Arquitectura económica para la Barcelona más guapa

Muchas de quienes han encontrado dónde vivir en la ciudad condal, desean algo más que una postal modernista: un tejido cooperativo y comunitario que cuente con el respaldo de la administración pública. Esa es el clave, según el investigador Ivan Miró, especialista en economías solidarias y sociales.

Durante muchos años, Barcelona posa't guapa (Barcelona ponte guapa) fue el eslogan de la ciudad. Llegó en 1986 con la campaña pro olimpiadas, pero el lema tuvo tanto tirón que se quedó hasta 2001. Los sucesivos gobiernos municipales construyeron estadios para los Juegos Olímpicos de 1992, derruyeron edificios para trazar una avenida en el Raval a final de los 90 y finalmente perfilaron una ciudad preparada para acoger a más eventos, a más turistas. Y así fue: aterrizó Airbnb y los fondos buitres, que empezaron a expulsar a las vecinas a los municipios colindantes porque ya no pueden pagar a la casera, que ha aumentado indecorosamente el precio del alquiler. Si algún día Barcelona fue una ciudad amable, serán otras generaciones más mayores quienes puedan recordarlo. 

Por eso quizá existe, con más ahínco, la otra Barcelona. La que ha peleado por su ciudad, entendida como un espacio colectivo sin más dueño que sus vecinas. Del movimiento okupa y antigloblalización del siglo pasado a los sindicatos de barrio y al tejido cooperativo actual. Barcelona, ponte guapa para ti misma. Muchas de quienes han encontrado dónde vivir en la ciudad condal, desean algo más que una postal modernista: un tejido cooperativo y comunitario que cuente con el respaldo de la administración pública. Esa es la clave, según el investigador Ivan Miró.

la calle y la institución

Paralelamente a la eclosión de 2015 de los gobiernos municipales del cambio en el Estado, y de la efervescencia de la CUP en Catalunya, Ivan Miró estudió el tejido cooperativo de la ciudad. Junto con Anna Fernández, publicó en 2016 el libro L’Economia Social i Solidària a Barcelona, donde inventariaron las iniciativas de la economía social y solidaria (ESS) en su diversidad de formas jurídicas y tipologías, tanto socioempresariales como comunitarias. 

Cuantificaron cerca de 5.000: alrededor de mil son cooperativas, las otras son asociaciones e iniciativas como huertos urbanos, equipamientos de gestión comunitaria y redes de apoyo. La investigación, junto con la propuesta Medidas por la Democrácia Económica Local de la Xarxa d’Economia Solidària de Catalunya, sirvió de hoja de ruta para la creación del Comisionado de Economía Cooperativa, Social y Solidaria del Ayuntamiento de Ada Colau.

Ivan Miró publicó en 2018 el libro Ciutats cooperatives, un manual político para construir una arquitectura económica que le da la espalda al capitalismo

De su compendio y posterior análisis de los datos, finalmente Miró publicó en 2018 el libro Ciutats cooperatives, un manual político para construir una arquitectura económica que le da la espalda al capitalismo. Miró sostiene que “frente a las relaciones de partners público-privados que caracterizan el llamado modelo Barcelona, pista de aterrizaje para la apropiación capitalista de la ciudad” es necesario desarrollar una alternativa: “La democratización de las políticas económicas urbanas a partir de la concertación público-cooperativa-comunitaria”. 

Un modelo para otra economía, para la otra Barcelona que sigue creciendo y afianzándose, más allá de la volatilidad que a veces acompaña a estos proyectos. De las diversas experiencias de esta economía democrática, el investigador resalta dos ejemplos: BiciHub y Coòpolis.

Can Picó
Edificio de Can Picó en Barcelona. Foto: Ajuntament de Barcelona

Construir pedaleando

La historia de BiciHub arranca en un embrollo logístico, cuando en 2007 el alcalde convergente Xavier Trias heredó del anterior gobierno socialista la iniciativa de bicicletas públicas en la ciudad, Bicing. Las calzadas no estaban preparadas para acoger este medio de transporte, que ocupaba las aceras incomodando a los peatones, por lo que el Ayuntamiento necesitaba sacar las bicis de las aceras. Para ampliar la red de carriles, el Ayuntamiento contó con el asesoramiento de Biciclot, una cooperativa que entonces llevaba dos décadas peleando por una red de carril bici, explica uno de sus miembros, Pere Serrasolses. 

