Barcelona
“No voy a comprar mi puesto”: empleadas de la empresa Suara denuncian despidos por no poder pagar 8.000 euros

Inés Alzamora lleva once años trabajando en el Servicio de Asistencia Domiciliaria (SAD). En su último puesto trabajó para la empresa cooperativa Suara, quien gestiona este servicio para el Ayuntamiento de Barcelona. Trabajaba pues en un servicio subvencionado con dinero público, externalizado en manos de una empresa. Cuando su contrato iba a acabar, explica que le dijeron que, para continuar, debería hacerse cooperativista y para ello pagar 8.000 euros. “Yo no voy a comprar mi puesto de trabajo. Ellos vieron que no me interesaba, no tengo el dinero. Entonces se acabó el contrato, me despidieron, me dieron el finiquito y adiós”.
Alzamora trabajaba en turno de tarde y atendía a cuatro personas mayores a las que daba la merienda, acompañaba y metía en la cama. A veces trabajaba más horas haciendo suplencias. De repente, vio como tenía que cortar la relación con estas personas. “La empresa me dijo que yo tenía muy buena valoración, pero debía hacerme cooperativista para seguir. Hasta los usuarios se quedaron sorprendidos, las hijas estaban enfadadas”, se queja mientras añade que ganaba 940 euros por un contrato de 29 horas.
“Muchas compañeras no entienden bien lo que les piden y se marchan”, explica Ordaya, quien procede de Latinoamérica (Perú) como muchas de las trabajadoras
“Las mujeres entran con contratos de tres meses con prórroga de nueve hasta hacer el año. Cuando está a punto de finalizar la prórroga se ponen en contacto con las compañeras y les ofrecen la opción de hacerse socias, si no no pueden continuar en la empresa”, explica Consuelo Ordaya, trabajadora del mismo servicio y exdelegada de CGT. Ella fue subrogada en 2013 desde la empresa anterior que gestionaba el servicio, su contrato es indefinido y no tiene que pasar por ese camino. Explica que son muchas las compañeras que han acudido al sindicato con la misma historia. “Muchas compañeras no entienden bien lo que les piden y se marchan”, explica Ordaya, quien procede de Latinoamérica (Perú) como muchas de las trabajadoras.
Ordaya explica que hay tres figuras: las auxiliares del hogar, “que son las que limpian”, las trabajadoras familiares “que son las que atienden” y luego las coordinadoras, técnicas y de gestión. Ellas son las trabajadoras familiares y están “un poco por encima” del SMI, rozando los 1.300 euros.
Violeta (nombre ficticio) también es de Latinoamérica y entró a trabajar con un contrato de tres meses primero, luego de nueve meses y luego “me explicaron si quería hacerme socia de Suara para seguir trabajando”. Antes de eso, tenía que hacer tres cursos. “Hice los tres cursos, un mes antes de acabar una de las coordinadoras me dijo que si me iba a hacer socia o no”, relata. Como no tenía el dinero, capitalizó el paro. “Lo hice porque ya había pasado casi un año, tengo amigas que trabajan en otras empresas y no tienen algunos de los beneficios que hay en Suara. En Suara te pagan las horas contratadas. Si te contratan para 30 horas te pagan por 30 horas. Otras solo pagan las horas que haces, si se te cae algún servicio porque la persona a quien atiendes tiene una cita médica o lo que sea, no las pagan”, explica Violeta. “Eso sí, no me parece justo pagar para trabajar, es como comprar un puesto de trabajo", añade.
“Ambas compartimos que queremos que el sector mejore, por nosotras y por nuestros usuarios y por eso explicamos nuestra realidad”, añade Consuelo Ordaya
“Ambas compartimos que queremos que el sector mejore, por nosotras y por nuestros usuarios y por eso explicamos nuestra realidad”, añade Consuelo Ordaya, sobre un sector, el SAD, tan feminizado como precarizado. Un informe de la Universidad Autónoma de Barcelona lo califica como un colectivo atravesado por desigualdades de género, de clase y raciales, que facilita la invisibilización de sus trabajadoras .Por poner un ejemplo, a lo largo de 2021 el Servicio Nacional de Empleo (SEPE) registró 177.507 contratos para estas trabajadoras. El 94,96 % fueron para mujeres.
Una adhesión “voluntaria y abierta”
Fuentes de Suara explican a El Salto que todas las personas que se incorporan a la empresa disponen de toda la información sobre su modelo cooperativo y de su funcionamiento en el momento de incorporarse a trabajar a la entidad. “La adhesión como socia de trabajo es voluntaria y abierta, efectivamente”, relatan.
“La adhesión como socia de trabajo es voluntaria y abierta, informan desde Suara”
Expresan que, cumpliendo con la Ley de Cooperativas de Catalunya, si una profesional quiere ser socia de trabajo de Suara Cooperativa deben aportar un capital social de 8.000 euros. “Este capital de 8.000 euros es una inversión a todos los efectos que, en caso de querer abandonar la cooperativa por la razón que sea, es devuelta junto a los intereses generados durante ese periodo”, añaden. Y describen un sistema flexible: la aportación puede realizarse de forma gradual, mediante un sistema de préstamo sin intereses y aportaciones mensuales, “teniendo en cuenta siempre las circunstancias personales de cada trabajadora”.
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