el cambio – Bulgaria Democrática (PP-DB), liderada por Kiril Petkov. Ahora bien, desde entonces, ningún gobierno en el país ha conseguido estar en el poder por más de un año. Desde abril de 2021, los búlgaros han ido a las urnas un total de siete veces para elegir su parlamento (abril 2021, julio 2021, noviembre 2021, octubre 2022, abril 2023, junio 2024 y octubre 2024).
Ha habido ocho gobiernos de transición; tres coaliciones breves que han gobernado (el gobierno de Petkov 2021-2022, la gran coalición Denkov-Gabriel 2023-2024 y la coalición de Rosen Zhelyazkov en 2025); y numerosas mociones de censura: tan solo en 2025 se han presentado seis mociones.
El último en caer ha sido el Ejecutivo de Zhelyazkov, que echó a andar en enero de este mismo año. Tras una serie de protestas, el jueves 11, el tripartito formado por los conservadores del GERB (que forma parte del Partido Popular Europeo), el Partido Socialista Búlgaro (BSP, dentro del S&D) y el partido identitario Existe Tal Pueblo (ITN) se despedía del Gobierno y abocaba al pueblo búlgaro a unas nuevas elecciones, las octavas desde 2021.
Décadas de apatía política
Teodora tiene apenas 27 años, por lo que prácticamente no conoce su país sin esta inestabilidad política: “Tenemos que, de una vez por todas, detener a estos partidos corruptos, si no se apoderarán por completo del país y arruinarán nuestro futuro, pero, por desgracia, las generaciones anteriores han perdido esta esperanza debido a la corrupción y al miedo, y al hecho de que nada ha cambiado a lo largo de los años, sino que, por el contrario, la situación ha empeorado”.
Con este panorama político tan inestable, si un sentimiento se ha contagiado entre los búlgaros en estos años ha sido la apatía y el hastío. En octubre de 2024, no fueron a las urnas ni un 39% de los votantes registrados. “Por supuesto que hay apatía política. Nos han mentido tantas veces diciendo que algo iba a cambiar que la gente ya no cree en ningún partido político del parlamento”, explica la joven búlgara.
Tvsetozar, otro joven procedente del norte del país pero residente en Sofia, admite que “la gente ha estado apática durante décadas. Se oye mucho decir que 'tu voto no importa' y que 'nada va a cambiar con o sin tu voto', especialmente por parte de los mayores. Pero creo que esto va a cambiar drásticamente ahora”.
Bulgaria es el país más pobre de la Unión Europea —con un nivel de PIB per cápita consistentemente por debajo del 60 % de la media de la UE—, y está catalogado como el segundo país más corrupto de la UE solo superado por Hungría, según el Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional.
El GERB —quien volvió al poder, tras las últimas elecciones de octubre de 2024, en coalición con la Unión de Fuerzas Democráticas (SDS), dándole el cargo de primer ministro a Nikolai Denkov— tiene una larga lista de acusaciones de corrupción a sus espaldas. Lista que incluye escándalos por la mala gestión de fondos europeos e irregularidades en grandes contratos de infraestructuras. A ello se suman denuncias de clientelismo, opacidad en la financiación del partido y una persistente crítica por la falta de independencia del sistema judicial, lo que ha alimentado en la sociedad búlgara la percepción de una corrupción estructural y de impunidad en las más altas esferas del poder. Rara vez, alguno de estos casos resultó en condenas judiciales.
“Uno de los principales problemas de Bulgaria es la corrupción. Esto se ve claramente durante las elecciones. Los grandes partidos compran votos, directa e indirectamente. Hay muchas personas pertenecientes a minorías que están dispuestas a vender su voto por cantidades de entre 10 y 50 euros”, cuenta Tsvetozar quien se para a explicar cómo funcionan las redes clientelistas en el país: “el miedo también es un factor poderoso: si formas parte de la administración pública, es posible que tu jefe te 'insinúe' que debes animar al mayor número posible de personas a votar a un determinado partido (normalmente el que está en el poder). Si dicho partido no gana, es posible que pronto te quedes sin trabajo. El voto corporativo también existe: se ejerce presión sobre algunas grandes empresas y fábricas para que se aseguren de que sus empleados voten correctamente”.
Teodora lo ve igual: “Bulgaria tiene muchos problemas que una democracia normal en el mundo actual no debería tener. Nuestro sistema judicial es muy corrupto, nada funciona en nuestro país sin tener contactos y dinero, a pesar de que Bulgaria tiene mucho potencial. El hecho de que Delyan Peevski esté sancionado por Magnitsky y sea miembro del Parlamento debería decir lo suficiente sobre lo mal que está el sistema”.
El “modelo Borisov-Peevski” y el “Estado capturado”
Delyan Peevski es el líder del Movimiento por los Derechos y las Libertades (DPS)—partido aliado del gobierno—. Un magnate de los negocios, especialmente de los medios de comunicación, quien se ha convertido en uno de los símbolos de la corrupción sistémica en Bulgaria. Su nombre ha estado vinculado durante años a escándalos relacionados con el control de conglomerados mediáticos, presuntas redes de clientelismo político y económico, y acusaciones de influencia indebida sobre instituciones estatales. En 2021, fue sancionado por Estados Unidos bajo la Ley Magnitsky por “corrupción significativa”, lo que reforzó su imagen como emblema de las élites intocables. “No debemos olvidar a Boyko Borisov, que también tiene la culpa de cómo funcionan las cosas en mi país. Ambos operan entre bastidores para obtener beneficios personales y para aquellos que están cerca de ellos”, termina de exponer la joven desde Sofia.