En 2013, Biciclot consiguió la concesión para 30 años de Can Picó, un edificio patrimonio histórico de la ciudad a medio camino entre la arquitectura industrial y de viviendas de principio del siglo XX. Una belleza destartalada que llegó con una concesión sin financiación y que les llevó seis años de obras y arreglos.

En 2015, Barcelona En Comú consiguió la alcaldía y Ada Colau decidió invertir aún más en carriles bici y otorgó subvenciones para la rehabilitación de Can Picó.

Ahora, y con el apoyo de entidades de finanzas éticas como Coop57 y el esfuerzo económico de Biciclot, el nuevo BiciHub acoge a cuatro cooperativas y más de veinte entidades afiliadas. Biciclot ha contagiado su cooperativismo a nuevas proyectos y BiciHub se ha convertido en un espacio cooperativo colectivo que trabaja por su comunidad, el barrio de Poble Nou. 

Paralelamente, Barcelona ha ampliado los carriles bici hasta 200km de recorrido, por los que transcurren alrededor de 200.000 movimientos diarios. En los distintos modos de transporte de la ciudad, la bici supone el 2,5% de los desplazamientos. Lejos aún de Gasteiz, Sevilla y València, que se acercan al 6%. 

En BiciHub conviven proyectos de mecánica de bici como reinserción laboral, un taller de autoreparación, un proyecto científico sobre la calidad del aire y también es la sede de una cooperativa de ciclomensajería

En BiciHub conviven proyectos de mecánica de bici como reinserción laboral, un taller de autoreparación, un proyecto científico sobre la calidad del aire y también es la sede de una cooperativa de ciclomensajería. Asimismo, la relación comunitaria que se está generando en el barrio comienza a ser un referente. 

“Aquí hay plataformas que luchan por el derecho a la vivienda, en un barrio donde ha llegado la transformación hotelera para el turismo, y en esas luchas nos sentimos muy identificadas. Así como en el cuestionamiento de algunos modelos de empresa que utilizan la bici como medio de reparto. Ahora hay más carriles bici, pero también existe Glovo. Eso también hay que revisarlo”, resume Pere Serrasolses, de Biciclot.

Pintada en Can Batlló Barcelona okupación
Pintada en Can Batlló Álvaro Minguito

La incubadora de las cooperativas

En una definición breve, Coòpolis es el Ateneu Cooperatiu de Barcelona, la entidad que acompaña procesos de creación y consolidación de cooperativas. “El Ateneu nace del vecindario y del ámbito de la economía social y solidaria con el objetivo de generar un ecosistema de actividades económicas que generen ocupación e impacto social y ambiental positivo”, resume Mercè Esteban. 

Pero el nacimiento de Coòpolis se sitúa en 2011 en Can Batlló, cuando un grupo de vecinos de Sants decidió ocupar, después de treinta años de reivindicación, esta fábrica textil del siglo XIX para convertirla en un espacio de autogestión comunitaria del barrio. 

Después de años de actividad comunitaria en las varias hectáreas del recinto, y de trabajo conjunto no exento de tensiones con el Ayuntamiento, en 2019 se produjo una decisión histórica en el Estado español: la Comisión de Economía y Hacienda del Ayuntamiento de Barcelona otorgó la cesión de 30 años a la asociación que articula el Espacio Vecinal Autogestionado, en un convenio público en el que el balance comunitario que producen las actividades se mide a través del retorno social. Solo Ciudadanos votó en contra, y el PP se abstuvo. 

Las actividades se computan, el trabajo voluntario y cooperativo también. Si todo debe medirse en dinero, aunque no sea así, en 2017, por cada euro aportado por el Ayuntamiento, los vecinos devolvieron cinco con su actividad (48.000 usuarios, 849 iniciativas). 

