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Soy asturiano y tengo 38 años, así que me he pasado gran parte de mi infancia, adolescencia y juventud acudiendo a manifestaciones en las que se cantaba —o cantábamos— aquello de “Asturias se salva luchando”. Se cantaba en octubre de 1991, en una de las primeras manifestaciones a las que me llevaron mis padres, cuando la región entera se paralizó con una huelga general de 24 horas, “Todos por Asturias”. Y se cantaba también el año pasado, en las marchas de apoyo a los trabajadores de Vesuvius que culminaron con un encierro en la Catedral de Uviéu.
En ausencia de un movimiento regionalista o nacionalista digno de tal nombre, el movimiento obrero se convirtió, en los años 80 y 90, en la gran herramienta colectiva en defensa de los intereses generales de la comunidad. Así lo percibía en aquellos años la mayoría de la sociedad. Un dato: en 1991 casi la mitad de los trabajadores asturianos estaba afiliado a un sindicato. Su prestigio era alto, y su identificación con los intereses de la región muy sólido.
En 1991 casi la mitad de los trabajadores asturianos estaba afiliado a un sindicato
Esta identificación se consolidaría en el largo ciclo de luchas contra el desmantelamiento industrial que en Asturies arrancarían el 26 de febrero de 1978 con una masiva manifestación en defensa de la siderurgia pública. El lema escogido lo dejaba claro: “Salvar ENSIDESA, salvar Asturias”. Estamos en la recta final de los años 70, el capitalismo afronta a nivel mundial un proceso de reestructuración sin precedentes, y a este pequeño rincón norteño de la Península Ibérica se le acumulan todas las crisis habidas y por haber: la de la industria siderometalúrgica, la de la producción naval y la del textil, que también contaba con algunas empresas.
Asturias
Mieres: oasis cultural para un desierto industrial
¿Puede funcionar la cultura como una herramienta para combatir el desaliento provocado por la crisis económica y demográfica? Bajo el lema Make Mieres Great Again, la localidad minera, que en los años 60 llegó a tener 70.000 habitantes y hoy no alcanza los 40.000, ha recuperado autoestima y visibilidad perdida, convirtiéndose en un referencia de la cultura alternativa de la Asturies actual.
Una triple crisis a la que se añadíría el hecho de que con nuestra entrada en 1986 en la Comunidad Económica Europea (CEE) llegaban a España nuevas orientaciones económicas de corte neoliberal, en buena medida compartidas por los gobiernos de Felipe González, encaminadas al cierre de una minería pública deficitaria y el desmantelamiento de un campo minifundista y poco productivo.
Las década de 1980 y 1990 estarían marcadas en nuestra tierra por un reguero de conflictos laborales, pero también por manifestaciones y huelgas con efectos positivos
Las década de 1980 y 1990 estarían marcadas en nuestra tierra por un reguero de conflictos laborales, manifestaciones, encierros, barricadas, cortes de carretera, huelgas locales, comarcales e incluso una autonómica, que tendrían efectos positivos: alargar la vida, en algunos casos hasta hoy, de empresas y sectores enteros de nuestro tejido industrial que estaban condenados a muerte.
Es probable que la industria siderúrgica asturiana no hubiera sobrevivido sin las grandes movilizaciones que arrancaron al Gobierno la construcción de una moderna siderurgia integral, luego privatizada por el PSOE y el PP, y en la que todavía trabajan más de 7.000 personas. En las cuencas, la formidable resistencia de las comunidades mineras evitó un cierre abrupto de los pozos, al estilo de Margaret Thatcher en el Reino Unido. Los sindicatos lograron, además de una muerte dulce para la minería, millones de euros para financiar una verdadera reconversión económica de municipios y comarcas que llevaban desde el siglo XIX dedicados casi en exclusiva a la extracción de carbón.
La industria siderúrgica asturiana no hubiera sobrevivido sin las grandes movilizaciones que arrancaron la construcción de una siderurgia integral luego privatizada
Asturies, pues, se salvó luchando, pero se perdió planificando. Ni políticos, ni empresarios, ni sindicatos, ni Universidad, ni medios de comunicación, ni sociedad civil, sea lo que sea eso, estuvieron a la altura del desafío cuando sí había buenos recursos para hacerlo. Localismo, corrupción, mucho “¿qué hay de lo mío?” y muy poca visión de futuro, iniciativas empresariales basadas en el “toma el dinero y corre”, y una sobredosis de infraestructuras de dudosa racionalidad social, económica ecológica y territorial —fruto de una obsoleta ideología desarrollista y una clamorosa falta de imaginación colectiva— desaprovecharon la gran oportunidad que suponían los fondos mineros, así como otros fondos europeos para el desarrollo regional.
No hacía falta ser un lince para intuir en los años 2000 que volver a apostar millones de euros en la producción de energías sucias —como hicieron los gobiernos de Vicente Álvarez Areces— no era la mejor idea si uno estaba pensando un poco más allá de las próximas elecciones. Poco se salva de la quema: alguna mediana empresa que ha funcionado bien, algún negocio de agroturismo acá, alguna obra necesaria un poco más allá, una gestión del patrimonio minero bastante digna...
Muchos siguen votando, con escepticismo pero con fidelidad, a las mismas siglas de siempre, quizás porque a una sociedad envejecida le cuesta mucho cambiar de hábitos
Muchos asturianos miran sin embargo hoy con envidia a un País Vasco que por las mismas fechas logró afrontar su crisis industrial con mucho más éxito y pericia. Sin embargo, siguen votando con escepticismo pero con fidelidad a las mismas siglas de siempre, quizá porque la alternativa aún convenza menos, quizá porque a una sociedad envejecida le cuesta mucho cambiar de hábitos.
Hace no mucho el periodista Xuan Cándano escribía que en el siglo XXI Asturias se salvará pensando. Lo suscribo. La Asturies de 2020 tiene que pensar bien qué quiere ser en la próxima década. Necesita reinventarse en muchos aspectos, y esta vez va a tener mucho menos dinero para hacerlo.
Laboral
Un año sin minería de carbón en Asturias
El reparto y la escasa cuantía de los fondos de la UE para financiar la llamada Transición Energética Justa avivan el malestar de unos valles mineros que, un año después del cierre de las últimas minas de carbón, siguen sin contar con propuestas de futuro claras ni viables.
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Me fuí en el 89 quedaron hablando de carreteras, volví hace un año y siguen hablando no de carreteras sino del ave, pueblos abandonados, estaciones de esqui abandonadas, albergues de montaña sin presupuestos, ruta del oso cayendose a trozos, no me puedo creer como me la encontre, vieja y triste, las condiciones laborables penosas, viven funcionarios, jubilados y pre-jubilados jamás entendere como con 40 años estes jubilados... se puede vivir en casas de la familia, ganar poco y que tú madre te llene la nevera, con este plan es muy dificil tener ganas de emprender nada, luchar y trabajar por algo, y viendo lo que veo no creó que sepan por donde tirar esto esta perdido. Tendran que venir de fuera a aprovechar lo maravilloso que tiene.
Menos mal que no hubo un movimiento nacionalista en Asturias, eso hubiera significado más liberalismo y menos lucha de clases aún.