Y es que, aunque Borisov no ha vuelto ha ostentar el cargo de primer ministro desde 2021, jamás ha abandonado la política. Este sigue siendo el líder del GERB y parte del Partido Popular Europeo, manteniéndose como la figura más destacada de su formación en el Parlamento búlgaro. Además, en 2024, fue elegido presidente de la Comisión de Política Exterior de la Asamblea Nacional Búlgara, lo cual indica que mantiene una posición formal de liderazgo político dentro del Legislativo. Desde esa posición, ha tenido voz en asuntos de política exterior y en debates clave dentro del hemiciclo, reforzando el papel de GERB como fuerza prominente dentro del Parlamento.
En Bulgaria se ha popularizado la expresión del “modelo Borisov-Peevski” o de “Estado capturado” que hacen referencia a un patrón de poder en Bulgaria basado en la estrecha interacción entre políticos y oligarquías económicas bajo el liderazgo de ambos líderes.
“La coalición en sí está compuesta por entidades políticas (supuestamente) situadas en lados opuestos del espectro político, pero aun así han logrado formar una coalición gobernante que no solo es arrogante y codiciosa, sino también extremadamente incompetente. Y ya ni siquiera intentan ocultar nada de esto”, se queja Tsvetozar.
“Muchas de sus tramas son de dominio público, pero como nuestro sistema judicial no funciona correctamente, no hay resultados”, le da la razón Teodora. “Cuentan con el hecho de que los búlgaros están frustrados y no votan, pero esta vez les demostraremos que se equivocan”.
Una Generación Z que tumbó al gobierno
El pasado 1 de diciembre, tras el anuncio de los presupuestos para 2026, decenas de miles de búlgaros se concentraron a las puertas del Congreso del país, en un momento en el que el país se prepara para adoptar el euro, que entrará como moneda el 1 de enero de 2026. El borrador despertaba una fuerte contestación social debido a los recortes en gasto social, el aumento de la carga fiscal sobre autónomos y pequeñas empresas, y la falta de medidas contra la inflación y la corrupción.
Debido a la contundencia de tales movilizaciones, que han sido las más grandes en la última década, horas más tarde el gobierno daba marcha atrás y comunicaba que esos presupuestos no se aplicarían. Sin embargo, la cosa no terminó ahí: “esto fue un punto de inflexión para la generación Z. Cada día somos más los que nos sumamos a este movimiento; juntos podemos conseguir resultados.”, decía Teodora tras esa primera protesta del 1 de diciembre
Desde el principio ha sido la generación Z la que ha organizado y liderado tales movilizaciones, que se fueron repitiendo por todo el país y hasta en capitales europeas: “más de 200.000 personas salieron a la calle en todo el país. Solo en Sofía se reunieron 100.000 personas. También hubo pequeñas protestas en otros países de la UE, como Madrid, Frankfurt y otros, por parte de búlgaros que viven en el extranjero”, contaba emocionada la joven hace poco más de una semana.
“La generación Z en Bulgaria no es ajena a las protestas, ya que básicamente ha crecido protestando. Todo comenzó para ellos con las protestas de 2013, cuando ese mismo oligarca, Peevski, fue nombrado jefe de la Agencia Estatal de Seguridad Nacional («ДАНС»/«DANS», sucesora de la entidad represiva del régimen comunista en Bulgaria). Los entonces jóvenes fueron llevados a las calles por sus padres, que allanaron el camino para los futuros manifestantes. Y luego, de nuevo, siete años después, en las protestas de 2020-2021 contra el tercer gobierno de Borisov”, recuerda Tsvetozar, quien ha salido a las calles contra el gobierno en todas las llamadas en los últimos años.
“La generación Z sabe bien lo que quiere y cómo conseguirlo”, expresa el joven. Teodora abunda en esa línea: “No hay ninguna diferencia [con las movilizaciones anteriores]. El problema y las cifras contra las que protestamos ahora son los mismos. La única diferencia es que no nos rendiremos hasta que desaparezcan de la escena política; estamos más unidos que nunca”. Ambos jóvenes han estado involucrados en difundir “la siguiente gran movilización”, que se celebró el 10 de diciembre.
Ese miércoles, la capital búlgara se inundó con cientos de miles de personas, liderados por esta generación Z, que exigía el fin del gobierno. Y lo consiguieron: el 11 de diciembre, la coalición del GERB-SDS, dimitía.
“¿Y qué pasa ahora?”, es la pregunta, “gobierno provisional, hasta que se elija un nuevo gobierno mediante elecciones ordinarias”, contesta Tsvetozar.
Ahora está por verse si esto es el principio del fin de la corrupción en el segundo país más corrupto de la UE o si la inestabilidad seguirá rigiendo la vida política de Bulgaria. “Espero que podamos alcanzar nuestros objetivos uniéndonos contra los “gobernantes” que solo sirven a los oligarcas y no a nosotros, el pueblo. Tengo mucha esperanza en que Bulgaria consiga convertirse en un país europeo en toda regla, donde yo y otros jóvenes podamos tener un futuro brillante en lugar de vernos obligados a emigrar al extranjero para tener una vida normal” concluye la joven Teodora, esperanzada tras estas dos semanas en las que su generación ha tumbado a un gobierno.
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