Can Batlló alberga múltiples espacios culturales y productivos, cooperativas de vivienda en cesión de uso como La Borda y también Coòpolis, que se compone de una red de cooperativas

Can Batlló alberga múltiples espacios culturales y productivos, cooperativas de vivienda en cesión de uso como La Borda y también Coòpolis, que se compone de una red de cooperativas que cuenta con el respaldo económico de la Generalitat de Catalunya y el Ayuntamiento barcelonés. Con este dispositivo público-cooperativo puesto en marcha desde 2016, un equipo de quince personas acompañan la constitución de alrededor de 25 cooperativas al año. Recientemente, han inaugurado la incubadora, que alberga a diez proyectos de reciente creación, como la cooperativa de riders Mensakas. 

Pero el objetivo de Coòpolis no es solo democratitzar la economía urbana, sino promover su transición ecosocial. Por este motivo, “impulsamos sectores estratégicos, tanto productivos como reproductivos de la ciudad, para poner la mirada en los vacíos que haya en esos sectores e ir a buscar iniciativas”, explica Mercè Esteban. Como la economía de los cuidados, la movilidad sostenible, la transición energética, la vivienda y la cultura.

Con el mismo espíritu crítico, desde el principio notaron que solo les llegaba un perfil de persona —blanco, universitario—, por lo que incluyeron un eje específico de economía cooperativa y migraciones, que dio sus frutos: en 2019, el Círculo de Migraciones del Ateneo, formado por cooperativas de personas migrantes y racializadas, con mirada antirracista, organizó la primera Feria de Economía Popular y Migrante, donde acudieron más de cien proyectos económicos de sectores como la restauración, la moda y los cuidados. Y han acompañado la creación de la cooperativa Top Manta, herramienta económica del Sindicato Popular de Vendedores Ambulantes de Barcelona.

Escalar el Nuevo Modelo Económico plural

Para el investigador Ivan Miró, la crisis económica del 2008 y el empuje de movimientos como el 15M del 2011 dieron una centralidad mayor a la necesidad de construir alternativas económicas, que empezó con el auge de las finanzas éticas y solidarias y el nacimiento de cooperativas de consumo como Som Energia, que ya cuenta con más de 60.000 socias y más de 100.000 contratos. “Somos conscientes, no obstante, de que la economía social y solidaria catalana es un ámbito pequeño en comparación con la economía hegemónica mercantil, y la necesidad de una mayor escalabilidad y articulación está muy presente en sectores como la agroecologia o la cultura”, sostiene Miró.

Como las ardillas que un día podían cruzar la península sin bajar de los árboles, en Barcelona hoy se puede practicar el cooperativismo en casi todos los sectores, desde el consumo alimentario hasta algunas prácticas médicas (odontología), desde experiencias educativas a cuidados en la vejez, desde telecomunicaciones a la vivienda y, en todas ellas, se persigue la calidad laboral de sus trabajadoras y la repercusión transformadora del entorno. 

Como las ardillas que un día podían cruzar la península sin bajar de los árboles, en Barcelona hoy se puede practicar el cooperativismo en casi todos los sectores

Si Barcelona fue cuna de las cooperativas obreras en las décadas de crisis económica de los años 30 y 70 del pasado siglo, la crisis de 2008, y quizá la pandemia, generó de nuevo un caldo de cultivo propicio para tomar conciencia de la necesidad de ser dueñas compartidas de la ciudad, del trabajo, de tu propia vida, sin decaer en la intención. 

Miró señala que se debe seguir “impulsando una transformación general del modelo económico capitalista, hacia una economía plural transformadora, donde la ESS tenga mayor centralidad en las políticas económicas”. Por ello defiende la interrelación entre lo comunitario, lo cooperativo y lo público, “unas alianzas fundamentales si queremos dar una salida emancipadora a la crisis social y económica que nos querrán imponer  a raíz de la pandemia del covid-19”.  Un nuevo modelo económico plural, democrático, relocalizado y ecológico, donde la economía social y solidaria despliegue toda su potencialidad.

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